A estas alturas de campaña y con una nueva cosecha en ciernes, la verdad es que concretar la producción de vino en la Unión Europea, más allá de confirmar previsiones y fijar datos estadísticos; carece de importancia de cara a los precios y entender lo que puede estar sucediendo con la actividad comercial.
Cifrarla en 143 millones de hectolitros, como lo hace la Comisión Europea en su informe de primavera 2024: “Perspectivas de los mercados agrícolas a corto plazo”; nos permite concretar que la reducción sobre la cosecha anterior fue de 16 millones o, lo que es lo mismo expresado en porcentaje de variación, un menos 9’8%. Que este volumen nos sitúa en términos similares a la cosecha 2019/20, que fue de 144 Mhl. O que se aleja, considerablemente de los 157’4 que sería la producción media de los últimos cinco años. Cifras absolutas de gran importancia estadística pero carentes de ella de cara a establecer cualquier estrategia a futuro.
Aunque hay algunos datos, especialmente tendencias, como las que presentan los referidos al consumo, que desciende hasta los 95 Mhl. (21’1 litros per cápita), situándonos en la cifra más baja de la serie histórica 2016-23. O la del comercio internacional, que hace lo propio, tanto en cifras de importaciones, 5 Mhl; como de exportaciones, que desciende hasta los 28 Mhl. Que nos ayudarían a entender mejor lo que está sucediendo y, fundamentalmente, a qué nos podríamos enfrentar en el futuro más inmediato.
Si bien, en mi opinión, el dato que mejor refleja la tensión que vivimos en los mercados es el de las existencias finales. Ciento sesenta y ocho millones sobre una producción de ciento cuarenta y tres; representa un 117’48%. La cifra más elevada de la serie, incluso por encima de la de la campaña 2019/20 (Covid) que fue de 116’67%.
Volumen que agobia a las bodegas y preocupa a unos viticultores que ya empiezan a recibir noticias, oficiales y oficiosas, relacionadas con la más que posible ruptura de los compromisos adquiridos, relacionados con la compra de la producción vitícola. Y les lleva a demandar medidas encaminadas a reducir la oferta: cosecha en verde y destilaciones
Bajo este panorama es entendible que el comportamiento “anómalo” del clima, con fuertes oscilaciones de temperaturas y episodios de nevadas y heladas, apenas haya tenido reflejo en las cotizaciones. Preocupando mucho más cuestiones sociales que ayuden a comprender los motivos por los que está bajando el consumo de vino. Y es que, según el mismo informe, es consecuencia, entre otros factores, del alejamiento de los jóvenes del vino tradicional ya que los demandan con menor contenido alcohólico y sencillos; sintiéndose más atraídos por cervezas y cócteles.