Dos circunstancias caracterizan la campaña 2022/23: el adelanto de las fechas en las que se han producido las tareas de vendimia y la paralización de los mercados. Para la primera encontramos su explicación en el “anómalo” comportamiento climático, marcado por una severa sequía que todavía hoy se prolonga, dejando en mínimos históricos nuestras reservas hídricas, y numerosas olas de calor que se sucedían unas a otras, sin prácticamente separación entre ellas.
Para la segunda, la referida a los mercados habrá que buscar las razones en una situación internacional ciertamente extraña y preocupante. Donde la incertidumbre campa a sus anchas y se hace más necesaria que nunca la prudencia. Actitud que bien han sabido aplicar unas bodegas que observan cómo crecen sus precios de exportación, pero lo hacen a costa de vender menos litros y botellas, que de todo hay.
Y a pesar de ello, o como consecuencia, no sabría muy bien ordenar los acontecimientos, vamos enfrentándonos a situaciones que, en condiciones normales, serían imposibles de entender y explicar.
Una estimación inferior a nivel europeo de la que no escapa nuestro país, podemos verla reflejada en los datos recientemente publicados por el Infovi correspondientes al mes de agosto. En el que las dos semanas de antelación con las que empezaron a recogerse los racimos y elaborarse los vinos, se han traducido en unas cifras de una menor entrada de uva en las bodegas del 8’6% y una elaboración de vinos todavía más baja consecuencia directa del menor rendimiento que presentan las uvas, motivado por su severo estrés hídrico. Dos aspectos, producción y rendimiento que, a tenor de la información y las valoraciones emitidas por los productores en los últimos días, deberían verse mejorados con los datos de septiembre, gracias a las lluvias caídas en la última semana de ese mes y que fueron muy bien recibidas por las viñas que, de forma, más o menos inmediata, fueron capaces de transformar en kilos y rendimiento.
Sobre lo sucedido con el dato de consumo aparente y cuyo crecimiento del 9’0% en dato interanual, conviene observar que, lejos de suponer una buena noticia, detrás de él se esconde la confirmación de una tendencia negativa en su comportamiento que se viene produciendo desde el pasado mes de febrero, con caídas constantes y que solo se explican al compararlo con un momento tan especial de la pandemia.
Las cifras de nuestras existencias de vino y mosto son un 3’4% inferiores, todo ello gracias a los blancos que se reducen un 8’8%, mientras los tintos aumentan el 0’4%. Con un 4’9% menos en graneles, pero un 2’2% mayores en envasados. Destacando por colores el aumento del tinto envasado de un 4’3% y una reducción tan solo del 1’7% en tintos a granel frente el 10’5% que se redujeron los blancos sin envase. También explicarían el comportamiento de los precios en esas semanas.