Normalidad y vendimia parecen dos conceptos contrapuestos, ya que todos los años se produce alguna circunstancia que dota de cierto grado de incertidumbre a la campaña de vendimias. Se antoja algo natural, puesto que pensemos que en apenas dos meses, los que transcurren desde que a mediados de agosto se inician por el sur de España, hasta la primera semana de noviembre, fecha en la que acabarán en aquellos parajes más tardíos del Alto Ebro o Duero, el sector vitivinícola se juega buena parte de su campaña.
Lamentablemente en aquellos vinos de alto precio, el coste de la uva (por más que sea en estos vinos donde su valor absoluto es más alto) representa una parte muy pequeña de su valor. Y es en los de menor precio dónde sí existe una relación muy directa que condiciona altamente su competitividad y, por ende, su comercialización.
Hablar de subidas de precio de un veinte o treinta por ciento, como ha sucedido este año en la zona de Castilla-La Mancha en algunas variedades con respecto a las del año pasado no es ninguna cuestión baladí de cara a pretender mantener los volúmenes de exportación actuales o afianzar la tímida recuperación que muestra el mercado interior.
Afortunadamente, España es un país de una gran riqueza vitivinícola, basada en su diversidad y excepcionales condiciones naturales de cultivo. Y este año han sido precisamente estas dos circunstancias las que mejor han definido la cosecha.
Cantidades que han oscilado de manera pendular en función del momento en el que nos hemos encontrado y sobre las que ahora intentaremos profundizar un poco más; y una calidad que ha permanecido inamovible en sus cuotas más altas. Dándose la circunstancia de que lo sucedido en prácticamente toda nuestra geografía podría ser una base estupenda para desarrollar un proyecto de zonificación del viñedo en España.
Las diferencias entre los viñedos de secano y regadío se han hecho palpables, pero para “todo”, no solo (como ha sucedido en otras campañas), para señalar aquellos viñedos donde la producción ha sido más o menos abundante. La resistencia a los fuertes calores, las diferencias entre maduraciones alcohólicas y fenólicas, incluso el propio comportamiento ante las plagas de enfermedades criptogámicas, han sido claros ejemplos de por qué un viñedo de setenta años está donde está. Y debe seguir estándolo.
Si analizamos la vendimia desde un punto de vista de la cantidad, las cosas son mucho más sencillas, es más, incluso predecibles. A las primera estimaciones que manejaba el sector de una extraordinaria cosecha que pudiera superar la histórica del 2013, le sucedieron otras que fueron frenando tanto entusiasmo, hasta incluso dejarla a más de un diez por ciento por debajo de la del pasado año. La evolución de la climatología y, una vez más, el comportamiento de la planta, hicieron que, ni unas, ni otras, acabaran acertando, acercándonos mucho a lo que fue la anterior campaña. O al menos esa es nuestra opinión en base a la información que durante estos dos meses hemos ido recabando de decenas de pueblos, bodegas, organizaciones o estamentos públicos. No todos ellos coincidentes pero que, convenientemente modulados, nos han permitido elaborar nuestra propia estimación de cosecha.
Pero antes de entrar en una información más pormenorizada de las principales características que han definido cada una de las zonas de producción, deberíamos decir que, a pesar del REOVI e INFOVI, el sector ha seguido fijando precios de uva, mostos y vinos sin más información que la disponible por cada uno de los operadores. Si bien el Magrama tan solo ha publicado (hasta la fecha) los avances de producción de uva de vinificación, no de vino y mosto, correspondiente a los meses de julio y agosto; lo que nos ha obligado a tener que “convertirlo” aplicando los rendimientos obtenidos el año pasado en cada una de las provincias españolas; ahora ya solo nos queda confiar en que la periodicidad de una información mucho más exacta y el buen sentido de nuestros operadores, nos permita desarrollar una cosecha en la que sepamos aprovechar la gran calidad de nuestros vinos y las bajas producciones del resto de países productores para elevar la valoración de nuestros productos con la que poder hacer rentable y sostenible el viñedo.