Feliz 2023

Sin ánimo de que estas líneas sean un ejercicio de predicción (aunque reconozco que algo de pasión igual sí que hay); vaya por delante mi absoluto convencimiento de que nos esperan grandes momentos en el 2023.

Muy posiblemente ayude en esta impresión el hecho de que sea un año de elecciones en nuestro país, primero municipales y autonómicas en mayo y luego generales, previsiblemente en el mes de noviembre. Años en los que, a nuestros políticos, todos, sean del signo que sean, se les despierta un profundo sentido de solidaridad con los ciudadanos y luchan por comprometerse en la solución de sus problemas. La mayoría de esas promesas se quedan en eso, simples promesas que una vez depositado el voto en la urna, se olvidan. Pero otras, unas pocas, acaban concretándose en leyes o decretos que van destinadas a hacernos más llevadera la situación.

El vino no es que sea uno de esos productos en los que se suelen fijar mucho, ya sea porque contiene alcohol y su consumo es demonizado por algunos grupos, o porque su peso electoral no lo consideran, en general, relevante. Pero alguna vez sí que se han conseguido cosas. Así es que, lejos de caer en el desánimo, quizás, lo mejor sea apostar por una concisa estrategia reivindicativa que bien podría alinearse con algunos de los objetivos planteados por el Plan Estratégico desarrollado por la Organización Interprofesional que representa a todo el sector vitivinícola español.

Son momentos de concreción en los que poner en negro sobre blanco medidas específicas con las que fortalecer la revalorización de nuestras exportaciones, seguir luchando por el reposicionamiento de nuestros productos, la recuperación del mercado interno y el desarrollo de todo lo necesario: viñedo, bodegas y estructuras comerciales que nos ayuden a ello.

Aunque para eso sea necesario tener el firme compromiso de nuestros dirigentes (de todos, sin grietas) de que el Vino es parte de nuestra Cultura, de nuestra alimentación y costumbres. Que su consumo, como todos los alimentos, debe ser moderado y que su asimilación con las bebidas espirituosas o las drogas es, sencillamente, una barbaridad.

Para el próximo año está prevista la entrada en vigor, aunque sea el 8 de diciembre, del etiquetado nutricional y de ingredientes y la posibilidad, de momento, de poder utilizar el etiquetado electrónico; la creación de un nuevo reglamento base sobre indicaciones geográficas y el papel a desarrollar por las DD.OO. y sus consejos reguladores; y la promoción de los productos agroalimentarios. Cuestiones de gran calado para el sector y sobre las que es necesario un incuestionable apoyo de nuestros representantes en las instituciones europeas.

También se pondrá en marcha Enoconsens, una alianza promovida por el Vitec, y en colaboración con el Incavi, IRTA y URV consistente en desarrollar el primer panel de consumidores creado específicamente para el análisis de las demandas, preferencias y aceptación de los consumidores de vino y derivados. Es una excelente noticia que confiemos acabe extendiéndose más allá del ámbito de Cataluña, para la que ha sido ideada.

Mientras esto acaba por consolidarse, ahora, lo más importante es que podamos disfrutar de estos días en familia, rodeados de los nuestros y acompañados con un buen vino.

Todo el equipo que componemos SeVi les deseamos un Feliz 2023.

Algunas consecuencias estructurales

Bajo este panorama tan extraño que estamos viviendo, hay pocas cosas que nos puedan sorprender. Lo que no es óbice para que no estemos pendientes de algunas cuestiones relevantes para nuestro futuro. Que la recuperación del consumo interno vaya más lenta de lo previsto, que nuestras exportaciones estén viéndose afectadas negativamente en términos de volumen (pero muy positivamente si hablamos de valor). O que el mercado esté pesado, con pocas operaciones y cotizaciones estables. Son cuestiones que el tiempo acaba por ajustar a las circunstancias de cada momento.

Los consumidores han pisado el freno en el consumo. Pero quienes, de verdad, han optado por permanecer prudentes a la espera de acontecimientos son las bodegas. Con una, cada vez más, clara diferenciación entre la comercialización de los vinos blancos, en detrimento de los tintos; y una cosecha a la que a la menor producción de kilos de uva hay que añadirle un rendimiento en líquido por debajo del año pasado; así como una clara apuesta por la elaboración de mostos, como alternativa al mercado de vinos.

Mucho más importante resulta lo que suceda con nuestra estructura, con el número de bodegas o viticultores, pero, de manera muy especial, con nuestra superficie. Primero, porque se trata de un cultivo que, como hemos repetido en numerosas ocasiones, no es anual lo que obliga a planificar muy bien las decisiones. Segundo, porque su propia intervención limita cualquier actuación arbitraria sobre la superficie.

Así pues, adquiere especial notoriedad el hecho de que la superficie plantada de viñedo en España a final de la campaña 21/22 haya bajado en 7.989 hectáreas (-0’84%) pasando de las 945.770 de julio de 2021 a las 937.781 que existían el 31 de julio de 2022. No debería extrañarnos. Que el potencial vitícola haya quedado cifrado en 973.498 hectáreas, 7.815 (-0’80%) menos que la campaña anterior; tampoco. O que el Ministerio haya autorizado tan solo un 0’15% de nuevas plantaciones para el 2023: 1.407 hectáreas que están muy lejos del tope máximo permitido por la Unión Europea del uno por ciento.

Es cierto, y no debemos olvidarlo, que esta pérdida de superficie no tiene por qué tener un efecto directo sobre la producción. Lo sucedido en estos últimos cuarenta años, en los que hemos perdido cerca de cuatrocientas mil hectáreas y aumentado la producción en quince millones de hectolitros, resulta lo bastante contundente como para no dudar de que podamos estabilizar ese potencial de producción en cincuenta millones de hectolitros. Pero sus consecuencias sobre la despoblación, erosión del suelo y actividad económica, los tres pilares de la sostenibilidad; deberían hacernos reflexionar en un momento en el que la Política Agraria Común apuesta por la sostenibilidad como eje sobre el que girar.

Era cuestión de tiempo que acabase sucediendo

Del mismo modo que más pronto que tarde la situación de paralización que vive el mercado de vino a granel, el de volumen, el de reposición de existencias en las bodegas, el de almacenaje; así como el de las exportaciones y comercialización en el mercado interior, tendría su reflejo en las fuentes estadísticas del Infovi y los informes de exportación (como antes lo tuvieron en las cotizaciones semanales de los vinos, mostos y derivados); y acabará dando paso a una reactivación de la actividad comercial y recuperación de precios. Era cuestión de tiempo que alguna bodega fuera tomada como rehén para acusarla de discriminación.

Encima Wines de Molinaseca (León) ha sido la elegida, siendo acusada por el Instituto de la Mujer, dependiente del Ministerio de Igualdad que dirige Irene Montero, de “cosificación femenina”. Su acusación: sexualizar la imagen de la mujer con fines promocionales. Instándole a retirar una valla publicitaria que tienen en el acceso a la bodega. Imagen que se trata de una obra pictórica que Josep Moscardó creó en 2008 para la bodega, con la que pretendía reflejar “el mar Mediterráneo, la playa y el demasiado corazón”. Nombre del vino para el que fue encargada esta obra, con la que ha ilustrado su etiqueta desde la cosecha 2009 en la que salió al mercado, hasta la 2019, que ha sido la última en ver la luz. Finalmente, el Instituto de la Mujer parece que ha rectificado, al entender que su requerimiento era “desproporcionado”.

Ataque que se une a los anteriormente realizados por otros ministerios y que iban encaminados a demonizar el consumo del vino, sacándolo de la pirámide nutricional y poniendo el foco en su contenido alcohólico. O a los intentos de algunos parlamentarios europeos, como el que protagonizaron con la publicación del Plan Europeo de Lucha contra el Cáncer y la utilización de imágenes que desincentivaran el consumo de alcohol, cualquier tipo de alcohol, similares a las que aparecen en las cajetillas de tabaco. O a la utilización del etiquetado nutricional Nutri-score para bebidas alcohólicas y la creación de la categoría Negra F para cualquier bebida con contenido superior a 1’2% vol. alc.

Muchas iniciativas que tienen su foco en el Vino y que buscan la reducción de su consumo y, consecuentemente, la desaparición de muchas hectáreas de viñedo y el cierre de bodegas.

Que esta situación no sea exclusiva nuestra y que el francés Colectivo de Viticultores del 33 (en la Gironde, donde se enclava Burdeos) reclame el arranque de entre 10.000 y 15.000 hectáreas (sobre un 10% de su superficie), para equilibrar el mercado; debería hacernos reflexionar hacia dónde se dirige el futuro del sector.

Ya no solo es que producciones “commodity” como la nuestra, utilizada por los principales países comercializadores, entre los que destaca como número uno Francia, se vean fuertemente afectadas por situaciones de paralización económica y restricciones en el consumo de bienes, especialmente los no básicos. Sino que también los que presumen de ser los que mejor lo hacen en esto del vino, se enfrentan a una situación de falta de rentabilidad al ver como la cotización de su tonel de vino a granel (900 litros) cotiza por debajo de los 700 euros.

Así como sobre la forma más apropiada de defendernos ante estos ataques. Pues si, una parte importante del sector vitivinícola europeo defiende que la diferenciación es la única forma de salir airosos de esta situación; también los hay quienes defienden que, precisamente, de la mano del resto de productos agroalimentarios será posible hacer frente al acoso al que se nos somete por nuestro contenido alcohólico.

Tiempos convulsos

Vivimos tiempos convulsos. No es solo que estemos viviendo una guerra a las puertas de la misma Unión Europea. Que una crisis sanitaria, nunca antes conocida, paralizase la economía mundial y su recuperación esté siendo mucho más complicada de lo que hubiésemos podido imaginar, hasta el punto de que la segunda economía más importante del mundo, China, todavía no esté a pleno rendimiento como consecuencia de su política de “Covid cero”, con el consiguiente perjuicio por la multitud de problemas de suministro que ello nos está ocasionando en muchos componentes y productos que desde Europa habíamos deslocalizado.

Los precios han crecido hasta niveles nunca antes vistos y las políticas monetarias impuestas por los bancos centrales de fuertes incrementos de los tipos, hasta el momento, solo están encareciendo la financiación y ahogando aún más a las empresas, que deben hacer frente a dos graves problemas: la imposibilidad de repercutir los incrementos de sus costes en sus precios y la falta de financiación con las que afrontarlos.

Bajo la premisa de una política económica decidida a disminuir el consumo, sea cual sea el precio que haya que pagar por ello. Un encarecimiento descontrolado de los costes energéticos y de producción en un mercado con un fuerte cuello de botella en la distribución, que impone un criterio de solidaridad con los clientes en una política de contención de precios a costa de trasladarlos a los proveedores; las bodegas ven cada día más complicado el momento de poder elevar los precios de unos productos cuya tasa bruta de explotación en el 2020, según el INE en su Estadística Estructural de Empresa, fue del 12’2%.

Explicaría que el incremento del 5’1% que ha experimentado el valor de nuestras exportaciones en tasa interanual octubre 2021-septiembre 2022, alcanzando los 3.422 millones de euros no haya dejado satisfecho a nadie. Elevar el precio unitario a 1’21 €/litro está genial y es por lo que todo el sector lleva trabajando desde hace muchos años: “valorizar” el producto. Hacerlo porque hemos vendido un 8’7% menos hasta bajar a los 28’3 millones de hectolitros, algo no deseado por nadie.

Llegan las fechas más importantes de consumo, el momento en el que se decide una parte muy importante del presupuesto anual y, ni las cifras de consumo interno del Infovi de septiembre, ni las de exportación ahora del mismo mes, dan para muchas alegrías. Especialmente cuando, con el mes de noviembre finalizado, la mayoría de las bodegas dan por asumida la caída en la facturación y volumen para este ejercicio.