Resulta bastante evidente que el sector requiere de acciones que vayan encaminadas a frenar la sangría en el consumo, única y verdadera razón de los problemas de rentabilidad que está sufriendo el sector vitivinícola mundial y del que derivan otros, no menos importantes, pero colaterales, como el relevo generacional, la lucha contra la implantación de parques fotovoltaicos, o la propia supervivencia de una parte importante del patrimonio vitícola.
La presentación de la Declaración VITÆVINO, un documento que busca unir a la amplia comunidad vitivinícola europea y a los consumidores, buscando disfrutar del vino con moderación y reivindicando y perseverando en la cultura del vino, contó con la participación de políticos de la mayoría de nuestro arco parlamentario.
En ella se defiende el vino como algo más que un alimento: como un símbolo de convivencia y disfrute compartido, con una cultura milenaria y un papel determinante en la configuración de nuestra historia, nuestra economía, nuestros territorios y comunidades rurales.
Con tres objetivos primordiales: proteger el papel del vino como parte inherente de la cultura, la historia y la gastronomía en Europa y su patrimonio cultural; valorar y reconocer su impacto socioeconómico; y darle voz a la moderación y a aquellos que lo disfrutan de manera responsable en todo el mundo, evitando el abuso y los excesos, en el contexto de un estilo de vida saludable y equilibrado y a través del disfrute compartido del vino en las comidas con amigos y familia.
Sin duda, planteamiento que compartimos y asumimos todos los que nos relacionamos con el sector, pero que ya no tengo tan claro que podamos hacer extensivo a la mayoría de la población, llevada por algunos de esos “otros” políticos que se empeñan en demonizar al vino, ignorando todo su acervo cultural.
Afortunadamente, el máximo representante sectorial, el ministro de agricultura, Luis Planas, se lo cree y lo defiende. Como así lo hizo en días pasados, descartando que España vaya a optar por el arranque de viñedo, como ha hecho Francia, dando respuesta al descenso del consumo mundial de vino, en la reunión de la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV).
Aunque reconociera que “el que manda es el consumidor, y si el consumidor se inclina hacia un lado, los productores tienen que inclinarse hacia esa misma orientación”. Debiendo asumir su responsabilidad a la hora de dar respuestas a los cambios de la demanda de las generaciones más jóvenes hacia vinos con menor contenido alcohólico, blancos y espumosos, así como vinos desalcoholizados.