Ya van quedando pocos lugares donde las tareas de vendimias no vayan tocando a su fin, o lo vayan a hacer en los próximos días.
A pesar de ello, hablar de cuál ha sido el volumen cosechado o la calidad obtenida en sus mostos, se hace harto complicado, ya que la información de la que se dispone es aquella que cada uno ha conseguido ir elaborándose gracias a los medios y contactos con los que cuenta. Superada la primera quincena de octubre el Ministerio de Agricultura sigue sin decir esta boca es mía y permitiendo que el sector deba ir construyéndose sus estrategias comerciales en base a noticias oficiosas y notas de prensa no exentas de intereses particulares.
Insistir sobre el escaso papel que juega en el sector vitivinícola el Ministerio y, lo que todavía es mucho peor, la falta de interés que se demuestra, no nos lleva más que a generarnos mala sangre. Pero dado que es un mal común que afecta a los gobiernos de uno y otro signo político, habiéndose convertido en un mal estructural, la denuncia, y la exigencia de un cambio de actitud aconseja (en mi opinión) insistir hasta conseguir que si no es posible un cambio de actitud, al menos una explicación de esa desidia hacia un sector relevante en la agricultura y la cultura de nuestro país.
Sobrepuestos a esta falta de información oficial y haciendo uso de esa relevancia y respeto que nos proporcionan más de setenta años proporcionando una información fiable y actual del sector, digamos que nos reafirmamos en nuestra estimación de una cosecha cercana a los cuarenta y ocho millones de hectolitros, con incrementos muy importantes en zonas como Ribera del Duero o Rioja, donde las heladas del pasado año dejaron la cosecha en la mínima expresión, o aquellas otras como Castilla-La Mancha donde no solo un periodo de lluvias importante, sino especialmente la entrada en producción de miles de hectáreas con su correspondiente sistema de riego, llevarán la producción por encima de los veinticinco millones de hectolitros.
Volumen que aunque muy alejado de los 53.549.841 hectolitros de la histórica campaña 2013 o de los 35.467.447 de la pasada, supondrá un importante reto en su comercialización y la liquidación que de ella obtengan viticultores y bodegueros.
Los precios, en términos generales, y salvedad hecha de aquellas partidas especiales o provenientes de acuerdos plurianuales, podríamos decir que han descendido en torno a un veinte por ciento en las uvas, incluso algo más si hablamos de mostos. Si a ello le añadimos el descenso entre medio y un grado de los mostos, podríamos concluir que, gracias al aumento productivo, el importe total que percibirán será más o menos el mismo que el del año pasado.
Otra cosa será el que consigan obtener nuestros bodegueros por los vinos ya que considerando el cariz que está tomando el mercado nacional, la falta de operatividad, el descenso en las principales plazas internacionales y la falta de recuperación del consumo mundial permiten pensar en un comercio tremendamente complicado y competitivo para los próximos meses.