2013, un año para la esperanza

Con sus naturales altibajos, las cotizaciones mantienen el tipo bastante bien, aunque ya son algunos los que piensan que la llegada de los plazos de pago y retirada pueden traer consigo algún disgusto importante, por  el afán especulativo de algunos operadores, como por la incapacidad financiera de otros por hacerse con los fondos necesarios. Mientras, la mirada sigue dirigiéndose hacia el otro lado del Atlántico, como si fuera si no el único actor capaz de variar el escenario en el que estamos operando esta campaña, sí, al menos, como el que cuenta con la suficiente fuerza con la que hacerlo tambalear.

De ahí que las ya de por sí interesantes previsiones que se hacen de las cosechas en el Hemisferio Sur, especialmente Chile y Argentina, adquieran un protagonismo inusitado en esta ocasión y las cifras hechas públicas por el INV (Instituto Nacional de Vitivinicultura Argentino) de un aumento de la cosecha de un 26% con respecto a la del año anterior pasando de los 22,439 millones de quintales a 28,331 estén acaparando la mirada de todos los operadores.

Los compradores porque ven en Mendoza, con una estimación de un veintinueve por ciento de aumento en su cosecha, un lugar de donde albergan la esperanza de abastecerse a un menor precio del que lo están haciendo ahora, tanto en vinos como en mostos. Los vendedores porque confían en la permeabilidad de los mercados y saben, o aspiran, a que nadie venda su producción a un precio inferior al que el mercado internacional se lo permite.

Lo que no parece es que este recién estrenado 2013, que todos los que hacemos posible esta publicación les deseamos sea muy próspero y repleto de excelentes noticias, vaya a ser aburrido. A las más que probables oscilaciones que en los próximos meses experimentarán (no me atrevería a definirlas como disfrute o sufrimiento) las cotizaciones de nuestros vinos, habrá que añadir la negociación europea de una partida tan importante para nuestro sector como la dotación al Plan de Apoyo al sector, enmarcada en una supra negociación de la Política Agraria Comunitaria.

Quién sabe, a lo mejor, ahora con la posibilidad de que el Vino pueda volver a verse publicitado en acontecimientos deportivos, recuperamos algo el consumo interno y somos menos dependientes del exterior. Tampoco es mal deseo para el 2013.

Optimismo e ilusión para el 2013

Mirar hacia el futuro con optimismo e ilusión es, sin ninguna duda, lo mejor que nos podría pasar. Ya que, si bien en la actual situación son muchos los problemas a los que nos enfrentamos y muchos los flecos que nos quedan por reformar para dejar una situación saneada y generadora de empleo y riqueza; no todo es malo y devolver la alegría al ciudadano y sus empresas se antoja como una de las primeras tareas que este o cualquier otro Gobierno deberá plantearse entre sus principales objetivos.

Está bien que la industria turística o el mercado exterior nos esté dando agradables noticias y sacando adelante a nuestras empresas, pero no es suficiente. Hay que recuperar el consumo interno.

Desde el sector vitivinícola sabemos bien de lo que hablamos. Es quizás uno de los pocos en los que de una manera más patente se ponen de manifiesto todas estas circunstancias: un consumo interno en declive hasta cifras inimaginables, un mercado exterior que está siendo capaz de crecer a un ritmo vertiginoso y absorbiendo toda esa producción que no es consumida en el mercado interior y un sector turístico que encuentra en nuestro sol y playa suficientes atractivos, pero que mejora aumentando la calidad y el gasto medio gracias al patrimonio enológico y gastronómico.

No obstante, parece necesario mantener los pies en el suelo, ser conscientes de cuánto de este éxito nos ha llegado sobrevenido por las circunstancias exógenas a nosotros y qué de estabilidad y desarrollo en el futuro tienen estas políticas.

Sabemos, porque lo hemos analizado en multitud de ocasiones, que los precios están en máximos históricos gracias a un cosecha mundial corta. O que nuestras exportaciones, en algunos países, se han visto seriamente perjudicadas como consecuencia de ese incremento en los precios. Pero parece que ignoramos, o no queremos saber, que no estamos haciendo nada por solucionarlo, que nos conformamos con dejar que el carro suene y encima nos felicitamos por lo bien que lo estamos haciendo escudándonos en los niveles de existencias y cotizaciones.

O lo que todavía es peor, aquellos que deberían analizar la situación con algo más de humildad porque ni tan siquiera son cargos políticos electos, como son los comisarios europeos (en el caso del responsable de Agricultura, Dacian Ciolos), se permiten valorar los tres primeros años de la puesta en marcha de la OCM vitivinícola como un rotundo éxito, sin la más mínima reflexión sobre el coste que ha supuesto para las arcas comunitarias cada uno de esos puntos de mejora en la exportación, reducción de la superficie o equilibrio de la producción.

Optimismo sí, pero con moderación. No podemos dejarnos llevar por el sol que nos deslumbra y perder de vista algunas de las razones que nos han llevado hasta situación.

¡Y se quejan!

Se hace difícil entender que haya quien a la información le ponga vetos, incluso los haya quien responsabilicen a los organismos gestores de modificar los precios con estas previsiones. Me estoy refiriendo al Instituto Nacional de Vitivinicultura argentino (INV), al que algunos bodegueros y viticultores acusaron de haber ocasionado un “achatamiento” en el precio de la uva con sus pronósticos de cosecha de diciembre y posterior ajuste de febrero.
Como ya habrán podido imaginar esos pronósticos elevaban la cosecha en diciembre un 26% (Sevi 3390) y en febrero rebajaron ese pronóstico hasta el 18% (Sevi 3394) con respecto a la del pasado año. Provocando un descenso en los precios que tuvieron como consecuencia que muchas partidas que anteriormente habían ido destinadas a la elaboración de uva pasa, consumo en fresco o elaboración de vinos finos, tuviera que ir destinada a la obtención de mostos donde obtenían mejores precios.
Visto esto y tomándolo como ejemplo, uno se pregunta ¿qué deberíamos hacer en España con el Ministerio de Agricultura? que en junio –primera estimación de cosecha- vaticinaba un aumento del 4’41% y en noviembre –última estimación- ha presentado una disminución del 11’97%.
O dicho de una manera más sencilla de entender, Argentina acusa al INV de alterar el mercado al pronosticar 1’731 Mhls, que es la diferencia entre el 26% de diciembre y el 18% de febrero, y en España que se pasa de 40’283 a 33’965 millones de hectolitros, con una diferencia de cosecha de 6’319, no pasa nada. Es más, cuando se le insta al organismo público a “hacer algo” por mejorar la información estadística y “proporcionar al sector herramientas válidas de análisis que permitan planificar campañas”, su respuesta no dista mucho de encoger los hombros y decir que se hace lo que se puede.
Claro que así se entiende lo que sucede con los datos de consumo, existencias y declaraciones de producción, plantaciones, reestructuración, etc, etc. Que hacen de la planificación de una campaña un ejercicio de imaginación que ríanse ustedes de las previsiones del PIB, o tasas de paro.
O lo que está sucediendo con los precios de los vinos en esta campaña que ha habido semanas en los que prácticamente han duplicado los del año pasado, poniendo en serias dificultades la supervivencia de algunas bodegas ante la imposibilidad de repercutirlos en su producto final, y que en la actualidad están dando lugar a enrocamientos en la producción que hacen más interesante traerse el vino de fuera que comprarlo de la bodega del pueblo de al lado.
Sencillamente, no es serio. No resulta admisible para un sector que trabaja con unos márgenes tan estrechos y con una exposición al mercado exterior tan elevada, con tan escaso margen de maniobra en su actividad, que no disponga de una información fidedigna y actualizada.