Tomémoslo en serio

Aunque desde el Ministerio se nos asegura que se luchará por convencer al resto de los miembros del Gobierno, especialmente a los responsables del área económica, de que la propuesta del grupo de expertos de la Comisión Lagares no ha tenido en cuenta aspectos que van mucho más allá de lo estrictamente relacionado con los impuestos y que, en estos momentos, son de vital importancia para el sector; habrá que estar muy atentos a los movimientos que se vayan produciendo, pues sería totalmente inadmisible en un sector que resulta locomotor del comercio exterior, que mejora la imagen de la “Marca España” y que está inmerso en una revolución profunda, marcada por una reconversión del viñedo dirigida a mejorar de la competitividad del sector, que pasa, necesariamente, por un aumento de la productividad y una mejora en su rentabilidad. Cuestiones ambas que no son precisamente compatibles con aumentos de impuestos.

Competitividad que va mucho más allá de euros por litro y que sitúa su principal problema en la comercialización, que ha mejorado mucho en la última década con una notoria profesionalización de las bodegas, que les ha permitido encontrar en el exterior una alternativa a un mercado interior hundido. De estas bodegas, una buen parte ya hace tiempo que ha tomado conciencia de la importancia de valorizar su producto si quiere tener alguna posibilidad de continuidad. Y aunque al otro gran asunto, que es la mejora de la comercialización en el mercado interior que permita aumentar un consumo per cápita que se sitúa entre los más bajos del mundo y el más preocupante de todos los grandes países productores del mundo, son muy pocas las que dedican recursos, los últimos movimientos realizados por las “grandes” en este sentido, permiten pensar que se lo están tomando en serio.

Es muy posible que un número importante de las más de cuatro mil bodegas españolas que hay registradas, consideren que los concursos tienen poca, o nula, influencia en el consumidor y que, por consiguiente, su participación dista mucho de ser rentable. Y es muy posible que tengan razón. Pero si es así ¿cómo se explica que se sucedan uno a uno sin cesar? ¿O que haya más y más organizaciones y administraciones públicas que organicen el suyo, importándoles poco o nada la enorme competencia que existe?

Los concursos son rentables, sin duda. Otra cosa es que esa rentabilidad les llegue desde el punto de vista económico, cuestión que prácticamente está reservada para uno o dos de todos los organizados a nivel nacional, y que, podrán imaginar, se trata de los de mayor prestigio y son los reconocidos por los organismos internacionales.

Pero hay otras rentabilidades mucho más intangibles que se corresponden con aquellas relacionadas con el prestigio, la notoriedad o el propio ámbito geográfico al que van dirigidos. Ámbitos todos ellos igual de respetables y que alcanzan los objetivos perseguidos con un alto grado de éxito. Ya que lo único a lo que aspiran alcanzar las bodegas inscribiendo, y pagando porque sus vinos participen no es otra meta que aumentar sus ventas y, si es posible, el precio. Lo que sin duda consiguen, a tenor de la proliferación de certámenes en los últimos años.

Por un cambio de consumo

Es lo suficiente evidente, tanto como para no dejar ningún lugar a la duda, que tan solo el mercado exterior es capaz de hacer sostenible el sector vitivinícola español. Ni tradiciones, ni culturas, por más que se empeñen algunos en señalar a nuestro país o sus ciudadanos como emblema de la vitivinicultura mundial. Ni consumo, ni negocio; que apenas permiten a las bodegas (aquí siempre hablamos en términos generales, que para excepciones ya tenemos cada uno las nuestras), hacen viables ni la viticultura, ni las bodegas. Incluso en aquellos casos en los que hay fuertes cuestiones medioambientales o de arraigo de la población; tampoco en estos casos es posible mantener que la vitivinicultura actúa suficientemente para ello.

Esto no es nuevo de este año. Ni tan si quiera de esta OCM, o de las anteriores. Es más una cuestión antropológica, que debemos llevar muy adentro, ya que nunca hemos sido capaces de valorizar suficientemente nuestros vinos, más allá de tipologías o zonas muy concretas en las que han sido otros los que lo han hecho. Británicos en Jerez, franceses en Rioja, o suizos e italianos en Valencia; y poco más. Son los únicos que, a lo largo de nuestra historia han encontrado en España un verdadero vergel vitícola capaz de elaborar productos de interés para sus mercados.

Hoy, muchas décadas después, se podría decir que seguimos igual. Hemos aprendido poco y seguimos dependiendo de los demás para mantener a duras penas un sector que paga ruinosamente la uva a sus viticultores y vende sus vinos a los precios más baratos de cualquier otro país productor (aunque haya campañas excepcionales en las que esto no sea así).

Congratularnos de esto, más que motivo de alegría sería resaltar una evidencia, y si queremos sentirnos orgullosos por algo debería ser del ejemplo de algunas bodegas españolas, que son capaces de valorizar sus vinos en los mercados exteriores… y en los interiores.

Porque yo me pregunto: ¿conocen alguna bodega que venda sus vinos en el mercado exterior a un buen precio y lo haga en los niveles más bajos de la cadena en el mercado nacional? ¿Verdad que quién vende bien fuera, lo hace, también, bien dentro?

Pues entonces, yo le agradecería al ministro que, en lugar de sentirse orgulloso porque nuestras bodegas sean una pieza importante en el saldo comercial de nuestra balanza de pagos, se preocupara también porque esos ímprobos esfuerzos que dedican al mercado exterior lo pudieran hacer en el interior, con más información y formación a los consumidores, única vía para atraer un consumo de copa y sorbo que sustituya a un consumo alimenticio perdido.

El vino como reclamo

Aunque los datos del 2013 representan un aumento considerable del volumen de vino importado (+33,7% si se tiene solo en cuenta el vino y +20,9% si se consideran también mostos y vinagres), y todo parece indicar que tal situación encuentra justificación en lo corta que resultó la cosecha del 2012, siendo la categoría de vinos sin indicación de origen ni variedad, la que más volumen concentró con el 62,8% del total de los 1,903 Mhl importados; hay algunos detalles, como pudiera ser crecimiento experimentado del 1692% de los vinos con D.O.P. a granel, que deberían hacernos reflexionar sobre la posibilidad de que nuestro consumo interno vaya internacionalizándose y abriéndose a vinos procedentes de otros países.

Aunque los poco menos de dos millones de hectolitros importados apenas representen un 9,11% de lo exportado, se antoja razón insuficiente la disminución del cinco por ciento de la cosecha para justificar este crecimiento. Parece más lógico pensar en clave de precio y competitividad de nuestros vinos.

Ya hace algún tiempo que políticos y gerentes se han dado cuenta de que el vino puede ser un excelente reclamo de cara a la llegada de nuevos visitantes. Al fin y al cabo somos el tercer país del mundo en turismo y aspiramos a consolidarlo como motor de un modelo económico que hemos tenido que cambiar a marchas forzadas.

Es verdad que el peso del turismo en nuestro Producto Interior Bruto es elevado desde hace muchos años, que siempre ha sido uno de nuestros principales puntales, pero ahora, y ahí es donde está la diferencia, queremos cambiar ese turismo de “chancleta” por un turismo de mayor calidad y valor añadido. Y para eso la gastronomía y de forma muy especial, los vinos, están llamados a jugar un papel muy relevante.

¿Cómo mejorar y avanzar en el conocimiento y la información que tienen quienes nos visitan de nuestras denominaciones de origen, bodegas o marcas?

Mucha estadística y el mercado parado

Son muchos los temas que se acumulan esta semana y que resultan de gran trascendencia para el sector: desde la apuesta del Ministerio por contar con datos de producción más cercanos y que verdaderamente ayuden a las bodegas en la toma de sus decisiones y planificación de la campaña, hasta los que hacen referencia al mercado exterior, tanto en su vertiente exportadora como importadora durante el pasado año 2013. O los referidos al consumo en el hogar hasta noviembre; sin olvidarnos de la estimación de cosecha publicada por la UE, o el aviso dado por la Comisión advirtiendo que las ayudas a la inversión no pueden restringirse atendiendo al tamaño de las empresas. De todos estos temas encontrarán una amplia información en nuestras páginas y en la web www.sevi.net que hemos renovado pensando en ustedes.

Muy posiblemente, el modificar las fechas para las declaraciones de existencias, de cosecha y de producción pueda parecer la información menos relevante. Pero si tenemos en cuenta cuál ha sido la reacción del mercado a la estimación hecha pública por el Ministerio de una cosecha por encima de los cincuenta millones de hectolitros; y que los representantes del sector demandan que esta información se sepa cuanto antes y que se traslade a los operadores de manera rápida y automática como sucede en otros sectores muy similares como el del aceite de oliva, quizá entendamos que no es tan banal y que sus consecuencias van mucho más allá de los datos de una campaña concreta.

Si además nos fijamos en que los operadores que tendrán la obligación de completar estas declaraciones se amplían a: productores de vino, productores de otros productos distintos al vino y no productores que lo hayan adquirido; es posible que acabemos con esas diferencias entre la información de unas declaraciones y otras que tantas veces hemos denunciado y logremos que los diversos colectivos que integran el sector cuenten con una información solvente y actualizada.

Lo que igual ayuda a que la Comisión en esas estimaciones europeas también actualice sus datos y los ajuste más a la realidad, pues cuando España ya ha publicado los 50,5 Mhl, en los balances comunitarios siguen figurando dos millones menos para nuestro país.

En cuanto a nuestro mercado exterior, pues qué les voy a contar, que seguimos manteniendo un buen ritmo en nuestras exportaciones, gracias al cual funciona el mercado, pues el consumo interno mantiene un estancamiento endémico. Aunque las esperanzas de recuperar los cuatro millones y medio de hectolitros perdidos sigue pareciéndome un sueño lejano.

¿Un nuevo modelo productivo?

Hay temas que por más recurrentes que puedan parecer, siguen siendo de gran importancia para el desarrollo del sector. Sin duda, uno de ellos es el relativo al consumo interno que tenemos y los pocos esfuerzos que desde los colectivos implicados se hacen por darle una solución satisfactoria.

Llevamos años lamentándonos de que el consumo cae, que la única alternativa para nuestro sector es la exportación y que cada vez más nuestras bodegas e instituciones le dan la espalda al mercado interior y a sus consumidores.

Porque si resulta que la salida de la crisis va a estar en el turismo, las exportaciones y los compradores de vivienda en España van a ser los extranjeros ¿qué somos los españoles? Mano de obra barata para mejorar la productividad de las multinacionales y producir barato para poder vender fuera. Es posible que este sea el modelo que queremos de país. Desde luego en él encaja perfectamente que todas nuestras aspiraciones sean seguir exportando y hacerlo (¡menos mal!) cada vez con mayor valor añadido. Pero me parece una pobre aspiración.

Yo, desde luego, preferiría que nuestros jóvenes, altamente cualificados no se formaran aquí con nuestros impuestos y luego produjeran en otros países. Que nuestras empresas produjeran productos con alto valor añadido, que el turismo de interior creciese y las viviendas recuperasen parte del valor perdido por el aumento de la demanda interna. Pero, sobre todo, que nuestros vinos no fueran ese producto del que abastecerse a bajo precio con el que resultar más competitivos en los mercados internacionales.

Y para todo ello son necesarias muchas cosas, desde luego muchísimas más de las que yo soy capaz ni tan si quiera de imaginar, pero sobre todo hay una que es básica: la voluntad de querer hacerlo.

¿Dónde está Wally?

A estas alturas ya quedan pocos que no sean conscientes del cambio que está experimentando nuestro sector, y los grandes esfuerzos que están haciendo todas las partes implicadas por adaptarse a unas condiciones de unos mercados cada vez más exigentes y abiertos. Lo sucedido con las vendimias en este último año, y las grandes dificultades que tuvieron que afrontar cooperativas que antaño fueron criticadas por la sobredimensión de sus instalaciones, justifican en sí mismo esa preocupación que invade a un sector que cada día es más consciente de enfrentarse a un grave problema estructural.

Es posible que lo sucedido con esta cosecha no solo sea consecuencia de la reestructuración, la climatología y el mayor número de vendimiadoras; pero lo que es seguro es que ese cambio se ha producido y el sector debe enfrentarse a sus consecuencias.

Hay que vender más y mejor. Mantener los precios que hemos alcanzado en este último año y transformar diez millones de hectolitros de vino exportado a granel en vino envasado con mayor valor añadido. Incluso los hay que yendo un poco contra corriente ya comienzan a plantearse que “a lo mejor” ha llegado el momento de volver a prestarle algo de atención al mercado interior, e intentar recuperar un poco de su consumo.

¿Pero cómo? Porque la teoría está muy bien, pero por sí mismo no va a suceder. Hay que hacer cosas concretas. ¿De forma individual? ¡Pues hombre!, es posible y habrá a quien le dé resultados, pero parece más lógico pensar que la unión en el objetivo, la definición de acciones y su ejecución lo haría más fácil. Pero para ello es necesario, primero tener la voluntad de hacerlo, y luego encontrar la persona, y posteriormente la institución, que lo lleve a cabo.

Reivindicando nuestro papel

Pasar de 38,86 millones de hectolitros publicados como estimación de cosecha del Magrama en junio a 50,58 en noviembre no parece que sea un dato que pueda deberse a una mejora en las condiciones climáticas y sus repercusiones en la producción. Más bien hace pensar que, o el Ministerio no cuenta con recursos suficientes como para publicar una información coherente y adecuada a la realidad de la producción, o que, dejados llevar por un exceso de recelo en sus estimaciones, optan por dejar que sea el propio sector el que averigüe cuál puede ser la cosecha y sea él el que acarree con las consecuencia que su estimación pudiera tener en los precios, primero de las uvas y posteriormente de los mostos y vinos.

Pero tranquilos porque no parece importarle mucho al sector, ya que sí saben criticar y poner en duda la independencia de los medios a la hora de publicar sus estimaciones, llegándolos a señalar como los responsables de los precios (sean unos u otros), pero permanecen callados ante la falta de información de un Ministerio que pagamos todos, y unas estimaciones que están a años luz de las que a nivel empresarial se barajan.

Claro que cabe la posibilidad también, de pensar que este trabajo de publicar información estadística con el que permitir a las empresas del sector tomar las decisiones necesarias en la planificación de su campaña, hayan decidido externalizarla hacia empresas ajenas a la administración pública. El problema es que estas empresas ya no cuentan con las subvenciones de antaño y que para subsistir deben cobrarla, aunque cuando sí las recibían, también cobraran la información.

Pero quedémonos con lo bueno. Ya tenemos una cifra oficial más cercana a lo que puede haber sido la cosecha de 2013, los precios medios en exportación aguantan, el mercado sostiene sus cotizaciones y el consumo parece haber tocado fondo. Aunque, por encima de todo esto, resaltemos que nuestro sector dispone de suficiente información para poder trabajar al margen de Ministerios y organismos oficiales.

Por un trozo de la tarta

Más lentamente de lo que sería deseable, pero con una gran celeridad visto el punto del que partíamos y dónde nos encontramos, las bodegas españolas han asumido que la única forma de vender más es a base de salir al mercado y dar a conocer sus productos.

Y aunque sabemos que la explosión de resultados obtenidos en estos últimos años, en los que nos hemos convertido en el segundo país exportador, no podrá mantenerse al ir madurando los mercados y siendo cada día más las bodegas que compiten por hacerse con ese hueco que deja otra; la apuesta de las bodegas españolas por el mercado exterior es firme y tiene grandes visos de continuidad. Al menos a tenor de los planes de promoción en terceros países presentados y la decisión mostrada por aprovechar las campañas de información en el seno de la Unión Europea.

Muchas denominaciones de origen, algunas ellas con forma jurídica de interprofesión, pero muchas otras anteponiendo la necesidad a la formalización jurídica, han ido encontrando la forma de optimizar la utilización de fondos con el objetivo de acudir a los mercados de manera conjunta.

Aún con todo y con ello, se me antoja insuficiente visto cómo actúan aquellos países que son nuestra competencia directa, como Francia e Italia. O la de aquellos otros que aspiran a convertirse en alternativa como pudiera ser el caso de Argentina.

Está claro que cada vez es mayor el comercio mundial de vino, que los mercados son más globalizados y ya no se consume solo lo que se produce en casa. Eso es una gran amenaza porque supone que cada vez son más los que luchan por hacerse con un pequeño trozo del mercado. Pero también supone una excelente oportunidad para España, cuyos precios son tomados como referencia por nuestros competidores. Gozamos de una excelente reputación de calidad en nuestros vinos y estamos consiguiendo aguantar ese espectacular incremento en el precio que nos ha permitido pasar del poco más de un euro litro a los actuales uno con cuarenta y dos céntimos de noviembre.

Un ejemplo en Argentina

Con la publicación de la Resolución C49 de fecha 23 de diciembre de 2013, se convierte en mención obligatoria en el etiquetado de todos los productos vínicos definidos por el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) argentino, y para todas las capacidades, y tipos de envases; el isologo, leyenda o código QR, “Vino Argentino Bebida Nacional”. Entre tanto, en España seguimos abordando los mercados nacionales con imágenes regionales, protagonizadas por las Comunidades Autónomas o Indicaciones Geográficas Protegidas que escasamente son conocidas por los consumidores. Coincidiendo en exposiciones internacionales con aquellas que participan agrupadas bajo el pabellón nacional de Vinos de España.

A pesar de ello, el mercado exterior sigue siendo nuestra “tabla de salvación” y la única forma que tienen nuestras bodegas de darle salida a una producción que llega a quintuplicar el volumen que demandamos en el mercado interior y que se sitúa por debajo de los diez millones de hectolitros, cifrando el consumo per cápita en los veinte litros.

Otro claro ejemplo de esta unidad de mercado que nos caracteriza y esa visión a largo plazo para atraer a los consumidores hacia los vinos españoles, la podríamos encontrar en la Conferencia Sectorial de Agricultura, en cuya última reunión, celebrada el pasado lunes, se procedió a la “distribución” autonómica de los 128,5 millones de euros de fondos que procedentes de la Unión Europea que llegarán a España durante el 2014 para la reestructuración y reconversión del viñedo dentro del Programa de Apoyo Nacional.

Medida que junto a la otra gran decisión adoptada, la asignación de 5.510 derechos de plantación (hectáreas) procedentes de la reserva nacional y a solicitud de las Comunidades Autónomas, sin duda ayudará a nuestro sector a ser más competitivo.

El problema de todo esto está en que producir más está muy bien, es más, es necesario si queremos ser competitivos; pero lo que aumentamos en producción luego hay que venderlo de más. Y visto cómo evoluciona el consumo interno, solo la entrada en nuevos países y la consolidación de los mercados ya existentes, parecen ser capaces de solucionarnos el problema de excedentes que estamos generando.

La sangría, española

Aunque un tanto en desuso, no hay duda de que la sangría forma parte de nuestra forma de vida, de nuestras costumbres y de que se trata de un producto típicamente español. El reconocimiento por parte del Parlamento Europeo limitando el uso del término “sangría” a la bebida elaborada en España y Portugal así lo reconoce y obligará al resto de productores europeos a envasar esta bebida bajo el epígrafe “bebida aromatizada a base de vino”.

Para poder valorar en su justa medida la importancia de este reconocimiento, convendría recordar que en el panel de consumo elaborado por el Magrama la de las bebidas elaboradas con vino es la única categoría que presenta un crecimiento constante desde que en el año 2008 comenzaron a publicarse sus datos de manera independiente.

Tampoco convendría olvidar que es una excelente puerta de entrada al consumo de vino, ya que su carácter afrutado y de baja graduación permite acercarse de una forma mucho más desenfadada al mundo del vino, sin aquellos complejos que parecen pesar en muchos consumidores a la hora de elegir un vino y que parecen obligarle a “entender”.

Y para aquellos que consideren que es una bebida que incita al alcoholismo entre los jóvenes, baste con decirles que estos consumen igual esta bebida, con indicación o no, y que, en la mayoría aplastante de los casos, optan por bebidas de mucha mayor graduación alcohólica.

Pero si importante resulta ofrecer al consumidor los productos convenientemente identificados y etiquetados, no lo es menos preservar el medioambiente y dejarles una herencia a nuestros hijos mejor de la que hemos recibido de nuestros padres. Especialmente sensibilizadas, las bodegas españolas han puesto en marcha una iniciativa que persigue reducir el consumo de agua, uso de fertilizantes y pesticidas, reducir y reutilizar los residuos generados, minimizar el consumo de energía, así como la integración de energías renovables; con el fin de mejorar la eficiencia y sostenibilidad de sus procesos productivos.

Aquellas bodegas que cumplan con los requisitos de sostenibilidad establecidos en el proyecto europeo ECO-Prowine, que así se llama, podrán acceder a la utilización de la etiqueta de sostenibilidad.