La defensa del consumidor como eje prioritario

Teóricamente, a la pregunta sobre qué derecho prevalece ante un teórico conflicto de intereses entre la producción y el consumidor, el espíritu de la Ley nos llevaría a responder, tajantemente, a favor del consumidor. Elemento principal a proteger en cualquier cuestión, adquiriendo especial notoriedad en aquellas relacionadas con la salud y la ingesta, también de las bebidas alcohólicas.

Esto, que parece tan obvio, no lo es tanto si atendemos a lo sucedido con los diferentes “apellidos” con los que, desde hace algún tiempo, se están acompañando al Vino. Producto rico en matices y tipologías y especialmente proclive a la búsqueda de “palabros” que lo adjetiven en la orientación de la cualidad que se pretende destacar de cara al tipo de consumidor al que va dirigido.

Tampoco es que los cambios en los hábitos de consumo que se han producido en la sociedad moderna e industrializada, fuertemente ligados hacia una mayor sensibilización ante el respecto al medio ambiente, o aspectos saludables sobre la salud de los productos ingeridos, hayan contribuido de forma positiva a que estos términos que pretenden apoyar la descripción del producto hayan ayudado.

Y así, hemos pasado de tener una palabra universal con la que definir “el alimento natural obtenido exclusivamente por fermentación alcohólica, total o parcial, de uva fresca, estrujada o no, o de mosto de uva: VINO”. A vernos en la necesidad de emplear toda una serie de apellidos con los que, supuestamente, ayudar al consumidor a identificar el producto en su presentación y designación en el “etiquetado” que facilite su elección.

Decisión no siempre acertada y que, junto con una inacción de las autoridades competentes, entre cuyas funciones está la de velar por la defensa del consumidor (también en el rigor del etiquetado de los productos), ha provocado que hayamos llegado a un punto en el que, unos pocos, sin más intención que la de presentar sus productos de manera diferenciada para facilitar su elección al consumidor (que busca ese producto elaborado bajo unas condiciones muy concretas), han llevado al resto de productores a alarmarse y reclamar una regulación ajustada.

Y si, en defensa del legislador, bien podríamos argumentar que la sociedad siempre va por delante de las leyes y que estas nacen de la necesidad de ordenar una realidad; bien estaría que, consciente de la problemática existente, tomara cartas en el asunto y legislara en defensa de un mayor rigor en el etiquetado, que garantice la información veraz y ajustada del producto, situando la defensa del consumidor como eje central sobre la que pivote cualquier actuación.

Las exportaciones nos devuelven la alegría

Después de muchos meses en los que las noticias negativas iban sucediéndose una tras otra, prácticamente en todos los campos: consumo interno, exportaciones, precios… excepción hecha de la cosecha (pero vistos los precios de las uvas y a los que se comenzaron a vender sus mostos, tampoco podríamos decir que fueran muy positivas), las buenas noticias van tomando el relevo y, poco a poco, se va recuperando el ánimo de los operadores vitivinícolas.

Son muchos los problemas a los que todavía no se les ha conseguido siquiera orientar en el camino de su resolución y muchos, previsiblemente, los meses que tendrán que pasar hasta que veamos unos resultados positivos consolidados. Pero, como dirían los estadísticos, lo importante es la tendencia y podríamos decir que ese punto de inflexión entre el desánimo y la esperanza es una realidad que puede avalarse en cifras y respirarse ya en el ambiente sectorial.

Hace algunos días, nos referíamos al consumo interno, unos pocos antes, lo hacíamos al mercado y sus cotizaciones; y ahora podemos seguir haciéndolo con las exportaciones. Las cifras interanuales señalan una vuelta al nivel que disfrutábamos cuando se inició la pandemia, situándonos en los 2.759,06 millones de litros vs. 2.659,22 Mltr (+3,75%), por 2.998,49 millones de euros frente los 2.995,49 M€ del TAM a marzo de 2020 (+0,1%), arrojando un precio medio de 1,09 €/litro, un 3,5% menos que los 1,13 €/l a los que se vendió el litro de los productos vitivinícolas en el periodo precedente.

Por categorías, son los vinagres, con un incremento del 26,9% los que mejores datos de volumen presentan, mientras que los vinos apenas crecen un 0,5% y, dentro de ellos, los Bag in box (envasados entre 2 y 10 litros) con un incremento del 55,3% los que mejores cifras arrojan en relación al volumen, destacando el aumento del 2,8% de los vinos envasados y la disminución del 1,3% de los que se exportaron a granel.

Algo similar a lo sucedido en términos de valor, donde los BiB siguen siendo los que más crecen con una tasa positiva del 34,8%, seguidos de los envasados que lo hacen al 1,3%, mientras que los graneles cedieron un 0,6%.

Mención especial requeriría lo que está sucediendo con los espumosos y, dentro de esta categoría, con los cavas, cuyo precio medio desciende el 12,7% hasta situarse en los 2,63 €/litro.

En cifras mensuales y, aquí es donde reside la mejor noticia, con crecimientos en volumen del 33,7% en el total de productos vitivinícolas y del 29,9% en vinos, con tasas positivas en todas las categorías: BiB (+54’0%), envasados (+34,1%) y graneles (+33’5%). Situación similar a la dada en valor, donde la categoría que más crece vuelve a ser el BiB con un 42,7%, pero el envasado no se le queda atrás con un incremento del 32,1%, muy por encima del 6,6% al que lo hacen los graneles y sitúan el total de vinos en el 21,1% de incremento y del 22,6% en los productos vitivinícolas.

Del top diez de países clientes, Italia con un aumento del 93,0% con respecto a los mismos datos del primer trimestre del año anterior, es el país que mayor tasa de crecimiento en volumen presenta, seguido de China con un 52,3%, destacando el 24,5% de Portugal o el 9,9% de Alemania, por la importancia que tienen esos mercados.

En valor, China con un 50,7% e Italia con el 51,3% son los que más aumentan en valor de esos diez primeros países, con tasa positiva también para el Reino Unido (10,9%), mientras que Estados Unidos y Francia son los dos únicos países de ese escogido grupo de cabeza que han bajado en valor en sus compras trimestrales, un 2,2 y un 8,5% respectivamente.

Pasan las semanas y seguimos esperando algo que sabemos no llegará

Utilizar los accidentes climatológicos, como pudieran ser las heladas y pedriscos, así como la afectación provocada por las enfermedades criptogámicas, para llevar las previsiones de cosecha hacia un lado u otro es algo tan habitual que no nos debiera sorprender. Que lo haga el propio Comisario Europeo de Agricultura, Janusz Wojciechowski, para justificar su decisión de no asignar recursos extraordinarios con los que hacer frente a los excedentes que presenta el sector vitivinícola a nivel europeo, tampoco. Aunque solo sea porque lo lleva repitiendo, reiteradamente, desde hace ya algún mes. Y, aun así, semana tras semana, no hay ocasión en la que alguna organización, ya sea agraria, bodeguera o administrativa, insista en el tema, resaltando la importancia que para el sector tendría contar con unos fondos extraordinarios (que saben que no llegarán).

Y, muy posiblemente, esto sea lo que hay que hacer, insistir hasta la extenuación, mientras exista un halo de esperanza, por fino que este sea. Pero, sinceramente, creo que nos estamos haciendo un flaco favor. Primero, porque las posibilidades de que la Comisión cambie de opinión son pocas o ninguna; segundo, porque, mientras estamos en el “ay”, no acabamos de solucionarlo; y, tercero, porque mejor harían los representantes de todos los colectivos del sector en asumir su responsabilidad, llegando a un acuerdo sobre qué, cómo, cuándo y por cuánto, hacer para aprovechar esta situación y salir fortalecidos de ella.

Estamos viendo, en nuestra principal industria, el turismo, que nuestros competidores nos están adelantando y tomando la iniciativa de cara a lo que nos consolamos en describir como “recuperación” o “vuelta a la normalidad”, sin querer entender, o no entender muy bien, que, en cualquier inversión no hay rentabilidad garantizada, no existe compromiso alguno por parte de los operadores de volver a señalar a España como destino predilecto y hay que volver a luchar por granjearnos el favor de los operadores en escogernos.

En el turismo partíamos de una situación privilegiada, como es la de ser el segundo destino más visitado del mundo. En el tema del vino alternamos el primer puesto en volumen. Pero, en ambos tenemos la asignatura pendiente de la facturación.

Aprovechar que las circunstancias nos obligan a tener que hacer algo de manera irremediable podría ser una razón perfecta para que, entre todos, fueran capaces de definir lo que quieren ser en los próximos años. Pero para eso, al igual que en la política, hay que anteponer los intereses colectivos a los personales y, visto lo visto, hasta ahora, mucho me temo que tendremos la misma respuesta que en nuestra clase política.

El sector deberá buscar la forma de salir de esto, solo

A pesar de que los datos del último Infovi, correspondientes al mes de marzo, siguen mostrando cifras negativas con respecto a las del mismo mes del año anterior en lo referente al consumo interanual aparente. Y, aun considerando que, el estado de alarma se declaró el día 13 de marzo, es decir, que 2020 ya reflejaba un poco más de medio mes de cierre de la hostelería y ausencia de turistas, podríamos decir que son una buena noticia.

Pasar de los 10,89 millones de hectolitros de consumo interanual en marzo del año pasado, a los 9,08 de este representa una pérdida del 16,6%. Dato, sin ninguna duda negativo que debiera preocuparnos y requerir nuestra atención. Pero, si tenemos en cuenta que, prácticamente, nos encontrábamos entonces en cifras récord de consumo interno de los últimos años, buena parte como fruto del trabajo realizado por el sector, a través de su Organización Interprofesional, y que el dato del 2021 refleja todo un año de pandemia; el simple hecho de que haya supuesto un punto de inflexión en su tendencia bajista, es una excelente noticia que, estoy convencido, podremos confirmar durante los próximos meses y volver, esperemos que en un plazo no mucho más allá de un año, a cifras cercanas a las once millones de consumo interno.

Eso al menos es lo que piensan también Comisión Europea y Ministerio de Agricultura que, lejos de abordar la forma más adecuada con la que solucionar el problema de excedentes que toda esta situación ha provocado, con la consiguiente reducción de precios en los mercados de origen; fían su recuperación al acuerdo comercial alcanzado con Estados Unidos sobre los aranceles adicionales, el levantamiento del estado de alarma y la vacunación masiva de la población con el regreso de los turistas. Así como a una cosecha comunitaria inferior a la del pasado año, como resultado de las fuertes heladas que afectaron a Francia e Italia a principios de abril.

Insistiendo en sus declaraciones, ambas instituciones, en que no habrá fondos adicionales para medidas extraordinarias y que, en caso de querer poner en marcha alguna, deberá serlo con los fondos del PASVE. Alternativas que las organizaciones agrarias: Asaja, COAG y UPA rechazaron en el cuestionario que el propio Ministerio remitió a tal fin con el objeto de conocer su postura ante esa posibilidad.

Los malos momentos no debieran desilusionarnos

Tras la confirmación por parte del Comisario de Agricultura de la negativa a habilitar nuevos fondos con los que poner en marcha las medidas extraordinarias que, a juicio del sector, serían necesarias para equilibrar el mercado y devolver la actividad necesaria con la que poder dar salida a una producción que se está empezando a atragantar ante la cercanía de la próxima vendimia. Y, a pesar de que todos los colectivos no cesan en su empeño de seguir demandándolas y exigen al ministro Planas que defienda nuestros intereses en Bruselas y alcance un acuerdo satisfactorio, por más que sepan que sus posibilidades son mucho menores que la de tener un trombo al inyectarte la vacuna (perdón por la referencia, pero, al fin y al cabo, este “bicho” es el que nos está ocasionando semejante problemón en un sector que comenzaba a ver cómo recuperaba su consumo). Convendría comenzar a pensar en cómo salir de esta y analizar cuáles son las razones que nos han conducido hasta aquí.

Perdón, ya sé que lo que acabo de decir parece una tontería, pero es que se me antoja necesario reflexionar sobre algunos pequeños matices, muy seguramente equivocados y, efectivamente, tontos, pero que, al menos, confío sirvan para que todos pensemos sobre ello.

Según el estudio publicado por la Interprofesional sobre el consumo de vino en España realizado por el OEMV y referido a 2018, últimos datos disponibles con ese detalle, España concentraba prácticamente un tercio de su consumo interno, hablamos en términos de volumen, en el canal Horeca (31,4%), exactamente 3,17 millones de hectolitros, al del hogar (alimentación) 3,57 millones de hectolitros, que representaba el 35,4%; y al resto de canales otro tercio (33,2%) distribuido en venta directa (1,81 Mhl), vinotecas (0,59 Mhl), internet no retail (0,08 Mhl), clubs de vinos (0,04 Mhl), turistas (0,58 Mhl) y Canarias (0,26 Mhl). Total 3,35 millones de hectolitros.

Cifra la de los 10,08 millones de hectolitros que se aproxima mucho a los 10,31 que daba como consumo aparente estimado la propia Interprofesional en su informe de diciembre de 2018. Así es que, aunque solo sea por aquello de trabajar sobre cifras concretas, vamos a creernos estos datos.

Del mismo modo que vamos a dar por cierto que ese consumo aparente en febrero de 2021 era de 8,81 Mhl, (-1,50 millones de hl) y que el principal motivo de tan aberrante caída ha sido el cierre intermitente de la hostelería y la pérdida de más del ochenta y tres por ciento de los turistas.

O, dicho de otra manera, que las consecuencias naturales sobre el sector vitivinícola de que todo esto haya sucedido habrían sido que hemos perdido alrededor de la mitad del consumo del que tenemos en el canal Horeca y la práctica totalidad de los turistas. Curiosamente una cifra muy parecida a ese millón y medio de hectolitros en los que ha bajado el consumo interno.

Luego, no parece tan descabellado pensar que, superada esta situación tan extraordinaria que vivimos y devueltos a unas condiciones de “normalidad” que nos permitan recuperar los hábitos de consumo que nos son propios, no nos debería costar mucho volver a los once millones cien mil hectolitros de consumo que alcanzamos en febrero de 2020.

¿Suficiente para un sector que ha producido casi cuarenta y seis millones de hectolitros entre vino y mosto?

Evidentemente, no. Y habrá que seguir trabajando con más empeño si cabe por atraer a nuevos consumidores e incrementar la frecuencia de consumo. Pero andamos por el buen camino y no deberíamos dejarnos cegar por un momento puntual, aunque la solución de eliminar el excedente generado ni vaya a ser fácil ni asumible por todos.

¿Y ahora qué?

Hasta hace apenas unas horas, el sector vitivinícola tenía la esperanza de que las presiones ejercidas por 15 países productores de la Unión Europea sobre la Comisión, surtiera sus efectos y se le dotara de fondos adicionales con los que poder poner en práctica medidas extraordinarias que hicieran frente a las importantes consecuencias que, las medidas adoptadas para hacer frente a la pandemia, está teniendo en el consumo de vino.

Hoy, sabemos que estos fondos no van a llegar y, que cada Estado Miembro deberá buscar la forma más adecuada, a sus necesidades y recursos, de apoyar al Vino en esta coyuntura. También sabemos (aunque en este caso no haya habido reunión específica en la que debatirlo, pero lo viene repitiendo reiteradamente cada vez que se la preguntado al respecto), que el Ministerio no tiene ninguna voluntad de dotar de nuevos fondos al sector más allá de los estrictamente procedentes del Plan de Apoyo (PASVE).

La sucesión de borrascas acompañadas de episodios de heladas de cierta consideración y tormentas de granizo en numerosas provincias, han contribuido a que el temor a una gran cosecha que agravase el problema se haya relajado un poco, especialmente en Francia e Italia donde su incidencia ha sido mucho mayor que aquí. Permitiéndonos asistir a una ligera recuperación de la actividad comercial y de las cotizaciones.

Pero el problema sigue existiendo, los excedentes en bodega siguen siendo cuantiosos, los datos de consumo interno cayendo mes a mes hasta cifras históricas y el potencial de producción de nuestros viñedos amenazando peligrosamente el inicio de una vendimia a la que apenas le restan dos meses y medio para su arranque.

Y aunque me consta que, desde las organizaciones agrarias, cooperativas, sector bodeguero e Interprofesional, así como asociaciones de productos derivados, se viene trabajando desde hace varios meses en diferentes escenarios posibles, con distintas soluciones; quizá haya llegado el momento de que, de una forma coordinada, se transmitiera cierta dosis de tranquilidad a todos los colectivos que integran el sector, y se anunciaran medidas concretas e inmediatas con las que hacer frente a la situación.

No parece que sea el momento de debatir sobre si estamos ante un problema coyuntural o estructural, sino más bien de qué medidas adoptar para atajar el problema que de manera agobiante afecta a todos. Y, eso sí, de manera inmediata y conjunta pensar en el futuro de nuestro sector vitivinícola y el escenario mundial en el que deberá desarrollar su actividad, con todos los cambios sociales, económicos y laborales que esta pandemia nos dejará.

Solo unidos saldremos de ésta

A pesar de que el Gobierno, en su Consejo de Ministros del pasado día 20 de abril, aprobara la flexibilización de las ayudas provenientes del PASVE, que ya en su día autorizó la UE, destinadas a reconversión y reestructuración, promoción en terceros países o inversiones; así como modificar la normativa para la aplicación de la cosecha en verde, el tema que más ocupa y preocupa al sector es el de conocer si contará o no con fondos adicionales con los que aplicar las medidas extraordinarias necesarias para retirar del mercado la cantidad necesaria de producción como para recuperar la operatividad de las cotizaciones y los precios mínimos dignos para un producto que, ya de por sí, cotiza a un nivel que amenaza la mínima rentabilidad necesaria que asegure su supervivencia.

Y eso que, en el mismo Consejo de Ministros se modificaba, también, el Real Decreto de ayudas directas por el Covid de 7.000 M€, permitiendo a las Comunidades Autónomas que sean ellas las que amplíen esos 95 sectores inicialmente recogidos, atendiendo al peso y la importancia que en cada región consideren representan sectores económicos como el vitivinícola.

Sin duda, el hecho de que la climatología se haya comportado de una forma tan mezquina con la viticultura, sometiendo a la viña en muchas regiones españolas a temperaturas de varios grados bajo cero, aunque no tenga comparación con lo sucedido en Francia e Italia, ayudará a esta recuperación, haya o no ayudas extraordinarias. Pero, lamentablemente, es muy posible que, ni unas (heladas), ni otras (medidas extraordinarias), vayan a solucionar un problema ante el que bien haría el sector en entender que es él, y solo él, quien debe buscarle la salida a una de las muchas adversidades que esta situación tan extraña del Covid ha provocado en el mundo y que tan fuertemente ha salpicado al sector vitivinícola. Aunque, ni de lejos, pueda considerarse de los más perjudicados.

Al fin y al cabo, sus repercusiones le vienen sobrevenidas por una pérdida de consumo en la restauración y la hostelería, dos de los grandes subsectores del turismo, verdadero pilar de nuestra economía y al que, un día sí, y al otro también, castigan sin piedad con cierres y limitaciones en su actividad.

Sin quitarle ni un solo ápice de la gran trascendencia que esta situación ha tenido y, muy posiblemente, tendrá para viticultores y bodegueros, igual debiéramos empezar a asumir que no es el único problema al que el sector vitivinícola español se enfrenta. Que otros, de índole comercial como los relacionados con precios, mix de producto en la exportación, valor percibido; u otros relacionados con el consumo interno, mantenimiento del potencial vitícola, papel medioambiental y elemento de fijación de la población… siguen ahí, marcando el paso de los operadores vitivinícolas.

Y, para aquellos que, tentados por el momento que vivimos, quieran aprovechar los tristes datos que arrojan las cifras de consumo interno, con una caída cercana al veinte por ciento, para acusar a la Interprofesional de ineficiencia o errática en sus acciones de gasto por recuperar el consumo; decirles que mejor harían si, en lugar de tirar balones fuera y descargar en los “demás” lo que ellos mismos o no han sabido o podido solucionar, se unieran y plantearan un verdadero plan estratégico en el que se fijaran no solo horizontes de ventas, sino una producción equilibrada y unos precios suficientes para garantizar el papel que en todo este asunto deben jugar los viticultores y de los que nadie parece acordarse, más allá de pretender trasladarles la parte del león de este problema de eliminación de producción.

Unas heladas que podrían mejorar el mercado

Granizo y heladas son accidentes climatológicos que, junto con las enfermedades criptogámicas, marcan una vendimia y condicionan la evolución del mercado y, por ende, sus cotizaciones. Esto es así siempre, haya sido cual haya sido el volumen de la anterior, o sea cual sea el nivel de precio y la operatividad con la que esté funcionando el mercado. Pero si a esto le añadimos las especiales circunstancias sobre las que está operando el sector desde marzo del pasado año y que le han llevado a solicitar de manera colegiada (14 de los 27 países miembros, incluyendo a todos los productores, excepción hecha de Portugal por ostentar la presidencia) fondos adicionales con los que poder ejecutar medidas excepcionales que puedan devolver el equilibrio y con él la recuperación de las cotizaciones al mercado; se hacen todavía más relevantes y sensibles. Haciendo más necesaria la prudencia con la que se deben tomar, siempre, estas informaciones.

Hasta el momento, la información de la que disponemos y, de la que encontrarán un mayor detalle en nuestra web, apunta a que en España no han sido ni muchas las regiones, ni importantes los efectos que la bajada de temperaturas de la pasada semana ha tenido en el viñedo. Todo lo contrario de lo sucedido en Francia e Italia, donde se han llegado a calificar las heladas del 5 al 8 de abril de “históricas” y cifrarse en el 90% el grado de afectación que ha tenido sobre algunas regiones.

En Francia, su Gobierno las ha calificado de “catástrofe agrícola”, con temperaturas que cayeron por debajo de los 9 bajo cero y zonas tan amplias como Borgoña, Burdeos y Ródano, afectadas. Comprometiéndose a ofrecer ayudas a sus viticultores.

Toscana, Véneto, Piamonte y Lazio, son las regiones más afectadas en Italia, con pérdidas que, en algunos casos llegan a alcanzar el 80% de la producción, lo que les ha llevado a solicitar la declaración de zona catastrófica

Daños que, sin duda, acabarán siendo de gran relevancia y que, aún así, requieren de mucha prudencia a la hora de trasladar al conjunto de la producción europea las repercusiones que pudieran llegar a tener en las cotizaciones de nuestros vinos. Es evidente que una menor producción ayudaría a aliviar la difícil situación por la que atraviesa el sector, e incluso llegar a ser una justificación perfecta para negar esos fondos adicionales. Hasta incluso podría llegar a atraer un mayor interés por nuestros productos vitivinícolas en las próximas semanas.

Mantener la calma y no perder la cabeza llevados por un ansia desmedida de aprovechar una situación que, sin duda, nos es favorable, es fundamental en estos momentos. Confiemos en que así sea.

Nubarrones en nuestro horizonte

Sin saber muy bien todavía si detrás de este análisis se encuentra una verdadera estimación de la evolución del mercado, o más una intención y la justificación de una postura que se anuncia negativa respecto a la dotación de fondos extraordinarios al sector para solucionar el grave problemas de excedentes que, a nivel europeo, ha generado esta pandemia en sus bodegas; el hecho es que la Comisión Europea, en su informe de primavera sobre “Perspectivas a corto plazo de los diferentes mercados agrarios en la UE”, en el apartado dedicado al sector vitivinícola, vaticina unas existencias para final de campaña de 167 millones de hectolitros, lo que representaría una caída del 1% respecto la media de los últimos cinco años. Todo ello gracias a una producción estabilizada en el entorno de los 158 Mhl, una destilación de un mayor volumen de vino como consecuencia de las medidas extraordinarias adoptadas con la destilación de crisis de 7 millones de hectolitros, el mantenimiento del consumo per cápita en los 24,8 litros y un aumento de las exportaciones del 3%, impulsadas, fundamentalmente, por el levantamiento de los aranceles de Estados Unidos.

Cifras todas ellas que nos alegran y deberemos confiar en que así acaben resultando, pero que en nada vienen a solucionar un grave problema de mercado para el que son necesarios muchos más recursos de los que pudieran provenir de los que ya cuenta el sector a través de sus PASV y que la Comisión parece decidida a no satisfacer. Dando la sensación de que estas cifras tan positivas, más que una evolución de la que sentirse satisfechos y esperanzados ante el futuro del sector, encierran un argumento más que añadir a la tradicional falta de recursos económicos para justificar la postura que, dentro de dos semanas, deberá adoptar la CE sobre la solicitud formulada por España y avalada por otros 14 de los 27 países miembros de dotar al sector de fondos extraordinarios.

Mientras esta decisión llega, el sector sigue haciendo su trabajando y presionando para que puedan adoptarse medidas que ayuden a reactivar la actividad comercial y recuperar un cierto equilibrio en un mercado, cuyas cotizaciones están por los suelos y sin saber muy bien si ya han tocado fondo o todavía deberán soportar caídas mayores que acentúen los graves problemas financieros que están poniendo en duda la viabilidad de muchas pequeñas bodegas de las más de tres mil que en nuestro país tienen menos de 10 trabajadores y que conforman el verdadero tejido productivo de nuestro sector vitivinícola.

Situación que está viéndose fuertemente perjudicada por tensiones internas relacionadas con cuestiones judiciales que nunca deberían haber llegado a tal extremo. Pues al grave perjuicio que a cada uno de los dos grandes grupos bodegueros involucrados ocasionará, habría que añadir la imagen que sobe el propio modelo de las denominaciones de origen y el control que deben desarrollar sus consejos reguladores está provocando en la mayoría de los consumidores que, lejos de ver disputas empresariales intestinas y encarnizadas, acaban cuestionándose el valor de esas marcas colectivas.

Inconveniente que dista mucho del vivido en una de las históricas y, sin duda, la más prestigiosa Denominaciones de Origen de las que contamos en nuestro país, en la que cuestiones de índole político y escasamente relacionadas con el propio sector vitivinícola están obligando a dedicar unos recursos (escasos y tan necesarios para luchar por el mercado en estos momentos tan complicados) a defender su historia e identidad.

Ambas materias, muy diferentes entre sí pero que, lejos de ayudar, no hacen sino ser un obstáculo para su recuperación.

Un tiemo perdido para un futuro previsible

Hablar de la Unión Europea es siempre complicado: 27 países miembros, con intereses tan dispares entre unos y otros; y la siempre difícil lucha de equilibrios entre países del norte y sur, productores y no productores de vino, alineados contra cualquier bebida alcohólica con independencia de su acervo cultural… hacen muy complejo realizar cualquier vaticinio sobre la postura que se acabará adoptando. Especialmente cuando hablamos de fondos, de ahí la enorme importancia que tiene, nunca suficientemente bien ponderada, contar con los recursos de los Planes de Apoyo al Sector Vitivinícola (PASV) que le otorgan estabilidad y seguridad a medio plazo.

Saber lo que pasará en el Consejo de Ministros de Agricultura de los días 26 y 27 abril, momento en el que comisario del ramo se ha comprometido a adoptar una solución sobre la concesión o no de fondos extraordinarios al sector con los que hacer frente a los graves efectos que la pandemia de Covid-19 está generando por el descenso en su consumo, se hace muy difícil.

Pero hay que reconocer que se antoja tremendamente difícil que vaya a suceder. La dotación específica al sector y los numerosos frentes y sectores igualmente afectados por esta situación tan extraordinaria y que no cuentan con un Plan de Apoyo específico, hacen muy improbable que así ocurra. Y, de hecho, aunque nadie, ni sector, ni Ministerio, se rinde en su empeño por conseguirlos, todos comienzan a asumir que lo mejor sería ir trabajando en diferentes escenarios en los que se contemplase la inexistencia de fondos europeos extraordinarios adicionales.

Dentro de esta impredecibilidad, la opción que cuenta con más posibilidades de resultar aprobada parece ser la de autorizar la Comisión a cada uno de los Estados Miembros el uso de la ficha financiera del periodo 2019-23 para que la utilicen como mejor consideren, mostrándose dispuesta a adelantar esos fondos para que puedan llevarse a término las medidas extraordinarias que cada Estado priorice.

No obstante, y con el objeto de tener una idea más clara de la envergadura del problema al que nos estamos enfrentando, convendría pensar que, según algunas estimaciones realizadas sería necesario retirar del mercado español entre siete y ocho millones de hectolitros y que, para que el precio medio fuera de 1,85 €/hgdo (precio al que actualmente están cotizando los blancos en Castilla-La Mancha -solo por tener una referencia-), estaríamos hablando de entre 155 y 177 millones de euros. Cantidad que se antoja, bajo cualquier escenario, del todo inasumible.

Y, todo ello, sin entrar en valoraciones de que pedimos lo que no estamos dispuestos a dar. Ya que el Gobierno de España, a diferencia de algunas Comunidades Autónomas, no ha dado ayudas, ha dejado al sector fuera del paquete de los 11.000 M€ y se trata de un producto no perecedero.