Reclaman ayudas para hacer más sostenible nuestro viñedo

Las organizaciones profesionales agrarias Asaja, COAG y UPA han reclamado al Ministerio de Agricultura que dentro de la Intervención Sectorial del Vino (ISV) se establezca una medida destinada a la financiación de inversiones de mejora de la sostenibilidad de las explotaciones vitivinícolas, ampliando así la existente a inversiones en instalaciones e infraestructuras de las bodegas.

Si bien es cierto que, vista la distribución de los fondos de la ISV, donde la reestructuración y reconversión del viñedo, medida destinada al sector primario, acapara algo más de una cuarta parte, con 44,827 M€, el 26,1% de los 171,722 M€ gastados en el ejercicio 2023; podría justificar que el resto de medidas, entre las que se encuentra la de inversiones, fuera dirigido sólo al sector transformador de las bodegas.

El resto de medidas, como las inversiones, han ido adquiriendo peso y en este año ha alcanzado los 46,496 M€ (el 27,08%), o la promoción en terceros países (el 21,75%) con 37,345 M€

No podemos olvidar que una buena parte de nuestra competitividad debería venir por la eficacia de nuestras explotaciones mejorando el uso y la gestión del agua; la conversión a la producción ecológica, la introducción de técnicas de producción integrada, la adquisición de equipos para métodos de producción de precisión o digitalización, la contribución a la conservación del suelo y la mejora de la retención del carbono del suelo, la creación o preservación de hábitats favorables a la biodiversidad o el mantenimiento del paisaje, incluida la conservación de sus características históricas o la reducción de la generación de residuos y la mejora de la gestión de esos desechos. Como exponen en su solicitud las OPAs en base al Reglamento UE 2021/2115.

Pero, hacer más competitivas nuestras explotaciones vitícolas servirá de poco si no somos capaces de conseguir una redistribución equitativa de la riqueza.

Se aproximan las vendimias, de hecho, ya son, en estos momentos, una realidad en algunas zonas de nuestra geografía, y con ellas adquiere protagonismo el precio de la uva.

Conocer los costes de producción es una excelente herramienta para saber la competitividad de cada viticultor y obtener una visión teórica global del sector productor. Pero se aleja mucho de la realidad de un sector que presenta un fuerte estrangulamiento en la demanda.

Producir, bien o mal, a un precio u otro, carece de importancia si no somos capaces de vender o, como parece que demuestran las estadísticas, cualquier intento de mejorar nuestros precios en el mercado exterior es contestando de manera automática con una disminución del volumen.

Sabemos que nuestro futuro, no sólo el vitivinícola, también el social y medioambiental, por el papel que juega en la fijación de población o el mantenimiento de masa vegetal que evite la desertificación; pasa por valorizar nuestros productos vitivinícolas generando la riqueza suficiente en todos los eslabones de la cadena que garantice el relevo generacional. Pero también sabemos que ni es sencillo, ni nos lo están poniendo fácil nuestros competidores. Que luchan por mantener unos consumidores en retroceso y cuya pérdida de ventas comienza a generar problemas que van mucho más allá de los circunstanciales de una cosecha.

Primeras estimaciones de cosecha

Nos acercamos a toda prisa a una nueva campaña, de hecho, cuando estén leyendo estas líneas ya estaremos inmersos en ella y, como viene sucediendo, el sector la afronta con poca o nula información sobre cuál pudiera ser el umbral sobre el que se situará la producción. Los constantes llamamientos hechos por los operadores, lejos de ser suficientes para hacer actuar al Ministerio y las diferentes Administraciones regionales (que para eso tienen transferidas las competencias) sólo han servido para empeorar la, ya de por sí, deficiente información publicada.

Bajo el pretexto de contar con la proporcionada por el Sistema de Información (Infovi) y la elaborada por el Observatorio Español del Mercado del Vino (OEMV), la publicación de las estadísticas del Ministerio se demora más allá de lo que lo hacía y la calidad de los avances de producción sigue siendo fácilmente mejorable.

Insistir en la importancia que tiene esta información para planificar la campaña sería reiterarnos sobre lo repetido en los últimos años y, considerando el éxito conseguido, será mejor que nos centremos en lo publicado por la Sectorial Vitivinícola de Cooperativas Agro-alimentarias de Castilla-La Mancha, única organización, al cierre de este número, en haber confeccionado una estimación sobre el nivel de su cosecha y que la ha situado en 23-24 Mhl de vino y mosto. Cantidad que resultaría cerca de un tercio superior a la del pasado año y elevaría la nacional hasta la horquilla de 38-40 millones. Volumen con el que nos encontramos bastante cómodos, ya que nuestras primeras impresiones la situarían también en el entorno de los cuarenta millones.

Sea como fuere y atendiendo a lo que vaya sucediendo en este mes que resta para que podamos hablar del inicio de la vendimia, lo bien cierto es que el problema, lejos de estar en la producción, seguimos teniéndolo en la comercialización. Unas ventas que no consiguen recuperarse y que, cada vez, van dando más señales de agotamiento en zonas de producción donde, hasta ahora, resultaba impensable imaginar que sucediera. Si primero fue Burdeos quien alarmó al sector con la solicitud de arranque o Rioja con la apertura de destilaciones y cosecha en verde, ahora se ha sumado Champagne con la solicitud de reducir la cosecha tras el aumento de existencias consecuencia de la caída en un 15% de las ventas durante el primer semestre del año.

Tampoco las organizaciones sectoriales se muestran más optimistas sobre el futuro más próximo del sector y algunas de ellas, pertenecientes al comité mixto de vino hispano-francés-italiano han traslado a la Unión Europea sus preocupaciones y solicitado un Plan de choque que les permita garantizar, nada menos, que la sostenibilidad y futuro del sector vitivinícola europeo.

Para ello, reclaman ayudas encaminadas a hacer frente a la reducción del consumo a nivel mundial, la influencia de los movimientos antialcohol en las políticas públicas, el impacto del cambio climático o la sucesión de crisis económicas y sanitarias.

Las herramientas con las que esperan conseguirlo sus metas se basan en mayor dotación y flexibilidad en aquellas medidas destinadas a apoyar la competitividad, gestionar la inestabilidad de los mercados y apoyo en la promoción y recuperación de los consumidores.

Más de lo mismo para una campaña que, más que probablemente, recuperará producción en un entorno incierto.

Se acercan las fechas de vendimia y acucian los problemas

Ser el país de la Unión Europea con el mayor índice de paro entre los jóvenes no nos exime de los graves problemas a los que, desde el sector vitivinícola, nos enfrentamos de falta de mano de obra. Una de las cuestiones que mejor define la falta de relevo generacional en sus dos vertientes. La de no encontrar trabajadores dispuestos a desempeñar los trabajos que realizaban sus padres o abuelos en el campo. Y aquella otra que desanima a los propietarios de viñedos a continuar con la labor agraria y empresarial de sus antepasados.

Jóvenes que buscan trabajos menos exigentes físicamente a como pueda ser la poda o la vendimia, menor temporalidad, horarios más flexibles y, por qué no decirlo, mayor retribución. Con la gran dificultad que representa la despoblación de nuestros pueblos y que limita considerablemente la oferta de gente susceptible de trabajar en el campo.

Situación que se vuelve más acuciante en momentos como en el que nos encontramos, con una vendimia en las puertas y un volumen que, aunque no marcará un récord histórico, requerirá de un importante número de cuadrillas, que cada año resulta más complicado encontrar.

Todo para un sector en el que el consumo nacional va creciendo muy lentamente desde octubre del año pasado en el que los 9’534 Mhl consumidos parecen haberse convertido en el suelo de nuestro consumo interno. Ya que, desde entonces, mantenemos un crecimiento constante que nos ha llevado a situarnos, según los propios datos sobre el consumo aparente del Infovi del mes de mayo, en 9’829 Mhl. Lo que, considerado lo perdido desde que se declarara la pandemia en marzo del 2020, con cifra récord de 11’088 en febrero de ese mismo año, podría parecer muy poco para una producción que este año bien podría superar, con cierta consistencia, la barrera de los cuarenta millones. Y que, aún así nos situaría muy lejos de los cuarenta y seis y medio de la campaña 2020/21, los 50’335 de la 18/19 o la récord de 13/14 en la que se elaboraron 53’55 millones de hectolitros. Cifras que, si bien en estos momentos resulta totalmente inimaginables alcanzar, sí nos ofrecen una idea bastante precisa de cuál es nuestro potencial de producción y las graves consecuencias que una recuperación de la producción hacia volúmenes más “normales” podría tener sobre un mercado paralizado.

Hoy tocan zanahorias

Aunque no vayamos a ser nosotros, los que conformamos el sector vitivinícola, quienes pongamos ni un solo “pero” a la actitud de la Comisión Europea. No deja de ser sorprendente esta especie de juego del palo y la zanahoria al que nos tienen acostumbrados.

Por un lado, nos apoyan y dotan de fichas financieras con las que apuntalar al sector y mejorar su comercialización. Y, por otro, nos amenazan con etiquetados “warning” (advertencias sanitarias), señalando lo perjudicial que resulta el consumo de vino o la posibilidad de aumentar el tipo del impuesto al que está sujeto el vino…

Esta semana ha tocado la zanahoria. Así la Comisión Europea acaba de anunciar que, durante el próximo mes de septiembre, reunirá a los representantes de los Estados Miembros, junto con aquellas organizaciones que estuviesen interesadas, a fin de analizar la situación y las perspectivas del sector vitivinícola de la UE.

Este Grupo de Alto nivel sobre Política Vitivinícola, que fuera creado el 27 de mayo, como respuesta a las protestas de los viticultores europeos, tiene el objetivo de convertirse en un foro en el que abordar los desafíos a los que se enfrenta el sector (y posibles soluciones) y del que obtener conclusiones y recomendaciones bajo las que desarrollar las futuras políticas vitivinícolas.

Con él se reconoce al sector como uno de los pilares de su patrimonio cultural, así como la importancia que tiene su contribución económica para la sociedad en muchas zonas rurales.

Los cambios sociales y demográficos están afectando a la cantidad, encontrándonos en su nivel más bajo de las últimas tres décadas; así como a los tipos de vino consumidos. Viéndose reemplazados los vinos tintos por otros más frescos y ligeros, o incluso por otras bebidas que se adaptan más fácilmente a los nuevos gustos.

Los mercados de exportación tradicionales de los vinos de la UE se ven también afectados por una combinación de factores geopolíticos y de menor consumo, lo que da lugar a patrones de importación más erráticos por parte de terceros países.

Además, la CE considera que la producción vitivinícola se está volviendo “impredecible”, dada la extrema vulnerabilidad de este sector frente al cambio climático y, en este sentido, está trabajando con los Estados Miembros para ayudar al sector vitivinícola a adaptarse a estas nuevas y complejas realidades.

Desigualdades regionales difíciles de explicar

En un momento en el que las estimaciones de producción sobre la próxima campaña comienzan a circular entre el sector, sin mucho más aval que el de una somera previsión basada en la opinión personal de “no se sabe muy bien quién”. Adquiere mayor protagonismo la información (dato estadístico) que nos ayuda a entender mejor lo que está sucediendo en el mercado y cuáles las posibles consecuencias que estas estimaciones de cosecha pudieran tener sobre los precios a los que acaben cerrándose las operaciones por las uvas y mostos de la próxima campaña 2024/25.

Los últimos en conocerse han sido los datos avanzados por la Comisión Europea con respecto al valor de las exportaciones, de vino y productos derivados del vino, a terceros países, durante el primer trimestre del año. Confirman la pérdida de un 3% y 135 millones con respecto al mismo periodo del año anterior. Comportamiento sensiblemente peor del registrado por el total de los productos agroalimentarios que pierden un 1% (320 millones). Y, especialmente, acusado por el mal comportamiento del mes de marzo, en el que se truncó la tendencia alcista que presentaban los dos primeros meses de 2024.

También hemos tenido la ocasión de conocer los elaborados por la CE, a partir de cifras del DataComex, correspondientes a los primeros tres trimestres de campaña (agosto’23-abril’24), que tampoco son muy buenos. Ya que se confirma una bajada en el volumen de las exportaciones a terceros países por parte de la UE del 7,42% y del 6’5% si nos referimos al valor.

Es la categoría vino con D.O.P. la que peor comportamiento presenta con una pérdida de volumen del 7,3%, idéntico porcentaje que el que soporta la categoría de “Otros vinos”. Por orden descendente le siguen los vinos con I.G.P. (-3,1%), cerrando la tabla los Varietales que sólo lo hacen un -2,86%. Mientras que los mostos/zumos de uva pierden nada menos que un 13,2%. Siempre con respecto al mismo periodo de la campaña anterior.

Si a estas malas cifras de comercialización exterior, le sumamos que de las ayudas con las que cuenta el sector para mejorarla en países terceros; según datos facilitados por el Fondo Español de Garantía Agraria (FEGA), 14,4 millones de euros, de los 51.717.674 € inicialmente aprobados, no se pudieron ejecutar, principalmente por la rigidez de los programas y la complejidad en su justificación. O que han sido País Vasco, junto Castilla y León, las regiones que más fondos han gastado en esta promoción en terceros países. Podríamos llegar a pensar que el dinamismo y valorización de los vinos que están teniendo en los mercados los elaborados en estas dos regiones es fruto de algo más que de la casualidad.

Y, mientras esto sucede, el Ministerio de Agricultura tiene previsto autorizar, de forma excepcional, por los efectos de la sequía persistente que sufre la zona amparada por la D.O.P. Cava. Como ya hiciera el Consejo Regulador con el tope del 15% de la producción de cada bodega, la posibilidad de que puedan utilizarse uvas producidas en superficies de su ámbito geográfico, pero no inscritas en la D.O.P.

Panorama extraño donde los haya, que, sin duda, tendrá su justificación ante lo desigual de los efectos de la sequía pertinaz que sufren las diferentes regiones españolas. Pero que enfrenta estimaciones muy por encima de las de los últimos años, ralentización del comercio y estancamiento de los precios o ayudas a la cosecha en verde.