Por un producto identificado

Comparar 25,39 millones de hectolitros, que ha sido el volumen de lo exportado por nuestro país durante el año 2018 de total de productos vitivinícolas (incluidos vinos aromatizados, mostos y vinagres), con lo importado en el mismo periodo y para las mismas categorías y cuyo volumen apenas supera los 1,5 millones de hectolitros resultaría, sencillamente, absurdo. Pero sí nos ayudaría a entender, o al menos en eso confiamos, un poco mejor qué consumimos y qué buscan los compradores de vino.

Lamentablemente, disponemos de poca y mala información sobre el consumo de vino en España y, por enclenque que pueda resultar cualquier conclusión que obtuviésemos de las estadísticas, siempre es mucho más que nada de cara a plantear posibles estrategias de recuperación incentivación del consumo.

Aunque no sea necesario, sí conviene recordar que somos el primer país del mundo en superficie, que ocupamos el tercer puesto (creciendo) en producción, que nuestra viticultura ha experimentado un cambio espectacular en los últimos lustros aumentando rendimientos y apostando por reestructuraciones a variedades internacionales o simplemente más productivas. Que nuestro consumo interno se mantiene estable en el entorno de los diez millones y medio de hectolitros, que cada uno decida si quiere tomarlo como estimado, aproximado, per cápita o cómo quiera calcularlo. Y que el comercio exterior no deja de crecer desde hace más de veinticinco años, habiéndonos convertido en el primer país del mundo en volumen de exportación.

Y digo que no conviene olvidar estos datos, porque si nuestra producción aumenta y el consumo se mantiene estable; no cabe otra que vender fuera lo que no somos capaces de vender dentro. Y que solo cuando las cosechas se ven afectadas por los envites de la naturaleza y descienden bruscamente, aumentando los precios, que tengamos que importar encuentra explicación.

Bajo este paraguas se puede entender más fácilmente que durante 2018 el primer país del que nos hayamos abastecido sea Argentina con el 24,5% del total de vino y que su precio medio haya sido de 0,51 €/litro cuando el precio medio de lo importando ha sido de 2,35 €/litro. Pero aún hay más y es que si nos fijamos en que los vinos más importados de Argentina han sido los “sin D.O.P. y a granel” y su precio medio ha sido de 0,42 €/litro, el más bajo de todos, podríamos aseverar que el motivo de la importación de más de un cuarto del volumen total no lo ha sido porque los consumidores españoles están deseosos de vinos argentinos, sino porque han sido utilizados por los operadores para presionar sobre los precios.

Especial mención merecen los casos de Francia, primero en precio medio con 12,08 €/litro; e Italia, segundo en volumen (solo después de Argentina) con 22,8 millones de litros. Ambos casos con los vinos espumosos como principal objeto de deseo. Champagne con un alto valor en el caso de Francia y una gran estabilidad que pone de manifiesto la fidelidad de los consumidores de este vino. Así como el gran interés que están despertando en el mercado español los espumosos italianos, ocupando el primer puesto entre los proveedores de vino espumoso a España con un precio medio de 2,38 €/litro.

Recibir y consumir vinos de otros países y estilos es enriquecedor y favorece el consumo de vino. Es un requisito básico para adquirir esa cultura vitivinícola necesaria para que el consumo sea sostenido, moderado y enriquecedor. Si estos vinos nos llegan a granel y son empleados por nuestras bodegas para abaratar el coste medio de sus comercializados, la gran mayoría de esa riqueza se pierde.

Incrementar la comercialización del vino envasado

De la múltiple información que se puede obtener de los datos del Infovi, quizá lo más destacable de las últimas cifras publicadas, correspondientes al mes de enero y con fecha de extracción a 28 de febrero; sea constatar con números la opinión que todo el sector tiene, pero que, hasta ahora, era imposible corroborar con datos concretos. Que no es otra que el mercado se encuentra ralentizado y que las bodegas, ante la abultada cosecha 2018, han visto reducida su operatividad, con caídas en el comercio que les han llevado a situar sus existencias de vino y mosto a 31 de enero en 59,4 Mhl de las que 54,7 corresponderían a vino.

Si comparamos esas existencias con las del mismo periodo del año pasado (44,8 Mhl) tendríamos 9,9 Mhl más (+22,1%), que por tipo de vino nos llevarían al blanco a granel como el mayor responsable de ese incremento con 5,5 Mhl y un 34,6%, seguido del tinto y rosado a granel que aumenta un 18,1% situándose en 28 Mhl (+4,3 Mhl).

Cifras que ponen en evidencia cómo las condiciones del mercado, incluidas las propias de la cosecha, afectan de manera muy desigual a los vinos a granel y a aquellos otros que son comercializados con marca: los envasados; los cuales disfrutan de una estabilidad mucho mayor. Pues si bien también crecen un 3,7% y un 4% respectivamente sus existencias, estos porcentajes apenas suponen cien mil hectolitros en cada una de las categorías con respecto al mismo momento del año pasado.

Dejando a un lado cuestiones nada baladís relacionadas con los mayores precios de los vinos envasados, podríamos concluir con cierta dosis de certeza que el consumo, tanto interior como exterior, mantiene unas cifras bastante estabilizadas, haciendo posible que las variaciones en los precios de venta al público sean asumidas con bastante normalidad por todos los integrantes de la cadena: bodegas, distribuidores y consumidores.

De hecho, y por aquello de corroborar lo dicho hasta ahora, son las cotizaciones de los vinos sin indicación de origen, ni varietal y comercializados a granel las que están llevándose la peor parte en el comercio en estos meses que llevamos de campaña, con caídas pronunciadas en sus cotizaciones y reducción considerable de sus volúmenes operados.

El vino español se analiza fuera

La Comunidad Europea parece dispuesta a afrontar de manera más eficaz la volatilidad de los mercados y garantizar una mayor transparencia en la información del sector del Vino. Para ello acaba de anunciar que antes de finalizar el presente año habrá puesto en marcha un Observatorio del Mercado del Vino en la UE, que estará disponible online, proporcionando una amplia variedad de datos estadísticos de mercado, complementado con análisis de mercado e informes de perspectivas a corto y medio plazo.

Por otro lado, el ICEX ha decidido poner en marcha una campaña de comunicación de los vinos españoles en China, consistente en transmitir un mensaje de calidad y diversidad del vino español. Su gran potencial de crecimiento, el gran interés que están demostrando los chinos por la cultura del vino, convirtiéndolo en una bebida de moda, especialmente entre la gente joven y la clase media-alta. La situación de estudios como el desarrollado por la consultoría Wine Intelligence que lo sitúa como el cuarto mercado vitivinícola más interesante donde invertir (por aquello de valorar en su justa medida la información, digamos que España ocupa el puesto 21º, cinco menos que en el 2017); o el nada desdeñable dato de una bajada total en 2018 con respecto al año anterior de la exportación española del cuarenta y ocho por ciento, cifra que se eleva hasta el 86,3% de pérdida si nos referimos a los vinos a granel… Pueden ser algunas de las razones que hayan llevado a este organismo español a desarrollar una campaña cofinanciada con fondos procedentes de la Unión Europea en este país. Lástima que Chile y Australia, países con los que China tiene firmados tratados de libre comercio para el vino, hayan sabido aprovechar el fuerte incremento de nuestros precios hasta los 15,96 €/litro (+63’9%) para hacerse con una buena parte de esta categoría de vinos.

Y es que, tal y como era de esperar, las exportaciones españolas de vino en el 2018 han caído en volumen (-13,6%) y aumentado en valor (+1,9%) elevando el precio medio un 17,9% hasta situarlo en 1,47 €/litro. Nada que no previésemos, dado el reducido volumen que, en términos generales, presentaba la cosecha 2017 y lo abultada de la 2018.

Como siempre pasa en estos casos, opiniones las hay para todos los gustos y mientras algunos expertos valoran la evolución de nuestro mercado exterior de manera positiva, dadas las circunstancias; no podemos pasar por alto aquellos otros que ven una gran oportunidad perdida de abrir un hueco en el mercado y hacernos con una pequeña parte de esos clientes que compran vino español pero con marcas francesas o italianas.

Y aunque en las páginas interiores encontrarán una amplia y desglosada información de nuestras exportaciones, convendría retener algunos datos que nos ayudaran a comprender mejor la gran oportunidad perdida, y es que mientras en la categoría de vino tranquilo en la que mayor precio vendemos: tintos y rosados con D.O.P. envasados (3,80 €/litro), hemos crecido un 6,7%; en la de precio más bajo: blancos sin indicación a granel (0,50 €/litro) el crecimiento en el precio ha sido del 30,4%

¿Podemos concluir con esta información que somos un país del que abastecerse de vino barato y que mejorar nuestro posicionamiento en aquellas categorías de mayor valor añadido nos resulta muy complicado? Pues muy posiblemente sería una de las conclusiones que podríamos extraer de la experiencia de este año.

¿Se soluciona con campañas como la realizada por el ICEX en China para el 2019? Seguramente no, porque llegamos tarde, cuando todos los demás países se han hecho un hueco en un mercado potencialmente tan interesante. Pero también es cierto que si nunca hacemos nada, si seguimos manteniendo la misma política comercial (como país), nunca tendremos la posibilidad de mejorar.

Nueva estimación, nuevo aumento de la cosecha

Teniendo en cuenta que cada avance, estimación o nota de prensa que es publicada sobre la cosecha 2018/19 supone un nuevo incremento en la producción de la Unión Europea; casi mejor será que se limiten en el tiempo y queden reducidas a documentos testimoniales.

Hablando en serio, la información puede resultar abrumadora o, incluso, desconcertante, pero nunca excesiva. Lo sucedido este año con la cosecha está haciendo bueno ese dicho tan manido en el sector de que “cuando la cosecha es mayor, acaba siendo mucho mayor de lo esperado”. Y es que, desde el primer avance o estimación de producción publicada hemos ido aumentando, poco a poco la cosecha.

La última, publicada por la Comisión Europea y referenciada a 15 de febrero situaba la producción de vino y mosto 2018/19 en 182,7 Mhl (+27,1%), 176,82 (+28,2%) de vino y 5,88 (+12%) en mostos. De los que destaca especialmente el crecimiento en la categoría de “Otros vinos y mostos” (antiguos vinos de mesa) con unas declaraciones de producción de 45,6 Mhl y un crecimiento del 41,2%.

Los hay que han encontrado en estas estadísticas y, especialmente en la cifra dedicada a nuestro país con 49,2 Mhl (44,4 de vino y 4,8 Mhl de mosto), el motivo del desplome de sus cotizaciones. Otros lo han aderezado con la situación vivida en nuestros principales países compradores: Francia (+38%), Italia (+16%), Alemania (+43%), Portugal (-14%). E incluso los hay que se han atrevido a valorar la situación de “positiva” ante las grandes oportunidades que abren cosechas voluminosas.

Sea como fuere, cada uno cuenta la feria como le va.

Lo que sí parece una realidad inapelable es que los precios en origen se han desplomado y, lo que todavía es mucho peor, no parecemos haber tocado fondo. Habiendo puesto en evidencia todas nuestras debilidades, centradas especialmente en la comercialización de nuestra producción.

Castilla-La Mancha, productor de la mitad de toda la producción española, consciente como es de que a quien más afecta esta situación es a sus empresas y viticultores, anunció la puesta en marcha de un Plan Estratégico a dos meses de las elecciones. Por lo que habrá que esperar a ver cuánto de real y cuánto de electoralista hay en este anuncio. Pero, al menos, habrá que reconocerle la iniciativa y voluntad de abordar el problema de una forma colectiva y organizada.

Canal online, una gran oportunidad

Sabemos a ciencia cierta, ya que para eso no hacen faltan estadísticas que lo corroboren, que el comercio mundial está cambiando. No solo la globalización es un hecho, sino que los propios canales de comercialización están sufriendo fuertes variaciones con gran protagonismo para la venta online, prácticamente inexistente hace apenas diez años.

Lamentablemente, ya que es una información que resultaría de gran interés, no disponemos de estadísticas, ni agregadas, ni desagregadas, de cuál puede ser el volumen de vino que se mueve en este canal. Para ello ayudaría bastante disponer de los datos del balance vitivinícola, al menos con él podríamos hacernos una idea aproximada de qué cantidad estamos hablando. Pero tampoco esa información existe. Hay datos del año 2016, pero eso no es información ya que carece de la actualidad necesaria.

Los grandes operadores no publican sus cifras, por lo que tampoco podemos hacernos una idea de cuál es el peso del vino en su comercio, online. Y, aunque baste mirar el gran interés de estos hacia el vino y la mejora de las plataformas y servicios logísticos, con la intención de permitirles ser competitivos; seguimos teniendo que conformarnos con vaguedades.

Rabobank, afirma en su último informe trimestral sobre el vino que “frente a una tendencia general de estancamiento del consumo, las ventas por internet están experimentando un crecimiento sostenido en los países europeos” ¿Cuánto crece? No lo concreta. Aunque sí se atreve a afirmar que alrededor del 4% del total de vino comercializado en Europa occidental en 2017 por tiendas especializadas, supermercados, etc., lo ha sido en venta online.

Cifra nada desdeñable pues vendría a representar cerca de 3,6 Mhl y, además, supondría un importante crecimiento para un consumo que, en términos globales, valora como “estancado”. Volumen al que habría que añadir todo aquel vino que es vendido directamente por las bodegas a través de sus páginas web. ¿Qué parte de esto corresponde a España, cuál es su distribución en función de tipos de vino, niveles de precios, ubicación geográfica, indicaciones de calidad,…? Es un misterio.

Aprovechar este canal, la posibilidad de acceder directamente al consumidor a fin de conocerlo con más profundidad gracias al Big Data, ofreciéndole productos adecuados a sus gustos, de mayor calidad y con márgenes más elevados. Acceder a nichos y clientes que serían totalmente impensables a través de los canales tradicionales es una oportunidad que debemos aprovechar para ayudarnos a alcanzar ese aumento en el valor añadido de nuestros vinos que tanto añoramos y que tan difícil nos está resultando.

Pero para ello hay que invertir. No podemos esperar que la simple confección de una web vaya a traernos clientes, o sirva para darnos a conocer. Hay que invertir en el conocimiento de nuestros clientes, generar una oferta atractiva y herramientas de fidelización con los que atraparlos.

Confundimos con preocupante reiteración lo que es necesario con lo que es un hecho diferenciador, y del mismo modo que la calidad ya no es un argumento para que nos compren; el posicionamiento online, tampoco.

No hay duda de que cada bodega, de manera individualizada, debe desarrollar su propia estrategia y definir las condiciones sobre las que quiere operar. Pero ello no debiera estar reñido con el desarrollo de estrategias conjuntas desarrolladas por países, regiones, organizaciones profesionales o empresariales, consejos reguladores, agrupaciones,… que deberían establecer marcos de actuación y estrategias comunes bajo las que cada ente menor ir desarrollando las suyas propias.

Aquí el tamaño también importa, no se engañen, pero qué duda cabe que mucho menos que en los canales tradicionales.

No temer al futuro

“No temer al futuro”. ¡Qué bonita frase! Tan fácil de decir y difícil de soportar cuando la rentabilidad de nuestra actividad hace peligrar la misma supervivencia de la empresa.

Phil Hogan, comisario europeo de Agricultura y Desarrollo Rural, en su reciente visita a la Comunidad Autónoma de La Rioja, intentaba calmar al sector vitivinícola arengando a sus bodegas a confiar en la gran calidad de sus productos y las grandes oportunidades que se les presentan. Y todo para intentar justificar las escasas posibilidades existentes de que la liberalización de las plantaciones de viñedo no sea una realidad una vez vencido el plazo del 2030 establecido en la OCM.

La aceptación de una propuesta presentada en el Parlamento Europeo por Esther Herranz solicitando que el régimen de autorizaciones de plantación de viñedo se prorrogue hasta el 2050, pero especialmente las declaraciones del comisario Hogan indicando que esta ampliación forma parte de las negociaciones de la reforma de la PAC; han devuelto a la primera página de actualidad la necesidad de un crecimiento ordenado del viñedo.

Cualquier cuestión que tenga que ver con la Unión Europea lleva intrínseco un alto grado de sorpresa que hace posible cualquier cosa. Pero si se trata de un tema relacionado con la Política Agraria Común esta incertidumbre hace muy posible que lo blanco se convierta en negro en cuestión de segundos.

Tampoco podemos pasar por alto que estamos hablando de una limitación planteada en una OCM, lo que obliga que para su modificación sea necesaria la autorización del Parlamento Europeo, la Comisión Europea y el Consejo Europeo por unanimidad.

Si atendemos a la actual posición del Parlamento admitiendo la propuesta podríamos dar como bueno que está por apoyarlo. Igual que la Comisión cuyo comisario declaró “es algo que apoyamos”. Y aunque no podemos ni imaginar lo que podría pasar con los jefes de Estado; vamos a suponer que evitamos convertirlo en un cromo con el que negociar otros temas y contamos, también, con su apoyo. ¡Magnífico! Ya lo tenemos resuelto.

Si no fuera por un pequeño detalle sin importancia y es que antes de que este tema pueda ser, ni tan siquiera planteado formalmente, el Parlamento y la Comisión habrán cambiado, ya que la primera revisión está prevista para el 2023, a los diez años de su entrada en vigor.

Así es que, mejor quedémonos con la frase del comisario Hogan de “no temer al futuro”, sigamos trabajando en aprovechar esas grandes oportunidades que se nos presentan y confiemos en que, efectivamente, podamos seguir contando con los Planes de Apoyo al Sector para el periodo 2021-2027. Que está mucho más cercana su negociación y es mucho más trascendental, ahora mismo, para nuestro sector.

Quizás solo sea una entelequia

Días atrás Corpinnat, marca colectiva que reúne a nueve productores de cava anunciaba que había tomado la decisión de abandonar la Denominación de Origen Protegida Cava. Todo un jarro de agua fría.

Dejando a un lado cuestiones técnicas, como la limitación geográfica, controles de calidad y etiquetados; planteamientos filosóficos relacionados con el prestigio y el compromiso con el origen manifestado con la voluntad de utilizar solo determinadas variedades; su voluntad de pagar un precio mínimo por la uva o los procesos de elaboración, a los que aluden en su comunicado. Incluso considerando lo que de marketing pudiera haber detrás, esta decisión supone un duro golpe para el propio modelo de Indicaciones de Calidad existente en nuestro país.

No es el primer caso en el que un grupo de bodegueros va más allá en el cuestionamiento del papel de una denominación de origen que la simple aireación de posiciones encontradas sobre normas concretas y exigiendo una mayor diferenciación en sus productos dentro de la propia indicación de calidad.

El modo en que hasta hora se ha ido soslayando este problema; dotándolos de tipologías que permitan ir en esa dirección, no parece haber satisfecho a este grupo de cavistas cuyo abandono será efectivo en un plazo de un par de meses.

Podríamos pensar (sería lo más fácil) que las más prestigiosas bodegas no quieren que se les confunda con aquellas otras cuyos objetivos están más enfocados a volúmenes, donde cuestiones de calidad o prestigio pasan a un segundo plano ante la necesidad de operar con precios competitivos. O ir un poco más allá y preguntarnos si, con las herramientas con las que contamos, es posible, o más sencillo, alcanzar ese último objetivo que todo el sector vitivinícola español declara perseguir: aumentar el valor añadido de nuestros vinos. O, por el contrario, se hace necesaria alguna modificación que permita a los productores presentarse ante los consumidores con modelos diferentes que vayan más allá de esa manida “relación calidad/precio”.

Incluso podríamos llegar a plantearnos si detrás de este tipo de medidas no hay un cierto interés “marketiniano” en aras de una profunda diferenciación del resto.

El gran crecimiento experimentado por los vinos varietales, muchos de ellos nacidos a la sombra de D.O.P.s que han visto mermadas sus contraetiquetas de manera importante, es un buen ejemplo de que nuestro modelo está pidiendo cambios profundos.

El paso dado por la Unión Europea en la simplificación de los procedimientos para la modificación de los pliegos de condiciones y las normas de control es una buena muestra de esa necesidad y, al tiempo, de sensibilidad y voluntad de la Administración europea por hacerlo.

¿Suficiente? De momento ya hemos visto que no. Aunque es de esperar que acabe siéndolo y lo sucedido con el abandono de bodegas de cierto renombre, o la descalificación de algunos vinos de mayor prestigio, acabe por ser bastante y no quede ese extraordinario patrimonio vitivinícola de nuestras denominaciones de origen en un mero estuario en el que encuentren cobijo aquellas referencias cuyas marcas privadas requieren de la fuerza y el respeto de la colectiva que les confiere la contraetiqueta.

Tenemos un importante desequilibrio en el mercado entre lo que producimos y vendemos, y nada hace pensar que se trate de una situación coyuntural. Situaciones como estas no benefician a nadie en su resolución y pienso que bien haríamos si nos planteáramos seriamente qué queremos ser de mayores y cómo pretendemos llegar a ello como sector.

Quizás solo sea una entelequia.

También desde la producción

Parece bastante claro que sea mucho, o poco, la producción de la Unión Europea está bastante más cerca de los 179 Mhl producidos esta campaña, que de los 143,787 del pasado año. Podemos discutir si es mucho o poco para lo que consumimos. Si esta situación es sostenible en el tiempo, o sus posibles consecuencias sobre los precios en origen. Si el crecimiento mostrado por España (+39%), Francia (+30%) e Italia (+16%) tiene su origen en la entrada en producción de la superficie reestructura (estructural) o se debe a condiciones meteorológicas excepcionalmente favorables y la circunstancia de venir de una cosecha extraordinariamente corta (coyuntural).

Tomando como ejemplo lo sucedido en nuestro país, podríamos llegar a la conclusión de que esta producción ha venido para quedarse. Que los cincuenta millones de hectolitros están cada vez más cerca de lo que podríamos definir como una “cosecha normal”. A pesar de que seamos, de los tres grandes países productores del mundo, los que más hemos incrementado nuestra producción con respecto a la media de las últimas cinco campañas. Un trece por ciento, frente el siete de Francia o el dos de Italia.

A diferencia de lo que ha sucedido en los otros países, al menos con los datos proporcionados por la Dirección General de Agricultura de la CE, España sigue apostando por la elaboración de mostos, ocupando el primer puesto en la UE con con cuatro millones ochocientos mil hectolitros, a gran distancia del segundo productor, Italia, que apenas alcanza el millón de hectolitros. Lo que tampoco parece haber sido suficiente para que el mercado se muestre capaz de absorber semejante volumen de producción.

Y aunque la solución a nuestros problemas deberá pasar por abordar la recuperación del consumo y el afianzamiento de las exportaciones, se antojan necesarias otras medidas dirigidas al lado de la producción si queremos valorizar uvas y vinos. Aumentar rendimientos para compensar los bajos precios a los que se paga el kilo de uva no puede ser una solución sostenible a corto y medio plazo. Es posible que a largo lo sea, si conseguimos destinar esas producciones de altos rendimientos hacia otras utilizaciones; pero no ahora.

Lo preocupante es que, en estos momentos, lo único que estamos obteniendo son volúmenes difícilmente absorbibles por el mercado y precios en caída libre que tienen su reflejo en precios de uva insostenibles para los viticultores.

Se aproximan momentos importantes

La publicación de los datos del Infovi correspondientes al mes de noviembre (fecha de extracción 10 de enero 2019), en el que se incluyen los productores de menos de 1.000 hectolitros de producción media; arroja una producción de 49.196.089 hl para la cosecha 2018/19, de los que 44.406.173 son de vino y 4.789.916 de mosto sin concentrar (los 96.460 hl de concentrados, rectificados y parcialmente fermentados, no se incluyen).

Una cosecha superior un 38,6% a la de la campaña 2017/18 y un 11,5% por encima de la media de las últimas cinco campañas. Con unas existencias de vino (productores >1.000 hl) un 17,24% superiores a las de final de noviembre de 2017. Lo que vendría a corroborar con datos la gran sensación de paralización que se respiraba en el mercado en esos momentos y que todavía hoy se arrastra.

Y aunque ni las cifras deberían sorprendernos mucho, ya que desde estas mismas páginas se había venido adelantando una cosecha que estaría rondando los cuarenta y ocho millones de hectolitros (47.723.607 hl fue el pronóstico que publicamos en nuestro extraordinario de vendimias); ni las informaciones que venimos publicando cada semana sobre la situación de los mercados, muestra ni la más mínima discordancia con esta situación de paralización, la preocupación entre los operadores se va agravando ante la falta de reacción del mercado y la nominalidad de unas cotizaciones que muestran escasa capacidad de reacción.

De momento, los llamamientos a la calma que se emiten desde todos los estamentos y organizaciones, profesionales y empresariales, están consiguiendo concienciar a los operadores de la necesidad de mantenerse firmes en sus pretensiones; ya que las verdaderas razones de la paralización no se encuentran en las cuestiones crematísticas, sino en el exceso de oferta existente en el mercado, ante la recuperación de las cosechas de los principales países productores.

¿Hasta dónde serán capaces de resistir? Es una pregunta que todos se hacen y para la que nadie parece tener respuesta. Y aunque la concienciación de que bajar los precios no es solución, todos temen el momento en el que alguno lo haga y dónde sitúe la cotización.

Los datos de consumo en el hogar, únicos disponibles, señalan que la recuperación del consumo no está resultando tan positiva como algunos confiaban con la puesta en marcha de la Interprofesional y sus campañas de promoción. Y a pesar de que no disponemos de datos en el canal Horeca, donde la sensación es que el consumo sí ha conseguido recuperarse un poco, la impresión, porque tampoco contamos con datos del balance de la última campaña, es que el consumo se mantiene estancado en el entorno de los diez millones de hectolitros.

Diez millones sobre una producción que roza los cincuenta es una pobre cifra que nos hace extremada y peligrosamente dependientes del mercado exterior, con todo lo que ello supone de bajos precios y vulnerabilidad ante los altibajos de las cosechas. Ser la “bodega de Europa” supone que cuando la producción de nuestros compradores llena sus depósitos, la mirada hacia nuestros vinos queda reducida a pequeñas partidas y momentos puntuales.

Tampoco ayuda mucho a aliviar la tensión que vivimos en los mercados la posibilidad de que acabemos teniendo un “Brexit duro”, poco probable en mi opinión, pero posible y para lo que nos deberíamos preparar. Un destino como R. Unido que es mucho más que el cuarto destino en valor y quinto en volumen con un precio medio de 1,82 €/litro, es la puerta de entrada a otros mercados y, muy posiblemente, el mejor escaparate para muchas de nuestras bodegas. Amén de todas aquellas complicaciones que en el seno de la UE causaría y que podía poner en peligro el PASVE al tener que retrasarse el Marco Financiero Plurianual (MFP) 2021-2027.