Es cierto que los hechos nos llevan a pensar que no hay noticia vitivinícola capaz de hacer reaccionar al mercado, por buena o mala que ésta pudiera ser. Llevamos ya muchos meses inmersos en una especie de catarsis, en la que nada parece tener importancia, y sobre la que el sector ha aprendido a caminar, aunque sea a la fuerza. Y, aunque, corremos el grave riesgo de convertirla en habitual, en este sector somos muy dados a considerar “normal” lo que hasta hace unos meses era extraordinario. No debe restar ni un ápice de la importancia y la transcendencia que esto pudiera tener para el futuro, al menos más inmediato, del sector vitivinícola en su más amplio espectro: de producción, pero también de superficie vitícola.
Según los datos presentados por el director general de la OIV, John Barker, en su análisis de coyuntura, el consumo mundial de vino es el más bajo desde 1996, cifrándose en 221 millones de hectolitros. Explicado en buena parte por el descenso de China, la pandemia, las “tensiones geopolíticas” y las crisis energéticas. Lo que aumentó los costes de producción y distribución, obligando a una subida de precios en el producto final, que nos ha conducido a un escenario de presiones inflacionistas y pérdida de poder adquisitivo de los consumidores. Con pérdidas del 2’4% en la UE, 3% en Estados Unidos, 2’9% en Reino Unido y así un largo etcétera que nos llevaría hasta el 24’7% de caída en el que se ha cifrado el descenso del gigante asiático.
Situación aliviada en buena parte por una cosecha mundial históricamente baja, 237 millones de hectolitros, que la sitúa como la menor de los últimos sesenta y dos años. Que confía aporte “equilibrio al mercado”. Un mercado donde los tintos están sufriendo de manera muy especial y que Barker considera se debe a un cambio en las preferencias de los consumidores que apuestan por otros tipos de vino, lo que lleva a pensar que esta situación se prolongará, al menos, durante un cierto tiempo.
Y, dentro de esta confusión en la que nos encontramos inmersos, donde ya no sabemos lo que es bueno o malo para nuestro futuro. Las heladas han adquirido un fuerte protagonismo en el tercio norte del país, con especial afección en Castilla y León, Valle del Ebro (La Rioja, País Vasco, Cataluña y Aragón) y algunas provincias de Castilla-La Mancha.
Afección que según datos facilitados por Agroseguro, a finales de la pasada semana, sumarían 18.223 hectáreas siniestradas, cifra que muy probablemente se verá incrementada conforme vayan peritándose los partes presentados y que afectan a otras provincias españolas.