Calidad

Se nos llena la boca con este “palabro” y somos incapaces de darle valor.

Resulta completamente inadmisible que con una producción similar, o incluso por debajo de la del pasado año y en un entorno global con cosechas muy inferiores, nuestros viticultores estén entregando sus uvas a los mismos precios que a los que lo hicieron el año pasado.

Pero no porque yo, que no soy quien para hacerlo, lo diga. O porque me ponga de parte de unos u otros criticando, sin ningún derecho a hacerlo, la decisión empresarial que cada uno adopta en sus negocios. Sino porque si queremos que nuestros vinos se valoricen, tengan valor añadido, sean tenidos en cuenta por el mercado y puedan aspirar a convertirse en referencia mundial de vinos de calidad, corregir esto es necesario.

No estamos hablando de que el viticultor cobre un poco más o menos por su trabajo, que también, sino de que el sector salga de esa especie de espiral en la que se encuentra sumergido desde hace años y en la que bajo una “excelente relación calidad/precio” escondamos lo que resulta inadmisible y es que somos el país que más barato vende el vino en todo el mundo.

Pero no solo en exportación, sino que incluso en los supermercados, en ese consumo alimenticio, estemos pensando que un incremento de diez céntimos de euro en una botella, resulta inasumible por un consumidor que compra una o dos botellas a la semana, en el mejor de los casos.

Eso por no entrar en detalles de cuál es el peso que en el coste total de la botella acaba teniendo la uva, muy por detrás de lo que supone el envase, la etiqueta, el cierre, etc. Lo que en productos de lujo pudiera tener una explicación, pero en un alimento (porque sigue siendo un alimento reconocido por la OMS) resulta totalmente incomprensible.

Confiemos en que, al menos, ya que vamos a tener que asumir que no será este año en el que el sector evolucione unido hacia esa mejora; la comercialización resulte próspera, sosegada y nos permita abrir nuevos mercados y consolidar los ya existentes.

Datos para tomar decisiones

De haber sucedido en otro momento, cosa bastante improbable dados los problemas con los que el Magrama se está encontrando en la puesta en funcionamiento del nuevo sistema de declaraciones, la noticia más importante de la semana hubiese sido la publicación de las declaraciones de existencias a inicio de la campaña 2016/17.

Por dos razones, la primera y principal por tratarse de una información de gran importancia para el sector de cara a fijar los precios de las uvas, y de ahí el de mostos y vinos. Y la segunda, y la más novedosa, por tratarse de la primera información proveniente del Sistema de Información de Mercados del Sector Vitivinícola (INFOVI) y que, en teoría, debería proporcionarnos una información ágil y actualizada (mensualmente) de la situación en la que se encuentran las existencias de vinos y mostos en bodega.

Sin quitarle ni un ápice de la importancia que tiene a este aspecto y que debería convertirse en una realidad que nos permitiera, esperemos que a partir de ya, tomarle el pulso al mercado con datos concretos, actualizados y fiables de existencias y utilizaciones; lo cierto es que resulta mucho más importante en estos momentos la cifra de 30.500.793 hl que corresponde a las existencias finales de la campaña 2015/16.

Comenzar la campaña con casi un nueve por ciento menos de existencias con respecto al año anterior es una buena noticia de cara a su comercialización. Hacerlo en un entorno de vendimia en el que la calidad del fruto es excelente y la cantidad apunta hacia un volumen muy similar al del año pasado, con cosechas en el resto de  países productores a la baja, nos permite albergar la esperanza de una campaña tranquila.

Y en este sentido parecen estar actuando las bodegas con la fijación de los precios de las uvas en niveles prácticamente iguales a los del año pasado. Una mala noticia para aquellos que confiaban en que este alentador panorama tuviera su primer reflejo en cotizaciones algo superiores a las del año pasado. Pero coherente con aquellos que consideran que primero habrá que vender, conocer a qué precio se ha conseguido hacer y luego plantearse el margen que se pueda reflejar en los precios de las uvas.

Efectivamente, un criterio totalmente contrario a la cadena de valor del producto, pero que refleja con bastante claridad el escaso peso de la producción en el mercado. O, dicho de otra manera, el dominio prácticamente absoluto de la distribución.

Excelente oportunidad

¿Son muchos cuarenta y cinco millones de hectolitros?

Esa es la pregunta que, con más o menos insistencia, nos estamos haciendo “todos” en estos momentos. Pues si bien no parece que la cifra pueda ser descabellada para un país con casi un millón de hectáreas (951.201), sí al menos es un problema, considerando que de esos, tan solo diez millones de hectolitros son consumidos en el mercado interno. Al resto hay que buscarle colocación en la elaboración de mostos, obtención de alcoholes de uso de boca o en exportación…

Cinco millones de hectolitros que se queden sin fermentar y vayan al mercado de los mostos en sus diferentes tipologías, no parece que sea una cifra exagerada. Es más, en campañas tan grandes como la 2013/14 esa cantidad destinada a mostos estuvo por encima de los siete millones de hl. Es decir, que margen para asumir esa cantidad hay suficiente como para que no sea un problema considerarla en nuestras estimaciones.

Lo que vaya asumir el sector de los destiladores y vinagreros en el capítulo de usos industriales es algo más complicado de establecer. Pero viendo la evolución que estos elaborados han tenido en las últimas campañas, asignarles otros cinco millones de hectolitros tampoco parece que sea una cifra descabellada que pudiera darnos alguna sorpresa.

Luego de los cuarenta y cinco millones ya tenemos veinte “colocados”. Considerando que según los datos publicados por el OEMV relativos a las exportaciones del primer semestre del año, llevamos vendidos 28,808 Mhl en cifra interanual; tampoco parece que vayamos a tener muchos problemas en seguir vendiéndoles a nuestros clientes extranjeros una cantidad similar, máxime cuando sus estimaciones de cosecha sitúan sus producciones ligeramente por debajo de las del pasado año en el caso de Francia, con 42,91 Mhl (-10%), Portugal 5,6 Mhl (-20%) y solo Italia presentaría un aumento en sus previsiones iniciales llegando hasta los 50 Mhl (+5%).

Hemos de considerar además que aquellos países que pudieran ser, o al menos lo han sido hasta ahora, nuestros competidores a la hora de abastecer de vino barato al mercado internacional tampoco presentan datos muy favorables con caídas cercanas al treinta por ciento en Argentina, veintiuno en Chile y casi del siete en Sudáfrica.

Podríamos concluir así que, salvo que las existencias al inicio de esta campaña (de la que todavía no tenemos datos) resulten estar muy por encima de las del año anterior, de 1,623 Mhl de mosto y 32,064 Mhl de vinos (lo que no solo parece muy poco probable sino que lo más seguro es que estemos hablando entre uno y dos millones menos), la campaña pinta muy equilibrada y con grandes posibilidades.

¿Hasta dónde? Pues esa es la otra gran cuestión.

Sí parece que lo primero que debería modificarse, con respecto al año anterior, fuera el precio al que se cierren los contratos que, la AICA nos recuerda, sigue siendo obligatorio firmar antes de descargar el primer racimo de uva en la tolva; y en los que deben figurar el precio y el plazo de pago que no exceda de los treinta días desde la entrega del último remolque. Pero, al menos que podamos publicar con un mínimo de prudencia, los que lo han hecho hasta ahora ha sido sin el contrato.

Los datos cuantitativos y cualitativos que se desprenden de un fruto con una sanidad espectacular, un tamaño de las bayas pequeño y un potencial de calidad en los elaborados de gran potencial, nos hacen pensar que los precios debieran estar por encima. Y que, además ese incremento no sería muy difícil repercutirlo en el precio de los mostos y vinos, consiguiendo así profundizar en la senda del aumento del valor de nuestros elaborados.

¿Será así? Confío en que no dejemos pasar esta excelente oportunidad. Pero, de momento, todo está por ver.

Todo a favor para una buena campaña

Tal y como era de esperar, y a pesar del retraso generalizado de entre diez y quince días sobre las del año pasado, las vendimias de 2016 acaparan prácticamente toda la atención de un sector que ha pasado por alto un dato tan importante como el que arrojan las estadísticas de exportación del primer semestre del año y que suponen no solo una aumento del valor, en cifra interanual, de más de noventa millones de euros (+3,5%), sino que, además, el aumento lo acapara la categoría de vinos envasados. Y aunque es cierto que en volumen el dato resulta inferior (seguimos en datos interanuales) al del año anterior, exportar más de veintitrés millones de hectolitros, casi veintinueve si consideramos mostos y vinagres, es una cifra más que aceptable.

Lo que explicaría, en buena parte, el optimismo con el que se contempla la vendimia de este año por parte de las organizaciones agrarias, que insisten, una y otra vez, en llamar la atención de sus asociados sobre la oportunidad que supone esta campaña de cara a conseguir mejorar los precios de sus uvas, dados los problemas de cosecha que están teniendo Francia y Portugal, con previsiones inferiores a las del año pasado, o apenas del cinco por ciento de incremento en Italia.

Tampoco es ajeno a generar esta expectativa en los precios el hecho de que las previsiones que se barajaban a finales del pasado mes de julio sobre la cosecha española se han desinflado debido a la ausencia de lluvias en agosto y la falta de desarrollo que ha tenido el fruto. Una uva de excelente calidad, en términos generales, salvo zonas muy concretas donde el mildiu se ha dejado notar, y que permiten afrontar la vendimia con gran optimismo.

Lástima que la puesta en marcha de la Interprofesión, con la publicación de extensión de Norma y la elección de su director, no haya venido acompañada por la publicación de los datos mensuales del Infovi relativos a las declaraciones de existencias que nos permitieran conocer con exactitud al volumen al que nos enfrentamos de cara a comercializar esta campaña. Pero seguro que en pocos días tenemos información al respecto, ya que sabemos que desde el Magrama están haciendo lo imposible por “pulir” aquellos detalles que están impidiendo la puesta en marcha de una recopilación de información novedosa y su publicación tal y como se había diseñado.

Por una información seleccionada

Es habitual que en estas fechas los rumores sobre la nueva cosecha vayan adquiriendo protagonismo y desde instituciones y organizaciones profesionales y empresariales se viertan impresiones y estimaciones sobre lo que nos deparará la vendimia 2016. Cuando nos enfrentamos a una producción superior a la del año pasado y las condiciones generales permiten pensar en que es posible que esta situación, lejos de verse correspondida con una reducción en los precios de las uvas (lo que sería lo normal si atendiésemos exclusivamente a la ley de la oferta y la demanda), apunta hacia una recuperación de la cotización; la atención se hace todavía más notable y los cálculos se suceden en todos los medios de comunicación.

Lo que ya no es tan habitual es encontrarse con que estas estimaciones son tratadas con el rigor periodístico que requieren, ya que, en algunos casos, se confunden variaciones con respecto a la cosecha del pasado año con la de la media de la zona, o la “normal” (que seguimos sin conocer exactamente qué significa). Incluso confundiendo localidad, comarca o región con denominación de origen. Por no hablar de mezclar kilos con litros, o pesetas (euros sería lo más correcto, pero es que todavía sigue empleándose nuestra antigua moneda en el sector) por kilo, por el kilogrado, sin citar, por supuesto, el grado.

En fin, un sin número de “pequeños detalles” que, la mayoría de las veces sin ninguna mala intención, lejos de arrojar luz sobre la nueva vendimia, lo único que consiguen es sembrar las dudas y ocasionar un cierto desazón en el lector ante la inseguridad de estar entendiendo correctamente lo publicado.

Tampoco son ajenas a esta situación “las fuentes”, que en algunas ocasiones juegan a utilizar diferentes magnitudes para lanzar un mensaje confuso que beneficie sus intereses.

Sea como sea, y con el compromiso, como siempre, de ofrecerles la máxima información contrastada y homogeneizada, las primeras estimaciones realizadas por la organización agraria Asaja apuntan hacia una cosecha que podría resultar en el entorno de los cuarenta y seis millones de hectolitros de una uva de buena calidad. También los hay que consideran que esta cifra estaría muy por debajo de los cincuenta millones de hectolitros en los que sitúan la cosecha, pero a estas fuentes no las tenemos debidamente identificadas y sus estimaciones habrá que situarlas en cuarentena.

Sobre los rumores, que es lo único que de momento se conoce, relativos al precio de la uva, todo apunta hacia un sostenimiento de los pagados en la campaña pasada, o incluso a que sean algo superiores. Dependiendo de la calidad, variedad y zona de producción. Y aunque, en términos generales, podría decirse que los varietales foráneos comienzan a mostrar síntomas de debilidad en algunas zonas, dada la entrada en producción de numerosas hectáreas de las reconvertidas y reestructuras; tampoco aquí esos comentarios permitirían decir que, por norma general, fueran a ser inferiores sus cotizaciones.

Existencias a final de campaña ligeramente inferiores a las del año anterior, aun cuando los datos oficiales no los conoceremos hasta el mes que viene. Cosechas inferiores en el Hemisferio Sur, así como en Francia o Portugal y similares en Italia; albergan la esperanza de nuestras bodegas de enfrentarnos a una campaña en la que, a poquito que no nos pongamos nerviosos, sea posible mantener los mercados y el nivel de volúmenes récord de exportación de esta última campaña e incrementar un poco (cinco o diez por ciento) los precios.

Es más, incluso los hay (castellano-manchegos) que están dispuestos a solicitar del Ministerio la puesta en marcha de los mecanismos que tiene el sector a su alcance, para autorregularse y ordenar la producción y las disponibilidades en cada momento para facilitar esa recuperación de los precios.

Ahora, sí

Si bien no faltan quienes ven en la Orden 1241/2016 publicada en el BOE del sábado 23 de julio por la que se extiende el acuerdo de la OIVE (Interprofesional del Vino) al conjunto del sector para las campañas 2016/17 a 2018/19, y por la que habrá que pagar una cuota de comercialización de 0,23 € por hectolitro si es envasado o de 0,065 €/hl si lo es a granel; un nuevo “impuesto al vino”; esto es “algo más” que una contribución obligatoria.

Es la confirmación de que el sector ha asumido que las soluciones a sus problemas de falta de transparencia, precios bajos, pérdida de consumo o escasa valorización, deben ser propiciadas por él mismo, lejos de ayudas o subvenciones. Y como para llevar a cabo cualquier medida es necesario el vil metal del dinero, el sector debe encontrar la forma de recaudarlo.

Seguro que habrá quienes encuentren otra manera de hacerlo, pero esta es una y, mientras no se demuestre lo contrario, la mejor posible para el conjunto del sector vitivinícola español representado en su Organización Interprofesional (OIVE).

Ahora habrá que exigirle un uso y control adecuado de esos fondos, pero al menos permítannos que mientras se pone en marcha su estructura, se pone a trabajar la persona elegida para ser su director, se comienza a recaudar con la colaboración de la AICA y se fijan los proyectos en los que se emplearán los fondos recaudados y auditado su pago… le demos un voto de confianza y afirmemos, a pies juntillas, que un gran paso en la mayoría de edad del sector vitivinícola español.

Para crecer en el consumo interno, mejorar la imagen de nuestro vino y hacer rentable el cultivo de la viña con estructuras económicas en las bodegas consolidadas, es necesario que sea el propio sector el que se involucre en su solución, imprescindible que exista una corresponsabilidad entre sus actores y una coordinación en sus actuaciones que hagan eficientes sus esfuerzos.

Tenemos un extraordinario potencial que debemos aprovechar para situarnos como el primer país productor y exportador, pero también debemos alcanzar puestos de privilegio en imagen y precios. Solo de esta manera será posible recuperar el consumo de vino.

Todos los expertos coinciden en señalar que el Vino dejó hace mucho años de ser un producto alimenticio, que sus cualidades emocionales superan en mucho las analíticas e incluso las organolépticas y que, por consiguiente, el mensaje que transmite su imagen juega un papel fundamental.

Los jóvenes y nuevos consumidores buscan en el consumo de vino placer, recuerdos, emociones y, todavía de forma tímida, pero con paso firme, va convirtiéndose en una bebida de moda. Es chic tener una copa de vino en la mano, disfrutar de una terraza en verano con una botella de vino,… generando atracción y adicción su cultura.

El problema es que, hasta hora, los intentos que desde el sector se han hecho por atraer a los nuevos consumidores han ido pasados de frenada. Se han intentado destacar sus valores organolépticos hasta tal punto que el efecto conseguido ha sido, precisamente, el contrario al buscado: rechazo y pánico en el consumidor. Hemos conseguido entre todos, especialmente los medios de comunicación, hacerle sentir al consumidor como un ignorante ante una copa de vino. Olvidándonos de que esta bebida requiere un aprendizaje previo a los conceptos de descripción sensorial de los que nos hemos valido.

La llegada de una nueva generación nos da la oportunidad de revisar nuestras actuaciones, nuestro lenguaje, el de nuestros vinos con sus características organolépticas, pero también de imagen. Para aprovechar esta oportunidad hay que conocer al consumidor, hay que investigar, hay que diseñar campañas de comunicación. Y hay que pagarlas.

Solo hace falta que no la fastidiemos

A diferencia de lo que venía sucediendo cuando en años anteriores se anunciaba una cosecha superior a la del año anterior, en esta ocasión el sector, en general, parece haber tomado conciencia de que la solución a sus problemas de consumo, precios y colocación de producción no está en la discrepancia y enfrentamientos, sino más bien en la coordinación y aprovechamiento de sinergias.

Parece bastante evidente que España está llamada a convertirse sino en el primer productor de vino del mundo, a ir alternando ese puesto con franceses o italianos; y eso requiere hacer frente a una producción por holgadamente por encima de los cincuenta millones de hectolitros. Lo que hacerlo de un país en el que su consumo interno está en los diez millones obliga a hacer un ejercicio de armonización algo más que imaginativo si queremos que buena parte de ese potencial de producción no acabemos perdiéndolo.

Las exportaciones nos están yendo bien y poco a poco vamos haciéndonos con nuevos mercados y consolidando los ya conquistados. Batacazos como los que ha tenido Chile este año con una cosecha inferior a la anterior casi un veinticinco por ciento y una calidad de la uva y, es de suponer que de  mostos y vinos obtenidos de ellas, que no es toda la que los mercados exigen. Abre un importante hueco para un país como el nuestro, con grandes volúmenes, precios muy competitivos y gran número de empresas ávidas de oportunidades por llenar esos huecos.

Conseguir poner un poco de orden en la producción, destinando el volumen necesario a la elaboración de mostos para abastecer el mercado mundial sin hacer tambalear los precios, elevar el precio medio de nuestros grandes volúmenes sin perder la competitividad y haciendo un poco más sostenible el cultivo de la viña con pequeños incrementos que marquen un futuro mejor para todos. Es posible, y para ello no hace falta mucho. Este año parecen que se alinean los astros, que calidad y cantidad nos son favorables. Solo hace falta que no la fastidiemos. Como los buenos enólogos, que seamos capaces de sacarle a la viña todo el potencial que tiene.

Un sueño al alcance de la mano

Llega el verano y con él la vendimia llama a su puerta, las previsiones y rumores sobre volúmenes, precios, calidades y posibles utilizaciones sobre la próxima cosecha se suceden como una gran torrentera, con el tradicional desorden que amenaza con llevarse por delante una buena parte de lo que de bueno tiene.

Año tras año, y ante la falta de una información imparcial y objetiva sobre lo que puede empezar siendo la campaña, las diferentes organizaciones empresariales y profesionales se apresuran a “arrojar luz al mercado” con sus vaticinios sobre la próxima vendimia. Y aunque a todos ellos les induce un espíritu de servicio, hemos tenido ocasión de comprobar como no siempre están exentas sus previsiones de un cierto interés por favorecer los intereses del colectivo al que representan, haciendo hincapié en aquellos aspectos que les son favorables y obviando, o pasando de puntillas, por aquellos otros que no les son propicios.

Lo que hasta ahora hemos podido saber a este respecto es que la cosecha viene bien, muy bien si atendemos a lo publicado hasta ahora en notas de prensa y hemos tenido ocasión de comprobar en el propio viñedo, pero, antes de empezar a intentar separar el grano de la paja y comenzar a publicar (como haremos a partir de la primera semana de septiembre) nuestras propias estimaciones y comentarios semanales, convendría recordarle al sector, en su conjunto, la conveniencia que tendría para “todos” una coordinación que permitiera disponer de toda la información necesaria sobre las existencias de vino y mosto con la que contamos al inicio de campaña, unas estimaciones contrastadas, una cierta coordinación a la hora de definir sus posibles utilizaciones, y (puestos a soñar) que permitiera alcanzar una mínima coordinación en las disponibilidades a lo largo de la campaña.

Hoy tenemos medios para poder hacerlo. Contamos con un servicio como el Infovi, que debería permitir disponer de las existencias; una Interprofesional que representa a todo el sector productor, un Ministerio que se muestra dispuesto a colaborar en lo que le demande el sector, con herramientas legales para poder hacerlo y organismos dispuestos a actuar como amalgama. ¿Seremos capaces de hacerlo?

Resulta escalofriante pensar que al fin lo podríamos conseguir. Esperemos que no sea tan solo un sueño.

Trabajando por el sector

Con la extensión de norma de la Organización Interprofesional de Vino de España (OIVE) todavía por publicar en el Boletín Oficial del Estado (el Magrama se comprometió a hacerlo a mediados de este mes) y la imposibilidad de ponerla en marcha, aunque no está prevista que lo haga hasta el mes de septiembre y sea por tres campañas hasta la 2018/19; el sector comienza a moverse y a agilizar los trámites que permitan perder el menor tiempo posible.

Para ello, la OIVE parece haber llegado a un acuerdo con una entidad financiera que estaría dispuesta a adelantar el coste de funcionamiento necesario en los primeros meses hasta que comience a hacerse efectiva la recaudación de los 0,23 €/hl de vino vendido envasado y 0,065 €/hl si lo es a granel, establecidos como cuota en la extensión de norma. Ello permitiría a la OIVE disponer de una estructura estable mínima, compuesta en un primer momento por un gerente a tiempo completo, cuya selección por parte de una empresa de personal se encuentra ya muy avanzada, tan solo pendiente de que en los próximos días la Ejecutiva de la OIVE elija de entre los dos o tres seleccionados a la persona indicada.

Aunque en estos momentos todavía no es posible concretar el nombre de la persona escogida, por lo que hemos podido saber dos de los candidatos están íntimamente relacionados con el sector, su profesionalidad es excepcional y estamos seguros de que cualquiera de ellos sabrá manejar con discreción los naturales roces que su puesta en marcha generará.

Su profundo conocimiento de las gentes que componen el sector vitivinícola español les ayudará en esta “delicada” tarea, y su firme convencimiento de que nos enfrentamos a una oportunidad histórica y, muy posiblemente, la última que tengamos en las próximas décadas, jugará a su favor para hacerla realidad.

Los datos que van apareciendo sobre el consumo interno, no solo los relativos a productos vitivinícolas; junto con la evolución de las exportaciones, a pesar del “Brexit” y las oportunidades que otros países como Chile ven en esta ruptura europea para hacerse con una mayor parte del mercado anglosajón; y el propio convencimiento de viticultores y bodegueros españoles, conscientes de que es el momento de dar el paso hacia delante e ir orientando el mercado hacia vinos con un mejor precio, prometen unos años apasionantes que confiemos los nuevos políticos que lleguen al Magrama sepan entender y se pongan a disposición del sector, colaborando y ofreciendo el marco legislativo conveniente.

Sería deseable que compartiesen la creencia de que solo desde la formación y la información es posible luchar contra el alcoholismo. Que solo la cultura es capaz de superar las políticas restrictivas e inquisidoras de prohibir y perseguir. Pero considerando lo hecho hasta ahora y la postura mantenida, quizás esto sea mucho pedir. Así es que mejor aspiremos a que se estén quietos, dejen trabajar a los empresarios y organizaciones del sector y crean en nuestras posibilidades.

Un buen ejemplo de esto sería la decisión adoptada el pasado 30 de junio por la Conferencia Sectorial Magrama-CCAA de crear un Grupo de Alto Nivel que trabaje por salvaguardar más allá del 31 de julio de 2018 los Programa de Apoyo Nacional al Sector Vitivinícola Español (PASVE), acompasándolo a los plazos de la Política Agraria Común (PAC) vigente hasta el 2020.

Claro que para lo que no debería ser utilizado el sector también fue un buen ejemplo esta reunión, ya que en ella volvió a suscitarse el tema de la gestión de estos fondos que algunas CC.AA. reclaman para ellas, cuestionando el actual modelo nacional-regional y dándole mucha menor importancia a su efectividad, coordinación o incluso control.

Un momento histórico

De semana intensa y transcendental podríamos calificar lo acontecido en estos últimos días. Pues, si bien se han registrado dos acontecimientos que no están relacionados directamente con el sector vitivinícola, su alcance es tal que sus consecuencias se deberán hacer notar de forma considerable, también en el sector vitivinícola.

La formación de un Gobierno estable, tras seis meses “en funciones” desde aquellas Elecciones Generales del 20 de diciembre de 2015 que pusieron de manifiesto la escasa altura moral de nuestra clase política, que antepuso los intereses particulares de sus cargos o partidos políticos a los de la nación, tuvieron su segunda vuelta el pasado domingo. Con un resultado que volverá a darles la oportunidad de demostrar lo que han aprendido de todo lo sucedido, llegando a un acuerdo que permita disfrutar de un Gobierno estable, capaz de hacer frente a situaciones históricas y de grandes consecuencias como es la salida clara y definitiva (esperemos) de la crisis económica y financiera; y el “Brexit” aprobado por el Reino Unido.

De momento, todo lo que podamos aventurar sobre los efectos que vaya a tener el “Brexit” en el sector vitivinícola español, es pura especulación. Ya que al hecho histórico que supone ser la primera vez que un país miembro de la UE solicita su salida voluntaria, hay que añadir la postura encontrada del resto de países miembros, entre los que los hay que apuestan por una salida rápida y con graves consecuencias para las relaciones entre ingleses y europeos con las que frenar los brotes a favor de algún referéndum similar en otros países; y aquellos otros que consideran que esta nueva situación, a largo plazo, no debería ir más allá del establecimiento de acuerdos comerciales preferenciales que permita mantener el importante mercado que para la Unión Europea representa el Reino Unido.

La importancia que para nuestra economía tienen los británicos apenas requiere ser mencionada. Es el tercer país en valor de nuestro sector vitivinícola en exportación y el cuarto en volumen. El más importante para los vinos de Jerez y pagan un precio medio que está un setenta y cinco por ciento, aproximadamente, por encima del precio medio al que exportamos.

Está bastante claro que esta “extraña decisión” está teniendo consecuencias inmediatas, como es la devaluación de la libra o la caída de los mercados bursátiles; que en el corto y medio plazo repercutirán sobre el turismo y la gran población inglesa residente en nuestro país. Pero la propia reacción que está habiendo dentro del mismo país, con los escoceses pidiendo un nuevo referéndum porque ellos no quieren salirse, o incluso las declaraciones de algunos de los dirigentes que apoyaron la salida, mostrando sus dudas sobre si hicieron lo correcto; incrementa la incertidumbre sobre lo que pudiera acabar sucediendo y permite albergar la esperanza de que a medio y largo plazo ambas partes encontrarán la forma de minimizar los daños.