Qué duda cabe que la cuestión que más ocupa, y preocupa, en estos momentos, es lo que pueda suceder con la destilación de crisis.
Los mensajes, si se quiere, un poco contradictorios entre la demanda de las diferentes organizaciones agrarias y cooperativas, y los objetivos del ministro, Luis Planas; no han hecho sino generar más confusión sobre un asunto ya de por sí lo suficiente extraordinario como para que su propia puesta en funcionamiento no resulte sencilla. Y lo sobradamente importante para un volumen muy relevante de la producción, y específica: los vinos tintos, que, tradicionalmente, no se han visto afectados por estas situaciones.
Cierto es que no es la primera vez que se aplicaría esta medida extraordinaria en nuestro país, los efectos del cierre del canal Horeca en los principales países productores durante la crisis pandémica, obligó a adoptarla. Como también lo es que la demanda de los vinos tintos esté sufriendo y sus cotizaciones llegando a situarse por debajo de los blancos.
Asimismo, conocemos cuál sería el mecanismo de su puesta en marcha y los fondos con los que podría dotarse, así como su origen. Y, si bien es perfectamente compatible con ayudas de índole nacional o autonómico, las primeras se dan por descartadas y las segundas, a priori también; pero no podemos olvidarnos de las fechas en las que nos encontramos y la cercanía de unas elecciones autonómicas en un horizonte de mes y medio.
Argumentos para ponerla en marcha, como pudieran ser las existencias que tienen algunas comunidades autónomas de esta clase de vino. El descalabro de sus cotizaciones desde que prácticamente se iniciara la campaña. La mala evolución del consumo nacional, con caídas constantes desde hace más de un año. El batacazo de las exportaciones, donde se alcanzan cifras récord de facturación con pérdidas muy significativas en el volumen de prácticamente todas las categorías de producto. Son las más evidentes. Pero no las únicas.
Los bajos niveles pluviométricos en la generalidad del viñedo. Las temperaturas anómalamente altas con picos que nos llevan a días propios de verano y el posible agotamiento de una planta que lleva varios años teniendo que enfrentarse a condiciones muy duras de producción jugarían en contra de esta decisión de retirar vino, artificialmente, con fondos pensados para otras medidas.
Pero también es importante atajar el problema de los precios antes de que sus consecuencias sean calamitosas. Llegar a niveles excesivamente bajos lastraría los precios de la uva y situaría a bodegas y viticultores en una encrucijada muy complicada: seguir produciendo a pérdidas o abandonar el cultivo.