De una u otra manera nuestros principales rivales en la producción vinícola mundial: Francia e Italia, han dado a conocer sus estimaciones de producción para la campaña 2014-15.
Francia, la que mejor funciona, lo hacía el 25 de julio con la primera estimación oficial de su Ministerio de Agricultura (Agreste) que elaborada por el Servicio de Estadística y Prospectiva la cifraba en 46,4 millones de hectolitros; recuperándose así de las pérdidas de las dos últimas campañas y volviendo a sus producciones medias. Italia lo ha hecho a través de la Confederazione Nazionale Coltivatori Diretti (Coldiretti) el pasado 11 de agosto, y aunque no es capaz de concretar una cifra, sí señala que será inferior a la del pasado año y estará luchando “codo con codo” con Francia por el primer puesto mundial en cuanto a producción.
¿Y España?
Pues España de momento sigue callada y esperando a no se sabe muy bien qué, para publicar su primera estimación.
Hay organizaciones agrarias que llevan ya bastante tiempo aventurándose a decir que la cosecha será muy inferior a la del pasado año que califican de “excepcionalmente alta”; pero no marcan una horquilla, ni una cifra de referencia.
El Magrama, por supuesto, sigue callado, como si cuando fuera a publicar su estimación a 30 de junio quisiera que esa cifra se ajustara bastante a lo que luego reflejarán las declaraciones de producción; y obviando que esta cifra, generalmente, dista mucho, muchísimo, de la realidad.
Por supuesto, de las organizaciones profesionales como los enólogos, o de las empresariales y cooperativas, no hablamos. Porque tampoco ellos han podido, o querido, pronunciarse al respecto.
Eso sí, la advertencia de que ante cualquier indicio de que ha existido un pacto en la fijación de los precios de las uvas, serán denunciadas las bodegas ante la Comisión Nacional de la Competencia, no se ha hecho esperar.
Tenemos experiencias bastante cercanas como para no olvidar que es fundamental tener una idea de cuál es la producción para poder planificar la campaña adecuadamente, que lo contrario lo único que provoca son acuerdos que luego se hacen muy difíciles de cumplir y alteraciones en los mercados que nos llevan a dientes de sierra tan profundos que el mercado es incapaz de digerir, con consecuencias nefasta en nuestras exportaciones, principal vía de colocación de una producción que llega a quintuplicar las necesidades de su consumo interno.
La destilación obligatoria sigue pendiente de un hilo, más político que económico, como consecuencia de una cosecha que nadie fue capaz de prever; y ahora en la primera ocasión que tenemos volvemos a demostrar nuestra incapacidad para conocer a lo que nos enfrentamos.
Tradicionalmente hemos elaborado los vinos de espaldas a los mercados, lo que habitualmente veníamos haciendo, ignorando cambios sociales o económicos. Nuestras bodegas han sufrido en primera persona, y traslado a los viticultores en forma de bajadas sustanciales de precios, que los vinos hay que salir a venderlos, que se ha acabado eso de que venían a comprarnos, y que cuando lo hacen es para hundirnos con precios ruinosos.
Pero seguimos sin contar con la información mínima para desarrollar cualquier actividad como la que requiere un mercado tan excedentario y sometido a unas exportaciones por precio, como el nuestro.
¿A quién favorece esto? ¿Por qué no se toman medidas? Eso es algo que confío en que algún día podamos contestar.