Se hace muy complicado, con toda la que está cayendo, pensar en el sector vitivinícola como una isla en medio de un océano de incertidumbre y malas noticias, en la que se disfrute de una vida placentera exenta de problemas. Máxime cuando la recuperación en forma de “V” que muchas bodegas han experimentado en sus ventas en los meses estivales, a pesar del bajo número de turistas extranjeros, puede verse transformada en una “W” cuando, llegados el último trimestre, con su fundamental campaña navideña. presenten resultados.
Por más que sepamos, porque para eso los coach en sus cursos de desarrollo profesional insisten en ello, que hay que mantener una actitud positiva ante los problemas. Bajo el firme convencimiento de que seremos capaces de superarlos y salir fortalecidos aprovechando las oportunidades que toda crisis nos ofrece. Estar constantemente oyendo cifras de contagiados, hospitalizados, muertos, parados, caídas de PIB… previsiones para los próximos meses y amenazas de constantes confinamientos y cierres de la actividad hostelera o toques de queda… no ayuda mucho.
Aun así, es fundamental entender que de esta situación saldremos y que, de una manera u otra, en el bar o restaurante, o en casa, el consumo de vino seguirá existiendo y situaciones como el teletrabajo, el comercio electrónico o el protagonismo del vino en la cesta de la compra resultarán muy beneficiosas para nosotros en el medio y largo plazo.
Sinceramente, no soy de la opinión de que esto vaya a solucionarse en un plazo de tres o cuatro meses con la llegada de una vacuna. Ni que las restricciones a la libre circulación y consumo sean cosa de una ciudad o comunidad, porque más tarde o más temprano acabarán llegándonos a todos. Pero sí estoy, totalmente convencido de que el consumo de vino en España acabará aumentando.
No mucho (tampoco nos vengamos arriba), que los cambios sociales que explican la evolución del consumo en el canal de alimentación son muy profundos y difíciles de corregir. Por más histórica que resulte una pandemia mundial que ha supuesto la paralización de la economía de todos los países de manera voluntaria. Y, aun así, estoy seguro de que acabará creciendo el consumo en el hogar, sin que ello suponga un perjuicio para el extradoméstico.
Mientras esto llega, no nos queda otra que paciencia. Mucha paciencia y confianza en que esta situación puede servirnos para poner en valor la calidad de nuestros vinos en el ámbito internacional y convertir en realidad esa excelente relación “calidad-precio” que con tanta ligereza utilizamos cuando queremos justificar los bajos precios de nuestros vinos.
Picasso decía que la inspiración le tenía que encontrar trabajando. Que así sea. Y, si es posible, juntos, con un plan sectorial.