Con todos los problemas de consumo, contenido alcohólico, etiquetado, indicaciones de calidad, menciones tradicionales… a los que nos enfrentamos, resulta totalmente innegable que el sector vitivinícola ha dado un giro de 180º en los últimos cincuenta años.
De los millones de hectolitros que producíamos para ser convertidos en alcohol, las cantidades y momentos en los que los consumíamos, la forma en la que eran comercializados a granel en las bodegas, o la escasa relevancia en los mercados internacionales, al peso que tienen hoy en día nuestras exportaciones, el renombre de nuestras indicaciones de calidad, formato en el que se comercializan nuestros elaborados, la diferenciación del precio en función de calidades, etc. Hemos vivido una profunda revolución que ha requerido de grandes personalidades, capaces de liderar cruentas batallas en esferas internacionales.
Políticas primero, dirigidas a luchar por vencer recelos de nuestro entorno, como fuera el caso del periodo transitorio al que nos sometieron con nuestra incorporación a la Comunidad Económica Europea. Económicas, como la que hemos tenido que librar por abrirnos un hueco en un mercado internacional maduro y en el que teníamos que enfrentarnos a numerosos actores de todo el mundo, haciendo valer nuestra calidad, diferenciación y precio. Técnicas, por adecuar nuestras instalaciones enológicas, pero también vitícolas. Sociales, por convencer de que el problema del alcoholismo no reside en la bebida sino en la educación y moderación con la que es consumida.
Y para ello han hecho falta personas comprometidas, con capacidad de liderazgo y confianza con la que generar seguimiento y atracción. Haciendo más válida que nunca esa frase que dice que un sector es lo que son sus gentes. Y el sector vitivinícola puede presumir de personas que han trabajado por conseguirlo.
El pasado jueves día 7 nos dejaba Pau Roca. Sin ningún género de dudas, una de esas personas que más ha hecho por la vitivinicultura moderna.
Desde sus diferentes puestos de responsabilidad y con una personalidad arrolladora a la vez que dialogante, ha ido acompañando al sector en esta larga travesía. Primero llevando de la mano al vino español en Bruselas para, posteriormente hacerlo desde la misma Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV) como director general, por el mundo. Lo que le ha otorgado una gran visibilidad mundial. Ha sido una persona comprometida, con arraigados principios sectoriales que deja un importante legado.
Es bastante frecuente que aquellos que nos dedicamos al mundo vitivinícola ensalcemos sus virtudes de manera exacerbada, hasta el punto de apropiarnos en exclusiva de algunas de ellas. Seguramente en una posición altanera que va mucho más allá de lo que verdaderamente lo sustenta. Y que nos lleva a otorgar al vino, y todo lo que con él está relacionado, un protagonismo en nuestra historia, educación, sanidad o economía preponderante. Pero, con la misma impetuosidad ensalzamos su mayor virtud: su humanidad.
Desde todos los ámbitos y colectivos se han venido sucediendo estos días muestras de respeto y aprecio por Pau. Bienvenidas sean todas ellas y ojalá acabemos entendiendo que somos más fuertes unidos que cada uno por separado. Y que hay un bien común que nos une que se llama Vino.