Con la esperanza puesta en el blanco

Como es de esperar, en estos momentos, lo que más preocupa (casi lo único) es la evolución de la vendimia. Aproximarse de una forma fidedigna al volumen de la cosecha y palpar las expectativas que despiertan las cotizaciones de sus uvas son elementos fundamentales sobre los que pivotarán las estrategias comerciales de las bodegas y el futuro de muchos viticultores que se enfrentan a un relevo generacional desconcertados.

Una campaña no hace granero, pero ayuda al compañero, después de años tan complicados como los que estamos viviendo, con acontecimientos que ya pueden calificarse de históricos para el mundo, tomarle el pulso al sector y ver qué zonas y qué tipo de vinos pueden romper el mercado hacia arriba, adquiere mayor relevancia.

Afortunadamente, y a diferencia de los últimos años, tenemos motivos para mostrarnos optimistas y pensar en que una parte de nuestro sector tiene grandes oportunidades en el corto plazo.

Y, aunque no por obvio es menos importante, cabe señalar el gran momento que viven los vinos blancos y espumosos en el mundo. Con un consumo hacia arriba y un general reconocimiento de su calidad y gran versatilidad en los momentos de consumo.

Lamentablemente no es lo más generalizado. La política vitícola impulsada por la Unión Europea y avalada por el Ministerio de Agricultura, apostando por una reestructuración de viñedo dirigida hacia variedades tintas, la mayoría internacionales, carentes de personalidad y llevadas al extremo de producir en cualquier lugar del mundo lo mismo nos ha conducido hacia una pérdida de interés por parte de un consumidor que busca hoy vinos más frescos y menos alcohólicos.

Situación que, muy posiblemente, pueda cambiar en un futuro, no sabemos si muy cercano o lejano, pero que, de momento, está situándonos a los países tradicionalmente productores (España, Francia e Italia) en un momento delicado de existencias voluminosas en bodega a las que resulta complicado encontrarles acomodo, consecuencia de un reducido interés por los vinos tintos de guarda.

Mientras Galicia vive un momento de ensueño, con buenas estimaciones de producción de una uva de calidad y a precios que rondan los dos euros y superan fácilmente esta cantidad, en el caso del Albariño de Rías Baixas, que llega a cotizar por encima de los tres. O como es el caso de Jerez, con su Palomino que, tras unos años de pasarlo mal, ha vuelto a recuperar músculo con la demanda de Sherry Cask e incrementado la cotización de su uva cerca de un cuarenta por ciento sobre los precios del año pasado. Incluso el propio espumoso, especialmente el cava, con sus variedades blancas tradicionales Macabeo, Parellada, Xarel·lo… que, aunque fuertemente afectado por una mala cosecha, también exhibe fuerza la cotización de sus uvas de 2023.

Las producciones de tintos se dividen entre las que aguantan el tipo y consiguen mantener las ventas y aquellas que requieren de medidas extraordinarias con las que retirar existencias y la cotización de sus uvas se debilita con indiferencia del volumen de su producción.

Una cosecha corta para recuperar el mercado

Con las consabidas precauciones que este tema lleva aparejadas, ya podemos sostener, con escaso margen de error, que la cosecha 2023 en nuestro país estará por debajo del volumen de la anterior. Circunstancia que, si bien a principios de este mes de agosto los había que no compartían (nos estamos refiriendo a agrupaciones de productores u organizaciones de cualquier tipo), en la actualidad ya es asumida por todos, de manera unánime.

Cuánto será el volumen que se cobren la sequía y las temperaturas más altas que hemos venido soportando, prácticamente durante toda la campaña, pero de forma muy especial en estos últimos meses es una incógnita; y así lo seguirá siendo hasta que haya entrado el último racimo en los lagares y se hayan presentado las correspondientes declaraciones de producción. Según el informe de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), el mes de julio fue en conjunto muy cálido, con una temperatura media sobre la España peninsular de 24,3°C, valor que queda 1,2°C por encima de la media de este mes (1991-2020). Se trató del sexto mes de julio más cálido desde el comienzo de la serie en 1961, y del quinto más cálido del siglo XXI. En cuanto a las precipitaciones fue muy seco, con un valor medio sobre la España peninsular de 9,9 mm, valor que representa el 59% del valor normal del mes (1991-2020). Se trató del décimo tercer mes de julio más seco desde el comienzo de la serie en 1961, y el cuarto del siglo XXI.

El hecho de que estemos hablando de dos cosechas cortas consecutivas es una mala noticia, sin duda; pero aliviará un mercado al que le hacen falta alicientes adicionales a los propios para su recuperación. Una demanda fuertemente contraída y a la que las autoridades monetarias, encabezadas por el Banco Central Europeo, pero instigadas por la Comisión Europea le han declarado la guerra y se han marcado como objetivo frenar a fin de contener la tasa de inflación, desbocada, en algunos Estados Miembros; hacen muy difícil imaginar un escenario de recuperación en los próximos meses. Así es que, si queremos recuperar precios, no parece existir más alternativa que cosechas cortas.

Según nuestras propias estimaciones y a pesar de que el grado, a diferencia de lo que sucediera el año pasado, está siendo mucho más que aceptable, con valores por encima de lo normal; la horquilla entre los 35 y los 37 millones de hectolitros sería en la que estaría comprendida la cosecha. Cifra que coincidiría, en su margen inferior, con la presentada por el Consejo Sectorial de Cooperativas (35,4 Mhl) en su reunión del 9 de agosto y muy por debajo de las que se manejaban apenas quince días antes, no solo por otras organizaciones agrarias, sino las propias cooperativas de Castilla-La Mancha.

Quizás la mejor noticia, para el mercado, entiéndase, no sea tanto esta pérdida de producción española como la que parece que también tendrán nuestros principales compradores. Pues, mientras Francia la estima similar o ligeramente superior a la del año pasado (44-47 Mhl), Italia la reduce cerca de un quince por ciento hasta situarla en el entorno de los 43 millones. Con especial incidencia en todos los países y mayor en tintos que en blancos.

Cosechas muy ajustadas que, si bien no están tirando de los precios de los vinos, sí podrían hacerlo conforme vayan confirmándose las previsiones con la generalización de las vendimias y los valores concretos de sus uvas.

Una primera aproximación a la cosecha del 23

Con todas las cautelas posibles, es de entender que las estimaciones de vendimia sean las noticias más demandas y buscadas en estos días. Es necesario repetir esa especie de mantra en la que se ha convertido la provisionalidad de las cifras publicadas y los recelos, por qué no decirlo también, que en algunos momentos llegan a despertar entre unos y otros operadores, Y, aun así, los hay que se aventuran en este peligroso túnel de la predicción.

A falta de una estimación global, como debiera ser la confeccionada por el Ministerio de Agricultura y, en su defecto, por algún organismo independiente, que arrojara un poco de luz sobre el asunto; tenemos que conformarnos con las de algunos de los colectivos como son Cooperativas u organizaciones agrarias (tampoco los enólogos parece que estén por la labor). Lo que siempre lleva aparejado un cierto grado de desconfianza ante la parcialidad de su origen.

Y es que, no parece que acabemos de entender que se trata de una información fundamental, con la que se elaborarán muchos planes, se tomarán muchas decisiones transcendentales, que no tendrán vuelta atrás y acabarán condicionando toda la campaña.

A pesar (o precisamente por ello) de que nosotros publicamos la nuestra, siempre hemos defendido que se trata de algo con lo que el sector debiera contar. Más aún cuando, en momentos como los actuales, las cosas no están funcionando bien en los mercados y son necesarias medidas extraordinarias con la que recuperar el equilibrio.

Son pocas las dudas, por no decir ninguna, que existen sobre que la próxima vendimia va a ser corta, qué digo corta, muy escasa. No hay quien ose a fijarla más allá de lo que obtuvimos el año pasado (40’5 millones de hectolitros) y sí muchos los que tiran de ella hacia abajo, hasta cifras que resultarían insuficientes para abastecer las necesidades del sector y que cifraría (grosso modo) en: nueve millones y medio de consumo interno, tres y medio de mosto, veinticinco de exportación y dos de destilación. En total, cuarenta millones de hectolitros.

Cooperativas Agro-alimentarias CLM, como es habitual ha sido la que, de estos pocos organismos que sí las realiza, la ha publicado antes, aunque lo haya hecho de una forma un tanto extraña y parcial. Pues si bien ha llegado a fijar la franja en la que se encontrará la cosecha. Lo ha hecho con un cierto titubeo tras la reunión sectorial regional que tuvo lugar en Castilla-La Macha el pasado viernes 28 de julio. En la que, a los veinte millones que le asignaron a esta Región, se atrevieron con la nacional que situaban entre los treinta y seis y los treinta y seis millones y medio de hectolitros. Aunque ésta no será publicada hasta el próximo día 8 de agosto, cuando tenga lugar la sectorial nacional en la que está previsto se consensuen las cifras.

A falta de datos más concretos, nuestra impresión es que la cosecha será muy desigual. Con regiones que consigan mantener, e incluso incrementar su producción con respecto a la del año anterior (Galicia, Castilla y León, Navarra, La Rioja y Canarias) otras que disminuirán un poco (Castilla-La Mancha, Madrid, Andalucía y Canarias). Y otras, en las que las mermas serán cuantiosas (Aragón, Cataluña, Comunidad Valenciana Murcia, Baleares y Extremadura). Lo de alcanzar una cosecha normal está completamente descartado.