La exportación confirma las estimaciones

Desde que se iniciara la vendimia 2017, y atendiendo a las estimaciones que se barajaban en todos los países productores, las cotizaciones de los vinos iban a experimentar un cambio muy sustancial, especialmente en España, país del que básicamente se abastecen Francia e Italia y donde las producciones no iban a seguir un camino muy diferente del nuestro. Solo Portugal barajaba un ligero incremento en su producción con respecto a la del año anterior.

Como así fue, lo que obligó a que los precios a los que se firmaron los primeros contratos de la uva, tuvieran que ser revisados al alza ante las cotizaciones a las que iban cerrándose los posteriores.

Pero para que los precios subiesen había que cerrar operaciones, firmar contratos que sellasen incrementos de cierta envergadura y que tenían su origen, mayoritariamente, en operaciones de exportación. De nuevo, franceses e italianos acudían al mercado español en busca de vinos con los que cubrir una parte importante de sus necesidades que, por precio, les resulta totalmente imposible satisfacer aprovisionándose de sus respectivos mercados interiores.

Pues bien, publicados los datos de exportación correspondientes al mes de septiembre, ya podemos conocer con mayor exactitud cuál ha sido ese incremento y especialmente en qué medida ha afectado cada tipo de vino.

En datos interanuales, digamos que mientras los vinos envasados muestran un comportamiento estable, con incrementos del 2,9% en valor y del 2,1% en volumen, por lo que el precio medio de 2,11 €/litro apenas aumenta en un 0,7%. Son los vinos comercializados a granel los que reflejan mejor esta situación, pues una pérdida de volumen del 2,5% iba acompañada de un incremento en el valor del 12,4%, elevando el precio medio hasta los 0,44 €/litro frente los 0,38 del periodo interanual anterior.

Y aunque habrá que esperar a conocer los datos de los meses de octubre y noviembre, todo parece indicar que esta tendencia no solo se mantendrá, sino que muy probablemente se acentúe considerablemente, elevando por encima de los cincuenta céntimos esa cotización de los graneles.

Sin duda una excelente noticia para un sector que está demostrando su responsabilidad en unas circunstancias que sabe que debe aprovechar para aumentar el precio de sus vinos, acercándolos un poco más a su valor real.

Una llamada de atención

Tal y como era de esperar, los operadores españoles no iban a cruzarse de brazos ante la espectacular escalada de precios que el vino en origen está experimentado desde que se iniciara la campaña y se confirmaran los datos de cosecha. La búsqueda de países de los que abastecerse no ha resultado sencilla, pues en similares circunstancias se han desarrollado las vendimias en los principales países productores: Francia con un pérdida de diecinueve por ciento e Italia en el entorno del veinticinco. Pero, no sin ciertas dificultades, llegaba a Valencia el pasado miércoles un barco lleno de mosto azufrado procedente de Bulgaria.

Considerar que esta operación puede suponer un freno en las transacciones y la evolución de sus cotizaciones en el mercado nacional, es tan pretencioso como improbable. Pero sí, al menos, deberemos darle la importancia que en sí mismo tiene y que supone una llamada de atención a los operadores sobre la necesidad de poner coto a unas pretensiones que están completamente fuera de lo que un mercado maduro puede soportar.

Todos debemos ser conscientes de que los vinos y mostos y españoles son de una extraordinaria calidad y nos los compran a precios muy por debajo de lo que sería su verdadero valor. Que esto provoca que las bodegas liquiden las uvas por debajo incluso de lo que serían sus costes de producción, circunstancia que solo es posible por la gran cantidad de viticultores a tiempo parcial cuyas motivaciones para mantener un cultivo poco rentable están en aspectos que nada tienen que ver con los principios básicos de cualquier actividad empresarial o profesional.

Pero tampoco nos podemos olvidar de que estamos en un mercado globalizado, donde los consumidores cada vez tienen más que decir sobre los precios de los productos que no son de primera necesidad.

Podemos trabajar todos juntos por acercar el precio al valor. Ir poco a poco trabajando con los consumidores en el reconocimiento de la calidad y la necesidad de pagar un poco más por un excelente producto y hacer posible la existencia de una cadena de valor que satisfaga a los viticultores e incentive en la búsqueda de la calidad.

Lo hemos dicho en reiteradas ocasiones, y seguiremos haciéndolo mientras tengamos dónde; nuestros vinos y mostos tienen un excelente calidad media, disfrutamos de un amplio abanico de variedades y tipologías de vinos, nuestras bodegas han hecho un extraordinario esfuerzo por tecnificarse y hacerse eficientes. Como nuestros viticultores por adecuar sus producciones a lo demandado por los consumidores, con una profunda reconversión y reestructuración de sus viñedos. Nos queda conseguir valorizar nuestro producto. Llevamos años en este camino y lo vamos a conseguir. Sin ninguna duda.

Un camino marcado

Tener una cosecha tan corta como la que este año hemos obtenido en toda Europa es una cuestión que preocupa. Y no ya tanto por lo que pudiera suponer en el comercio y sus efectos sobre los precios en destino que pudieran acabar soportando los consumidores, como por las causas que han provocado esta situación. Lo que hace tan solo un decenio era cuestión discutible (y discutida) en muchos foros, donde se cuestionaba desde la existencia de un cambio climático hasta los efectos que este pudiera acabar teniendo en la vitivinicultura mundial. Hoy se ha convertido en una verdad irrefutable, de la que solo es posible discrepar en aquellas cuestiones relacionadas sobre la profundidad de los efectos que pudiera acabar teniendo o la capacidad del propio sector para adaptarse a estas nuevas circunstancias.

Y buena prueba de ello es la gran preocupación que existe entre los viticultores españoles que, no conformes con la pérdida de un veinte o incluso un treinta por ciento de su cosecha, lo que ha venido a añadir un nuevo problema a lo que ya sucediera en la campaña anterior; temen la memoria de la tierra y las consecuencias que esta pudiera tener sobre la campaña venidera y siguientes.

Es muy pronto, y resultaría temerario hablar de lo que pudiera suceder con la próxima cosecha. Pero los viticultores conocen bien su viñedo y saben que ni las lluvias están acompañando como para ver la solución a este periodo de sequía que vivimos en toda la geografía española, ni la tierra tiene la capacidad de recuperarse de manera inmediata. Es como un gran transatlántico cuyas maniobras resultan lentas en sus reacciones.

No hay duda de que, efectivamente, la situación difiere mucho ya se trae de una explotación en secano o regadío, pero ni tan siquiera estas últimas escapan a la alarmante situación que vivimos. La falta de lluvias hace que los acuíferos de los que se abastecen estén bastante esquilmados y que su capacidad para regar los viñedos corra peligro.

Ante esta situación no es de extrañar lo que está sucediendo con los vinos en origen, cuyas cotizaciones han aumentado de manera espectacular desde que se iniciara la campaña y actualmente no dan muestras de debilidad como para permitirnos pensar que vayan a bajar en las próximas semanas.

Desde el sector español se lleva años luchando por aumentar el valor añadido de nuestra producción. Unos aludiendo a la necesidad de trasladar graneles a envasados; otros, más precisos en sus aseveraciones, buscando la marca en el origen como factor de valor, olvidándose de cuál sea el tipo de envase (el granel también es un envase) en el que se venden. Actualmente tenemos una gran oportunidad de afianzar lo que ya algunas bodegas llevan años trabajando, hacerse un hueco en el mercado internacional olvidándose del camino fácil de vender a franceses o italianos (por citar los dos principales países compradores de vinos de bajo precio español) y llegar directamente al importador o distribuidor.

Pero no es una tarea ni rápida, ni sencilla. Requiere de mucho esfuerzo, un gran músculo para aguantar oscilaciones que no pueden trasladarse a los mercados de detalle y campañas como estas, con subidas en las cotizaciones de origen tan importantes, son un gran problema. Aun así hay muchas bodegas que lo están intentando, que han tomado su maleta repleta de muestras con la intención de situar su vino en los lineales de las principales cadenas internacionales. Incluso han asumido que esas muestras deben respetar el origen y la identidad varietal, pero que es posible adaptarlos a los gustos de los consumidores a los que van dirigidos.

Un camino marcado que admite pocas desviaciones y que, ni cosechas, ni precios, serán suficientes como para desviarnos.

El enoturismo como dinamizador del producto

Hablar de calidad, aumentar la percepción que los consumidores tienen de ella y mejorar el valor añadido de nuestros vinos. Son, todas ellas, consecuencias casi directas de una recuperación del consumo.

Pensar en volver a un consumo alimenticio del vino es tan utópico como pensar que volveremos a los televisores de lámparas. Tener alguno en un lugar de la casa como elemento de decoración, es posible. Pensar que veamos la televisión con ellos, una insensatez.

Por suerte, o por desgracia, aquel tipo de consumo ha sido superado. Y al igual que las necesidades de nuestros viticultores ya no son las de una azada, y sí la de un tractor con el que llevar a cabo las labores agrícolas. O nuestras bodegas requieren depósitos con control de temperatura y asepsia en sus instalaciones. Los consumidores nos acercamos al vino como un objeto de placer y de lujo, al que todos aspiramos y que solo alcanzamos en función de la renta disponible que tengamos para hacerlo.

Podemos ser el país productor que más barato vende sus vinos, el que menos valor añadido somos capaz de trasladarle a la botella y uno de los que mayor oferta de variedades y tipologías dispone. Hasta somos capaces de ser el país que más guías de “vinos baratos” publica, ante la gran oferta existente.

Pero nada de todo eso tiene sentido si no somos capaces de acercarnos a los consumidores, intentando satisfacer esas nuevas necesidades que tiene.

En los últimos años, la gran mayoría de bodegas, de las grandes que disponen de medios que destinar a estos fines, han dado un giro en su política de comunicación, han buscado actividades, acciones culturales, gastronómicas, turísticas, deportivas… con las que llevar a cabo un marketing relacional que aproveche el empuje del que carecían sus productos, aportándole una gran calidad e imagen.

Así, el enoturismo, como un claro ejemplo de esa cualidad que disfrutamos de ser el segundo país más visitado del mundo, o la gran reputación de nuestra gastronomía, se ha desarrollado de manera exponencial en toda nuestra geografía. Hoy podemos aseverar que somos una potencia enoturística, y las perspectivas son de un gran potencial de crecimiento.

El camino está marcado y más tarde o más temprano nuestros vinos subirán sus precios como consecuencia de que se reconozca su valorización. Y en ese camino, la capacidad que tengamos de dar una imagen correcta y adecuada jugará un papel muy importante para determinar la velocidad con la que lo hagamos.

Marida mejor tu vida con vino

Bajo el lema “Marida mejor tu vida con vino”, la Organización Interprofesional del Vino de España (OIVE) pone en marcha una campaña informativa y de promoción con la que se pretende rejuvenecer la imagen del vino entre los consumidores y normalizar su consumo cotidiano.

Desde luego no es algo que a los lectores de SeVi les pueda sorprender, ya que hemos ido siguiendo el asunto desde el primer día con sumo interés. Y sí congratular, por ver hecha realidad una aspiración que desde el sector se lleva años demandando y que no acababa de concretarse.

Para ello ha sido necesaria la creación de una Interprofesional que fuera capaz de dotarse de una extensión de norma (contribución obligatoria de las bodegas) con la que nutrirse de fondos para llevarla a cabo. La constitución de una estructura mínima capaz de gestionar los recursos y coordinar los trabajos. La realización de un estudio de mercado que pusiera en evidencia aquellas fortalezas de las que debiera valerse para hacer frente a sus debilidades. Y la contratación de una agencia de convirtiese todo eso en un mensaje que comunicar en los diferentes medios al consumidor de la calle.

Todas y cada una de estas etapas han estado repletas de problemas a los que ha habido que ir dándole solución con más voluntad que recursos. Sin ningún género de dudas, no satisfará a todos, pero (y en mi opinión lo más importante) el martes 14 será presentada por la Ministra Isabel García Tejerina una campaña dirigida a recuperar el consumo cotidiano de vino en nuestro país.

Todos, aficionados y detractores somos conscientes del gran “glamour” que envuelve al vino, el enorme interés que despierta y lo interesante que resulta el tema en cualquier conversación. Pero también hemos podido comprobar de qué manera su consumo se ha complicado sobremanera en los últimos lustros, dotándolo de un boato instigado desde el propio sector que, claramente, se nos ha ido de las manos.

Convertir un producto alimenticio en un artículo de lujo tiene consecuencias muy importantes en su propia concepción. Transmitirlo adecuadamente, con un mensaje coherente, en los medios adecuados y empleando un lenguaje asequible, no es fácil, ni podríamos decir que se ha conseguido por muchas bodegas e instituciones responsables de que así hubiese sido.

Bajo el paraguas de la tradición hemos confundido a nuestros clientes, dando por sentados unos conocimientos de los que carecían, insistiéndoles en evidenciar sus deficiencias.

Y cuando se ha utilizado su imagen, lo ha sido para alertar de los graves perjuicios que sobre la salud o el tráfico tiene un consumo inapropiado.

Vencer todo esto no va a resultar una tarea ni fácil ni rápida. Va a requerir tiempo y mucha perseverancia. Pero, por primera vez, el sector dispone de una organización transversal de la que valerse y de unos fondos con los que dar sus primeros pasos.

Llegarán los malos momentos en los que quienes dudan de estas organizaciones colectivas dispongan de datos con los que justificar sus posiciones. Habrá que estar preparados para perseverar en la creencia de que solo desde la colectividad será posible recuperar el consumo de vino en España y dotarlo de un mayor valor añadido.

La escasez de una cosecha a nivel mundial que ha elevado los precios a niveles inimaginables podría parecer que no es el mejor escenario para aspirar a aumentar el consumo de un producto en clara tendencia alcista de precios. Pero si tenemos en cuenta los bajos precios de nuestros vinos, así como la escasa repercusión que sobre el precio de la botella representa el coste del líquido, puede incluso que el momento resulte favorable.

Tenemos una gran oportunidad para dar un gran salto cualitativo y la vamos a aprovechar.

Las IGs buscan adaptarse a los nuevos mercados

Si queremos defender y proteger el patrimonio cultural y económico que representan las Indicaciones Geográficas de Calidad, estas hay que adaptarlas a los nuevos mercados, plataformas de comercio y registros. Resulta bastante fácil de imaginar que todo ello ha cambiado mucho en los últimos años, y todavía lo hará más en los venideros, por lo que su adaptación se hace imprescindible si queremos que puedan seguir desempeñando el papel para el que fueron creadas.

Conscientes de todo ello, el pasado 12 de octubre, con ocasión de la reunión del G7 de Agricultura en Bérgamo firmaron un documento estratégico con el objetivo de valorizar las I.G.s de ámbito agrícola, medioambiental y comercial, definiendo los instrumentos para luchar contra los fraudes, los planes para una producción sostenible y el impulso a las negociaciones para la tutela legal de las I.G.s.

Documento que se ha denominado “Declaración de Bérgamo” y cuyos cuatro puntos aluden, básicamente a: 1.- Creación de un sistema multilareal de protección; 2.- Mejoramiento en la transparencia de la “Internet governance” para una eficaz protección como propiedad intelectual, 3.- Profundización de las investigaciones y estudios respecto al aporte positivo de las I.G.s en la sostenibilidad económica, medioambiental y cambio climático; y 4.- Incremento de los recursos financieros para la cooperación internacional destinados al fortalecimiento de las I.G.s.

Ya en ámbito mucho más local pero no menos importante, los Consejos Reguladores de las Denominaciones de Origen vitivinícolas, agrupadas en la CECRV se reunían en Asamblea el pasado día 27 de octubre para solicitar una mayor simplificación administrativa en la comercialización de sus vinos. Denunciando que en algunas ocasiones los trámites burocráticos con el mismo fin, deben ser cumplimentados hasta tres y cuatro veces ante administraciones diferentes.

Conscientes de la evolución preocupante que están teniendo los precios del vino y las alarmantes consecuencias que pudiera tener sobre nuestro débil consumo y transcendentales exportaciones, apuestan por aprovechar la coyuntura para acercar a su valor real los vinos de calidad aumentándoles el precio. Pero siempre bajo el estricto criterio de un posicionamiento correcto en los nichos de mercado.

La unión hace la fuerza

Hace escasamente unas semanas, la sectorial vitivinícola de Asaja Castilla-La Mancha sorprendía, o no tanto, solicitándole al consejero de Agricultura, Medio Ambiente y Desarrollo Rural de esta Comunidad, Francisco Martínez Arroyo, la puesta en marcha de un observatorio del vino en la región. Los argumentos utilizados: “dotar al sector de transparencia y que proporcione información veraz sobre producción, precios, tendencias de los mercados, así como otros temas vinculados a la actividad y la industria vitivinícola”.

Loable iniciativa que debiera revertir sobre un mercado en el que la evolución de sus cotizaciones da la impresión de carecer de una estrategia profesional a medio y largo plazo que permita a sus vinos ser algo más que la bodega de la que abastecerse aquellos que sí disfrutan de valor añadido en sus productos.

El problema está en que no alcanzo a entender dónde está la ventaja de trocear la eficacia de un organismo tan eficaz como pudiera ser la de un Observatorio Español del Mercado del Vino. Como no sean motivaciones de índole político, que en los últimos tiempos están otorgándole a los sentimientos regionalistas un protagonismo que no siempre resulta bien entendido.

Para ser justos, he de reconocer que pertenezco, desde hace varios años, al Patronato del Observatorio Español del Mercado del Vino en calidad de “patrono experto”, y esto podría llevarme a no ser muy ecuánime en mis valoraciones. No obstante, algunos de los más destacados miembros de la organización agraria comparten mesa, por lo que deduzco que las razones que les han llevado a tomar esta iniciativa van mucho más allá del desconocimiento de cuál es su verdadero funcionamiento y las iniciativas emprendidas en las que suelen justificarse propuestas de este estilo cuando se desconoce el funcionamiento interno de una organización.

Posiblemente un observatorio en la región que concentra el cincuenta por ciento de la superficie y producción nacional, y que es reiteradamente señalada por sus propios operadores como la responsable de los “problemas” a los que debe hacer frente el sector vitivinícola nacional; sea una buena idea, dada la cercanía a la Administración que tiene en sus manos controlar la puesta en marchas las medidas procedentes del Programa de Apoyo al Sector (PASVE).

Pero, al menos, permítanme que cuestione tal eficiencia sobre unas medidas procedentes de la Unión Europea, en las que es el Estado Miembro el responsable de su desarrollo y el que debe dar cuenta sobre su aplicación y cumplimiento.

La globalización de los mercados es uno de los mayores retos a los que el sector vitivinícola debe enfrentarse en los próximos tiempos. Una gran oportunidad que debiera hacernos salir de la mediocridad a la que están sometido nuestros graneles y permitirnos abordar los mercados con nombre y apellido en nuestros vinos, que nos ayuden a generar marca y obtener valor añadido. Para ello es necesario disponer de una información actualizada, veraz e independiente de lo que sucede a nivel mundial. Lo que requiere grandes recursos, que deben ser complementados con sinergias procedentes de organizaciones más centradas en ámbitos profesionales, geográficos o de tipología de productos.

Dividir nunca me ha parecido una buena estrategia para el desarrollo. Como tampoco le he encontrado mucho sentido a lo de dedicar dinero público a hacer algo que ya están haciendo otros, en lugar de intentar mejorarlo y adaptarlo a tus necesidades.

Pero seguro que Asaja Castilla-La Mancha y la Consejería tienen argumentos mucho más sólidos que los míos para llevarlo a cabo, si es que al final lo hacen. Solo espero que lo expliquen muy bien, tanto como para que los demás lo entendamos, y que tengan mucho éxito. Porque en su triunfo está el de todos.

Un asunto que nadie se atreve a abordar

Las organizaciones agrarias y empresariales analizan la campaña, estudian sus producciones y valoran sus calidades. Llegando a la conclusión de que este año se debe producir una revalorización de los precios. Como si la ley de la oferta y la demanda, o el principio máximo que debe presidir cualquier entidad mercantil de maximizar el beneficio, no tuvieran nada que ver en esta batalla de precios en la que se ha convertido, desde el primer momento, la campaña vitivinícola 2017/18.

Disponer a nivel mundial de una cosecha, corta, muy corta; como consecuencias de inclemencias climáticas (cuyas consecuencias sobre la producción van más allá de la campaña en la que acaecen) es algo que preocupa mucho a quienes saben de lo que hablan. Sin duda, mucho que a aquellos que apenas ven más allá de la inmediatez y la oportunidad de sacarse de encima su producción a un precio que dobla aquel con el que se inició la campaña pasada.

Pasar de hablar de potenciales de producción por encima claramente de los cuarenta y ocho millones de hectolitros, para el caso de España, a hacerlo de una cosecha que apenas alcance los treinta y seis, según nuestras estimaciones (porque hay organizaciones que en sus círculos privados barajan cantidades de hasta dos millones menos); es un cambio muy importante. Como tomarse a la ligera si las circunstancias que nos han traído hasta aquí lo han hecho de forma circunstancial o es algo que cada vez se repetirá con mayor frecuencia.

Y aunque la lógica nos debería llevar a pensar en que en el término medio está la virtud, es decir, que reduciremos el potencial de producción pero produciremos mucho más de lo que hemos obtenido esta campaña; la posibilidad de que la planta se vea afectada en su fisiología es una amenaza muy seria como para pasar por ella ligeramente.

La cuestión está en discernir a quién corresponde analizar la situación e intentar arrojar luz sobre el asunto.

Mucho más allá del consumo

Son innumerables las ocasiones en las que desde estas mismas páginas nos hemos referido a la necesidad de recuperar el consumo de vino en España. Y no ya tanto por el hecho de qué hacer con nuestros cincuenta millones de hectolitros que potencialmente tenemos, sino más bien por el peso cultural que en nuestra sociedad tiene.

Vender el vino (o cuántos productos y subproductos podamos obtener de las uvas) lo haremos de una manera u otra. Conseguiremos mejor precio y unas rentabilidades que nos permitan considerar al viñedo como un patrimonio familiar o simplemente un cultivo sostenido en el recuerdo de nuestros ascendientes. Pero lo haremos.

Necesitaremos depósitos y barricas donde almacenar lo no vendido en una cosecha para darle salida en la siguiente. O, por el contrario, habrá que acortar los periodos de crianza con el fin de atender la demanda. Pero acabaremos dándoles salida.

Nuestras afamadas zonas productoras seguirán abriéndose un hueco cada vez mayor en el mercado internacional avalado en la calidad y reconocimiento de sus vinos.

De igual manera, los grandes y cualificados empresarios vitivinícolas encontrarán la forma de hacer de sus bodegas rentables negocios con dividendos suculentos que hagan interesante su inversión.

Y hasta es posible que siga formando parte de nuestro acervo popular y familiar su presencia en los momentos extraordinarios de celebración.

Al fin y al cabo no podemos olvidar que nada, ni nadie, obliga a un viticultor a serlo, ni a una bodega a mantener su actividad. Si unos y otros lo hacen es porque existen razones que así lo recomiendan.

El problema está en que si esas razones están muy alejadas de las económicas de rentabilidad y sostenibilidad, las cosas se complican mucho y hacen muy difícil que su supervivencia se sostenga en el tiempo.

Sabemos, porque estamos cansados de oírlo, e incluso comprobarlo en algún otro sector, que las tradiciones están muy bien y conforman y un patrimonio cultural a proteger, pero que suponen un coste económico muy alto que los ciudadanos no están dispuestos a asumir de manera individualizada.

Cuando se produjo la modificación de la OCM vitivinícola y se establecieron los planes de apoyo al sector nacionales ya denunciamos que si se quería mantener el viñedo en algunas zonas que no eran rentables por una cuestión medioambiental, sería necesario establecer una ayuda para ello.

Ahora, o desde hace ya varios lustros, pero de forma mucho más evidente ahora con la entrada en funcionamiento de la Organización Interprofesional del Vino de España (OIVE) y su extensión de norma que hace obligatoria su contribución; el sector debe tomar medidas y definir lo que quiere que sea su futuro.

Realizar campañas de recuperación de consumo basadas en no sé qué conclusiones de un estudio, que cualquiera de los que estamos familiarizados con este sector podríamos elaborar en sus líneas generales, es necesario y recomendable. Hacerlo desde la planificación de lo que queremos ser en un horizonte de cinco, diez y veinte años, una necesidad a la que nadie parece prestarle mucha atención.

La falta de organización y planificación genera desorden e ineficacia, ausencia de sinergias y desigualdades entre los agentes implicados. En este sector vitivinícola sabemos muy bien de lo que hablamos porque lo llevamos sufriendo desde hace décadas, con precios ridículamente bajos que hacen imposible retribuciones sostenibles en el sector primario.

La pregunta es si estamos dispuestos a buscar una solución o volvemos a plantear un parche a esta situación.

La UE confirma una cosecha muy corta

Ciento cuarenta y cinco millones de hectolitros, con una más que probable revisión a la baja en las próximas semanas, es la cosecha estimada por la DG Agri de la Comisión Europea para la campaña vitivinícola 2017/18. Esto supondría un 14,4% menos de vino y mosto que la anterior, lo que representa poco más de veinticuatro millones de hectolitros menos que los 169.495 obtenidos en la campaña 2016/17.

No es este un sector muy dado a alarmarse fácilmente. Precios que suben y bajan con demasiada facilidad en función de la posición mantenida por unos pocos operadores, que sin apenas movimiento de vino son capaces de alterarlas, nos han demostrado históricamente que es posible. Y aunque la gran mayoría se suben a este carro, más en la esperanza de saber bajarse en el último momento aprovechado todo el rango de subida que hayan sido capaces de reflejar sus cotizaciones; que convencidos de que se traten de cotizaciones reales y sostenibles en el tiempo. Hoy es prácticamente imposible acercarse al mercado a por algo que no sean partidas muy específicas de cualidades muy concretas y por las que, en estas o cualquier otras circunstancias, se estaría dispuesto a pagar precios que nada tienen que ver con los pretendidos por la producción.

Luego también están aquellos que conscientes de la perentoriedad de la situación buscan aprovecharla, y con pretensiones un poco más razonables buscan darle salida a la producción en pocas semanas, garantizándose el cobro y la retirada del producto y aprovechándola para fidelizar clientes. Naturalmente son muchos menos que los que están convencidos del poder dominante que tienen sobre el mercado y que aspiran a doblar los precios de la pasada campaña. Pero los hay, y es importante destacar que cada vez más.

También está ayudando mucho a que haya quien esté dispuesto a quitarse de en medio cuanto antes dándole salida a la cosecha de manera inmediata, el hecho de que los grandes distribuidores no se cansen de advertir que sus negocios no admiten subidas como las pretendidas y que la situación actual que están viviendo les obligará a buscar políticas imaginativas en precios y productos.