Incertidumbre ajena al sector

De preocupante podría calificarse la paralización que vive el sector, pues, si bien en otras ocasiones hemos asistido a momentos en los que una de las partes parecía no querer saber nada de los vinos o mostos y limitaba sus contactos al estricto mantenimiento y reposición mínima de existencias; en la actualidad, es que no hay nadie que dé señales del más mínimo interés por acercarse al mercado y tantear la situación. Aunque tan solo fuera por saber si existe alguna posibilidad de cerrar alguna transacción en condiciones muy ventajosas.

Sin duda, una parte del problema reside en el sector y los datos de existencias, así como las estimaciones de cosecha, que también tendrán su parte de responsabilidad. Pero, con certeza, debe haber algo más, algo que nada tiene que ver con el sector, algo mucho más elevado que esté relacionado con la situación política, económica, social y bélica en la que estamos inmersos.

Y es que, si la experiencia nos ha demostrado que todo es susceptible de empeorar y que mejor no demos por superado algo que puede complicarse hasta el infinito y más allá. La situación no deja de sorprender. Unas existencias contenidas, una producción en el margen inferior de la horquilla y un contexto que podríamos extender al resto de los principales países productores; no se corresponden con la parálisis y ausencia de interés de las que estamos siendo testigo.

Coyuntura que empieza a tener su reflejo en los datos sectoriales publicados y referidos tanto al consumo interno como exterior. Pues si bien, al partir de un año en el que la pandemia todavía formaba parte de nuestras vidas y sus efectos en el consumo eran todavía muy palmarios, los datos interanuales pudieran llegar a parecer hasta alentadores. Lo cierto es que, viendo cuál es el escenario de los últimos meses, nos llevan a una realidad bien distinta. ¿Consolidada?, pues no lo sé, pero sí, al menos, preocupante.

Todos sabemos, al margen de debates políticos (que encierran mucho más de interés electoral que de verdaderas medidas de calado en las reformas propuestas), que nos encontramos inmersos en una circunstancia excepcional y que, como tal, es necesario “enfriar” la economía para bajar la inflación. Pero tenemos que hacerlo con sumo cuidado, no vaya a ser que nos pasemos de frenada y entremos en recesión. Pero, al mismo tiempo, necesitamos aumentar la renta disponible de unas familias y empresas que están viendo crecer los costes de manera descontrolada e inasumible, al no poder ser traslados al precio final de los productos en toda su cuantía. Que esto está restando capacidad de ahorro, una posibilidad que para una inmensa mayoría está totalmente esquilmada. Bajo un escenario de tipos de interés crecientes y fuertes restricciones al crédito que dificultan mucho la financiación y anuncian aumentos peligrosos de morosidad.

No podemos, por tanto, sorprendernos (sí preocuparnos) en un escenario como el actual de que el interés de los operadores se encuentre muy contenido y que todos quieran trasladar al otro los posibles costes que suponga la inmovilización de un producto del que existe la total seguridad de poder abastecerse cuando escampe la situación y el horizonte anuncie una recuperación del consumo.

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