No hay duda, o al menos para mí, que, de todos los datos recién publicados por el Infovi, correspondientes al mes de febrero, el más destacable es el del consumo interanual aparente. El único que no aparece en el informe oficial del Ministerio y que se calcula por diferencia entre salidas y entradas nacionales interanuales. La cifra que, de forma más aproximada de todos los datos publicados al respecto, nos aproxima a conocer cuál es el consumo de vino en nuestro país; estimar el consumo per cápita y cuantificar el resultado de los grandes esfuerzos que se están haciendo por situar el consumo de vino en nuestro país en niveles similares a los que disfrutan el resto de países productores.
Comparar variaciones entre los datos de este año con el (históricamente desastroso) 2021, por las razones por todos conocidas, carece de relevancia. Pues si el efecto estadístico, que tan negativamente jugó en nuestra contra entonces, ahora nos resulta altamente beneficioso, resulta peligrosamente engañoso. Algo más orientativa podría ser la tendencia, claramente positiva, que, desde entonces, muestra este dato. Solamente truncada su línea ascendente en el mes de julio y que lleva remontado, prácticamente un veinticinco por ciento (dos millones de hectolitros) desde el mínimo, alcanzado en febrero de 2021.
¿Es una cifra aceptable para uno de los principales productores del mundo y el primero en extensión de viñedo? Tajantemente, no. Pero es un hecho esperanzador que la pérdida constante a la que estábamos sometidos se haya conseguido doblegar.
Aunque no esté siendo suficiente para que, junto con unas exportaciones que van marcando cifras de récord, el mercado reaccione y los precios suban. Recuperar precios en un escenario inflacionista como el que estamos viviendo pudiera parecer incoherente. Pero vender los vinos por debajo de los costes de producción y condenar a los viticultores al abandono de las tierras, despoblación de los pueblos y desertificación de los suelos es mucho más grave.
Las existencias son un 9’6% menores. Por colores, los blancos justifican su mayor fortaleza en los mercados con unas disponibilidades un 16% inferiores, mientras que los tintos deben conformarse con el 4’3%. Y los efectos del último temporal de frío y nieve que nos ha dejado tiritando en toda España, apenas parece que tendrán consecuencias sobre la próxima cosecha.