Entre el cielo y la viña

Dentro de la actualidad e importancia que tiene la vendimia sobre la campaña, destaca de forma preponderante el papel de las cooperativas. Unas veces porque el papel de bodeguero/viticultor que juegan no siempre es bien entendido por todos y se les señala como favorecidas en la implantación por imperativo legal de unos contratos que obligan a las bodegas, y en los que, además de fijar el precio al que se compra la uva, se exige el pago en treinta días al tratarse de un producto perecedero; consideración sobre la que algunas bodegas tampoco estaban muy de acuerdo.

Sea como fuere, esa cuestión debiera ser un asunto superado y llevarnos a centrar nuestros esfuerzos en cumplir la ley, obtener excelentes mostos y vinos, y ser capaces de mantener las exportaciones e iniciar la recuperación del mercado interior, como así ha sucedido con otros muchos bienes y servicios. Y todo ello con un solo objetivo: obtener productos competitivos que resulten rentables para “todos”.

Y es que, a tenor de las declaraciones leídas y escuchadas los últimos días, sobre el precio de la uva y los criterios que debieran emplearse para su fijación, parecemos olvidar la libre competencia que es exigible en una economía abierta y el papel dominante de un mercado y sus consumidores, únicos con cierta capacidad de conseguir tan loables objetivos.

Las exportaciones, por lo que sabemos de la información facilitada por el OEMV, han ido excelentemente durante el primer semestre del año. Por primera vez desde hace mucho tiempo no solo hemos conseguido mantener en términos de crecimiento nuestro volumen en todas las categorías de vinos (excepto en los vinos de aguja), sino que también lo hemos hecho en valor. Aunque en este apartado hayamos crecido menos y como consecuencia de esta diferencia los precios medios presenten tasas negativas prácticamente en todas las categorías. Asignatura que seguimos teniendo pendiente pero que se antoja harto complicada de cambiar en el corto plazo de tiempo y la cual requiere de un esfuerzo que va mucho más allá de cuestiones numéricas y se orienta más hacia otras intangibles como valor de la marca, percepción de los consumidores o incluso perfil de nuestros compradores.

Aunque más preocupante, por lo que de accesible resultaba, es la decisión adoptada por las cuatro cooperativas manchegas que anunciaron la puesta en marcha de un pago de la uva por calidad, y que llegado el momento de hacerlo han decidido que solo lo llevaran a cabo de manera experimental para concienciar a sus socios de las bondades de ese modelo cuyos parámetros han baremado sus enólogos de manera consensuada; fijándose para la vendimia del 2016 la puesta en marcha este sistema de forma fehaciente.

La experiencia de otras muchas cooperativas españolas que llevan años de implantación de este sistema de diferenciación de precios, con curtida experiencia en métodos y baremos empleados. El buen estado sanitario que presenta el fruto esta campaña, que permitiría que las diferencias no fueran excesivamente perjudiciales evitando las consiguientes tensiones sociales que ello generaría y de las que también tenemos buenos ejemplos de los que aprender para no caer en los mismos errores. La misma necesidad de ir asumiendo que los grandes cambios a los que se va a someter al sector en esta campaña con los contratos, declaraciones, Interprofesional,… tienen su razón de ser en la necesidad de mejorar la competitividad de nuestros elaborados y que esto solo se obtiene con calidad, transparencia e información. Se me antojan razones suficientes para calificar esta decisión de una ocasión perdida para una región y un colectivo trascendental para el futuro de nuestro sector.

Un marco estable para un cuadro rompedor

Calidad extraordinaria como consecuencia de un viñedo completamente sano ante la ausencia de lluvias que propiciaran la aparición de enfermedades. Un adelanto de dos o tres semanas que el mes de agosto se ha encargado de ir reduciendo hasta prácticamente una, obligando en no pocos casos, a paralizar durante dos o tres días las tareas de vendimia para dejar que el fruto madurara. Y unas estimaciones que los fuertes calores de este verano se han ido traduciendo en la pérdida de producción hasta situar las previsiones en una cosecha similar a la del pasado año. Serían las tres grandes características que definen, a grandes rasgos, la cosecha española 2015/16.

Ahora, si quieren, podemos entrar en detalles sobre cada una de las regiones, pero para eso ya tienen la información pormenorizada de Cada 7 Días. O insistir sobre la gran preocupación que la puesta en marcha de los contratos que deberán existir antes de entregar las uvas en las bodegas está generando en el sector. A unos porque exigen su cumplimiento y amenazan con perseguir y denunciar las violaciones de la norma; y otros porque lo consideran discriminatorio con respecto a lo aplicable a las cooperativas y consideran que supone un coste financiero inasumible, al tener que adelantar el pago dos, tres y hasta cuatro meses sobre las fechas en las que lo han venido haciendo.

Aunque ninguna de las dos informaciones va mucho más allá de lo que ya adelantábamos hace semanas y vaya a influir mucho sobre el otro gran tema que ocupa y preocupa al sector y que no es otro que los precios a los que se pagarán las uvas y saldrán a la venta mostos y vinos. Asunto sobre el que, de momento, hay poca información, y la que existe podríamos resumirla en que se asemejan bastante a los del año pasado.

Considerando que en la pasada campaña no parece que nos hayan ido muy mal las cosas; ya que, sin información estadísticas concreta (cuestión que será remediada a partir del 20 de septiembre con la obligación mensual de efectuar las declaraciones pertinentes) las existencias en las bodegas parecen haber disminuido, gracias fundamentalmente a la excelente evolución de nuestras exportaciones. Precios similares para un volumen de cosecha parecido parece un buen principio para mantener nuestra actividad en un entorno europeo en el que tampoco parece, a tenor de las estimaciones conocidas, que vayan a existir muchas diferencias con respecto a la campaña 2014/15.

Sin duda un buen escenario para una campaña en el que el sector deberá asumir cambios muy importantes en pro de una mayor profesionalización y corresponsabilidad, encaminados a mejorar la eficiencia de sus operadores y hacer frente a la recuperación del consumo interno.

Y todo con un objetivo: el cliente

No sé hasta dónde seremos capaces de llegar y lo que nos puede deparar el futuro. Por dónde pueden evolucionar nuestras exportaciones o lo que del consumo interno podamos recuperar. Las consecuencias sobre la cuenta de resultados de las bodegas, o el impacto que sobre los precios de venta al público puedan acabar teniendo. Pero lo que está claro es que el sector parece estar dispuesto a tomar medidas y afrontar sus problemas estructurales de una forma seria, llevando a cabo cuantos cambios sean necesarios para hacer frente a cuestiones tan básicas y transcendentales como son el consumo interno, la información estadística o la seguridad jurídica.

De algún modo todo esto habrá que pagarlo, bien con esfuerzos como el que se requiere de las bodegas con la cumplimentación de las declaraciones mensuales de producción y existencias, mediante las cuales se pretende conocer (casi en tiempo real) la marcha del mercado y poder así adaptar mejor sus cotizaciones a las circunstancias. A las entidades financieras que deberán abrir líneas de crédito nuevas con las que poder realizarse los pagos de las uvas en plazos mucho más reducidos de los que hasta ahora venían siendo aplicados, cuyo coste financiero todavía está por ver quién acabará soportándolo. Y a los productores que deberán pagar 23 céntimos por hectolitro de vino envasado que salga de su bodega y 6,5 si el vino es comercializado a granel, con independencia de si el destino final es el mercado nacional o la exportación; o si el productor está vinculado o no la Interprofesional (OIVE).

Con estas medidas se pretende que a partir del uno de enero y por un periodo de tres años, la OIVE aproveche la información emanada de las declaraciones para dotarse de los fondos suficientes con los que poder poner en marcha medidas encaminadas a la recuperación del consumo interno de vino. Cinco millones setecientos mil euros por ejercicio suponen un montante lo suficientemente importante como para albergar la esperanza de que se tomen medidas eficaces con las que dotar de estructura e infraestructura a la Interprofesional, realizar campañas de promoción del consumo, valorizar la cadena agroalimentaria vitivinícola de una forma sostenible y equilibrada, así como mejorar el posicionamiento y la competitividad del sector vitivinícola español en los mercados, a través de la información y del desarrollo de actividades en materia de investigación e innovación sectorial.

Como les decía, ignoro en qué acabará todo esto, pero apunta bien. Parece que el sector ha tomado conciencia de que él, y solo él, debe resolver sus problemas, definir sus soluciones y dotarse de los fondos con los que llevar a cabo sus planes y estrategias de futuro.

No hace muchos años nos cuestionábamos si el sector era lo suficientemente maduro como para tomar decisiones de esta transcendencia, nos preguntábamos hasta qué punto debía ser la Administración la que coordinara todas estas medidas y pusiera un poco de orden entre los diferentes colectivos afectados. Incluso mirábamos al consumidor como algo que era totalmente ajeno a nuestros problemas y solo podía ser considerado como objeto de deseo.

Hoy, no solo el consumidor ha pasado a ser parte importante del problema, sino que se ha convertido el fin mismo de su solución, el objetivo a quien van enfocadas todas las medidas que se toman y el único que tiene la capacidad de cambiar la situación. Las etapas de señalarlo como culpable del descenso de ventas han dado paso a otras en las que se asume la incapacidad de evolución y de adaptación a los cambios que ha experimentado la sociedad en los últimos decenios, asumiendo que la información y formación son las únicas vías mediante las cuales será posible ese acercamiento que acabe fructificando en una alianza entre lo que produzcamos y lo que se consuma.

Nos atropellan los acontecimientos

Entre adelantos y estimaciones de vendimia, nuevos modelos de declaraciones de producción, existencias y comercialización, acuerdo en la Interprofesional para la extensión de norma y su puesta en marcha, normas de campaña para la vendimia en las denominaciones de origen, plazos de pago y contratos para la uva impuestos por la Ley de mejora de la cadena alimentaria y avisos de la AICA de inspecciones que velen por su cumplimiento, evolución de las exportaciones con un sostenido crecimiento en volumen y precios bajos pero con gran recorrido, amenazas de algunos productores de otros países sobre determinadas partidas de vinos y mostos que fueron adquiridos para fines distintos a los que lo fueron finalmente destinados y que quieren trasladarnos a nosotros la responsabilidad, cuando no solo son ellos los únicos responsables sino que además reconocen vinificar mostos de uvas de mesa, acuerdo TTIP con Estados Unidos que abra el mercado a los vinos europeos… Son muchos asuntos que, sin duda, harán de la campaña 2015/16 algo histórico.

No se recuerda semejante acumulación de temas, ni de la importancia que muchos de ellos tendrán para la evolución del sector en los próximos años. Y es que el sector vitivinícola español ha decidido ponerse manos a la obra y afrontar su futuro de una forma activa. Ajenos a decisiones políticas que ha asumido que ni llegarán, ni son lo más conveniente para un conjunto de empresas que aunque muy desiguales y con interés concretos enfrentados, tienen en común mucho más de lo que les separa y deben afrontar su futuro de manera conjunta y organizada. Habiendo tomado consciencia de que la cadena siempre se rompe por la parte más débil y que conseguir la fortaleza de esa cadena solo es posible reforzando todos sus eslabones.

Para ello el OEMV encargó a principios de este año la elaboración de un análisis del sector completo que propusiera un Plan Estratégico en el que se abordaran los retos a los que en los próximos diez o quince años deberán enfrentarse todos y cada uno de los actores que lo integran. Conclusiones que está previsto que se comiencen a conocer en las últimas semanas de este año.

Y es que por clara que para cada uno de nosotros resulte la identificación de los retos a los que nos enfrentamos y dónde se encuentran las oportunidades para nuestro desarrollo, contar con un documento escrito sobre el que ir planteándose cada uno de ellos dentro del mapa de intereses cruzados bajo el que debemos operar, será un excelente punto de partida para una Interprofesional que si desea tener éxito en sus planteamientos, sabe que debe abordar los problemas desde un punto de vista conjunto.

Más información para una vendimia que promete

A pesar de que hay muchos temas a abordar, se hace necesario comenzar por analizar la vendimia en España. Entre diez y quince días antes de lo que sería de esperar es previsible que comiencen las primeras tareas de recolección de este año. Unos trabajos que apuntan bien, muy bien. Pues si importante es contar con la suficiente producción para garantizarnos una campaña sin demasiados problemas de variaciones en los precios y sostenimiento de la competitividad en los mercados exteriores. Más relevante resulta la calidad de la misma, ya que lo que antes era un hecho diferenciador por el que obtener un mejor precio o conseguir hacerse con una operación, hoy es un requisito mínimo para poder acceder a ofertar.

Aunque hablar de volúmenes siempre es complicado y arriesgado pues son, precisamente, estas semanas en las que más se juegan nuestros viticultores; podríamos aventurar que la cosecha será, a nivel nacional, ligeramente superior a la del año pasado. Que salvo honrosas excepciones esta será una característica común en todas las regiones y que hablar de cuarenta y ocho millones de hectolitros (dos millones arriba o abajo) puede ser un buen punto desde el que partir.

Volumen que, a juzgar por la evolución del mercado, la marcha de las exportaciones y el repunte de los precios que se ha producido en los escasos vinos que quedan a la venta, no debe ser mucho. Salvo que esta alza tenga su justificación en la necesidad de abastecerse de vino de cara a enlazar con la próxima cosecha ante la posibilidad de no elaborar dadas las condiciones de pago establecidas por la Ley de mejora del funcionamiento de la cadena alimentaria y que la Agencia de Información y Control Alimentario (AICA) ha confirmado que piensa controlar de manera exhaustiva realizando inspecciones para supervisar la existencia de un contrato por escrito de suministro de uva con indicación del precio, entre otros aspectos, y posteriormente su cumplimiento.

Aunque sin olvidarnos del Real Decreto que tiene previsto aprobar el Consejo de Ministros este viernes 24 o como máximo el próximo, sobre declaraciones obligatorias de vino y mosto y de regulación del potencial vitícola. El cual vendrá a obligar a partir de la campaña 2015/16 que se inicia el uno de agosto, al productor de vino o mosto o el propietario de las existencias de vino o mosto, que no sean consumidores privados o minoristas (personas físicas o jurídicas, o sus agrupaciones, que ejerzan profesionalmente una actividad comercial que implique la venta de vino en pequeñas cantidades directamente al consumidor, excluidos los que utilicen bodegas equipadas para el almacenamiento y el envasado de los vinos en grandes cantidades); a presentar mensualmente una declaración informática con los datos referidos al último día del mes anterior, de la declaración de vino (existencias, iniciales, producción, entradas, salidas, ajustes, existencias finales y envasado en propia bodega). Y de forma cuatrimestral (diciembre, abril y agosto) para las de producción y aquellos cuya producción sea inferior a mil hectolitros.

En cuanto a las salidas, es importante mencionar que deberá especificarse el destino, diferenciándose entre el vino destinado a otra bodega o venta directa; el que vaya a destilería, y el de vinagrería; para el mercado interior. Y Unión Europea, resto de la UE y terceros países para las destinadas al mercado exterior.

Información toda ella que estará a disposición de del Magrama, quien de forma simultánea pondrá a disposición de cada una de las CC.AA. la de sus declarantes. Así mismo, la información agregada será publicada por la AICA para conocimiento de sus operadores.

Confiemos en que esta información ayude a mejorar el funcionamiento de nuestro mercado y facilite la extensión de norma con la que poner en marcha la Interprofesión.

Una vendimia adelantada y de calidad

Adelantada y de calidad podrían ser las dos características que mejor definan la próxima vendimia del 2015. Una vendimia que está resultando bastante homogénea y está llamada a generar pocos problemas, pues aunque las previsiones apuntan hacia una cantidad mayor a la del año pasado y que podría llevar a situarnos en el entorno de los cuarenta y ocho millones de hectolitros, la lección aprendida en la campaña 2012/13 dejando descargar en las tolvas cualquier cosa, y las buenas condiciones bajo las que está madurando la uva; auguran vinos de muy buena calidad que serán fáciles de exportar.

Aunque no faltan quienes vean en la obligatoriedad de pagar las uvas a las bodegas en el plazo de treinta días a contar desde la descarga del último remolque de cada viticultor, o de la clasificación del vino por parte del correspondiente Consejo Regulador; un posible “problema” que lleve a algunas bodegas a optar por no elaborar y salir al mercado a comprar mostos o vinos con los que eludir esa condicionalidad.

Las grandes bodegas, no obstante, van ultimando los preparativos para una vendimia de gran calidad pero cuya precocidad podría ser histórica en algunas comarcas.La ausencia de lluvias y las altas temperaturas han permitido desarrollarse a la uva al margen de enfermedades fúngicas, presentando un estado sanitario admirable.

En Cataluña la uva presenta un excelente estado sanitario y se estima un adelanto sobre la fecha de vendimia que podría situarse para primeros de agosto o incluso finales de julio su inicio; previendo una cosecha más corta (entre un 10 y un 30%), según las variedades.

Cosecha muy buena en calidad y cantidad, con un adelanto entre 10 y 15 días sobre las fechas normales, son las previsiones que se manejan en Castilla-La Mancha, donde podría alcanzarse los 30 o 32 millones de hectolitros; siempre y cuando la sequía no afecte demasiado a las viñas en este tiempo.

En La Rioja se trabaja con un incremento con respecto al año pasado de entre un 10 y un 20 % en el ámbito de la citada Denominación de una uva de calidad extraordinaria favorecida por su extraordinaria sanidad y unas reservas hídricas buenas.

Otra de las zonas a destacar es Castilla y León, donde en Rueda el cuajado de la Verdejo ha ido muy bien, teniendo una evolución muy rápida del grano, y estimándose una cosecha buena, aunque aquí podría hacerse necesario el riego ya que estado hídrico de la vid es medio, tras las escasas precipitaciones. Lo que confían que redunde en una producción de gran calidad, mayor concentración en polifenoles, taninos y azúcares.

La ausencia de incidencias de plagas y enfermedades también permite disfrutar de unas excelentes perspectivas en el Marco de Jerez, con una cosecha media en producción, muy similar al año pasado, siempre y cuando no se prolonguen las altas temperaturas de los últimos días, lo que podría traducirse en una bajada de producción importante. Calculándose su inicio para mediados de agosto.

En Jumilla, “los viñedos están bien” y se espera una cosecha normal, es decir, podría ser un 30 o 40% superior a la del año pasado, que fue muy baja, mientras que la calidad es “buena”. No obstante, hay zonas afectadas por el pedrisco que tendrán menos cosecha, como es el caso de Fuenteálamo y Ontur.

Las cooperativas apuestan por el futuro

Dentro de escasas semanas la vendimia volverá a llamar a la puerta de nuestras bodegas, sus racimos volverán a llenar las tolvas y los mostos a fermentar para convertirse en, confiemos, excelentes vinos que habrá que salir al mercado a vender.

Hablar del sector vitivinícola española y no hacerlo de las cooperativas es, sencillamente, imposible si se quiere tener una visión medianamente asumible de la situación y cuáles pueden ser los derroteros por los que transcurra nuestro futuro más inmediato. Conocer que las cuatro más importantes de Castilla-La Mancha han acordado la puesta en marcha de medidas encaminadas a la diferenciación del precio atendiendo a la calidad de la uva medido en diferentes parámetros como grado y pH, pero también en otros tan importantes como potasa y glucónico; supone un paso muy importante para nuestro sector.

Dejando a un lado si el sector cooperativista manchego concentra el 46% de la superficie vitícola española, vinifica el 32% de la uva o representa el 33% de la producción; lo que es completamente incuestionable es que cualquier evolución que quiera disfrutar el sector pasa irremediablemente por las cooperativas castellano-manchegas. Que ellas mismas hayan llevado a cabo una estudio en el que analizan parámetros tan transcendentales como su cadena de valor, producción, comercialización, consumos o precios; representa un gran avance.

Claro que tienen importantes retos que afrontar en el medio y largo plazo que pone en evidencia este estudio. Pero, ¿quién no los tiene? Por supuesto que tienen un gran recorrido en el que evolucionar y cuestiones que mejorar, pero un primer paso es analizar dónde se encuentra, cuál es su peso y cuáles sus herramientas. Y, a partir de ahí, diseñar y desarrollar horizontes con objetivos creíbles hacia los que dirigir sus esfuerzos de manera colectiva.

Podemos seguir pensando que nuestro futuro pasa por el envasado o por vender más caro. Pero para llegar hasta ahí antes hay que resolver otras cuestiones, algunas de ellas muy relacionadas con el modelo cooperativista y la posible distorsión que pudiera generar en el mercado. Comenzar por asumir que hay que conocerse y tomar medidas es algo más que un primer paso.

La reestructuración no para

Parece que España necesita seguir reestructurando su viñedo hacia variedades más comerciales y productivas. Esa al menos sería la conclusión que podría extraerse de la decisión adoptada por el Magrama sobre la reasignación de los fondos del Plan Nacional de Apoyo (PNA) (ahora denominado Programa de Apoyo al Sector Vitivinícola Español-PASVE-) para el ejercicio 2015, que debía presentar a Bruselas antes del 30 de junio y por la que seis millones que inicialmente iban destinados a promoción en terceros países y un millón quinientos cincuenta mil a la destilación de subproductos han sido reasignados a modificar nuestros viñedos.

Necesario o no, lo que sí parece claro es que el sector está decidido a darle un vuelco a su producción, apostando por variedades más internacionales y mayores rendimientos que aseguren en los próximos años que encabecemos el ránking de elaboradores. La entrada en producción de importantes explotaciones con rendimientos que superan ampliamente en tres veces los anteriores, así lo garantizan. Por no hablar de aquellas otras actuaciones que se están realizando con la mirada puesta en la obtención de altísimas producciones (por encima de los cuarenta mil kilos por hectárea) que tienen por objetivo la destilación de su producción para el abastecimiento de alcohol de uso de boca.

Nos hemos lamentado en reiteradas ocasiones de no contar con un sector organizado, donde todo valía para todo y en el que la rentabilidad del cultivo estaba en entredicho. Pues bien, aquí tienen un claro ejemplo de que esto está cambiando, de que los destiladores y elaboradores de mostos, apuestan por explotaciones específicas que hagan más rentable su producto. Consecuencia de esto, que no todo el sector evoluciona al mismo ritmo y que estas producciones no llegan a sustituir a las anteriores, para las que habrá que encontrar nuevo acomodo, sino a complementarlas, con potenciales de producción claramente por encima de los cincuenta millones de hectolitros.

Hablar bajo este panorama de abandonar el granel en nuestras exportaciones, o tildarlo de error y dañino para el sector, se antoja (o se me antoja) un tanto aventurado. En esas premisas se confunden deseos con realidades, entrando poco en valorar las razones que nos han conducido hasta esta situación y presentando pocas alternativas reales para cambiarla.

Está claro que nuestro sector debe someterse a una revolución importante en su producción, definiendo mejor sus necesidades para cada producto y costes bajo los que resulta competitivo en el mercado internacional. Pero también hay que considerar que no estamos solos, que estos cambios deben estar ajustados a las condiciones impuestas por el resto de productores que actualmente controlan el mercado. Y, salvo que pensemos que verdaderamente existe la posibilidad de que el consumo mundial crezca en quince millones de hectolitros en tres o cuatro años y que todos ellos los vayamos a acaparar nosotros, se presume verdaderamente difícil.

Si, además, consideramos la posibilidad de que una gran parte de esos doce millones que exportamos a granel y sin ninguna indicación de origen, no los vendemos nosotros, sino que nos los compran por ser los más baratos; habrá que empezar a plantearse la posibilidad de que llegue algún otro productor que lo haga más barato que nosotros y que, al igual que ahora ocupamos el lugar que antaño disfrutaba Italia como abastecedor de graneles en el mundo, luego sea otro el que nos desplace a nosotros.

Cuando esto llegue, y estoy seguro (dentro de lo que se puede estar seguro) que lo hará, nuestras bodegas deberán haber conseguido hacer realidad los grandes esfuerzos que desde hace años están realizando por abrirse un hueco en el mercado de los vinos valorizados.

Como una moto

Así de contundentemente podría definirse la evolución de nuestras exportaciones en los cuatro primeros meses de 2015, en los que el volumen ha crecido un 16,2% si consideramos mostos, vinagres y vinos aromatizados, pero cuyo porcentaje alcanza el 25,7 si nos vamos a los datos interanuales. Lástima que el valor no nos acompañe, quedándose su tasa de crecimiento en el 4,2% para los primeros cuatro meses de 2015 y en el 1,5% en la cifra interanual.

Con estos datos no es muy difícil imaginar lo que ha sucedido con los precios medios ¿verdad? Pues eso, que se han derrumbado hasta el 10,3% en tasa anual y el 19,2% en interanual, quedando fijado en un euro y uno euro con cuatro céntimos euros el litro, respectivamente

Información importante, sin duda la facilitada por el OEMV en su análisis mensual del mercado exterior que nos debería hacer reflexionar sobre el papel que estamos jugando en el mercado mundial de vino y el valor que nuestros elaborados tienen. Pero que no dista nada de lo que viene sucediendo mes tras mes y que es perfectamente conocido por todos: operadores, productores, importadores,… incluso la Administración. Pero a lo que nadie es capaz de ponerle solución, más allá de declaraciones de intenciones y aspiraciones que apenas resisten un somero análisis.

Que resulta inadmisible que el vino blanco a granel y sin indicación de origen lo vendamos a 0,33 euros el litro (tomando los datos interanuales, que si nos vamos a los anuales debemos hablar de 0,30), pues claro que lo es. Que el precio medio de 0,38 €/litro de los vinos a granel, un 28,7% más bajo, nos debería hacer reflexionar tanto como que mientras los vinos envasados crecen a un ritmo del 9,1%, los graneles lo hacen al 37%; pues también. ¿Pero tenemos solución para esto?

Según el informe elaborado por Ciatti Global Wine & Grappe Brokers de junio 2015 en su análisis de los precios en origen, somos el país que más barato vende sus vinos del mundo, haciéndolo en la horquilla 0,28-0,36 $/litro en blancos comunes, 0,34-0,39 en rosados y 0,36-0,41 en tintos. A años luz de Francia, con unos precios en origen de entre 1,07-1,13; 0,96-1,01 y 0,90-0,96 dólares respectivamente. Prácticamente el triple que nosotros.

Pero nada de todo esto nos puede sorprender. Lo sabemos. Todos somos conscientes de cuál es el primer criterio de compra de nuestros vinos, de lo que sucede cuando subimos los precios, o de cuáles son los tipos de vinos que son más estables y cuáles los que soportan los vaivenes de los mercados.

Ahora solo falta que lo asumamos, diseñemos una estrategia y un horizonte en el que darle la vuelta a esta situación y nos pongamos a trabajar.

Transformarnos en vendedores

Tal y como a sucediera en la pasada campaña, las bodegas buscan los resquicios que pueda haber dejado la Ley por donde eludir (más bien demorar) el pago de la uva. El establecimiento de 30 días pone en serias dificultades a muchas bodegas pues, además de la discriminación que consideran se les somete frente a las cooperativas (exentas de la aplicación estos plazos al considerarse que los mismos viticultores son los elaboradores), la aplicación de la Ley12/2013 de medidas para la mejora de la cadena alimentaria supondrá un importante aumento en el valor de sus elaborados, dado el coste financiero que les obligará a asumir semejante plazo.

El Magrama aclara que la uva de transformación es un producto fresco y que, en aplicación de la Ley, el plazo de pago será de 30 días a contar desde la entrada en bodega del último remolque. Ahora bien, dado que esta uva puede estar acogida a una norma de calidad específica como una I.G.P., una D.O. o la de un producto ecológico; que requieren la certificación del organismo competente; se ha optado por obligar a establecer dos precios en los contratos. Uno que correspondería al precio de la uva de transformación destinada a la elaboración de vinos sin norma de calidad, y otro adicional aplicable a estas figuras de calidad que deberán estar recogidas en la normativa sobre el procedimiento del amparo de la uva. Cuyo plazo seguirá siendo los 30 días, pero que no comenzará a contar hasta el momento en el que el organismo certificador comunique su validez para destinarse a la elaboración de los vinos amparados por su sello de calidad.

Cuestión, la de la comunicación de la aptitud cualitativa de la uva que provocará fuertes tensiones en los órganos rectores, ya que esta puede demorarse en el tiempo, temiéndose las organizaciones agrarias que sea utilizado por las bodegas, por lo que exigen que se fije el 10 de diciembre, fecha límite obligatoria para la realización de la declaración de producción como momento máximo

No debemos olvidarnos que este asunto, junto con la extensión de norma con la que dotar de recursos financieros a la Interprofesional (OIVE), o la obligatoriedad de realizar las declaraciones mensuales de vino y mosto; afecta a todas las bodegas con independencia de su tamaño, y que España cuenta con más de cuatro mil bodegas, muchas de ellas cuyo tamaño tan pequeño les impide disponer de medios físicos, estructurales y financieros con los que hacer frente a estas obligaciones. Razón por la cual el Magrama está estudiando la posibilidad de eximir de la obligación de realizar las declaraciones mensuales a aquellas cuya producción sea inferior a los cien mil litros, para los que las declaraciones obligatorias seguirían siendo las exigidas por la reglamentación comunitaria: cosecha, producción y existencias

El caso es que el sector deberá hacer frente en los próximos meses a cambios que, sin ser de gran transcendencia, obligarán a modificar la forma de trabajar y la misma concepción sectorial. Disponer de más y mejor información sobre disponibilidades debería ayudar a comercializar mejor la cosecha. Realizar campañas con las que informar y formar al consumidor sobre el vino, su cultura e importancia económica y medioambiental debería ayudar en la recuperación del consumo y cambiar la percepción que el consumidor tiene del sector. Conocer y disponer de contratos en los que además de las características del producto se fijen los plazos de pago, mejorar las condiciones de los viticultores. Y confiemos en que todas ellas ayuden al sector a tomar conciencia de la necesidad de acudir a los mercados de una forma mucho más eficiente.

Vender más caro está muy bien. Señalar a los graneles como causantes de nuestros males puede ser una forma de eludir nuestra responsabilidad. Pero nos guste o no, en los próximos años España deberá modificar sustancialmente la forma en la que vende su producción, que pasará por adoptar medidas proactivas para convertirnos en vendedores en lugar de simples tenderos.