Por una mejor adaptación al mercado

Dicen los “viejos del lugar” que hasta San Isidro (15 de mayo) las heladas son un accidente meteorológico a considerar. El problema de este año es que su presencia podría generar un mayor daño del que sería “normal” dado el adelanto presentado por algunas viñas como consecuencia del calor. Como así parece haber sido en la provincia de Álava y La Rioja Alta, así como en Nájera y Entrena de la zona sureste, lugares en los que, según datos facilitados por Agroseguro, la madrugada del 6 de mayo se produjeron episodios que rondaron los -2’5ºC, viéndose afectadas unas cuatro mil hectáreas de viñedo. De esta cantidad cerca de la mitad ya habían presentado el día 10 sus correspondientes declaraciones de siniestro.

No obstante, es importante recordar que estos episodios ya tuvieron lugar durante las campañas 2017 y 2018 en las que se vieron afectadas cerca de veinticuatro mil hectáreas que dieron lugar a indemnizaciones cercanas a los 24 millones de euros en el 2017 y diez millones en la pasada 2018.

Volumen que como puede comprobarse no puede considerarse como representativo de un sector que abarca más de novecientas cincuenta mil hectáreas y produce cerca de siete millones de kilos de uva. Lo que no es óbice para que diferentes organizaciones agrarias denuncien las subidas de prima pretendidas para para la próxima contratación (diciembre 2019) por Agroseguro y que podría suponer hasta un cuarenta por ciento de aumento. Esgrimiendo como justificación, precisamente, la alta siniestralidad de los últimos años de Castilla y León, La Rioja y El País Vasco.

Uvas con las que elaboran vinos de perfiles muy diferentes y que intentan acoplarse lo máximo posible a las tendencias de los mercados. En los que actualmente una acidez bien marcada, como identificativo de frescura, domina claramente las preferencias. Característica que según recientes estudios de mercado no concuerda mucho con el perfil-patrón de la mayoría de los vinos españoles.

Con el fin de encontrar soluciones tecnológicas y promover el desarrollo de nuevos conocimientos, el Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial está desarrollando el proyecto “FreshWines” que se basará en estrategias vitícolas ecológicas en el viñedo y biotecnológicas en bodega que ayuden a mejorar la maduración de la uva y desarrollar nuevos vinos con perfiles acordes a la actual demanda internacional.

Confiemos en que entre unas cosas y otras, nuestros viticultores tengan la posibilidad de hacer rentable su actividad y permitan desarrollar una verdadera cadena de valor que permita aumentar el mix de nuestros productos.

Los objetivos claros

Escuchadas las palabras del ministro Planas en la inauguración de la Feria Nacional del Vino (Fenavin) que se celebra estos días en Ciudad Real, podríamos concluir que sector y Administración van de la mano en la consecución de objetivos claros y concretos: calidad, organización y la mejora de la internacionalización.

Para alcanzar dichos objetivos ha señalado el importante papel que deben jugar las cooperativas, a las que ha definido como “ejemplos muy significativos de esa implicación”, poniendo en valor las figuras de calidad diferenciada; el papel que debe jugar la Interprofesional del Vino en conseguir “vender a buen precio” en los mercados, especialmente los internacionales, deseando un incremento de la presencia de nuestros vinos en los mercados nacionales, de la UE y, muy especialmente, emergentes de Asia, Oceanía y América Latina.

Una declaración de intenciones que, sin duda, suscriben todos los que conforman el sector aunque en sus palabras no se hayan mencionado los precios a los que los viticultores están cobrando la uva y las escasa rentabilidad que obtiene la gran mayoría de ellos. Tema que, nos consta, preocupa mucho a su Ministerio, y que solo ha sido abordado de una manera lateral a través de las cooperativas, las que, en su doble papel de productor y comercializador, han de ser las que hagan posible esa traslación de riqueza al sector primario. Dejando en el aire el importante papel que deberían jugar unos precios dignos de la uva en la solución al despoblamiento que están sufriendo nuestros pueblos.

Tampoco parece que los últimos datos publicados por el OEMV, referentes a las exportaciones al mes de febrero, en los que el precio medio del producto vitivinícola español en el acumulado en  los dos primeros meses de este año se sitúa en 1,05 €/litro frente el 1,21 €/litro de hace un año (-13’22%); con gran estabilidad en los envasados, que apenas crecen un 0,6% en valor y 5% en volumen, con un precio medio de 2,22 €/litro frente a los 2,37 €/l del interanual; y de los Bag in Box que crecen espectacularmente en valor (+45,7%), volumen (+38,6%) y precio medio 1,39 €/litro frente a los 1,36 €/litro del interanual, pero cuyo peso en el conjunto apenas representa un uno con setenta y nueve por ciento en valor y uno con treinta y seis en volumen. Siendo la categoría de mayor peso, la del granel “puro”, la que más sufre en el precio con un aumento del 17,2% de su volumen pero una caída del 18,3% en el valor, dejando el precio medio en 0,42 €/litro frente los 0,55 €/litro del dato interanual.

Aunque viendo la evolución de los vinos con indicación de variedad y añada lo de poner en valor las figuras de calidad diferenciada podría merecer alguna consideración más profunda.

¿Y ahora qué?

Superada la primera tanda de elecciones, parece que las dudas sobre quiénes nos gobernarán los próximos cuatro años (o los que acaben resultando, porque lo de cumplir con la legislatura parece cosa del pasado) parecen haberse aclarado un poco más respecto a hace unas semanas.

Claro que, dado el escaso interés que han demostrado todos los partidos políticos y sus cabezas de lista por los asuntos agrarios, especialmente los relacionados con el sector vitivinícola, da casi lo mismo quién lo haga.

Entre que la mayoría de las competencias las tiene la Unión Europea, a la que por cierto, hay elecciones el 26 de mayo y donde visto lo que está sucediendo en los diferentes comicios con el triunfo de partidos antieuropeístas nos jugamos mucho más de lo que podamos imaginar con la reforma de la Política Agraria Común (PAC), el “Brexit” y la contribución de cada Estado miembro al presupuesto comunitario.

Que la cruzada contra el consumo de alcohol parece haberse convertido en bandera de todas las formaciones políticas, con pequeños detalles que apenas marcan diferencias.

O que aspirar a que se mime al sector vitivinícola y se apueste por la recuperación del consumo, soñando con un consumo moderado en el que la educación en el consumo del alcohol de nuestros jóvenes juegue un papel principal, como lo hacen con la sexualidad en las escuelas, es una entelequia.

Eso por no hablar de la despoblación de nuestro ámbito rural y la cantidad de soflamas que hemos tenido que aguantar en estas semanas de personajes que lo más cerca que han estado de una viña ha sido cuando se han bebido una copa de vino. Absolutamente ignorantes de cuál es el ridículo precio que perciben la mayoría de los viticultores por sus cosechas y dispuestos a seguir lanzando balones fuera, trasladando sus competencias a un sector que carece de medios con los que hacerlo con esa famosa frase de “haremos lo que el sector nos pida”.

No quiero un Estado intervencionista, ni que me impongan precios o me digan lo que tengo que pensar. Pero me gustaría que nuestros políticos tuviesen opinión sobre los temas que nos ocupan, en los que nos jugamos nuestro futuro. Acordarse de nosotros para recaudar impuestos con los que redistribuir la riqueza está genial. Pero ocuparse de saber cómo generamos esa riqueza y facilitar los medios con los que mejorar la competitividad y productividad, una obligación que parecen haber olvidado.

Podemos seguir apostando por aumentar nuestros rendimientos hasta límites insospechados, con el consumo de un bien tan escaso como necesario como es el agua. O podemos ser un poco más imaginativos y trabajar por un mayor valor de la producción que no obligue a nuestros viticultores a cuadruplicar la producción para que le sea rentable.

Para ello necesitamos políticas de Estado. No es posible hacerlo desde una bodega, ni desde una denominación de origen o región por potente que esta sea. Aquí estamos hablando de un problema sectorial que debe ser solucionado de una forma colectiva como país.

Muy posiblemente, y más después de haber pasado el examen que supone cualquier elección, estos temas pasarán al fondo de un cajón, de eso que “no le interesa a nadie”, hasta dentro de cuatro años en el que volvamos a reclamar de quienes ocupen la cabeza de lista en esos momentos, lo mismo que estamos haciendo ahora. Como sucedió hace cuatro, veinte o sesenta años. Porque por extraño que esto pueda parecernos desde que en el año ochenta y cuatro el Ministerio de Sanidad se opusiera a la realización de una campaña publicitaria sobre vinos, esto no ha ido más que de mal en peor, con profundos enfrentamientos entre sanidad, consumo y agricultura por utilizar el contenido alcohólico del vino como justificación campañas negativas para su consumo.

Para que no se vuelva a repetir

Según publicaba el Ministerio de Agricultura en su “Avance de superficies y producciones agrícolas” a 28 de febrero, la producción nacional de vino y mosto de la cosecha 2018 asciende a 50.244.900 hectolitros, lo que supone un 41,7% de aumento con respecto a la anterior, rompiendo la barrera psicológica de los cincuenta millones de hectolitros que ninguna declaración mensual del Infovi había hecho.

Producción que es consecuencia de la transformación de 6.297.700 toneladas de uva, lo que supone un aumento del 32% en cuanto a kilos con respecto al año anterior y un rendimiento del 79,78% en vinificación, con un aumento del 7,34%.

Estas cifras a mediados del mes de abril, a tres meses y medio de la nueva campaña, resultan, cuando menos, sorprendentes. Se hace necesaria una revisión de los procedimientos con los que trabaja el área de estadística del Ministerio. Ya que debería ser esta estimación la primera con la que comenzara a trabajar el sector antes de conocer los datos oficiales y concretos del Infovi, y no los últimos cuando ya se han realizado todas las declaraciones por parte de los viticultores.

Quizá si asumiésemos que para poder trabajar es necesario disponer de información actualizada y que los recursos del Ministerio deberían servirnos para ello, nos irían mejor las cosas. O quizá no, pero no sería porque los operadores no dispusieran de elementos que les ayudaran en su toma de decisiones.

Eso sí, al menos este retraso tiene una ventaja y es que nadie podrá señalar al Ministerio como responsable de haber generado una alarma en el comercio, ni ser responsable de descalabros en los precios o pérdidas de actividad comercial.

En otro orden de cosas, destacar que el MAPA ha elevado a consulta pública para alegaciones y sugerencias un proyecto de Real Decreto con el que modificar el RD 1363/2018 mediante “ajustes técnicos” para la aplicación de las medidas del Programa de Apoyo 2019-23 al Sector Vitivinícola con el que intenta evitar que se dejen sin ejecutar los fondos previstos. Durante el ejercicio FEAGA 2018 se dejaron sin gastar cerca de 50 M€, lo que representa un 14% de los asignados a nuestro país. Lo que es calificado por todos los colectivos implicados como “aberrante” y “totalmente inadmisible”. Además de suponer un alto riesgo de que Bruselas propusiera recortarlos en caso de que se repitiese esta situación.

Con ellos se pretende dotar a la normativa de una mayor flexibilidad, planteando modificaciones en aquellos artículos relacionados con la medida de promoción en mercados de terceros países de tal forma que se facilite su comprensión y verificación. Medida de reestructuración y reconversión ajustando los fondos asignados a las operaciones aprobadas y fondos ejecutados. Cosecha en verde y destilación de subproductos. Así como en las de inversión en las que incluir diversas precisiones para facilitar la utilización de aquellos fondos que se van liberando a lo largo del procedimiento.

Además de incidir sobre la ejecución proporcional de la garantía en el caso de que el beneficiario no ejecute todas las acciones que cubría la solicitud de ayuda. Así como suprimir el criterio de priorización de solicitantes vinculado al cumplimiento del Decálogo para la sostenibilidad integral.

También tiene previsto la ampliación del plazo hasta el 15 de mayo de para la presentación de las necesidades de financiación del ejercicio 2020 para la aplicación de las medidas del PASVE 2019-23.

Por otro lado, destacar la declaración conjunta China-UE en la que se incluye el lanzamiento de un estudio de viabilidad conjunta sobre el fortalecimiento de la cooperación en el sector de los vinos y espirituosos.

La cosecha mantiene sus expectativas

Tal y como era de esperar tras el tiempo primaveral del que hemos disfrutado en los meses de invierno, las heladas, nieves y granizos han hecho acto de presencia en la práctica totalidad de nuestro país, con especial incidencia en el tercio norte de la península. Hasta el momento y a tenor de la información de la que disponemos, no parece que hayan tenido consecuencias más allá de las puntuales para cada viticultor, pudiéndose concluir que, en términos generales, sus efectos han resultado beneficiosos para la viña. No obstante, todavía es mucho lo que falta por llover para que la cepa reciba la cantidad mínima necesaria para su desarrollo. Aunque tiempo y momentos en los que debería hacerlo quedan muchos.

En lo que se refiere al mercado podemos decir que la climatología tan adversa que hemos sufrido estos meses atrás, y que podía haber cuestionado llevar a buen término el potencial de producción de nuestro viñedo, no parece haber tenido su reflejo en la actividad mercantil. Donde a la caída de las cotizaciones publicadas en nuestra revista desde que se iniciara la vendimia, podríamos completarla con los datos facilitados por el Infovi referidos al mes de febrero en los que se refleja un aumento de las existencias en manos de la producción hasta los 51,6 millones de hectolitros a final del citado mes. Lo que dicho así pudiera no ser muy ilustrativo pero que puede resultar alarmante si lo comparamos con los 42,1 Mhl que se almacenaban a la misma fecha del pasado año.

Es verdad que resta mucho de campaña y, por lo consiguiente, la reversión de esta situación es posible, y si no, al menos paliarla. Aunque las elevadas cosechas de nuestros principales compradores lo hagan muy difícil.

Tampoco del consumo podemos esperar grandes cambios, ya que si bien no disponemos de información estadística concreta, la impresión de las diferentes partes que integran el sector es de un total estancamiento, con ligerísimas variaciones que resultan totalmente insignificantes en el conjunto del volumen. Hablar de consumir diez millones o diez millones y medio de hectolitros sobre una producción del 2018 de 44,1 Mhl de vino resulta, a todas luces, irrelevante.

La España vaciada

Antaño eran los partidos políticos los que, con sus líderes al frente, acudían a los pueblos a pedir el voto, a escuchar la demanda de sus gentes y asegurarles que desarrollarían políticas que los tuvieran en cuenta. El incumplimiento de esas promesas, elecciones tras elecciones, la fragmentación del voto, la aparición de nuevos partidos políticos, etc., es lo que ha acabado por llevar a esos pueblos que conforman la España despoblada, abandonada, ignorada a tomar la palabra y manifestarse por las calles de Madrid, donde se concentran los Ministerios, el Parlamento y todas las sedes de los partidos políticos, exigiéndoles que sean tenidas en cuenta sus necesidades y pongan fin a un despoblamiento que lleva camino de convertirse en un problema sin solución.

Muy posiblemente, porque así ha venido sucediendo, superadas las elecciones todo ese interés por conocer los problemas de nuestros agricultores, ganaderos y habitantes de nuestros pueblos, no sea más que un grato recuerdo de una infancia idealizada. La realidad de los despachos y la cuadratura de los presupuestos haga olvidar que existen extensas zonas de nuestra geografía cuyo sustento es la mejor herramienta de fijación de la población. Pero una parte de ese pueblo en el que reside la soberanía nacional se ha cansado de que le prometan y prometan hasta votar, y una vez votado no haya nada de lo prometido. Han tomado la iniciativa demandándoles soluciones a problemas concretos de educación, sanidad o herramientas básicas para el desarrollo de cualquier actividad empresarial como puedan ser carreteras o comunicaciones.

Desde el sector vitivinícola sabemos que necesitamos rentas dignas que hagan de nuestros viticultores verdaderos profesionales. Para ello hay que dotarles de medios y ayudas que les permitan vivir de sus viñedos, asegurándoles un futuro para sus hijos. Pagar la uva a los precios a los que se hace en la mayoría de nuestras comarcas no hace sino propiciar la actividad secundaria, basada en criterios sentimentales que permiten vender sus producciones a precios que si se tratara de una actividad principal y profesionalizada serían totalmente insostenibles.

Podemos entrar en discusiones bizantinas sobre si es imposible pagar la uva más cara siendo los precios a los que vendemos nuestros vinos los que son. Cuestionar si no venderíamos lo mismo subiéndolos veinte céntimos con los que generar esa riqueza en nuestro sector primario, siendo nosotros mismos los que nos estamos haciendo la competencia y generando una parte importante de ese problema de escaso valor de nuestra producción. Hasta plantearnos si deben ser nuestras administraciones, o el propio sector, quiénes con sus competencias, actuales o modificadas, dirijan ese cambio y diseñen la estrategia adecuada. Hasta confiar en que sea la naturaleza la que vaya poniendo solución a los problemas, con largos periodos de ausencia de lluvia como los que hemos vivido hasta hade apenas unos días y que han permitido la reactivación de la actividad comercial sin más futuro que el que lleve pareja la próxima cosecha.

En mi opinión, manifestaciones como las del pasado día 31 de marzo son convenientes y necesarias, pero sirven de muy poco si no vienen acompañadas de propuestas concretas sectoriales. Estoy cansado de escuchar esa lapidaria frase: “nosotros haremos lo que el sector quiera”. Faltaría más.      Deben ser viticultores, bodegueros, distribuidores y exportadores… los que ordenen el sector. No es cuestión de decirle a cada uno lo que debe hacer o no, sino definir las reglas bajo las que deberá hacerlo cada uno y establecer medidas que ayuden a regular los mercados con acciones temporales o definitivas.

Queremos mejorar los precios de nuestros vinos para que nuestros viticultores tengan una renta que permita desarrollar una actividad profesional. Pero nos olvidamos de que corremos el peligro de que para entonces hayamos perdido un gran patrimonio vitícola.

Asegurando la cosecha

Por definición, la agricultura está sujeta a la climatología y su producción oscila en función de ella cosecha tras cosecha. Una evidencia que el hombre ha intentado corregir desde el inicio de los tiempos mediante el control del agua. Obviedad que adquiere especial relevancia en campañas como esta, en las que el déficit hídrico se sitúa en cifras récord y los temores sobre cuáles pudieran ser sus consecuencias de cara a la cosecha comienzan a preocupar.

Todavía queda tiempo y son muchos los accidentes meteorológicos a los que deberán enfrentarse los viticultores antes de entrar la uva en la bodega. Pero dos más, amén de la pertinaz sequía asustan: heladas y granizo. Las altas temperaturas, con oscilaciones térmicas de más de veinte grados en algunos días y lugares, pero del orden de los quince en la práctica totalidad de nuestra geografía y durante varios días, han tenido consecuencias en el desarrollo de un viñedo que presenta un cierto adelanto sobre sus fechas habituales. Nada que no pueda verse compensado, o que por si solo sea malo, pero que haciendo caso del refranero español tiene a todo el sector con las orejas tiesas por si se cumple eso de que “cuando marzo mayea, mayo marcea”. Los efectos que una helada tiene en la planta y sus consecuencias de cara a su producción, esta y las siguientes, no son las mismas sea cual sea el estado de desarrollo de sus brotes. Soportar temperaturas por debajo de cero en las últimas semanas de abril o principio de mayo podría ser desastroso para la cosecha.

Pero seamos positivos y no aventuremos problemas donde no los hay. De momento nuestros viticultores siguen apostando por la implantación del riego en aquellas parcelas en las que es posible para luchar contra los episodios de sequía y poder darle a la planta los recursos que demanda en cada momento. Lo que sin duda nos da una notable estabilidad en la producción. Aún así, según los últimos datos del Esyrce referidos a 2018 de las 960.758 de viñedo de transformación que tenía España, solo el 39,35% estaba en regadío, mayoritariamente (96,5%) localizado. Siendo Baleares y Navarra las regiones que mayor porcentaje de su viñedo lo tienen en riego, 76,8% y 61% respectivamente, pero destacando de manera importante, por el peso que en la producción nacional tiene, Castilla-La Mancha con un 49% situándose en tercer lugar.

Significa eso que…

Ese ejercicio lo dejo para cada uno.

Por un producto identificado

Comparar 25,39 millones de hectolitros, que ha sido el volumen de lo exportado por nuestro país durante el año 2018 de total de productos vitivinícolas (incluidos vinos aromatizados, mostos y vinagres), con lo importado en el mismo periodo y para las mismas categorías y cuyo volumen apenas supera los 1,5 millones de hectolitros resultaría, sencillamente, absurdo. Pero sí nos ayudaría a entender, o al menos en eso confiamos, un poco mejor qué consumimos y qué buscan los compradores de vino.

Lamentablemente, disponemos de poca y mala información sobre el consumo de vino en España y, por enclenque que pueda resultar cualquier conclusión que obtuviésemos de las estadísticas, siempre es mucho más que nada de cara a plantear posibles estrategias de recuperación incentivación del consumo.

Aunque no sea necesario, sí conviene recordar que somos el primer país del mundo en superficie, que ocupamos el tercer puesto (creciendo) en producción, que nuestra viticultura ha experimentado un cambio espectacular en los últimos lustros aumentando rendimientos y apostando por reestructuraciones a variedades internacionales o simplemente más productivas. Que nuestro consumo interno se mantiene estable en el entorno de los diez millones y medio de hectolitros, que cada uno decida si quiere tomarlo como estimado, aproximado, per cápita o cómo quiera calcularlo. Y que el comercio exterior no deja de crecer desde hace más de veinticinco años, habiéndonos convertido en el primer país del mundo en volumen de exportación.

Y digo que no conviene olvidar estos datos, porque si nuestra producción aumenta y el consumo se mantiene estable; no cabe otra que vender fuera lo que no somos capaces de vender dentro. Y que solo cuando las cosechas se ven afectadas por los envites de la naturaleza y descienden bruscamente, aumentando los precios, que tengamos que importar encuentra explicación.

Bajo este paraguas se puede entender más fácilmente que durante 2018 el primer país del que nos hayamos abastecido sea Argentina con el 24,5% del total de vino y que su precio medio haya sido de 0,51 €/litro cuando el precio medio de lo importando ha sido de 2,35 €/litro. Pero aún hay más y es que si nos fijamos en que los vinos más importados de Argentina han sido los “sin D.O.P. y a granel” y su precio medio ha sido de 0,42 €/litro, el más bajo de todos, podríamos aseverar que el motivo de la importación de más de un cuarto del volumen total no lo ha sido porque los consumidores españoles están deseosos de vinos argentinos, sino porque han sido utilizados por los operadores para presionar sobre los precios.

Especial mención merecen los casos de Francia, primero en precio medio con 12,08 €/litro; e Italia, segundo en volumen (solo después de Argentina) con 22,8 millones de litros. Ambos casos con los vinos espumosos como principal objeto de deseo. Champagne con un alto valor en el caso de Francia y una gran estabilidad que pone de manifiesto la fidelidad de los consumidores de este vino. Así como el gran interés que están despertando en el mercado español los espumosos italianos, ocupando el primer puesto entre los proveedores de vino espumoso a España con un precio medio de 2,38 €/litro.

Recibir y consumir vinos de otros países y estilos es enriquecedor y favorece el consumo de vino. Es un requisito básico para adquirir esa cultura vitivinícola necesaria para que el consumo sea sostenido, moderado y enriquecedor. Si estos vinos nos llegan a granel y son empleados por nuestras bodegas para abaratar el coste medio de sus comercializados, la gran mayoría de esa riqueza se pierde.

Incrementar la comercialización del vino envasado

De la múltiple información que se puede obtener de los datos del Infovi, quizá lo más destacable de las últimas cifras publicadas, correspondientes al mes de enero y con fecha de extracción a 28 de febrero; sea constatar con números la opinión que todo el sector tiene, pero que, hasta ahora, era imposible corroborar con datos concretos. Que no es otra que el mercado se encuentra ralentizado y que las bodegas, ante la abultada cosecha 2018, han visto reducida su operatividad, con caídas en el comercio que les han llevado a situar sus existencias de vino y mosto a 31 de enero en 59,4 Mhl de las que 54,7 corresponderían a vino.

Si comparamos esas existencias con las del mismo periodo del año pasado (44,8 Mhl) tendríamos 9,9 Mhl más (+22,1%), que por tipo de vino nos llevarían al blanco a granel como el mayor responsable de ese incremento con 5,5 Mhl y un 34,6%, seguido del tinto y rosado a granel que aumenta un 18,1% situándose en 28 Mhl (+4,3 Mhl).

Cifras que ponen en evidencia cómo las condiciones del mercado, incluidas las propias de la cosecha, afectan de manera muy desigual a los vinos a granel y a aquellos otros que son comercializados con marca: los envasados; los cuales disfrutan de una estabilidad mucho mayor. Pues si bien también crecen un 3,7% y un 4% respectivamente sus existencias, estos porcentajes apenas suponen cien mil hectolitros en cada una de las categorías con respecto al mismo momento del año pasado.

Dejando a un lado cuestiones nada baladís relacionadas con los mayores precios de los vinos envasados, podríamos concluir con cierta dosis de certeza que el consumo, tanto interior como exterior, mantiene unas cifras bastante estabilizadas, haciendo posible que las variaciones en los precios de venta al público sean asumidas con bastante normalidad por todos los integrantes de la cadena: bodegas, distribuidores y consumidores.

De hecho, y por aquello de corroborar lo dicho hasta ahora, son las cotizaciones de los vinos sin indicación de origen, ni varietal y comercializados a granel las que están llevándose la peor parte en el comercio en estos meses que llevamos de campaña, con caídas pronunciadas en sus cotizaciones y reducción considerable de sus volúmenes operados.

El vino español se analiza fuera

La Comunidad Europea parece dispuesta a afrontar de manera más eficaz la volatilidad de los mercados y garantizar una mayor transparencia en la información del sector del Vino. Para ello acaba de anunciar que antes de finalizar el presente año habrá puesto en marcha un Observatorio del Mercado del Vino en la UE, que estará disponible online, proporcionando una amplia variedad de datos estadísticos de mercado, complementado con análisis de mercado e informes de perspectivas a corto y medio plazo.

Por otro lado, el ICEX ha decidido poner en marcha una campaña de comunicación de los vinos españoles en China, consistente en transmitir un mensaje de calidad y diversidad del vino español. Su gran potencial de crecimiento, el gran interés que están demostrando los chinos por la cultura del vino, convirtiéndolo en una bebida de moda, especialmente entre la gente joven y la clase media-alta. La situación de estudios como el desarrollado por la consultoría Wine Intelligence que lo sitúa como el cuarto mercado vitivinícola más interesante donde invertir (por aquello de valorar en su justa medida la información, digamos que España ocupa el puesto 21º, cinco menos que en el 2017); o el nada desdeñable dato de una bajada total en 2018 con respecto al año anterior de la exportación española del cuarenta y ocho por ciento, cifra que se eleva hasta el 86,3% de pérdida si nos referimos a los vinos a granel… Pueden ser algunas de las razones que hayan llevado a este organismo español a desarrollar una campaña cofinanciada con fondos procedentes de la Unión Europea en este país. Lástima que Chile y Australia, países con los que China tiene firmados tratados de libre comercio para el vino, hayan sabido aprovechar el fuerte incremento de nuestros precios hasta los 15,96 €/litro (+63’9%) para hacerse con una buena parte de esta categoría de vinos.

Y es que, tal y como era de esperar, las exportaciones españolas de vino en el 2018 han caído en volumen (-13,6%) y aumentado en valor (+1,9%) elevando el precio medio un 17,9% hasta situarlo en 1,47 €/litro. Nada que no previésemos, dado el reducido volumen que, en términos generales, presentaba la cosecha 2017 y lo abultada de la 2018.

Como siempre pasa en estos casos, opiniones las hay para todos los gustos y mientras algunos expertos valoran la evolución de nuestro mercado exterior de manera positiva, dadas las circunstancias; no podemos pasar por alto aquellos otros que ven una gran oportunidad perdida de abrir un hueco en el mercado y hacernos con una pequeña parte de esos clientes que compran vino español pero con marcas francesas o italianas.

Y aunque en las páginas interiores encontrarán una amplia y desglosada información de nuestras exportaciones, convendría retener algunos datos que nos ayudaran a comprender mejor la gran oportunidad perdida, y es que mientras en la categoría de vino tranquilo en la que mayor precio vendemos: tintos y rosados con D.O.P. envasados (3,80 €/litro), hemos crecido un 6,7%; en la de precio más bajo: blancos sin indicación a granel (0,50 €/litro) el crecimiento en el precio ha sido del 30,4%

¿Podemos concluir con esta información que somos un país del que abastecerse de vino barato y que mejorar nuestro posicionamiento en aquellas categorías de mayor valor añadido nos resulta muy complicado? Pues muy posiblemente sería una de las conclusiones que podríamos extraer de la experiencia de este año.

¿Se soluciona con campañas como la realizada por el ICEX en China para el 2019? Seguramente no, porque llegamos tarde, cuando todos los demás países se han hecho un hueco en un mercado potencialmente tan interesante. Pero también es cierto que si nunca hacemos nada, si seguimos manteniendo la misma política comercial (como país), nunca tendremos la posibilidad de mejorar.