Son ya muchas semanas en las que el mercado muestra un extraño comportamiento comercial. Escasas operaciones, limitadas a la más estricta reposición y adquisición de partidas muy especiales, provocan precios nominales para unos productos en los que ni la calidad, ni la oferta, parecen tener la más mínima influencia. Todo el mundo parece haber entrado en una especie de estado de reposo, en el que poner en letargo las compras, de vino, pero también de los otros elementos incorporables que lo acompañan en su vestimenta y puesta a disposición del consumidor: botellas, cajas, etiquetas, cápsulas, corchos… es su principal objetivo.
Es como si el mañana no existiera. Como si no pesaran tanto los márgenes en las estrategias empresariales, como la prudencia por mantener a raya los almacenes y lo mejor dotadas posible las cuentas corrientes.
Posición que parecemos compartir los consumidores, más retraídos en nuestras adquisiciones y fuertemente preocupados por un encarecimiento espectacular del crédito, como se encargan en repetirnos desde todos los informativos constantemente, con la subida del Euribor y su repercusión en la cuota de la hipoteca.
Con pocos fundamentos para entrar en discusiones estériles sobre las causas que nos han traído hasta aquí, o el peso que en toda esta situación tiene el vino y la viticultura; los datos “enmascarados” del consumo no hacen más que avisarnos de la situación.
Y digo enmascarados porque su comparación con un año donde la pandemia redujo drásticamente el consumo, sigue arrojando crecimientos positivos. Cuando la realidad es que, desde febrero, el consumo aparente que nos proporciona el Infovi no deja de caer. Mostrado una aceleración de la caída en el último cuatrimestre (junio-septiembre) muy preocupante.
Ya no es que caiga el consumo de vino, como lo están haciendo todos los productos, especialmente los no básicos; es que esta situación nos retrotrae a un momento nunca antes vivido como fue una pandemia mundial y en el que los Estados de la Unión Europea decidieron tomar medidas colegiadas con las que hacerle frente.
Cuando ahora, con todos los frentes de aquellas medidas abiertos, las circunstancias macroeconómicas de una desbocada inflación obligan a adoptar medidas fuertemente restrictivas, encaminadas a enfriar la economía, especialmente la doméstica. Haciendo muy previsible que esta situación se acentúe en los próximos meses y vaya más allá en el tiempo que un ejercicio, afectando a toda nuestra área de influencia económica y teniendo repercusiones, no solo en el mercado interior, sino también en nuestras exportaciones. Como así empiezan a mostrarlo los datos de los que disponemos del mes de agosto.
Mejorar el precio unitario, como ha sucedido en todas las categorías, tanto si hablamos de envasados como de graneles, no debe hacernos caer en el mismo error de percepción de crecimiento del consumo aparente. Pues ni este es tal, ni los precios de nuestras exportaciones son positivos, pues detrás de ellos hay una realidad de caída en el volumen de todas nuestras categorías. Solo los espumosos, aguja y bag-in-box, y siempre y cuando estemos hablando de envasados, consiguen incrementos en el volumen acumulado entre enero-agosto.