Las vendimias en España

La lluvia y el sol son dos de los parámetros que más preocupan a los viticultores. Sin ellos, aun en condiciones de regadío, no es viable ningún cultivo, tampoco el de la viña. Debería sorprendernos, entonces, poco el gran revuelo que está generando el anuncio de precipitaciones estos días. No solo porque son necesarias para la viña sino porque, además, no son infrecuentes en estas semanas del año.

La diferencia con respecto a años anteriores es que padecemos una sequía tan brutal que el agua caída del cielo es una bendición y se confía en que, en muchos lugares, donde las restricciones al consumo son una realidad, las tormentas sirvan para ponerles fin. El nivel de nuestros embalses está en el 35’04% de su capacidad y el valor medio nacional de las precipitaciones acumuladas en el año hidrológico (1 octubre 2021 a 6 de septiembre de 2022) es de 445 mm, lo que representa alrededor de un 26% menos que el valor normal (603 mm).

Sus efectos sobre la actual vendimia son una incógnita. Pues si para aquellos viñedos que todavía tengan tiempo de absorberla será una fortuna y debiera mejorar de manera importante la cantidad, sin perjudicar la calidad; para aquellos otros que deban ver interrumpida las labores de recogida, podría suponer un nuevo problema al que añadir el bajo peso de los racimos y el menor rendimiento en mosto.

Y es que, en no pocos lugares, esas mismas previsiones vienen acompañadas de avisos de episodios tormentosos con presencia de granizo. Lo que sabemos que, siguiendo el dicho popular: “el granizo hace pobre al que le cae y rico al vecino”, no viene a afectar al conjunto de la cosecha de ninguna comarca, ni denominación, pero cuya extensión y virulencia con la que han caído algunos, generan una honda inquietud.

Prácticamente no hay rincón de España en el que las vendimias de 2022 no hayan comenzado, unas con mayor ritmo, otras todavía con un cierto ralentí. El caso es que los lagares están recibiendo las uvas de una nueva cosecha que se presenta muy por debajo de la del pasado año, con unos niveles que se alejan mucho de la “normalidad” que impondría una superficie de viñedo de cerca de un millón de hectáreas. Y es que cuarenta, o treinta y ocho millones de hectolitros, horquilla en la que se mueven todas las estimaciones, publicadas o no, son muy pocos millones para afrontar una campaña que se inicia con unas existencias de 36’349 millones de hectolitros de vino (-2’7%) sobre las ya escasas del año anterior, que bajan hasta los 27’926 hectolitros (-5’0%) si descartamos los envasados y nos centramos exclusivamente en los graneles, con una marcada diferencia entre blancos (un -11’0% inferiores) y tintos (tan solo un -2’0% más bajas las existencias que las de la campaña anterior).

Las vendimias en España

Poco a poco van generalizándose las vendimias y confirmándose las previsiones de una de las cosechas más cortas de los últimos años. Prácticamente todos los productores: España, Portugal e Italia se enfrentan a una cosecha en torno al diez por ciento inferior a la de la campaña pasada, y solo Francia, fuertemente afectada por las heladas en el anterior ejercicio, superaría la cosecha de 2021, en torno a un quince por ciento.
La ausencia de lluvias generalizadas y la sucesión de episodios de fuertes trombas de granizo no modifican mucho la situación de un viñedo que presenta un alto grado de estrés hídrico generado por la profunda sequía y las continuas olas de calor que hemos vivido durante el último trimestre.
Tampoco es que, al menos en las predicciones meteorológicas, la situación vaya a cambiar mucho en esta próxima semana. Pues salvo algunas lluvias de cierta consideración en las Rías Baixas, todo el resto de la geografía española está previsto que siga al margen de la tan necesitada lluvia.
Situación que, ante la posibilidad de que el fruto siga deshidratándose, ha llevado a muchos viticultores a no demorar más el inicio de la vendimia, anteponiendo el buen estado sanitario a la remotísima posibilidad de un mayor peso de la baya.
Circunstancia que redundará en una menor producción, puesto que, a la pérdida de kilos a la que deberán enfrentarse los viticultores, se suma la disminución en el rendimiento que tendrán que asumir los bodegueros.
Añadido a unos precios en las uvas que, otra vez con la excepción hecha de Rías Baixas (siempre hablando en términos generales), no alcanzan a cubrir los costes de producción, según denuncian las organizaciones agrarias. Que alientan a sus viticultores a denunciar ante la Agencia de Información y Control Alimentario (AICA) la presión a la que están siendo sometidos para firmar unos acuerdos en los que se señala que el precio acordado en los contratos está por encima de sus costes de producción, tal y como obliga la ley de la Cadena Alimentaria.
Cabe recordar es obligatoria la existencia de esos contratos que reflejen el precio al que es adquirida la uva y el plazo de pago, entre otros aspectos. Recomendación de la utilización de los contratos homologados que también ha hecho extensiva la Interprofesional del Vino, que también ha puesto a disposición de los viticultores la aplicación GESVID, mediante la cual es posible la gestión de los costes de cultivo del viñedo. Mucho más ajustados que aquellos publicados por Universidades e instituciones, que están siendo los utilizados para formular estas denuncias y que son cuestionados por las bodegas.
Unos costes de producción que, efectivamente, se han visto beneficiados ante la menor necesidad en el número de tratamientos para combatir las enfermedades fúngicas, pero que se han visto fuertemente perjudicados por la subida de la energía, combustibles, fertilizantes y los propios fitosanitarios. Estimándose que pudieran haber aumentado hasta un treinta por ciento con respecto al año anterior.
Por no hablar de los requisitos de la vendimia que, en muchos casos, obligará a realizar dos y tres pases ante la irregularidad en la maduración que presentan los viñedos.

Las vendimias en España

Con prácticamente cerradas las vendimias en todas las regiones españolas, lo más destacable de la cosecha 2021, en mi opinión, es la tranquilidad con la que ha transcurrido. Sin más incidentes que pequeños conatos de protestas en el inicio de las primeras labores vendimia, con la publicación de las famosas “tablillas”, aunque en estos tiempos sea algo mucho más representativo que efectivo, ya que todo productor debe contar con un contrato privado en el que fije el precio la que entrega su uva. El paso de las semanas y la incorporación progresiva de las sucesivas regiones a la recogida no han hecho sino ir confirmando la tendencia en los precios, sus estimaciones de producción y animando ante las numerosas expectativas que se abren frente a la baja vendimia francesa y la contenida de Italia.

Y, aunque podría resultar un tanto exagerado decir esa famosa regla de oro de que “cuando la cosecha viene baja es más reducida que las previsiones”, nada parece indicar que nos vayamos a encontrar con una cosecha tan corta como la que se preveía antes de cortar los primeros racimos. Los treinta y nueve millones de hectolitros han sido una cifra sobre la que todas las organizaciones que publican estimación de producción han pivotado, y sus correcciones a lo largo de estas semanas no han ido más allá del millón de hectolitros. Una cantidad que se encuentra dentro de ese margen de “más/menos” habitual en estos pronósticos.

Por zonas geográficas podríamos decir que la climatología y el paso del tiempo ha sido el que ha marcado la mayor diferencia. Así, tenemos que aquellas más tempranas, como pudieran ser Andalucía o Extremadura, seguidas de Castilla-La Mancha, son las que han tenido que hacer frente a mayores pérdidas de producción con respecto al año anterior. Mientras que, a las más tardías, como Castilla y León, esas tres o cuatro semanas de diferencia les han servido para recuperar una parte importante de lo que mostraba de menos la viña.

En cuanto a la calidad del fruto, especialmente su estado sanitario y presencia de cualquier rasgo de enfermedad, ha sido muy bueno. Pero no ya solo porque el esmerado trabajo de los viticultores haya permitido realizar una buena selección de las partidas, sino porque la generalidad era bastante buena y el tiempo seco de las primeras semanas de septiembre ha ayudado a ello. Pudiéndose reducir todas las incidencias a las que han tenido que hacer frente los técnicos en su transformación de la uva en mosto, a un menor rendimientos o unos valores más bajos en grado y altos en acidez. Parámetros que, en la mayoría de los casos, les han permitido obtener productos más conformes a sus necesidades de adecuación a los mercados, fundamentalmente los internacionales.

Especial mención merece el tema de los precios de las uvas, prácticamente todos por encima de los pagados el año pasado y, aunque insuficientes para cubrir los gastos de producción, en la mayoría de zonas vitivinícolas, según denuncia de las organizaciones agrarias; el incremento con respecto a los del año anterior, especialmente en aquellos de menor cuantía, ha servido para entender que, por insuficiente que fuera, era una clara muestra de buena voluntad.

Crecimiento al que, sin duda, ha contribuido la subida de los mostos, en cuyos guarismos se mostraba una clara tendencia alcista por encima de la que mostraban los de las uvas. Aunque, en estos momentos, la fluida operatividad que existía en las primeras semanas de campaña se haya visto fuertemente reducida, limitándose a contadas operaciones, muy seleccionadas, dejando a un lado aquellas de cierto volumen que permitieron fijar el rango de precios al inicio de campaña y creando ahora cierta preocupación ante la incertidumbre de lo que pasará en los meses próximos cuando la normalidad vuelva a los niveles prepandémicos, el canal Horeca retome su actividad y los mercados exteriores den una muestra clara de sus necesidades.

Las vendimias en España

Aunque todavía son muchas las cosas que tienen que suceder en esta campaña y noticias que publicar relacionadas con las vendimias, su producción, precios y calidades, lo bien cierto es que, a diferencia de temporadas anteriores, la cosas han transcurrido con cierta tranquilidad.
Las estimaciones han ido todas (con sus más y sus menos naturales) en la misma línea, situándose entre los treinta y ocho y los cuarenta millones de hectolitros. Los precios de las uvas han recuperado un poco su valor, insuficientemente, claro, para situarlos en la franja de la rentabilidad, pero que al menos han servido para compensar la pérdida de producción allá donde mayor ha sido, caso de Castilla-La Mancha.
Incluso el errático y extraño comportamiento de los mostos, con cotizaciones que se situaron por encima de las que corresponderían a los marcados por las uvas, se ha mantenido en una línea bastante estable a lo largo de las semanas.
Sin duda, una vendimia 2021 bastante tranquila para lo que cabría esperar, con un descenso tan pronunciado de la producción y unas circunstancias tan extrañas del mercado interno y su consumo.
Aunque, quizá, ahí sea donde encontremos la explicación a todo lo sucedido. Precisamente en esas circunstancias tan extrañas, que han hecho que la prudencia y la consciencia de una situación extraordinaria de los mercados nos hayan dotado de una mayor percepción de las enormes dificultades para alterar más las cosas.
Tampoco ha sido ajeno a toda esta coyuntura lo sucedido con nuestras exportaciones, con un buen comportamiento en los últimos meses de la campaña anterior que ha permitido aliviar la presión que ejercen las abultadas existencias en las bodegas y favorecido la realización de operaciones de tanteo en las primeras semanas de la presente campaña 21/22.
Y digo de tanteo, porque como ha venido sucediendo en ocasiones similares de bajas producciones en esos países de destino, sus operadores “calientan” el mercado con contratos que elevan los precios y animan las expectativas de los productores hasta conseguir que los suyos no resulten tan poco competitivos y, una vez conseguido, frenan sus operaciones de manera brusca.

Las vendimias en España

De momento (tiempo habrá para que cambien las cosas), todos los operadores parecen estar contentos con la evolución de la campaña 2021/22. Volúmenes ligeramente inferiores a los del año pasado, lo que permitirá absorber con cierta facilidad el exceso de existencias acumuladas. Precios sostenidos en las uvas, pero que aseguran los del año pasado en muchas zonas y los superan por encima del veinticinco por ciento en aquellas donde más bajos estuvieron. En cuanto a la calidad del fruto, a pesar de las importantes tormentas pre vendimia, estas no han acabado trasladándose al viñedo permitiendo que los brotes de podredumbre fueran controlados sin demasiados problemas. Y unos mostos que se presentan equilibrados, ligeramente inferiores en grado y a unos precios que permiten presagiar un mantenimiento de la recuperación que se iniciara a finales de la pasada campaña en el mercado de los vinos.

Todo ello aderezado de un ambiente de recuperación del consumo y la actividad social mundial, especialmente en los principales mercados a los que exportamos y unas producciones altamente contraídas en los principales países productores europeos.

La coyuntura permite disfrutar a viticultores, bodegueros y exportadores de un contexto sin las tensiones propias de otros años. Lo que, considerando el momento del que venimos, se agradece y nos hace albergar cierta esperanza sobre la posibilidad de que, todos, acaben viendo en la campaña 21/22 la campaña de recuperación del sector.

Los problemas de falta de mano obra, los requisitos impuestos por el Covid-19 a la hora de manejar las cuadrillas, los precios por hora marcados por convenio… y todas aquellas cuestiones relacionadas con las vendimias apenas superan lo anecdótico de unos problemas que se han vuelto endémicos y a los que el sector lucha por encontrar solución con la mecanización, cada vez mayor, del viñedo.

Por otro lado, el otro gran caballo de batalla, que sería la calidad del fruto y su traslación a los vinos, está garantizada, o al menos así lo atestiguan todas las valoraciones realizadas por organizaciones agrarias, elaboradores y consejos reguladores. Cuestión de enorme importancia de cara a la comercialización de los elaborados y que, gracias a la profesionalidad de nuestros viticultores y los medios técnicos con los que cuentan nuestros técnicos, asegura los mínimos exigidos por los mercados.

Con respecto al volumen final, lógicamente, sigue siendo una incógnita, si bien cada vez adquiere más probabilidad la opción de contar con una cosecha situada en el entorno de los 38 millones de hectolitros, con una gran ventaja de que sean las comunidades más productivas y que con menores precios medios cuentan las que soportan la mayor parte de esa pérdida de producción estimada.

Las vendimias en España

Aunque todavía son muchas las zonas donde las vendimias están en pleno apogeo, poco a poco pueblos enteros abandonan el ajetreo de los tractores y remolques para centrar su atención en la fermentación de unos mostos que darán origen a excelentes vinos de 2021.

Si malas han sido las condiciones bajo las que se han desarrollado las vendimias, temporales históricos, heladas en floración, granizos y sequía, acompañados de episodios descompasados con la viña de lluvias (algunas de ellas torrenciales y otras inoportunas) que impedían iniciar las labores de corte; el buen trabajo de los viticultores y, también, su dinero han hecho posible llegar a este momento con unas buenas perspectivas. Si no en cantidad, sí al menos en calidad.

No han sido ajenas estas vendimias de 2021 a brotes de podredumbre, como tampoco lo fueron a las enfermedades criptogámicas, pero, gracias a una buena programación de los técnicos en bodega y el respeto de las indicaciones recibidas, ha sido posible separar aquellas partidas que no fueron capaces de escapar de los perversos efectos de la botrytis y los mostos presentan unas excelentes condiciones para la elaboración de vinos de calidad y guarda.

Los volúmenes, con muchas reservas todavía sobre cómo pueda acabar cerrándose la campaña, no difieren gran cosa de las previsiones inicialmente manejadas y, con el millón arriba o abajo que pudiera presentarse, los treinta y ocho millones son una referencia que parece ir tomando, cada día que pasa, más protagonismo. Cantidad, sin duda, suficiente para hacer frente a todas nuestras necesidades y de la que se espera sea capaz de recuperar unas cotizaciones que se situaban, hace escasos meses, en mínimos.

Y, aunque es verdad que en las últimas semanas el ímpetu con el que se inició la campaña parece haberse relajado y dado paso a la prudencia y selección por parte de los bodegueros, tanto en sus adquisiciones de fruto como en las transacciones de vinos y mostos; la operatividad sigue siendo más que aceptable. Como así avala la estabilidad en las cotizaciones.

Es verdad que una buena parte de esta estabilidad dependerá directamente de cuál sea la evolución de nuestras exportaciones, que parecen haberse relajado en las últimas semanas. Pero parece lógico pensar que es un comportamiento natural de mercado y nada hace pensar que se vayan a frenar y poner en peligro la recuperación iniciada meses pasados.

Como tampoco que la evolución de los precios, especialmente todos los relacionados con la energía, vayan a ser un gran hándicap para que el consumo interior vuelva a las tasas pre pandémicas una vez recuperada la normalidad en la hostelería y llegada de turistas.

Las vendimias en España

De lo sucedido esta última semana, sin duda lo más importante ha sido la aparición de tormentas, en algunos casos acompañadas de granizo, que se han venido sucediendo en gran parte de la geografía española. Sus efectos, aunque a priori irrelevantes, han supuesto un quebranto en la planificación de muchas bodegas, que se han visto obligadas a paralizar los trabajos de recogida de la uva.

Sus consecuencias sobre la calidad del fruto, aunque están por verse, no parece, siempre en términos generales, que vayan a ser considerables, sin que el volumen y la calidad esté previsto que cambien, salvo en localidades y parcelas muy concretas.

Hablando en términos generales, la estimación de cosecha realizada por la Junta Directiva de la Interprofesional del Vino de España celebrada el pasado 17 de septiembre y dada a conocer el pasado día 23, viene a sumarse a las anteriormente publicadas por Cooperativas y algunas organizaciones agrarias como Asaja o UPA. Coincidiendo en una cantidad que rondaría los 39 y los 40 millones de hectolitros. Un 15% por debajo de la del pasado año, siguiendo la estela de lo sucedido en el resto de los grandes países productores europeos. Y en línea con lo vaticinado inicialmente por el resto de las organizaciones.

Fenómenos como la sequía; fuertes lluvias en forma de Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA), lo que anteriormente se conocía como Gota fría; brotes de enfermedades criptogámicas, con especial incidencia de mildiu; incluso en algunas zonas incendios forestales que han acabo afectando a los viñedos; explicarían esta pérdida de producción, que se situaría (recordemos) entre el veintinueve por ciento de Francia, el nueve por ciento de Italia y el quince que a España también le augura el COPA-Cogeca en su estimación de vendimia. Fijando la horquilla de la cosecha europea entre los 140 y los 145 millones de hectolitros, una producción históricamente baja, muy similar a la del 2019/20 y lejos de los 174 millones de hectolitros elaborados en la 2018/19.

Y, al igual que sucediera con el resto de vaticinios, tampoco en esta ocasión, ha querido la Interprofesional dejar de poner en valor el gran trabajo realizado por nuestros viticultores que han conseguido hacer frente a todas estas inclemencias y llegar a la vendimia 2021 con un fruto sano y de una buena calidad.

Sobre los precios a los que están cerrando las bodegas sus contratos y la imposibilidad de cubrir sus costes de producción los viticultores, se han limitado a valorar la plurianualidad de los contratos homologados, que debieran otorgar estabilidad a sus operadores y dotar de mayor trasparencia a la cadena.

Las vendimias en España

Pasan las semanas y con ellas las vendimias se van generalizando, y eso que, a diferencia de otros años, las condiciones meteorológicas, pero especialmente las previsiones para los próximos días, aconsejarían su recogida inmediata. Pero, si se quiere poder elaborar vinos con la calidad demandada por el mercado, es necesario esperar a alcanzar los coeficientes de madurez óptimos, aunque en ello vaya inmerso una buena cantidad de miedo a que una granizada o lluvias torrenciales den al traste con el trabajo de todo el año.

Han sido cuantiosos los tratamientos que los viticultores han tenido que darle a la viña para luchar contra las enfermedades criptogámicas, especialmente el mildiu. Mucho el trabajo que han tenido que hacer por conducir la viña hasta estos niveles de calidad y, aunque los precios no estén respondiendo, al menos como era de esperar ante el panorama general de la cosecha a nivel europeo, la profesionalidad de nuestros viticultores ha vuelto a ponerse de manifiesto con un total y absoluto compromiso con su trabajo.

Las cantidades recogidas confirman las previsiones de una cosecha mucho más corta que la anterior, las existencias publicadas por el último Infovi con datos hasta el 31 de julio las sitúan ligeramente por encima de las del año precedente, y eso a pesar de todo lo que el mercado ha sufrido con el cierre de la hostelería. Y, pese ello, lo que no acaban de arrancar son los precios de la uva.

Incrementos que apenas suponen un pequeño porcentaje de mejora con respecto a las del año anterior, si es que se producen y no son las mismas cotizaciones, no consiguen compensar la pérdida de producción, alejándose más si cabe de ese umbral de rentabilidad mínima exigida por las organizaciones agrarias. Los precios de los mostos, más elevados que los del pasado año, tampoco resultan coherentes con esta situación. Y, aunque una buena parte de la producción (se calcula sobre dos tercios) se encuentre en manos de cooperativas, cuyo pago de la uva estará relacionado con el precio al que consigan vender sus vinos a lo largo de la campaña; aquellos viticultores que venden sus uvas en el mercado libre se muestran estupefactos por una situación que ha encontrado uno de sus máximos exponentes en la demora con la que algunos de los principales elaboradores han tardado en hacer públicas sus tablillas, especialmente las referida a la variedad Airén.

Sin duda, el retraso en la maduración del fruto y la tardanza en el inicio de las tareas de vendimia que anteriormente comentábamos han propiciado esta coyuntura, pero se barrunta que no solo en estas cuestiones pudiera estar la explicación de la situación, y sí en esa especie de guerra declarada que mantienen desde hace años entre ellos.

Las vendimias en España

Poco a poco van generalizándose unas vendimias caracterizadas por un ligero retraso sobre las fechas de los últimos años. Lluvias y la sucesión de días de altas temperaturas con otros de un calor contenido, han provocado que las primeras labores de vendimia estén resultando bastante heterogéneas, encontrándose los consejos reguladores con más complicaciones de las que eran habituales en años precedentes a la hora de poder fijar la fecha oficial de inicio.

Uno de los aspectos que más preocupaba, los numerosos y generalizados focos de enfermedades criptogámicas, especialmente mildiu, que estaban teniendo lugar en prácticamente toda la geografía, parecen haberse frenado a tiempo. Y, si bien la cantidad no podrá ser recuperada y generará pérdidas sustanciales de cosecha, al menos, lo que sí parece estar a salvo es la calidad de la vendimia. En términos generales, muy buena.

Cosecha que, considerando las grandes dudas que todavía pesan sobre cuál será la evolución del mercado durante los próximos meses y si la normalidad deberá aplicarse con algún que otro condicionante que acabe afectando a la tradicional forma de consumir en nuestro país; se presenta bastante equilibrada y suficiente para facilitar la salida ordenada de los excedentes que las bodegas tienen almacenados.

Mucho menos equilibrado parece estar siendo el mercado de las uvas. Para el que estas incertidumbres están pesando mucho y llevando a las bodegas a sostener posiciones comerciales extraordinariamente prudentes en la fijación de sus cotizaciones. Todos valoran la cosecha de “suficiente” como para no ir a provocar tensiones en el mercado y trasladar las incertidumbres al del vino, abasteciéndose de uva en estos primeros compases de campaña, lo que explicaría que precios de uvas y vinos no resulten muy coherentes. Con una recuperación en los vinos, más o menos, importante y unos precios contenidos en las uvas.

Situación que está poniendo en evidencia la escasa utilidad de algunas de las leyes aprobadas y en base a las que los viticultores confiaban en desterrar precios por debajo de los costes de producción y que la realidad está demostrando mucho más complicado que la mera fijación de los mismos por parte de unos expertos.

Caídas en la producción que se confirman en los principales países, con estimaciones de cosecha que dejarían la cosecha italiana en los 44’546 millones de hectolitros (-9’21%) según la Asociación de Enólogos, la UIV  y el Ismea. Siendo de destacar lo sucedido en la Toscana o Lombardía, con pérdidas del 25’31% y 19’99% respectivamente, mientras que Sicilia aumentaría el 8’91% y la Puglia apenas perdería el 5%.

Mientras que la agencia ministerial francesa Agreste sitúa la suya en los 33’328 Mhl (-28’97%) con una fuerte caída en los vinos sin indicación de calidad (antiguos vinos de mesa) que elevarían la pérdida hasta un 30’48% con respecto el año pasado.

Las vendimias en España

Los frecuentes episodios climatológicos sucedidos durante la pasada semana en la geografía española, especialmente relacionados con fuertes lluvias y algún que otro de granizo, no han hecho sino confirmar las estimaciones a la baja con la que venían trabajando las diferentes organizaciones agrarias y cooperativas. Previsiones que, millón arriba o abajo, dejarían la cosecha en el entorno de los treinta y nueve millones de hectolitros. Muy próxima a la que obtuvimos en el año prepandémico del 2019 cuando nos quedamos en los 37,728 Mhl pero muy lejos de los 42,853 que sería la media de los últimos cinco cosechas o los 46,493 de la anterior.

Sea como fuere, lo que sí marca una diferencia clara con respecto a cualquier año es la fuerte caída que deberán soportar nuestros socios italianos, cuyas primeras estimaciones sitúan la cosecha en el entorno de los cuarenta y cinco millones de hectolitros, muy lejos de los más de cuarenta y nueve en los que está la media de las últimas cinco. O lo que todavía es mucho peor, de nuestros vecinos franceses, cuya segunda estimación publicada por Agreste y referida al primero de septiembre, apenas la sitúa por encima de los treinta y tres millones de hectolitros (33,328), cuando el pasado año rozaban los cuarenta y siete (46,923) y su media está por encima de los cuarenta y cuatro (44,210).

Circunstancia que nos permite asegurar que nos enfrentamos a una de las vendimias más cortas en la Unión Europea de su historia y que debería permitirnos albergar alguna esperanza de un mercado ágil en sus operaciones, favorable para nuestras exportaciones y de precios más altos de los ruinosos con los que hemos tenido que ir transitando sobre una campaña 20/21 y que la han convertido en una verdadera pesadilla, a olvidar lo más rápidamente posible.

Aun así, de lo que conocemos hasta ahora, no podemos decir que vayan mucho mejor las cosas. Pues si bien las bodegas que han publicado sus tablillas en Castilla-La Mancha lo han hecho anunciando subidas considerables sobre las del pasado año, la realidad dista bastante. Puesto que para encontrar ese gran aumento en los precios deberíamos irnos a las primeras publicadas, sin considerar las sucesivas correcciones que a lo largo de las vendimias se fueron produciendo y que reducen, muy considerablemente, esos incrementos de los que presumen en sus notas de prensa.

Algo más interesante se presenta el mercado de vinos y mostos, donde, efectivamente, sí están cotizando a precios notablemente por encima de los del pasado año y en el que se respira un cierto aire de optimismo ante la posibilidad de sostener en el tiempo esa tendencia alcista y llevar sus precios a niveles que hagan rentable la actividad. Cosa que tendrán muy difícil los viticultores, cuyas pérdidas de producción exceden en mucho los posibles incrementos en precios y cuyos costes se han visto fuertemente incrementados por un número mucho mayor de tratamientos con los que poder hacer frente a las enfermedades criptogámicas, especialmente el mildiu. Gracias a los cuales ha sido posible llegar a este momento con un fruto sano y de calidad.