Más pronto que tarde deberemos abordar el tema de la ordenación del sector de una forma seria, responsable y siendo conscientes de la importancia que ello representa para el futuro de nuestros viticultores y bodegueros. Mantener precios que no permiten obtener una renta digna, es inasumible por un sector que quiera tener una cierta proyección. Solo cuando la viticultura se desarrolla como actividad secundaria a la que se obtiene la renta vital es posible enfrentarnos a esta situación, pero ni es factible desarrollar un sector basándonos en esta estructura productiva, ni imaginable que el relevo generacional no lleve parejo una profesionalización del sector que acabe con estas aberraciones comerciales.
Para cuando esta situación se haya dado la vuelta, será imposible mantener los actuales precios de las uvas en una parte muy importante de nuestra producción, los vinos deberán ser exportados a precios muy encima de lo que lo estamos haciendo, viéndose mermada de manera muy importante nuestra competitividad, y la producción tendrá que ser ajustada de manera imperativa.
Esta reconversión industrial, para la que hemos gastado insultantes cantidades de fondos en la reestructuración y reconversión de nuestro viñedo, inversiones en bodegas y desarrollo de mercados; expulsará del mercado a la gente que no haya sido capaz de ajustarse y cuando esto llegue las protestas de las organizaciones agrarias clamarán por la intervención de las administraciones que hagan menos dolorosa la situación.
Y yo me pregunto: ¿y si este proceso ya estuviéramos viviéndolo?
Sin querer hacer comparaciones, siempre odiosas y poco acertadas, hace unos años cuando hablábamos de los peligros del cambio climático y sus posibles efectos sobre la agricultura concluíamos que la viticultura encontraría la forma de adaptarse a estos cambios y amoldarse a los nuevos episodios de calor y ausencia de agua. Pero olvidábamos, o pasábamos por alto, que estos efectos no son inmediatos, y que vendrían acompañados de alteraciones en los periodos de lluvias y ciclos de temperaturas.
Este año hemos vuelto a las fechas en las que “tradicionalmente” tenían lugar las vendimias. Lo que en un principio no debería sorprendernos, pero las características del fruto no están resultando las mismas con las que vendimiábamos en aquellos años. Haciéndonos recordar aquellos vaticinios que auguraban episodios de sequía más largos y lluvias torrenciales, llevándonos a situaciones cada vez más extremas.
La verdad es que me declaro totalmente incapacitado para ni siquiera imaginar a lo que nos estamos enfrentando y si se trata de episodios aislados o es algo más transcendente y son las consecuencias de un cambio al que deberemos acostumbrarnos haciéndole frente.
Pero de una manera muy similar, me pregunto si no deberíamos utilizar esta alerta del clima e ir un poco más deprisa en este otro tema de la ordenación del sector.
Esta campaña tiene pinta de que va a ser muy complicada. Los incrementos en la producción se sitúan en porcentajes muy superiores a los que se han pactado de bajada en las cotizaciones de las uvas. Los mostos están reflejando esta disonancia y están cerrándose operaciones con importantes caídas en sus precios, no sabiéndose muy bien dónde se encuentra el suelo de las mismas. Y, de la misma manera que los vinos exportados de bajo precio a granel fueron los que más beneficiados salieron de una situación internacional de baja cosecha, es previsible que en esta campaña sean los que peor parte se lleven, devolviéndonos a cotizaciones que creíamos superadas.
Quizá, lo sucedido con las lluvias torrenciales de esta semana en Mallorca, Cataluña o la Costa del Sol no sean más que episodios extraordinarios. Quizá la cosecha y la caída de los precios, también lo sea. Pero igual deberíamos plantearnos qué hacer.