De todas las posibles cuestiones planteables por el sector al ministro de Agricultura, como interlocutor ante la Unión Europea, la primera y principal, en la que coinciden todos los agentes, sería el mantenimiento de los fondos sectoriales. Y, dentro de esto, que parece garantizado para los próximos cuatro años, la medida destinada a la promoción en terceros países. Y es que todos coinciden en que, si queremos tener un futuro en este sector, éste pasa, de manera irremediable, por mejorar el valor de nuestra producción.
Hacer frente a un relevo generacional como el que afecta al vino, con rentabilidades que rozan el nivel de supervivencia, se hace tremendamente complicado para unos jóvenes que, lejos de sostener planteamientos sentimentales, imponen criterios económicos que les permitan dedicarse de manera profesional a la viticultura.
Las palabras parecen acompañar a las demandas y ser compartidas por el ministro y la CE, al menos la que hasta ahora existe. De hecho, tanto en el acto celebrado con motivo del 10º aniversario de la OIVE, como en la reunión mantenida por la nueva directiva de la Federación Española del Vino con el ministro Planas, éste sostenía que la promoción es clave para su departamento, añadiendo que “es un orgullo predicar que en España tenemos un producto de calidad, el vino, que es parte de la Dieta Mediterránea.”
Dicho esto, que sin duda es un paso de gigante para el desarrollo del sector, seguimos teniendo el problema de la disminución del consumo como mayor amenaza. Mantener una tasa de reposición positiva en los consumidores se presenta como una ardua tarea que los datos estadísticos disponibles demuestran que no estamos consiguiendo.
Que los jóvenes se incorporan tarde al consumo de vino y lo hacen en volúmenes muy por debajo de los que lo abandonan es una realidad incuestionable. Así lo indican las cifras, como es el caso del reciente “Informe del consumo alimentario en España 2023”, según el cual, el grupo de consumidores de menos de 35 años de edad tan sólo representó el 3% del total del vino consumido en el canal hogar en España durante el pasado ejercicio 2023. Manteniéndose sobre los datos del 2022, pero representando un retroceso frente a otros años recientes como 2021 en el ese grupo de consumidores alcanzaban un peso del 3,8% en el volumen total, el 4,4% de 2020º el 4,12% del 2019. De hecho, este grupo de edad presenta una tasa de consumo per cápita (en el ámbito doméstico) de 2 litros de vino al año (el equivalente a 2,67 botellas estándar al año).
Por su parte, el grupo de edad de 35 a 49 años (que son el grupo poblacional más numeroso porcentualmente, con el 31,2% de la población, según el informe), asume el 17,6% del volumen consumido y su consumo per cápita queda en 3,2 litros/2023 (lejos de la media de 6,9 litros).
Siendo los mayores de 50 años quienes conforman el perfil del consumidor intensivo de vino en España, especialmente en el caso de mayores de 65, siendo estos últimos quienes realizan el mayor consumo per cápita de la categoría con un consumo medio de 14,27 litros/persona/año y el 43,6% del volumen total consumido. El grupo de 50 a 64 años asume el 35,8% del total y cierra 2023 con 8,1 litros de vino per cápita.