En España cada día surgen nuevas voces solicitado la aplicación de una destilación de crisis. ¿Hasta cuándo el Ministerio hará oídos sordos?
Aunque no todos los vinos de calidad llevan el sello de Bordeaux y hay reputadísimos vinos elaborados en otras zonas de Francia y el resto del mundo. Llama la atención la noticia de que hayan surgido voces pidiendo un arranque de una pequeña parte (diez por ciento) de la superficie para devolver el equilibrio a esta zona de referencia.
También hay vida mucho más allá de las afamadas Indicaciones de Calidad Españolas, entre las que, sin ningún género de dudas, ocupa el lugar preponderante, la Denominación de Origen Calificada Rioja. En la que, también, se está demandando, si no un arranque de parte de su superficie, sí una destilación que permita eliminar unos excedentes que están lastrando sus precios y sirviendo de justificación a algunas bodegas para romper acuerdos plurianuales de adquisición de uva, que dotan (o al menos debería) de estabilidad a los operadores de la Denominación de Origen.
Y digo esto, porque, atendiendo a estas noticias y con el consiguiente aderezo de aquellas otras relacionadas con la pérdida de volumen en nuestras exportaciones, la caída del consumo interno, una descontrolada inflación… parecería que nos asomamos al abismo más profundo del sector vitivinícola mundial.
Muy seguramente, todas estas informaciones no sean más que la reacción a cambios, de cierto calado, que se están produciendo en el consumo y comercialización de los productos vitivinícolas. Acontecimientos cíclicos de cualquier actividad económica que sufre sus propios dientes de sierra y que, sí es posible que, en esta ocasión, se vean agravados por las circunstancias extraordinarias de las crisis motivadas por la falta de materias primas, problemas logísticos que permitan una normal circulación de mercancías, crisis energéticas; y lo que ha sido mucho más excepcional: una pandemia mundial que supuso la paralización global de la economía y una guerra en la que el hecho de que no suframos los bombardeos en nuestras ciudades, no significa que no estemos involucrados y nos afecten, de lleno, los “bombardeos” económicos.
A diferencia de otros momentos en los que desde la Unión Europea se ha intentado soslayar esta situación con medidas drásticas, como fuera la de arranques masivos. En esta ocasión, Bruselas ha preferido que sean sus Estados Miembros los que, utilizando sus fondos del Plan de Apoyo al Sector Vitivinícola, busquen la solución más apropiada a sus circunstancias.