En el mercado exterior parece claro que las cosas, a pesar de las circunstancias propias de cada campaña, nos están funcionando; pero ¿podemos decir lo mismo del mercado interior? La pérdida de consumo, el desplazamiento hacia productos más baratos y el retraimiento en el canal Horeca, ¿son solo consecuencia de la pérdida de renta disponible de los españoles? ¿O no estamos haciendo las cosas todo lo bien que deberíamos, con un potencial de producción por encima de los cuarenta y cinco millones de hectolitros?
Llegado este momento, todo lo que no sea vendimia parece carecer de interés. Especialmente después de una campaña en la que hemos perdido una cantidad importante de nuestras exportaciones como consecuencia, presuntamente, de unos precios que hacían poco competitivos a nuestros vinos. Y eso a pesar de que éramos el país del entorno comunitario con los precios más bajos. Pero, ni tan si quiera eso ha evitado que muchas de nuestras operaciones se hayan visto truncadas a favor de vinos sudafricanos o chilenos, cuya última cosecha ha aumentado un dos por ciento, o sus exportaciones en los siete primeros meses de este año lo han hecho un 33,2%, gracias a un descenso en el precio medio del 19,4%.
Hay quien piensa que el mercado, cada vez más, es único, y que la procedencia del vino es un factor insignificante en la categoría más amplia e importante del consumo, que son los vinos comunes o básicos. Y bajo ese planteamiento la vuelta a la normalidad de las cotizaciones debería ayudarnos a recuperar parte de la tarta que nos han comido esta campaña, devolviéndonos al primer puesto en competitividad, al disponer de un producto de alta calidad y precios muy competitivos.
Claro que también los hay que son de la opinión de que esa competitividad se ha ganado a costa de la rentabilidad de los viticultores.
Si conseguimos recuperar una parte, aunque no sean los cinco millones cincuenta y dos mil hectolitros perdidos en el interanual julio’12-junio’13, de la exportación, y situar los precios cincuenta céntimos de euros por hectogrado por encima de los registrados en la campaña 2011/12; la experiencia habrá sido buena y nos habrá ayudado a ir dándole valor a nuestros vinos. Si, por el contrario, lo que recuperamos es una nimia parte, o las cotizaciones rompen la barrera de los tres euros con veinte céntimos por hectogrado, entonces podemos estar ante una campaña muy complicada, de consecuencias imprevisibles, especialmente de cara a las venideras.