Pequeños ajustes para un sector que se mantiene expectante

Ante la sucesión de los acontecimientos, muchos de ellos totalmente ajenos al propio sector vitivinícola, pero altamente influyentes por las graves repercusiones que ellos tienen sobre el consumo; se abre la posibilidad (mejor, la necesidad) de preguntarse hasta dónde pueden llegar estas afecciones.

Sabemos, con total certeza que se van a traducir en un menor consumo. Los datos más actualizados y fiables de los que dispone el sector, los del Infovi, así lo vienen manifestando desde hace medio año. Las exportaciones, también se verán afectadas, ante las menores necesidades de nuestros compradores, al disponer de vinos con los que hacer frente a su demanda. No sabemos si solo en su aspecto cuantitativo o también económico, pero eso es algo que apenas tiene importancia; ya que no es previsible que el precio unitario vaya a bajar en cuantía suficiente como para que llegue a serlo. No en vano, la fuerte devaluación del euro frente al dólar juega a nuestro favor. Lo que es nefasto para todas las importaciones de materias primas y energía de las que debemos abastecernos fuera del ámbito económico del euro y que están suponiendo una elevación de los costes de producción que, más tarde o temprano, habrá que pensar en repercutir en los precios finales. De momento, el cambio euro/dólar nos está ayudando en nuestras ventas pues, de facto, supone una rebaja en los precios.

Hasta el momento, y no es previsible pensar que esto pueda cambiar, salvo que la situación en la que nos encontramos se complique mucho más de lo que lo está actualmente; el sector debe mostrarse firme. Inoperante, pero firme. No es previsible que su estructura: superficie, bodegas, exportadores o proveedores vayan a cambiar mucho. Y, aunque habrá pequeños ajustes, como el que ha tenido lugar en la superficie plantada de viñedo de uva de transformación en España, que se ha visto reducida en 7.989 hectáreas en la campaña 2021/22 (a 31 julio 2022) sobre las 945.770 con las que contábamos a la misma fecha del año anterior. Un 0’84% que representan esas cerca de ocho mil hectáreas perdidas en superficie o las 7.815 (-0’8%) en el potencial de producción; que debería enmarcarse dentro de la evolución normal del sector.

Por cierto, que, al hilo de la superficie, conviene resaltar el paso atrás dado en la intención del Gobierno de prohibir la quema de restos de poda. Así como la flexibilización de las prácticas agronómicas de los eco-regímenes de Agricultura: cubiertas vegetales e inertes de la PAC 2023. Permitiéndose labores superficiales en las cubiertas vegetales, la aplicación de fitosanitarios de manera excepcional o la reducción a 4 meses del periodo obligatorio entre el 1 de octubre y el 31 de marzo.

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