Por una información y conocimiento más profundos

Si hace unos días les anunciábamos que cumplíamos 70 años y que nos encontrábamos hechos unos chavales, llenos de ilusión y con grandes proyectos que nos permitieran seguir otros setenta años al frente del sector vitivinícola, apoyándolo y sirviéndole de altavoz a sus necesidades y logros alcanzados. Hoy nos llena de orgullo presentarles el primer monográfico, un número que intenta analizar en profundidad temas de actualidad para el sector y ofrecer las diferentes alternativas que se nos presentan.

Y como estamos hablando de futuro, hemos querido que el tema elegido para abrir esta serie de monográficos sea el que más preocupa a nuestro sector, en el que más nos jugamos y sobre el que más tendremos que trabajar en los próximos lustros, ya que en él se encuentra una buena parte de nuestras posibilidades de éxito.

Sabemos que contamos con excelentes vinos, elaborados por cualificados técnicos y provenientes de históricos viñedos. Pero somos conscientes de que esa calidad ya no es suficiente, que no es ahí donde se encuentra su valor añadido, sino en la capacidad de acceder al consumidor con nuestra propia marca y ser capaces de generar fidelización. Algunos bodegueros ilustres y con la cabeza muy bien amueblada se han atrevido a declarar públicamente que el sector del vino español debía evolucionar rápidamente de los graneles hacia los envasados y que solo de esta manera sería posible la subsistencia y el futuro de nuestros viticultores y bodegueros.

Y a tenor de los últimos datos de exportación, correspondientes al mes de noviembre de 2014, pero que no hacen sino corroborar lo que ya viene sucediendo desde mediados de año, y lo que ha sucedido el año anterior, y el otro, y el de más allá… Y que no es otra cosa que nuestro principal argumento de venta solo es el precio, el bajo precio de nuestros vinos. Estoy de acuerdo con que habrá que incrementar el precio medio que, para quien no lo sepa, en dato interanual se sitúa en 1,15 €/litro (-19,9%), pero que si entramos en desgloses, los graneles se venden a 0,41 €/litro (-34,5%) frente los 2,06 €/litro (-3,4%) al que lo hacen los envasados. Parecen argumentos más que justificados para pensar que debemos envasar nuestros vinos.

Aunque llegar a conseguirlo no sea, ni muy fácil, ni rápido, ni deba hacerse de una única manera. Como así lo demuestran los mercados, definidos por unos consumidores cuyos hábitos de compra, momentos de consumo, preferencias, expectativas, lugares de compra,… han cambiado mucho y lo van a seguir haciendo en los próximos años.

Conocer las diferentes alternativas que se nos presentan a la hora de envasarlo, cerrarlo, etiquetarlo,… son cuestiones prioritarias que debemos conocer y sobre las que en este primer número monográfico sobre packaging hemos querido abordar con la independencia y profundidad de un medio especializado.

En los planes de estudio se nos exige cada vez más especialización, en la comunicación concreción, en la industria sencillez ¿y en nuestra definición de los vinos que elaboramos, para quién lo hacemos, en qué tipo de mercado se van a vender, a qué precio, en qué formato, con qué presentación,…?

Podemos gastar el dinero que queramos en intentar desplazar a un vino francés, italiano, australiano o chileno de los lineales de los principales mercados. Lo podemos hacer de la mano de una marca paraguas como una denominación o individualmente. Pero si no hemos estudiado ese mercado, sus consumidores y nuestras posibilidades (que no sirven para todo), las posibilidades de éxito serán muy bajas y el esfuerzo altísimo.

Conocer e informarse parecen dos requisitos imprescindibles.

Sí podemos

Definir la situación de los mercados del vino en España o las estadísticas de exportación, incluso los escasos datos disponibles sobre el consumo interno, son ejercicios que ningún operador, incluidos los viticultores (que también ellos tienen un mercado en el que competir), deberían dejar de hacer con cierta frecuencia. Olvidarse de que nos encontramos en una sociedad de la comunicación, dominada por la información, puede resultar fatal para nuestro negocio. Contar con fuentes fiables y asequibles resulta cada vez más necesario.

Estamos cansados de escuchar que nuestros vinos tienen una excelente relación calidad/precio, cuando lo único que queremos decir es que somos, de los grandes países productores, el que más barato vende con gran diferencia. Pero en escasas ocasiones escuchamos análisis serios y rigurosos que expliquen cuáles son nuestros costes de producción y si tenemos condiciones (naturales o técnicas) para reducirlos.

Nos referimos a los graneles de manera despectiva como aquel mercado en el que solo compiten los que no son capaces de hacerlo en los sectores premium, y muy posiblemente será así en muchos casos, pero no tiene porqué. Es un producto tan digno como cualquier otro y, atendiendo a la competencia y volumen que representa del negocio (cercano al setenta por ciento) con gran futuro y en el que todos los productores deben operar en mayor o menor medida. España, como primer operador mundial en este segmento, lo valora negativamente.

Cuando, muy posiblemente, el problema no esté en el segmento en el que mayoritariamente operamos, y sí en el perfil que más extensamente define a nuestros clientes. Vender vino en el segmento de entrada de gama no es malo, lo malo es vendérselo a quienes lo ponen a disposición de los consumidores. Luego mejor haríamos si en lugar de mirar las estadísticas de exportaciones, las leyésemos, analizáramos el perfil de nuestros vinos, los destinos y los precios,… y planteásemos una estrategia con la que venderles más a las grandes cadenas de distribución mundiales que nos llevan hasta el consumidor y menos a otras bodegas para sean ellas las que lo hagan.

¿Es posible hacerlo de manera individual? La respuesta parece sencilla: sí, algunos lo han conseguido. Ahora bien, ¿es conveniente y avanzamos a la velocidad que el sector necesita? Pues parece que la respuesta está clara: no. ¿Hacemos algo por solucionarlo? ¿Hay alguien (individual o colectivamente) que esté haciendo algo por recopilar, analizar, confeccionar y ejecutar un plan con el que cambiar las cosas?

Parece que estamos metidos de lleno en la época en la que estamos tomando conciencia de que podemos cambiar las cosas. Obama se convirtió en el primer presidente de color de los Estados Unidos. Los movimientos antisistema están restándole el protagonismo a los partidos políticos. ¿Y el sector? ¿No podemos?

70 años de Sevi

De los muchos acontecimientos que nos tiene preparados el recién estrenado 2015, uno destaca para nosotros por encima de todos y no es otro que la celebración del 70 aniversario de nuestra publicación. Mucho ha cambiado el sector desde que en abril de 1945 viera la luz el primer boletín de La Semana Vitivinícola, y de todos esos cambios vividos hemos sido testigos preferentes.

Los estudios y vaticinios realizados por todo tipo de gabinetes técnicos, centro de estudios, instituciones nacionales e internacionales… señalan que España pasará en 2015 de ser un lastre a convertirse en uno de los motores de la economía europea. Lo que tendrá efectos muy positivos sobre el principal problema al que nos enfrentamos los españoles, que es el paro, y que, sin duda, tendrá su traslación al consumo interno, como así comienzan a confirmar los primeros datos que tenemos de la campaña de navidad y el gasto que ha supuesto.

El sector vitivinícola se verá afectado por esta bonanza, sin duda. Pero habrá que luchar para que los efectos positivos de esta mejoría tengan consecuencias multiplicadoras en nuestro consumo interno y visibilidad en los mercados exteriores. Los dos grandes retos a los que nos enfrentamos.

Vamos a contar con herramientas organizativas y legales para que así sea. Pero no podemos olvidar que nada de todo esto será válido si no tomamos conciencia individual de la importancia que tienen estos temas y los esfuerzos que todos y cada uno de nosotros debemos hacer por alcanzar estos objetivos. De nada sirve tener una Interprofesional del Vino que consiga poner en marcha una extensión de norma con la que llevar a cabo campañas en pro de recuperar el consumo de vino en España, si por parte de nuestras bodegas siguen poniendo en el mercado vinos decepcionantes o carentes de calidad. Si nuestros viticultores siguen cobrando sus uvas a precios que hacen insostenible su explotación y no les permiten desarrollar una actividad con la que mantener a sus familias. Si los bares y restaurantes maltratan la conservación y el servicio de unos vinos por los que aspiran a obtener unos ingresos que no son capaces de alcanzar mediante su actividad principal. Si las administraciones toman como rehén a nuestro sector para valerse de notoriedad y disfrutar de un protagonismo que olvidan fácilmente una vez obtenidos los resultados electorales por los que pugnaban.

Y aunque todo esto es necesario, nada sería suficiente sin unos medios de comunicación que ayuden a desarrollar todos estos planes y a denunciar aquellos hechos que merezcan tal tratamiento.

La Semana Vitivinícola ha luchado, desde el primer día, por conseguir hacer del sector vitivinícola español un sector potente, dinámico, respetuoso con el medio ambiente y sensible con su responsabilidad social. Qué duda cabe que habremos cometido errores y que no todos nuestros proyectos habrán sido entendidos como los habíamos planteado. Pero siempre hemos estado ahí para defender al sector, valorizar sus productos y trasladar a sus gentes el orgullo de sentirse parte de él. La crisis ha pasado por encima de nosotros como un pesado rodillo que ha expulsado a muchos compañeros y medios, pero con ánimo e ilusiones renovadas afrontamos este nuevo año como una nueva época en la que seguir apostando por adaptarnos a los nuevos tiempos, no solo desde el punto de vista de acceso a nuestros contenidos desde cualquier medio electrónico, sino también renovando contenidos con la edición de números especiales dedicados a temas de gran actualidad e interés para el sector. Con más o menos intensidad, pero siempre nos hemos sentido respaldados por un sector vitivinícola del que nos sentimos parte, y aspiramos a seguir siéndolo.

Gracias y feliz 70 aniversario.

2015: un año de grandes esperanzas

Comienza un nuevo año y con él renovadas ilusiones por hacer del sector vitivinícola español un negocio rentable y coherente con la relevancia mundial que representa. Y aunque los retos que se le presentan no son muy diferentes de los del año pasado, el otro, o el de más allá; sí podríamos decir que el entorno económico y social, amén del estrictamente referido al del propio sector productor, permite albergar alguna seria esperanza de que el 2015 pueda llegar a suponer un punto de inflexión en el sector.

Ruptura que, sin duda, pasa por el consumo interno y la mejora de nuestra imagen en el mercado exterior. Por un aumento de precio y mantenimiento de las exportaciones, pero especialmente, por una mayor concienciación de la colectividad y la identificación de la recuperación del consumo interno como reto más inminente.

La conciencia existe, pero también existía en años anteriores. De lo que quizás no disponía el sector era de mecanismos con los que luchar por conseguir ese objetivo. La campaña de Quien Sabe Beber, Sabe Vivir, ha sido un buen ejemplo de estas aspiraciones y de la concienciación existente entre los diferentes colectivos sobre la importancia de acercarse al consumidor. Y aunque los resultados obtenidos todavía están por conocerse, todo parece indicar que ha sido muy favorable, que el interés por el Vino es alto, casi tanto como el desconocimiento que tiene el consumidor, pero que está dispuesto a hacer un esfuerzo por acercarse a esa cultura vitivinícola que le permita disfrutar más de la riqueza que le proporciona una copa de vino, y que va mucho más allá de una bebida más o menos agradable; que contiene una vasta tradición y potencial cultural.

Desde el sector somos conscientes de ese interés, de lo que podemos transmitir, e incluso de cómo transmitirlo. Hace ya algún tiempo que hemos superado aquella primera barrera de la recuperación de un consumo masivo por otro muy selectivo; incluso aquella otra de la exclusividad para despojarle de una gran parte de la parafernalia de la que lo rodeamos, para hacer de su consumo algo más liviano y sencillo. Vamos a pedirle al Nuevo Año que nos traiga los recursos y la buena voluntad de hacerlo y que, entre todos, consigamos que la vitivinicultura sea algo más que el consumo extraordinario de una bebida de celebración.

Feliz 2015

Sin duda, los hay que considerarán que el último estudio publicado por la Fundación de Ayuda a la Drogadicción (FAD), “La percepción social de los problemas de drogas en España, 2014”, es un mazazo para el Vino. Pues bien, nada más lejos de la realidad. De todos los sectores, el del vino es muy probablemente el que mayor sensibilidad demuestra con este tema, y uno de los que más injustamente es tratado (en mi opinión el peor) cuando se aborda el tema por gente escasamente cualificada y que tiende a distorsionar las noticias con el fin de captar la atención de la población más sensibilizada, generando alarma social.

Campañas como “Wine in Moderation”, desarrollada por el Comité Europeo de Empresas de Vino (CEEV) y la Federación Española del Vino (FEV), y en la que participa la práctica totalidad de las bodegas y empresas del sector, son un claro ejemplo de la concienciación existente en este tema.

El vino tiene alcohol y, en consecuencia, es una bebida alcohólica que requiere de un consumo moderado e inteligente. Y en ello se halla inmerso el sector con otra campaña como es la de “Quien sabe beber, sabe vivir”, desarrollada por la propia industria y apoyada y cofinanciada por el Magrama y la Comisión Europea. Acción que aspira a incrementar el conocimiento del vino, transmitiendo las pautas de consumo ligadas al disfrute con moderación y destacando su valor en nuestra sociedad, cultura, paisaje y Dieta Mediterránea, de la que es parte fundamental.

Claro que a aquellos que se mantengan firmes en no querer entender por qué el sector vitivinícola debe seguir luchando por hacer frente a esos ataques se les podría decir que muchos de los países que tienen un verdadero problema con el alcoholismo de su población, ven en el vino la bebida perfecta para sacarlos de él. Aquellos que aspiran a cultivar cualidades culturales y tradicionales, no las conciben sin Vino. Y esos otros que luchan por el respeto medioambiental y la responsabilidad de la sostenibilidad del planeta, ven en el cultivo de la viña la única alternativa en países como el nuestro.

Pues bien, a juzgar por la escasa información de la que disponemos, podríamos asegurar que nuestros enemigos están ganado la batalla. En España, aunque lo disfracemos como queramos y nos justifiquemos diciendo que lo que consumimos es de mayor calidad, o de forma más moderada, o esporádica; lo único cierto es que cada vez consumimos menos. Que nuestras explotaciones si quieren subsistir deben realizar importantes inversiones en reconvertir su viñedo hacia varietales más conocidas mundialmente, y reestructurándolo de cara a aumentar sus ridículos rendimientos. Nuestras bodegas deben desarrollar proyectos y líneas de productos más acordes a un público con escasa información y cultura vinícola de la que tiene toda su formación por obtener. O que el mercado exterior está altamente copado y la mayor parte de nuestra producción solo consigue abrirse hueco en el nivel de los vinos de bajo precio, con escaso valor añadido y altamente sensible a los cambios en sus cotizaciones.

Llegado este punto, podemos bajar los brazos y rendirnos a lo que parece la evidencia de los hechos. O luchar por cambiarlo, por conseguir un viñedo rentable, unos productos adecuados a los consumidores, unas bodegas con recursos y organizaciones fuertes que les permitan abrirse hueco en los mercados exteriores más allá de los volúmenes y graneles. Pero, de manera primordial, vital, ineludible y transcendental, por acercar la cultura del vino a la sociedad española. En ello nos jugamos mucho más que nuestra propia supervivencia, nos jugamos la cultura, educación y mantenimiento de nuestros valores culturales. Y eso se consigue con formación e información, no con sanciones, prohibiciones y persecuciones.

Aprovechar el impulso

Nos acercamos a las fiestas más consumistas del año, en las que todos los hogares hacen meritorios esfuerzos por llevar a sus mesas los mejores manjares y bebidas, entre las que ocupan un lugar muy especial los vinos. Bodegas e instituciones organizan multitud de actividades con las que intentan atraer la atención de un consumidor, que a diferencia de su comportamiento a lo largo del año, está ávido de gastar. Captar su curiosidad es mucho más que ofrecer precios interesantes o excelentes calidades, requiere presentación y representación.

Calidad sabemos, los que estamos metidos en este extraordinario mundo de la vitivinicultura, que nuestros elaborados la tienen; hasta, si mucho me apuran, un buen número de consumidores que llevados por la curiosidad se han acercado a vinos de otros países, han podido comprobarlo por ellos mismos. Incluso hay expertos en marketing y estudios de mercados que llegan a situarnos como el país del mundo que mejor relación calidad/precio presenta. ¿Pero tenemos también representatividad?

Hasta hace unas décadas el vino era un producto alimenticio, parte importante de nuestra Dieta Mediterránea y que, como tal, ocupaba un lugar preferente en nuestras mesas, junto a vegetales y cereales. Desafortunadamente, nuestra dieta ha cambiado, y mucho, en este tiempo. Aspectos sociales, demográficos y económicos han contribuido a que no solo la dieta se haya modificado, sino también el tiempo y la forma en que comemos. Con un claro perjudicado: el Vino, que ha pasado de ocupar un sitio preferente en las mesas por sus características nutricionales a hacerlo por su aspecto físico, en el que pesa tanto o más que su contenido, su continente y el prestigio social que lleva asociado.

Ante las tasas actuales de consumo (las cuales evito concretar de forma totalmente consciente y voluntaria) hace ya algún tiempo que el sector ha interiorizado que hay que adoptar medidas de manera urgente. Que el consumo en nuestro país está sufriendo una sangría que amenaza la supervivencia de muchas bodegas, cuya desaparición, lejos de conducirnos a un sector más concentrado y fuerte, nos lleva a un debilitamiento y pérdida de competitividad.

Aprovechar el impulso de la campaña navideña, muy posiblemente sea precipitado y el sector no cuente con los mecanismos necesarios para hacerlo colectivamente; pero puede ser un excelente punto de inflexión entre la postura anodina y pasota mostrada hasta ahora por todos los agentes involucrados, y una nueva era de unidad, caracterizada por la optimización de recursos y la obtención de sinergias.

Mucho más que una cuestión de producción

Según datos del último Comité Consultivo Vino, celebrado el pasado miércoles 26 de noviembre, la cosecha 2014/15 en la Unión Europea será un 8% inferior a la anterior, alcanzando los 166,7 millones de hectolitros. Y si bien será una de las más bajas de la historia reciente, estará muy en consonancia con las obtenidas desde la campaña 2007/08, excepción hecha de la del pasado año en la que se disparó la producción hasta los 181,186 Mhl (especialmente por el incremento habido en nuestro país) y la anterior que con 151,606 fue la más baja de este siglo. Aunque con la información facilitada por Bruselas no sea posible concretar tales extremos, ya que parece haberse subido al carro de las estadísticas deficientes, y en este año no ha publicado desglose por países o tipo de vino.

Sabemos, quizá nosotros más que nadie, que el sector vitivinícola tiene vasos comunicantes que funcionan muy bien. Que los precios de los mercados de vinos a granel están fuertemente condicionados por lo que sucede a nivel mundial, pero especialmente comunitario, con la producción. Situarnos en el entorno de lo producido en la cosecha del diez y once, nos puede dar una idea bastante aproximada de cuál pueda ser la evolución de los mercados y precios en esta campaña. Aunque sepamos sobradamente que ni el mercado se comporta siempre igual, ni sus cotizaciones responden a lo largo de toda la campaña en función de lo que se ha producido, haciéndolo más mirando a lo que viene, que a lo habido, a partir de los meses de abril o mayo.

Sobre el peso que en las cotizaciones pudieran tener las producciones obtenidas allende las fronteras comunitarias, habría que destacar los graves problemas por los que están atravesando los productores argentinos, con descensos de dos dígitos porcentuales de sus exportaciones y considerar que con una cosecha europea más o menos “normal” conceder un gran protagonismo a estos países en el ámbito interno de nuestras cotizaciones quizá sea un tanto exagerado.

No así, considerando las exportaciones y los posibles precios, ya que una caída tan importante de su comercio y las perspectivas de una cosecha normalizada, con bastantes probabilidades, supondrá un fuerte hándicap a las aspiraciones españolas de incrementar nuestro valor sin perder volumen.

Así al menos lo apuntan los últimos datos conocidos de nuestra exportación y que están referidos al mes de septiembre, donde al valor consiguió remontar un 2,3%, aunque con suerte muy desigual para cada una de las categorías, ya que los graneles cayeron un 7%, mientras los envasados mejoraban un 8,2%. En el interanual, las cosas son un poco peores, ya que los vinos exportados en envases de capacidad superior a dos litros mantienen una caída del 5,4%, mientras los envasados apenas crecen el 0,6%, dejando en un descenso del 1,5% el valor de todos los vinos.

Lo que, considerando lo sucedido con el volumen, todavía es más preocupante, ya que mientras los envasados mantienen el precio medio interanual, y apenas se modifican un -0,2% quedando en 2,08 €/litro, los graneles bajan su precio medio hasta los cuarenta y dos céntimos de euro el litro, un treinta y dos por ciento menos, como consecuencia del aumento del volumen en un 39,1%.

Considerando que muchos viticultores declaran estar produciendo a pérdidas como consecuencia de los bajos precios a los que se pagan las uvas, y viendo que la única salida a nuestra producción es la exportación, en la que parece existir una relación directa inversa entre volumen y precio; bien podría ser esta cuestión una de las que, junto con la recuperación del consumo interno, primero se ocupara la recién constituida Interprofesional, de la que tanto se espera y que todavía está por definir cuestiones tan trascendentales como su propio funcionamiento.

Mucho gasto… ¿y los resultados?

Dejar de gastar algo siempre resulta curioso, ya que no parece que nuestro país esté, precisamente, como para no gastar. Pero a tenor de la información publicada por el FEGA, en el ejercicio 2014, comprendido entre el 16 de octubre de 2013 y 15 de octubre de 2014; 18.577.891 euros del Programa de Apoyo Nacional (PAN) al sector en España quedaron sin cubrirse. Todas las medidas presentan valores negativos entre su techo de gasto y el efectuado. Aunque es la medida de reestructuración y reconversión de viñedo la que más ficha presupuestaria deja sin cubrir, casi dieciséis millones de euros sobre un total de 128,5 M€. Si bien, proporcionalmente, es la destinada a la promoción en terceros países la que más presupuesto más deja por cubrir (21,12%). Y es que parece que los férreos controles a los que son sometidas estas ayudas, la gran burocracia que llevan aparejada, y la cofinanciación al 50% con fondos propios; han llevado a un buen número de bodegas a renunciar a ellas y no utilizarlas.

Pero especialmente curioso resulta el desglose por autonomías, pues mientras la madrileña gasta el 99,23% en la promoción en terceros países, Castilla-La Mancha, región que acapara el 43,92% del presupuesto, tan solo dirigió el 2,2% de su gasto a esta medida; centrando en la reestructuración y reconversión de su viñedo la mayor cantidad, con casi sesenta y cinco millones, un 70,37%; al tiempo que la destilación de subproductos se situaba como segunda medida más utilizada con un gasto del 24,22%.

¿Y todo esto para qué? Cabría preguntarnos viendo las estadísticas de exportación. Porque los resultados no pueden ser más desalentadores. ¿O sí?, pero mejor esto no nos lo vamos ni a plantear. Porque si con el potencial de producción que tenemos, hasta dónde ha caído nuestro consumo interno y las escasas posibilidades que tenemos de incrementar de forma relevante la colocación de productos derivados, como a las exportaciones no le pongamos remedio y seamos capaces de valorizar nuestros vinos en el exterior, tenemos un problema.

Mejor pensar que esto de vender fuera es muy complicado, que cuesta mucho tiempo y hay que dedicar muchos recursos. Que el consumidor es inteligente y el “esnobismo” puede superarse y que prevalezca la relación calidad/precio; porque en calidad y precio somos extraordinariamente competitivos. Pero, por favor ¡que sea ya!

El precio medio del litro de vino, en valores interanuales, está ya en 1,19 euros, pero es que el litro de granel está en 0,42, aunque el de envasado alcance los 2,08. Pero es que más del cincuenta y cuatro por ciento de lo que vendemos seguimos haciéndolo a granel; y lo que es mucho más preocupante, es la partida que concentra la totalidad del crecimiento de nuestro comercio exterior, pues mientras en el interanual crece el 39,1%, los envasados apenas lo hacen un 0,8%.

Otro gran paso

Una de las cuestiones en la que todos los actores involucrados en esto tan complicado que es vender vino coinciden es en la necesidad de disponer de una información fidedigna con la que poder tomar decisiones. Así como en el papel que deben desempeñar, en todo este asunto, las administraciones, poseedoras de la información y responsables de hacérsela llegar de forma gratuita y actualizada al sector. Dos aspectos: producción y existencias, son datos básicos a conocer si se quiere poder realizar una estrategia comercial adecuada y amoldada a la realidad de los mercados.

Conscientes de esta realidad, desde el Ministerio se trabaja en la publicación de un Real Decreto que modifique el actual 1244/2008 que establece las declaraciones obligatorias (producción y existencias) en las que no solo se produciría una anticipación de las fechas actuales, sino que se añadirían dos declaraciones más de existencias que permitieran hacer un seguimiento del mercado y aventurar posibles cambios en sus cotizaciones.

La de cosecha, cuyos datos no son comunicados al Magrama por parte de las CC.AA., y cuyo plazo de presentación actualmente finaliza el 10 de diciembre, se adelantaría al 20 de octubre y sus datos serían comunicados al Ministerio antes del 1 de noviembre. La de producción, se mantiene en fecha con el 10 de diciembre como fecha tope para su presentación, pero con una notable salvedad, ya que el 15 de febrero que hay fijado como tope para facilitar dicha información al Magrama, pasaría a ser el 20 de diciembre. Y las declaraciones de existencias pasarían a ser tres, una a final de campaña, 31 de julio, y otras dos intermedias, 31 de diciembre y de marzo, cuya información deberá estar en poder del Ministerio antes del 10 de septiembre, 30 de enero y de abril, respectivamente.

Superado este primer obstáculo de la información, podemos entrar a cuestionarnos sobre si la puesta en marcha de una destilación obligatoria a cargo del sector, mediante la publicación de una norma de comercialización, hubiese sido necesaria o no. Incluso ir un poco más allá imaginándonos que el conocimiento de las existencias puede permitirnos evitar los profundos dientes de sierra que son tan habituales en nuestras cotizaciones.

Mi impresión es que nada de todo esto es suficiente, pero todo es necesario, y que el sector ha dado importantísimos pasos en estos últimos meses hacia la concepción de un sector profesionalizado y autosuficiente, donde la corresponsabilidad y autorregulación han pasado a presentarse como cuestiones básicas de su funcionamiento; y la coordinación y colectividad, como objetivos irrenunciables de cara a conseguir un sector competitivo y potente en los mercados exteriores.

Por si todo eso no fuera bastante, la puesta en marcha de organizaciones de productores o la misma Interprofesional deberían ayudarnos a ir cubriendo etapas y objetivos que nos condujeran hacia ese horizonte de coherencia entre superficie, producción, calidad, consumo, exportaciones y precios. Tenemos que limar esas puntas que impiden disfrutar de un vino redondo y equilibrado.

Esperemos que dentro de muy poco podamos comenzar a poder dar información sobre los objetivos y proyectos de extensión de norma de la Organización Interprofesional del Vino, y aunque sus resultados se harán de rogar, habrá que tener paciencia, creer en la importancia de recuperar el consumo interno, valorizar nuestros productos y mejorar nuestra imagen en los mercados exteriores. Para ello harán falta recursos, pero también tiempo y confianza en que vamos todos en el mismo barco y así su navegación nos resultará fructífera a todos.

Un futuro ilusionante

Quizá sea muy pronto para decir que el sector está decidido a tomar medidas con el fin de mejorar su competitividad y disfrutar de una mejor distribución en la cadena de valor. Es posible que transitar de las buenas voluntades a las concreciones sea un paso difícil de dar y queden en el camino muchas de esas pretensiones. Incluso pudiera llegar a darse el caso de que algunos de los recelos que ha generado la forma en la que se han hecho las cosas, llegaran a suponer un importante hándicap en ese recorrido común que separa las buenas ideas de los planes concretos.

Pero, sea como fuere, lo que resulta totalmente incuestionable es que el sector es consciente de que se han acabado los paños calientes, que ahí fuera, en el mercado, hace mucho frío y, por lo tanto, hay que ir muy bien arropado, y que este viaje hay que hacerlo con todos, y que debe beneficiar a todos.

La Administración deberá conseguir dotar de un marco legal que resulte adecuado para atender la demanda de los mercados. Atraer el máximo de ayudas de la Unión Europea con las que llevar a cabo campañas de promoción en Terceros Países, pero también en el mercado interior. Facilitar información buena y actualizada con la que poder elaborar las estrategias y realizar su seguimiento. Además de defender en los organismos internacionales la definición de Vino como producto natural procedente de la uva. O incentivar la creación de organizaciones interprofesionales y de productores. Cuestiones todas ellas que están asumidas por esta Administración y que, o ya son una realidad, o los trabajos están muy adelantados.

Pero no basta con esto, también los viticultores deberán acomodar sus producciones a las necesidades de la industria, adecuando rendimientos, varietales y calidades sin perjuicio, ni un ápice, de la calidad final que debe seguir mejorando para mantenernos en ese grupo de países de primer nivel. Eso sí, aspirando a conseguir sentirse parte fundamental de este proyecto mediante la participación en los resultados, obteniendo precios que permitan ir más allá de la mera sostenibilidad del sector desarrollando una actividad rentable con sus naturales beneficios económicos.

Materia prima de la que deberán abastecerse los bodegueros para elaborar aquellos vinos, mostos, vinagres, alcoholes… que puedan competir en los mercados por calidad y precio. Mejorando la imagen de los productos españoles y consiguiendo ser competitivos por algo más que sus bajos precios. Situación que no viene tanto por desplazar a los que ya están, que también, como por acercarse a nuevos consumidores (jóvenes, mujeres…) a los que han ignorado y han permanecido sordos ante sus constantes y estridentes gritos que emitían, demandando una atención que no han recibido.

pero mientras esto llega, y los proyectos van cristalizando en resultados palpables que permitan tener confianza y mantenerse firmes en sus estrategias; hay que seguir peleando con el día a día y vendiendo cosechas que unas veces son extraordinariamente grandes como el año pasado, provocando el derrumbamiento de los precios; y otras, son más bien moderadas como en este, con precios muy competitivos y rentables para casi todos los que integran la cadena de valor. Los viticultores han tenido ingresos por hectárea que no siempre han cubierto sus propios costes de producción. Tener la cabeza fría en estos casos y no perdernos en incrementos inasumibles será uno de los primeros ejercicios que deberán realizar nuestras bodegas si, como pronostica la asociación de enólogos italiana Assoenologi, la cosecha de este país resulta un 17% menor que la anterior y deja sus cuarenta millones de hectolitros en una de las más bajas de la historia.