Calidad

Se nos llena la boca con este “palabro” y somos incapaces de darle valor.

Resulta completamente inadmisible que con una producción similar, o incluso por debajo de la del pasado año y en un entorno global con cosechas muy inferiores, nuestros viticultores estén entregando sus uvas a los mismos precios que a los que lo hicieron el año pasado.

Pero no porque yo, que no soy quien para hacerlo, lo diga. O porque me ponga de parte de unos u otros criticando, sin ningún derecho a hacerlo, la decisión empresarial que cada uno adopta en sus negocios. Sino porque si queremos que nuestros vinos se valoricen, tengan valor añadido, sean tenidos en cuenta por el mercado y puedan aspirar a convertirse en referencia mundial de vinos de calidad, corregir esto es necesario.

No estamos hablando de que el viticultor cobre un poco más o menos por su trabajo, que también, sino de que el sector salga de esa especie de espiral en la que se encuentra sumergido desde hace años y en la que bajo una “excelente relación calidad/precio” escondamos lo que resulta inadmisible y es que somos el país que más barato vende el vino en todo el mundo.

Pero no solo en exportación, sino que incluso en los supermercados, en ese consumo alimenticio, estemos pensando que un incremento de diez céntimos de euro en una botella, resulta inasumible por un consumidor que compra una o dos botellas a la semana, en el mejor de los casos.

Eso por no entrar en detalles de cuál es el peso que en el coste total de la botella acaba teniendo la uva, muy por detrás de lo que supone el envase, la etiqueta, el cierre, etc. Lo que en productos de lujo pudiera tener una explicación, pero en un alimento (porque sigue siendo un alimento reconocido por la OMS) resulta totalmente incomprensible.

Confiemos en que, al menos, ya que vamos a tener que asumir que no será este año en el que el sector evolucione unido hacia esa mejora; la comercialización resulte próspera, sosegada y nos permita abrir nuevos mercados y consolidar los ya existentes.

Informe Vendimias

Necesitábamos lluvias y aquí están. ¿Son suficientes? ¿Llegan a tiempo? ¿O sus efectos van a resultar negativos para la calidad?

Estas y otras muchas preguntas relacionadas con los precios de las uvas que se han fijado por las grandes bodegas de la región central para la uva de la D.O.P. Valdepeñas, pero también para la no amparada. Son las que en estos días acaparan la atención de un sector que hace un par de meses se las prometía muy dulces y que, en estos momentos, afronta una cosecha que puede llegar a resultar incluso inferior a la pasada, y con unos precios que se han quedado muy por debajo de lo que cabía esperar.

A juzgar por lo sucedidos se podría afirmar que son las grandes cadenas de distribución las que dominan el mercado e imponen los precios. Cuestión que no estaría mal que investigara, y sobre la que actuara, la Comisión de la Competencia. Ya que se sanciona el acuerdo (afirmo porque hay condena firme), la fijación de precio por parte de las bodegas de una denominación de origen, pero se deja a la gran distribución que tres o cuatro empresas fijen los precios a los que deben venderse los vinos y la cadena de valor deba establecerse a partir de ese parámetro.

En mi opinión, pero esto no es más que una opinión de un enófilo, en España tenemos un problema con el consumo de vino y este tiene poco o más bien nada que ver con los precios a los que se venden. Secuestrar el desarrollo de nuestras bodegas y viticultores con precios bajos que hacen muy difícil la rentabilidad de sus explotaciones y negocios, no es más que impedir llevar a nuestro sector a ese nivel de un producto con valor añadido que solo tienen los artículos valorados.

Queremos productos alejados del consumo diario, pero con precios de artículos cotidianos y eso es, sencillamente, una incongruencia.

¿De qué sirve mejorar la calidad si no podemos subir los precios?

Datos para tomar decisiones

De haber sucedido en otro momento, cosa bastante improbable dados los problemas con los que el Magrama se está encontrando en la puesta en funcionamiento del nuevo sistema de declaraciones, la noticia más importante de la semana hubiese sido la publicación de las declaraciones de existencias a inicio de la campaña 2016/17.

Por dos razones, la primera y principal por tratarse de una información de gran importancia para el sector de cara a fijar los precios de las uvas, y de ahí el de mostos y vinos. Y la segunda, y la más novedosa, por tratarse de la primera información proveniente del Sistema de Información de Mercados del Sector Vitivinícola (INFOVI) y que, en teoría, debería proporcionarnos una información ágil y actualizada (mensualmente) de la situación en la que se encuentran las existencias de vinos y mostos en bodega.

Sin quitarle ni un ápice de la importancia que tiene a este aspecto y que debería convertirse en una realidad que nos permitiera, esperemos que a partir de ya, tomarle el pulso al mercado con datos concretos, actualizados y fiables de existencias y utilizaciones; lo cierto es que resulta mucho más importante en estos momentos la cifra de 30.500.793 hl que corresponde a las existencias finales de la campaña 2015/16.

Comenzar la campaña con casi un nueve por ciento menos de existencias con respecto al año anterior es una buena noticia de cara a su comercialización. Hacerlo en un entorno de vendimia en el que la calidad del fruto es excelente y la cantidad apunta hacia un volumen muy similar al del año pasado, con cosechas en el resto de  países productores a la baja, nos permite albergar la esperanza de una campaña tranquila.

Y en este sentido parecen estar actuando las bodegas con la fijación de los precios de las uvas en niveles prácticamente iguales a los del año pasado. Una mala noticia para aquellos que confiaban en que este alentador panorama tuviera su primer reflejo en cotizaciones algo superiores a las del año pasado. Pero coherente con aquellos que consideran que primero habrá que vender, conocer a qué precio se ha conseguido hacer y luego plantearse el margen que se pueda reflejar en los precios de las uvas.

Efectivamente, un criterio totalmente contrario a la cadena de valor del producto, pero que refleja con bastante claridad el escaso peso de la producción en el mercado. O, dicho de otra manera, el dominio prácticamente absoluto de la distribución.

Informe Vendimias

Se hacen públicas las primeras cotizaciones del precio de las uvas para la campaña 2016/17 y con ellas se consolidan algunas de las previsiones sobre la nueva cosecha que se venían barajando. No hay duda de que el mejor indicador para darle credibilidad a una estimación es el nivel de precios. Y siguiendo esa regla podríamos decir que la cantidad de producción de esta campaña va estar muy cerca de la obtenida el pasado año.

Las declaraciones de unos y otros insisten una y otra vez en destacar la máxima prudencia que exigen estos vaticinios, especialmente en estas fechas, cuando muchas comarcas no han iniciado todavía las tareas de vendimias y en otras todavía el envero se encuentra sin finalizar. Pero el hecho de que una de las grandes bodegas de Castilla-La Mancha, como Félix Solís, haya decidido abrir con los mismos precios que la campaña pasada hace pensar que su estimación de cosecha estará muy próxima a los cuarenta y tres millones del año pasado a nivel nacional y los veintitrés en esta región.

Entrar en valoraciones sobre lo acertado o no de esa decisión está lejos de nuestra competencia, si acaso resaltar que no parecen haber considerado las estimaciones del resto de países productores y sus posibles consecuencias sobre los precios de los mostos y vinos de esta campaña.

Apostar por la continuidad en los precios de las uvas debería, en buena lógica, llevarnos a precios muy similares a los que tenemos en estos momentos en vinos y mostos.

Lo que sí parece claro es que no están dispuestos a cometer errores del pasado, cuando los precios de las uvas y los mostos oscilaban de manera desproporcionada en función de dimes y diretes que no hacían sino favorecer la labor de especuladores.

Excelente oportunidad

¿Son muchos cuarenta y cinco millones de hectolitros?

Esa es la pregunta que, con más o menos insistencia, nos estamos haciendo “todos” en estos momentos. Pues si bien no parece que la cifra pueda ser descabellada para un país con casi un millón de hectáreas (951.201), sí al menos es un problema, considerando que de esos, tan solo diez millones de hectolitros son consumidos en el mercado interno. Al resto hay que buscarle colocación en la elaboración de mostos, obtención de alcoholes de uso de boca o en exportación…

Cinco millones de hectolitros que se queden sin fermentar y vayan al mercado de los mostos en sus diferentes tipologías, no parece que sea una cifra exagerada. Es más, en campañas tan grandes como la 2013/14 esa cantidad destinada a mostos estuvo por encima de los siete millones de hl. Es decir, que margen para asumir esa cantidad hay suficiente como para que no sea un problema considerarla en nuestras estimaciones.

Lo que vaya asumir el sector de los destiladores y vinagreros en el capítulo de usos industriales es algo más complicado de establecer. Pero viendo la evolución que estos elaborados han tenido en las últimas campañas, asignarles otros cinco millones de hectolitros tampoco parece que sea una cifra descabellada que pudiera darnos alguna sorpresa.

Luego de los cuarenta y cinco millones ya tenemos veinte “colocados”. Considerando que según los datos publicados por el OEMV relativos a las exportaciones del primer semestre del año, llevamos vendidos 28,808 Mhl en cifra interanual; tampoco parece que vayamos a tener muchos problemas en seguir vendiéndoles a nuestros clientes extranjeros una cantidad similar, máxime cuando sus estimaciones de cosecha sitúan sus producciones ligeramente por debajo de las del pasado año en el caso de Francia, con 42,91 Mhl (-10%), Portugal 5,6 Mhl (-20%) y solo Italia presentaría un aumento en sus previsiones iniciales llegando hasta los 50 Mhl (+5%).

Hemos de considerar además que aquellos países que pudieran ser, o al menos lo han sido hasta ahora, nuestros competidores a la hora de abastecer de vino barato al mercado internacional tampoco presentan datos muy favorables con caídas cercanas al treinta por ciento en Argentina, veintiuno en Chile y casi del siete en Sudáfrica.

Podríamos concluir así que, salvo que las existencias al inicio de esta campaña (de la que todavía no tenemos datos) resulten estar muy por encima de las del año anterior, de 1,623 Mhl de mosto y 32,064 Mhl de vinos (lo que no solo parece muy poco probable sino que lo más seguro es que estemos hablando entre uno y dos millones menos), la campaña pinta muy equilibrada y con grandes posibilidades.

¿Hasta dónde? Pues esa es la otra gran cuestión.

Sí parece que lo primero que debería modificarse, con respecto al año anterior, fuera el precio al que se cierren los contratos que, la AICA nos recuerda, sigue siendo obligatorio firmar antes de descargar el primer racimo de uva en la tolva; y en los que deben figurar el precio y el plazo de pago que no exceda de los treinta días desde la entrega del último remolque. Pero, al menos que podamos publicar con un mínimo de prudencia, los que lo han hecho hasta ahora ha sido sin el contrato.

Los datos cuantitativos y cualitativos que se desprenden de un fruto con una sanidad espectacular, un tamaño de las bayas pequeño y un potencial de calidad en los elaborados de gran potencial, nos hacen pensar que los precios debieran estar por encima. Y que, además ese incremento no sería muy difícil repercutirlo en el precio de los mostos y vinos, consiguiendo así profundizar en la senda del aumento del valor de nuestros elaborados.

¿Será así? Confío en que no dejemos pasar esta excelente oportunidad. Pero, de momento, todo está por ver.

Informe vendimia

Si bien en Canarias, Andalucía y algunas otras provincias españolas las vendimias ya son una realidad; el retraso en la maduración de entre dos y tres semanas con respecto las fechas de la pasada vendimia podría decirse que es una constante de esta campaña en toda España.

Como también lo es la falta de lluvia que permita desarrollarse al fruto correctamente. Las altas temperaturas, especialmente las nocturnas, que hagan posible esa inversión térmica tan necesaria para la calidad de la uva. O el excelente aspecto sanitario que presenta, prácticamente exenta del más mínimo rastro de cualquier enfermedad criptogámica, aunque esta haya estado presente en algún momento de la cosecha, como también lo han estado otros incidentes como el mosquito verde o los vientos de Levante. Todo ello no impide poder afirmar categóricamente que la vendimia 2016 tiene un excelente porvenir.

¿También para los precios de las uvas, mostos y vinos? Pues en un principio, todo parece apuntar en esa dirección y las circunstancias que rodean la vendimia parecen haberse alineado en ese sentido. Pero la experiencia nos indica que hasta que no se hayan firmado los contratos en los que queden reflejados sus términos, la prudencia, además recomendable, se hace imprescindible.

Otra duda que nos asalta y cuyas consecuencias pueden ser de notable importancia es el rendimiento que pueda presentar el fruto. El pequeño tamaño de las bayas es un buen factor de calidad, pero hasta cierto límite. Tampoco conviene pasar por alto el importante número de hectáreas reconvertidas         y reestructuras en estos últimos años, cuya entrada en producción se espera en un número importante para esta campaña y cuyas producciones, aseguradas por el riego, van mucho más allá de las que históricamente pudieran haberse dado.

Todo a favor para una buena campaña

Tal y como era de esperar, y a pesar del retraso generalizado de entre diez y quince días sobre las del año pasado, las vendimias de 2016 acaparan prácticamente toda la atención de un sector que ha pasado por alto un dato tan importante como el que arrojan las estadísticas de exportación del primer semestre del año y que suponen no solo una aumento del valor, en cifra interanual, de más de noventa millones de euros (+3,5%), sino que, además, el aumento lo acapara la categoría de vinos envasados. Y aunque es cierto que en volumen el dato resulta inferior (seguimos en datos interanuales) al del año anterior, exportar más de veintitrés millones de hectolitros, casi veintinueve si consideramos mostos y vinagres, es una cifra más que aceptable.

Lo que explicaría, en buena parte, el optimismo con el que se contempla la vendimia de este año por parte de las organizaciones agrarias, que insisten, una y otra vez, en llamar la atención de sus asociados sobre la oportunidad que supone esta campaña de cara a conseguir mejorar los precios de sus uvas, dados los problemas de cosecha que están teniendo Francia y Portugal, con previsiones inferiores a las del año pasado, o apenas del cinco por ciento de incremento en Italia.

Tampoco es ajeno a generar esta expectativa en los precios el hecho de que las previsiones que se barajaban a finales del pasado mes de julio sobre la cosecha española se han desinflado debido a la ausencia de lluvias en agosto y la falta de desarrollo que ha tenido el fruto. Una uva de excelente calidad, en términos generales, salvo zonas muy concretas donde el mildiu se ha dejado notar, y que permiten afrontar la vendimia con gran optimismo.

Lástima que la puesta en marcha de la Interprofesión, con la publicación de extensión de Norma y la elección de su director, no haya venido acompañada por la publicación de los datos mensuales del Infovi relativos a las declaraciones de existencias que nos permitieran conocer con exactitud al volumen al que nos enfrentamos de cara a comercializar esta campaña. Pero seguro que en pocos días tenemos información al respecto, ya que sabemos que desde el Magrama están haciendo lo imposible por “pulir” aquellos detalles que están impidiendo la puesta en marcha de una recopilación de información novedosa y su publicación tal y como se había diseñado.

Por una información seleccionada

Es habitual que en estas fechas los rumores sobre la nueva cosecha vayan adquiriendo protagonismo y desde instituciones y organizaciones profesionales y empresariales se viertan impresiones y estimaciones sobre lo que nos deparará la vendimia 2016. Cuando nos enfrentamos a una producción superior a la del año pasado y las condiciones generales permiten pensar en que es posible que esta situación, lejos de verse correspondida con una reducción en los precios de las uvas (lo que sería lo normal si atendiésemos exclusivamente a la ley de la oferta y la demanda), apunta hacia una recuperación de la cotización; la atención se hace todavía más notable y los cálculos se suceden en todos los medios de comunicación.

Lo que ya no es tan habitual es encontrarse con que estas estimaciones son tratadas con el rigor periodístico que requieren, ya que, en algunos casos, se confunden variaciones con respecto a la cosecha del pasado año con la de la media de la zona, o la “normal” (que seguimos sin conocer exactamente qué significa). Incluso confundiendo localidad, comarca o región con denominación de origen. Por no hablar de mezclar kilos con litros, o pesetas (euros sería lo más correcto, pero es que todavía sigue empleándose nuestra antigua moneda en el sector) por kilo, por el kilogrado, sin citar, por supuesto, el grado.

En fin, un sin número de “pequeños detalles” que, la mayoría de las veces sin ninguna mala intención, lejos de arrojar luz sobre la nueva vendimia, lo único que consiguen es sembrar las dudas y ocasionar un cierto desazón en el lector ante la inseguridad de estar entendiendo correctamente lo publicado.

Tampoco son ajenas a esta situación “las fuentes”, que en algunas ocasiones juegan a utilizar diferentes magnitudes para lanzar un mensaje confuso que beneficie sus intereses.

Sea como sea, y con el compromiso, como siempre, de ofrecerles la máxima información contrastada y homogeneizada, las primeras estimaciones realizadas por la organización agraria Asaja apuntan hacia una cosecha que podría resultar en el entorno de los cuarenta y seis millones de hectolitros de una uva de buena calidad. También los hay que consideran que esta cifra estaría muy por debajo de los cincuenta millones de hectolitros en los que sitúan la cosecha, pero a estas fuentes no las tenemos debidamente identificadas y sus estimaciones habrá que situarlas en cuarentena.

Sobre los rumores, que es lo único que de momento se conoce, relativos al precio de la uva, todo apunta hacia un sostenimiento de los pagados en la campaña pasada, o incluso a que sean algo superiores. Dependiendo de la calidad, variedad y zona de producción. Y aunque, en términos generales, podría decirse que los varietales foráneos comienzan a mostrar síntomas de debilidad en algunas zonas, dada la entrada en producción de numerosas hectáreas de las reconvertidas y reestructuras; tampoco aquí esos comentarios permitirían decir que, por norma general, fueran a ser inferiores sus cotizaciones.

Existencias a final de campaña ligeramente inferiores a las del año anterior, aun cuando los datos oficiales no los conoceremos hasta el mes que viene. Cosechas inferiores en el Hemisferio Sur, así como en Francia o Portugal y similares en Italia; albergan la esperanza de nuestras bodegas de enfrentarnos a una campaña en la que, a poquito que no nos pongamos nerviosos, sea posible mantener los mercados y el nivel de volúmenes récord de exportación de esta última campaña e incrementar un poco (cinco o diez por ciento) los precios.

Es más, incluso los hay (castellano-manchegos) que están dispuestos a solicitar del Ministerio la puesta en marcha de los mecanismos que tiene el sector a su alcance, para autorregularse y ordenar la producción y las disponibilidades en cada momento para facilitar esa recuperación de los precios.

Ahora, sí

Si bien no faltan quienes ven en la Orden 1241/2016 publicada en el BOE del sábado 23 de julio por la que se extiende el acuerdo de la OIVE (Interprofesional del Vino) al conjunto del sector para las campañas 2016/17 a 2018/19, y por la que habrá que pagar una cuota de comercialización de 0,23 € por hectolitro si es envasado o de 0,065 €/hl si lo es a granel; un nuevo “impuesto al vino”; esto es “algo más” que una contribución obligatoria.

Es la confirmación de que el sector ha asumido que las soluciones a sus problemas de falta de transparencia, precios bajos, pérdida de consumo o escasa valorización, deben ser propiciadas por él mismo, lejos de ayudas o subvenciones. Y como para llevar a cabo cualquier medida es necesario el vil metal del dinero, el sector debe encontrar la forma de recaudarlo.

Seguro que habrá quienes encuentren otra manera de hacerlo, pero esta es una y, mientras no se demuestre lo contrario, la mejor posible para el conjunto del sector vitivinícola español representado en su Organización Interprofesional (OIVE).

Ahora habrá que exigirle un uso y control adecuado de esos fondos, pero al menos permítannos que mientras se pone en marcha su estructura, se pone a trabajar la persona elegida para ser su director, se comienza a recaudar con la colaboración de la AICA y se fijan los proyectos en los que se emplearán los fondos recaudados y auditado su pago… le demos un voto de confianza y afirmemos, a pies juntillas, que un gran paso en la mayoría de edad del sector vitivinícola español.

Para crecer en el consumo interno, mejorar la imagen de nuestro vino y hacer rentable el cultivo de la viña con estructuras económicas en las bodegas consolidadas, es necesario que sea el propio sector el que se involucre en su solución, imprescindible que exista una corresponsabilidad entre sus actores y una coordinación en sus actuaciones que hagan eficientes sus esfuerzos.

Tenemos un extraordinario potencial que debemos aprovechar para situarnos como el primer país productor y exportador, pero también debemos alcanzar puestos de privilegio en imagen y precios. Solo de esta manera será posible recuperar el consumo de vino.

Todos los expertos coinciden en señalar que el Vino dejó hace mucho años de ser un producto alimenticio, que sus cualidades emocionales superan en mucho las analíticas e incluso las organolépticas y que, por consiguiente, el mensaje que transmite su imagen juega un papel fundamental.

Los jóvenes y nuevos consumidores buscan en el consumo de vino placer, recuerdos, emociones y, todavía de forma tímida, pero con paso firme, va convirtiéndose en una bebida de moda. Es chic tener una copa de vino en la mano, disfrutar de una terraza en verano con una botella de vino,… generando atracción y adicción su cultura.

El problema es que, hasta hora, los intentos que desde el sector se han hecho por atraer a los nuevos consumidores han ido pasados de frenada. Se han intentado destacar sus valores organolépticos hasta tal punto que el efecto conseguido ha sido, precisamente, el contrario al buscado: rechazo y pánico en el consumidor. Hemos conseguido entre todos, especialmente los medios de comunicación, hacerle sentir al consumidor como un ignorante ante una copa de vino. Olvidándonos de que esta bebida requiere un aprendizaje previo a los conceptos de descripción sensorial de los que nos hemos valido.

La llegada de una nueva generación nos da la oportunidad de revisar nuestras actuaciones, nuestro lenguaje, el de nuestros vinos con sus características organolépticas, pero también de imagen. Para aprovechar esta oportunidad hay que conocer al consumidor, hay que investigar, hay que diseñar campañas de comunicación. Y hay que pagarlas.

Solo hace falta que no la fastidiemos

A diferencia de lo que venía sucediendo cuando en años anteriores se anunciaba una cosecha superior a la del año anterior, en esta ocasión el sector, en general, parece haber tomado conciencia de que la solución a sus problemas de consumo, precios y colocación de producción no está en la discrepancia y enfrentamientos, sino más bien en la coordinación y aprovechamiento de sinergias.

Parece bastante evidente que España está llamada a convertirse sino en el primer productor de vino del mundo, a ir alternando ese puesto con franceses o italianos; y eso requiere hacer frente a una producción por holgadamente por encima de los cincuenta millones de hectolitros. Lo que hacerlo de un país en el que su consumo interno está en los diez millones obliga a hacer un ejercicio de armonización algo más que imaginativo si queremos que buena parte de ese potencial de producción no acabemos perdiéndolo.

Las exportaciones nos están yendo bien y poco a poco vamos haciéndonos con nuevos mercados y consolidando los ya conquistados. Batacazos como los que ha tenido Chile este año con una cosecha inferior a la anterior casi un veinticinco por ciento y una calidad de la uva y, es de suponer que de  mostos y vinos obtenidos de ellas, que no es toda la que los mercados exigen. Abre un importante hueco para un país como el nuestro, con grandes volúmenes, precios muy competitivos y gran número de empresas ávidas de oportunidades por llenar esos huecos.

Conseguir poner un poco de orden en la producción, destinando el volumen necesario a la elaboración de mostos para abastecer el mercado mundial sin hacer tambalear los precios, elevar el precio medio de nuestros grandes volúmenes sin perder la competitividad y haciendo un poco más sostenible el cultivo de la viña con pequeños incrementos que marquen un futuro mejor para todos. Es posible, y para ello no hace falta mucho. Este año parecen que se alinean los astros, que calidad y cantidad nos son favorables. Solo hace falta que no la fastidiemos. Como los buenos enólogos, que seamos capaces de sacarle a la viña todo el potencial que tiene.