A pesar de que los últimos datos del Sistema de Información del Mercado del Vino (Infovi), correspondientes a datos cerrados del mes de abril, situaban los stocks de vino y mosto un 16’4% y 7’82 millones de hectolitros por debajo de la media de los últimos cinco años. El mercado no acaba de reaccionar y la alegría en los operadores brilla por su ausencia.
Cuánto de esta apatía está basado en las disponibilidades, y cuánto en la caída del consumo y un posible cambio en los hábitos de consumo resulta bastante complicado, al menos para nosotros, de concretar.
Aunque, vista la evolución de las últimas campañas, igual hasta es una buena noticia. Pues, si unas disponibilidades tan bajas como las que hemos tenido no parecen haber ejercido un gran efecto en los mercados. Por qué no pensar que una cosecha “normal” tampoco acabara teniéndola y los precios, de uva primero, pero también de mostos, derivados y vinos, no sufrieran tanto como pudiésemos temer.
Cada vez parece más indiscutible que nuestros problemas no están en la oferta, sino en la demanda y que, no siendo impermeables, las cotizaciones no responden tanto a la ley de la oferta y la demanda, como a las perspectivas de comercialización. Habiéndose alcanzado ese famoso suelo en unos precios que carecen de la rentabilidad mínima exigible para garantizar la continuidad de la actividad y que debiera fijar el punto de partida de la formación de una cadena de valor, cada vez más cuestionada y sobre la que se sustenta el futuro de un buen número de nuestras explotaciones.
Buscar argumentos con los que dar un giro a esta situación es mucho más que hablar de consumo o momentos; estamos hablando de poner en peligro muchas miles de hectáreas de un cultivo que juega un papel fundamental y, difícilmente reemplazable, en un número suficiente de municipios y provincias; como para no prestarle la atención necesaria. El futuro de nuestro sector pasa, irremediablemente, por mejorar nuestra comercialización, especialmente en el aspecto económico. Pero, posiblemente, mientras esto sucede, porque sucederá, o eso quiero pensar; habrá que tomar medidas encaminadas a que el daño ecológico no sea irreparable.
Si la miopía que caracteriza a los responsables de nuestras administraciones no les permite verlo, tenemos un problema. Pero si, desde el propio sector, no somos capaces de explicárselo y hacérselo entender no tenemos futuro