Grandes retos con los que fortalecer al sector

Entre los muchos retos a los que nos enfrentamos en la sociedad del siglo XXI, están los de la alimentación, el estilo de vida, la ecología, el medioambiente, la salud… y la despoblación. Ninguno de todos ellos ajeno al sector vitivinícola, sino que en todos ellos tiene mucho que decir.

Con unos momentos de consumo cada vez más reducidos y limitados, con fuertes amenazas legislativas e impositivas; son grandes temas ante los que el sector tiene mucho que aportar y, jugar bien sus bazas, no sólo puede ser una necesidad, sino que, incluso, una gran oportunidad.

El Vino ha tenido que ir buceando en sus cualidades para buscar las evidencias más apropiadas con las que contestar las posibles amenazas que le acechaban. Lo que nos ha permitido disponer de fundados argumentos para cada uno de los temas.

Quizás, el más recordado, por reciente, pueda ser la lucha encarnizada en la que se ha visto envuelto por la postura intransigente y, disculpen esta opinión personal, ignorante de algunos políticos que, en su afán por decirnos lo que tenemos y lo que no tenemos que hacer (también comer o beber), se han dedicado a señalar el contenido alcohólico del vino como fuente de todos nuestros males.

Y, aunque la respuesta colectiva con la que se pretende tener una posición proactiva del Wine in Moderation, o en nuestro caso particular, la propia Fundación para la Investigación del Vino y la Nutrición (FIVIN), desde la que se han divulgado investigaciones científicas encaminadas a demostrar que su consumo, en dosis adecuadas, no tiene por qué ser perjudicial para la salud, incluso puede llegar a resultar beneficioso para hacer frente algunas enfermedades, como podrían ser las coronarias. Las amenazas siguen siendo muchas y sus fuerza, lejos de controlarse, no están más que aumentando y poniendo al sector vitivinícola en una posición cada vez intimidada.

En la lucha abierta contra la obesidad y bajo la licencia de mantener al consumidor informado, todos los vinos elaborados antes del 8 de diciembre de 2023 podrán seguir comercializándose bajo los requisitos de etiquetado aplicables hoy hasta agotar existencias. Afectando su obligatoriedad tanto a los vinos comercializados en la UE, como a vinos exportados.

A pesar de que un cambio de última hora en su interpretación, por parte de la Comisión Europea, en la que señala que los códigos QR que contienen la información nutricional y de ingredientes deben identificarse en la etiqueta física con el término “ingredientes” por escrito (añadiendo además incertidumbre sobre el régimen lingüístico a aplicar) obligará a las bodegas a modificar aquellas etiquetas que, para los vinos elaborados con posterioridad al 8 de diciembre, ya tuvieran preparadas.

El vino, la bebida menos consumida entre los jóvenes de 14 y 18 años

Uno de los mayores problemas a los que se enfrenta nuestro sector, es que elaboramos una bebida alcohólica. Que para nosotros está envuelta en un halo de cultura y tradición; de fijación de población y de mantenimiento del medioambiente; de riqueza y atractivo turístico. Pero, cuyo contenido alcohólico le hace presa de aquellos que buscan un chivo expiatorio al que señalar como culpable de una falta de interés por educar y formar en el consumo moderado e inteligente de la población.

Las consecuencias de todo ello están por determinar y podrían llegar a suponer una fuerte estocada para el futuro de muchas explotaciones, cuyas producciones se podrían ver amenazadas ante la posibilidad de acentuar la caída del consumo o la pérdida de las ayudas que llegan al sector y van dirigidas a mejorar nuestra comercialización. No parece tener mucho sentido subvencionar algo a lo que, por otro lado, se persigue.

Bajo esa premisa, son varias las ocasiones en las que, desde el Ministerio de Sanidad o Consumo se ha intentado atacar al vino, calificándolo de droga, señalándolo como responsable de los accidentes de tráfico o eliminándolo de los menús del día. Por no hablar de aquellas otras campañas comunitarias, mucho más agresivas, como la desarrollada por algunos países en la propia Unión Europea, caso de Irlanda, en la que se ha obligado a etiquetar con imágenes (“warnings”) que alertan de las consecuencias sobre la salud del consumo de este alimento.

Efectos que, desde la sociedad científica se intentan contestar con estudios que demuestran, entre otras, dos cuestiones fundamentales: que el estilo de vida mediterráneo es “probablemente” el más saludable y que beber vino “moderadamente” no representa un riesgo para la salud. Conclusiones extraídas del Congreso internacional, organizado por FIVIN, “Lifestyle, Diet, Wine and Health” y celebrado en Toledo el pasado mes de octubre.

Conclusiones que no acaban de convencer a una determinada clase política, que sigue señalándonos como parte del problema y no como la alternativa a consumos concentrados y desmesurados que buscan en el alcohol la borrachera del fin de semana.

Un simple vistazo a la evolución del consumo de vino en España en los últimos cincuenta años y los accidentes de tráfico o el papel que representa entre las bebidas alcohólicas; debiera bastar para entender que, cuando hablamos de alcohol, el término requiere de grandes puntualizaciones. Pero para aquellos que aun así no lo comparten, les aconsejo que le echen un vistazo a la “Encuesta sobre uso de drogas en Enseñanzas Secundarias de España 2023 (Informe Estudes). Entre cuyas principales conclusiones cabría destacar que “entre tipos de bebidas con alcohol, el vino es el de menor prevalencia de consumo en los últimos 7 días entre los estudiantes, con apenas un 5,8% del total (vino/champán) o del 1,6% (vermú/jerez/fino), muy por detrás de los combinados (22,4%), combinados/cubatas (22,4%); cerveza/sidra (13,6%) y en una situación similar a los licores de frutas (5,7%)”.

La prevalencia de consumo de vino/champán en el periodo de tiempo de una semana, un 5,8% corresponde a hombres y un 5,6% a mujeres, mientras que en vermú/jerez/fino, un 1,9% a los hombres y un 1,3% a las mujeres.

La paralización del mercado comienza a dejar huella en las macromagnitudes

Llegan los momentos de ir planteando las nuevas plantillas con las que negociar y son muchas las dudas que surgen. No sólo en las bodegas, que han visto crecer el coste de sus insumos de manera desproporcionada; no así los precios de la materia prima (uva) que se ha visto, en términos generales y con notables excepciones en variedades blancas o destinadas a la elaboración de cava, muy contenidas. Sino también en la gran distribución, nacional e internacional, que se enfrenta a una importante pérdida del poder adquisitivo de sus clientes, lo que les obliga a ser muy cautelosos en la subida de los precios, especialmente en aquellos productos que no son de primera necesidad, como es el caso del vino.

Y es que, el consumo mundial disminuye y cada vez son más los operadores que se disputan esas botellas. Antes Francia e Italia copaban el comercio global, después llegó España y ahora, Australia, Chile o Estados Unidos compiten por introducir sus vinos; con visiones y reglas muy diferentes. La competencia es voraz y las consecuencias están haciéndose notar fuertemente.

Entre las medidas adoptadas por la Comisión Europea para afrontar esta situación, cabe destacar, por lo relevante de la zona y el argumento dado en su justificación (razones sanitarias), la autorización que hizo el pasado viernes 4 de noviembre al régimen de ayudas estatales francesas. 30 millones de euros, hasta 6.000 euros por hectárea de viñedo en producción, para compensar el arranque definitivo de viñas en la región de Burdeos. Medida que estará en vigor hasta 31 de diciembre de 2025 y cuyo objetivo es indemnizar a los propietarios de viñas que estén cerca de la edad de jubilación o lleven a cabo un plan de reconversión profesional para la eliminación de manera voluntaria y definitiva de la capacidad de producción de sus parcelas, mediante el arranque de cepas. A fin de reducir la densidad del viñedo para luchar mejor contra la propagación de la “flavescencia dorada”.

Volviendo al ámbito nacional, destacar el diferente comportamiento mostrado en el precio de la tierra del viñedo de uva de vinificación atendiendo a si es secano o regadío. Mientras la de regadío ha crecido un 2,40% hasta situarse en los 22.623 €. La hectárea de viñedo en secano apenas ha aumentado 56 euros por hectárea (+0,39%), pasando de los 14.309 de 2021 a los 14.365 del 2022. Con crecimientos destacados en el País Vasco (+8,0%), Murcia (+5,0%) o Galicia (+4,5%); y pérdidas como la de Madrid (-9,2%), Cataluña (-3,8%) y Andalucía (-2,8%).

Se confirma una cosecha históricamente baja

Tras el informe publicado por la Comisión Europea (DG-Agri) del 25 de octubre sobre su estimación de producción de 153’968 Mhl y del que ya dimos una detallada información. La Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV) ha hecho lo propio con su estimación de producción mundial.

Según se desprende de este trabajo, en el que se recoge información recopilada de veintinueve países, las condiciones climáticas extremas reflejadas en heladas tempranas, lluvias torrenciales y sequía, junto con focos importantes de enfermedades criptogámicas; han afectado gravemente a la producción mundial de vino y mosto, dando como resultado la cosecha más baja de los últimos 60 años.

Una producción mundial 2023 (excluyendo zumos y mostos) que se estima entre 241,7 Mhl y 246,6 Mhl, con un centro de la horquilla que se sitúa en los 244,1 Mhl; lo que representa una pérdida del 7% sobre el volumen del año pasado.

Llega después de una tendencia estable durante cuatro años consecutivos, cuya producción se ha movido entre los 258 Mhl del 2019 y los 262 Mhl del 2022. Se prevé que el volumen de producción de 2023 sea el menor desde 1961 (214 Mhl), cifra incluso inferior a la histórica del 2017 (248 Mhl).

En el Hemisferio Sur, todos los principales productores se enfrentaron a pérdidas cuantiosas en su cosecha: Uruguay (-34%), Brasil (-30%), Australia (-24%), Argentina (-23%), Chile (-20%), Sudáfrica (-10%) y Nueva Zelanda (-6%). Dando como resultado una de las cosechas (45 Mhl, -19%) más cortas de los últimos veinte años en esta mitad del mundo. Teniéndonos que remontar hasta el 2003 para encontrar un volumen similar (44 Mhl)

En el Hemisferio Norte, fuera de la Unión Europa, sólo EE.UU. (12%) y Suiza (4%) consiguen alcanzar cifras positivas. Similar situación a la que experimentan, dentro de la UE, Rumanía (15%), Portugal (8%), Luxemburgo (8%), Bulgaria (7%), Eslovenia (6%), Alemania (1%) o Hungría (1%). Con pérdidas tan considerables como las de Grecia (-45%), Croacia (-41%) o Malta (-32%); o tan relevantes, por la importancia que tienen en la producción mundial, de España (-14%) e Italia (-12%); junto a la estabilidad que ha demostrado Francia.

Sin embargo, en un contexto donde el consumo global está disminuyendo y las existencias son altas en muchas regiones del mundo. La baja producción esperada podría traer equilibrio al mercado mundial.

Especialmente cuando, según el último informe de la Comisión Europea, las exportaciones de vino y productos a base de vino de la Unión Europea a terceros países se congelaron en valor (10.278 M€) en los siete primeros meses de 2023, en relación al año anterior (10.241 M€). Mientras la cerveza ve aumentar sus cifras de facturación en 359 M€ (6%), hasta alcanzar en esos siete meses un importe de 6.618 M€.  Y las bebidas espirituosas y licores agravaban su descenso en valor hasta el 5%, pasando de 5.465 M€ a 5.206 M€.

O ya ciñéndonos al ámbito nacional, los últimos datos de exportación, correspondientes al mes de agosto, en los que, a la ya habitual reducción en el volumen, se ha venido a sumar ahora la del valor. Con disminuciones del 2’6% para el total de productos vitivinícolas y del 2’3% si hablamos sólo de vino. Porcentajes inferiores al 6’8% y 2’7%, respectivamente, en los que han bajado los volúmenes.

Los datos comienzan a reflejar la debilidad del sector

Con la vendimia, prácticamente, finalizada, llega el momento de ir pensando en cómo dar salida a lo producido y, lo que es mucho más importante, hacerlo al mejor precio posible.

Sabemos, y así se han encargado de hacérnoslo ver nuestros amigos franceses con el vaciado de cisternas y la paralización de camiones en la frontera, que no corren buenos tiempo para el negocio del vino. No son muchas, pero sí que parecen agobiantes, las existencias de vino tinto con las que hemos iniciado la campaña. Situación que arrastramos de los últimos meses de la pasada temporada y que las medidas extraordinarias de destilación de crisis o cosechas en verde, incluso aquellas otras formuladas por algunos Consejos Reguladores para reducir el volumen de la cosecha con la contracción de los rendimientos máximos admitidos; no han sido capaces más que de atenuar, pero no solucionar, el problema.

Los datos de exportación e Infovi del mes de agosto, últimos disponibles, así lo certifican. Pues si el consumo interno estimado se encuentra estabilizado en los nueve millones seiscientos mil hectolitros desde hace más de un año, y el consumo anual per cápita ligeramente por debajo de los veinte litros. Las exportaciones ceden terreno, tanto en volumen, que ya lo venían haciendo como, ahora también, en valor. Un 2,3 en el acumulado anual, que llega al 2,6% dependiendo de si hablamos sólo de vino o de todos los productos vitivinícolas; para el caso de que estemos hablando del valor. Y del 2,7 y 6,8 por ciento, para vino y productos vitivinícolas, si lo hacemos del volumen.

Con la peculiaridad de que son los vinos con mayor valor, la categoría de vinos con D.O.P. envasados, unos de los que más están sufriendo, con una caída del 5,6% del valor y el 10,2% del volumen. Siendo los varietales los que más crecen, un 16,6% en valor y 10,7% de volumen, si hablamos de envasados. La mejor tendencia también si hablamos de graneles, donde son la única categoría que crece en valor, aunque en volumen, siendo los que mejores cifras presentan, cedan el 1,6%.

Campaña que ha tenido su traslación al valor bruto de la producción, publicada por el Ministerio de Agricultura su tercera estimación y que ha dado un vuelco a las realizadas en la anterior estimación, del pasado 14 de abril. Cayendo el valor bruto de la producción vitivinícola española en origen 128,9 millones de euros, casi un 8,8%, hasta quedar en 1.337,4 millones de euros (698,05 M€ de vino de mesa y mosto y 639,35 M€ vino de calidad), frente al incremento del 1,36% y de 19,1 millones, hasta 1.425,7 millones de la anterior estimación.