En el anterior número de SeVi les advertía sobre la conveniencia de estar muy atentos a los posibles movimientos del Ejecutivo en el tema impositivo, ya que se me antojaba más que probable que el vino fue objeto de deseo del Sr. Montoro y pretendiese modificar el tipo impositivo actual del 0%.
Hoy, dos semanas después y sin el techo de gasto (primer paso en el proceso de la elaboración de los Presupuestos Generales del Estado) aprobado, las declaraciones del titular de la cartera de Hacienda y Función Pública, de quien depende su elaboración, no pueden ser más preocupantes: “No subiré los principales impuestos, pero habrá que modificar los pequeños, como son los impuestos especiales”
¿Se está refiriendo solo a los de los hidrocarburos, o los del alcohol también serán considerados como un impuesto menor y será modificado su tipo impositivo? Eso es algo que, de momento, no podemos aventurar. Pero, ¡qué miedo me da!
No solo porque tenga el firme convencimiento de que está siendo una opción muy tenida en cuenta por el gabinete del ministro, sino porque el propio sector de bebidas alcohólicas, coincidentes en esta apreciación se ha apresurado a encargar un informe a Analistas Financieros Internacionales a fin de analizar las posibles repercusiones que un cambio en la actual política fiscal podría tener sobre la actividad económica y la recaudación fiscal.
Sus conclusiones, hechas públicas el lunes pasado (disponibles en nuestra web) no pueden ser más tajantes. Su mantenimiento representaría que la contribución fiscal en la cadena de valor del sector, considerando las previsiones de crecimiento (2014-2017), se incrementaría en 1.718 M€, el VAB 3.488 M€ y los empleos generados en 64.061. Un incremento de la fiscalidad del 10% en el impuesto especial y elevación del IVA al general (21%) en Hostelería provocaría un traslado del consumo del canal Horeca al de Hogar, una pérdida en la actividad económica (VAB) del 9,2% (3.660 M€), 52.734 puestos de trabajo (7,1% de los actuales) y una pérdida fiscal neta de 46 M€.
Con total independencia de lo que puedan depararnos los acontecimientos de las próximas semanas, está bastante claro que sobre el sector vitivinícola español pende una amenazante Espada de Damocles. La posibilidad de modificar el tipo impositivo que afecta al vino tendría consecuencias calamitosas sobre un consumo que ya tiene bastante con “lo suyo” como para tener encima que hacer frente a una subida de impuestos que resulta totalmente inasumible por parte de la industria. Su traslación al consumidor repercutiría en los ya preocupantes niveles de consumo y acabarían afectando a su cadena de valor, en la que el sector primario, especialmente, reclama insistentemente la necesidad de aumentar los precios a los que vende su producción, sin más conclusión de los expertos que eso no será posible en tanto en cuanto no consigamos vender con mayor valor nuestros vinos.
No obstante, seamos positivos y tomemos lo que de bueno tiene esta situación, y una de las más destacadas cosas buenas que está teniendo es la poner de acuerdo a diferentes colectivos: cerveceros, bodegueros y elaboradores de bebidas espirituosas y sidras han sido capaces de adelantarse a los acontecimientos, dotándose de un documento independiente y riguroso que les permita disponer de argumentos concretos y contrastados sobre las consecuencias que una modificación de la tributación podría tener sobre las arcas públicas.
Luego vendrán consideraciones de índole política y populistas que distan mucho del razonamiento y la lógica. Pero, al menos, no podremos decir que no hemos ido preparados para contestar las propuestas del Ministerio.
Confiemos en que el trabajo de lobby que tiene que desarrollarse tenga éxito y dentro de unas semanas hablemos de este asunto como un mal sueño propio de alarmistas que solo ven fantasmas donde no los hay.