Incertidumbre en un escenario inimaginable

Una de las pocas cosas que ha conseguido la Administración Trump, con la imposición de aranceles a la práctica totalidad de los países del mundo, pero también con sus políticas de defensa o participación en organismos internacionales, ha sido generar el pánico, sembrar de incertidumbre el futuro, empobrecernos a todos, asegurar la entrada en recesión de un buen número de las mayores economías del mundo (incluida la suya propia) y un largo etcétera para el que necesitaríamos mucho más que el espacio de esta editorial.

Pero, también ha logrado algo que, quizás ahora sea muy difícil de apreciar y ponderar correctamente, y que podría suponer el revulsivo que la “Vieja Europa” necesita. Con la brusquedad de quien no tiene modales, el Sr. Trump nos ha quitado la venda de los ojos y ha hecho evidente, en apenas dos semanas, nuestra gran dependencia de los demás y la necesidad de cambiarlo.

Acuerdos que se consideraban inviolables han saltado por los aires. La posición política de defensa, hecha añicos y los acuerdos de comercio, pulverizados. Demasiado si no fuera porque no estamos hablando de una novela.

Primero lo fue en el territorio de la defensa y el gasto que a este concepto destinábamos. Luego lo ha sido en el económico y la importancia que, para la gran mayoría de sector, representa el mercado norteamericano. Tampoco nos olvidemos de la política migratoria. Y luego, ¿quién sabe lo que vendrá luego?

El caso es que, más que nunca, se ha puesto en valor la importancia que, desde la Unión Europea, tiene mantenerse unidos y actuar como un Estado. La respuesta en esta primera etapa de la negociación dada por la Comisión ha sido la de tender la mano. Una mano que seguramente será ignorada y menospreciada, pero que, lejos de los desaires, supondrá mantener la esperanza de llegar a un acuerdo que ponga fin a este sinsentido.

Lo que está sucediendo no sólo es importante por ser el país hacia el que todos los productores tienen puestos sus ojos, por ser el que más volumen de vino consume o el que tiene uno de los niveles de precios más atractivos. Lo es porque provocará reajustes en el comercio mundial, confiemos en que contenidos con las negociaciones. Porque traerá la caída del consumo allí, por el aumento de los precios, por más que bodegas, importadores y distribuidores intenten asumir los sobrecostes. Y porque la competitividad de los diferentes países se verá alterada y provocará una reordenación del origen de los elaborados que importan.

Muchas consecuencias para poder prever la política de una Administración a la que sólo sus incondicionales entienden bajo el criterio de una fe ciega.

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