Que algo está cambiando en el clima y que el viñedo está viéndose fuertemente afectado es una evidencia en la que es innecesario incidir, si atendemos a la cadena de accidentes meteorológicos que se están sucediendo y que están impactando seriamente en la vid.
Si al principio fueron las heladas las que dejaron al viñedo español en una situación bastante precaria, con efectos notables sobre el desarrollo desigual de sus sarmientos y racimos que no alcanzaban el tamaño habitual. Luego fueron las sucesivas olas de calor extremas. Y, cuando creíamos haber superado los días infernales, llegaron las lluvias torrenciales y tormentas acompañadas de granizo, que fueron cruzando la Península provocando importantes inundaciones y generando el caldo de cultivo perfecto para el desarrollo de enfermedades criptogámicas, que fueron de cierta importancia en algunas zonas, obligando a dar más tratamientos de los habituales.
Acontecimientos que, unidos a un encarecimiento descontrolado de todos los costes, especialmente energéticos, insumos y productos agrícolas como fitosanitarios y fertilizantes; han complicado mucho la cosecha de 2023. De la que estamos recogiendo estos días su fruto y cuyo resultado, salvo gran sorpresa, nos situará en unos niveles de producción vitivinícola de los más bajos de nuestra historia reciente.
Y que no ha hecho posible que ni el mercado interno, ni las exportaciones hayan aumentado su volumen. Afectando, en cambio, muy negativamente, sobre el precio de los vinos y de las uvas en esta vendimia.
Tampoco las existencias a final de la campaña precedente, declaradas en el Infovi de junio 36.584.443 hl: 24.089.787 de tinto y rosado y 12.494.656 de blanco, difieren mucho de las del año pasado (36.251.161; 23.851.264 de tinto y rosado y 12.399.897 de blanco), pero es que tampoco lo hacen de las declaradas a 31 de julio en los años 2019 (37.128.018) y 2021 (37.585.391)
¿Qué está pasando entonces para que con unas disponibilidades similares y acontecimientos climáticos que no benefician en nada la cosecha los precios no consigan remontar?
Escuchando a los que, teóricamente, saben de esto; porque yo ya no sé muy bien si es que hay alguien que sepa bien lo que está pasando; esto es fruto de una crisis de demanda. Y, a diferencia de lo que ha venido sucediendo en las anteriores crisis, el problema no está en un exceso de producción, lo que en aplicación de la ley de la oferta y la demanda hacía bajar los precios. Sino que el conflicto lo tenemos en la demanda, en el consumo, con una fuerte reducción mundial que nos afecta especialmente, dado nuestro carácter eminentemente exportador.
Disminuye el interés por el vino, se aplican políticas monetarias de restricción de renta para frenar la inflación que ahogan aún más las posibilidades de consumo y nuestras bodegas no encuentran quién les quiera.
¿Es una cuestión de calidad? No. ¿De precio? Tampoco. ¿Acaso de oferta? No parece. ¿Entonces, qué se puede hacer desde el sector? Pues, mucho me temo, que poco o nada. Esperar a que se recupere la renta y se anime el consumo.