Vayan por delante, en nombre de todo el equipo que hace posible la publicación de SeVi, nuestros deseos de una Feliz Navidad y un año próspero 2022. Esperamos que llegue repleto de buenas noticias y excelentes cifras de negocio que generen una rentabilidad digna en todos los sectores que integran la cadena de valor del vino.
Sabemos que no se están poniendo las cosas fáciles, que ciernen negros nubarrones sobre la economía y las tasas de crecimiento no están siendo las esperadas, que la ansiada recuperación económica no está siendo ni tan rápida, ni tan evidente como se nos había anticipado; y que la posibilidad de encontrarnos con nuevas restricciones a la movilidad que afecten directamente al canal de la restauración y hostelería cada día es mayor.
Aun así, las perspectivas para el sector tienen que ser muy positivas. Una cosecha europea de las más cortas de su historia tiene que suponer una actividad económica para nuestro sector muy importante. Pues, a pesar de nuestra pérdida de producción, contamos con volumen suficiente de producto vitivinícola con el que hacer frente a la demanda que nos pudiera llegar de los otros grandes productores mundiales: Francia e Italia. La gran labor desarrollada por nuestras bodegas por situar sus producciones en el mercado internacional nos ha llevado a situarnos como el primer país en exportación por volumen. Y en el consumo mundial sabemos, por la experiencia de recientes antecedentes, que mantiene una tasa mínima que, a diferencia de lo que sucede con nuestro consumo interno, no se ve fuertemente afectada.
También sabemos que las bodegas han hecho grandes esfuerzos, en estos casi dos años que llevamos con pandemias y restricciones, por adaptarse a la situación, han desarrollado sus páginas web, potenciado las ventas online e intentado llegar a sus clientes de una forma virtual. El trabajo desde casa se ha demostrado una alternativa válida y aunque superados los momentos más difíciles se ha puesto en valor la importancia del contacto social con una avalancha inimaginable de actividades de todo tipo que nos devolviesen a una cierta normalidad, también hemos sabido compaginarlo, haciendo posible que el mundo no dejara de girar en ningún momento.
Un buen ejemplo de este excelente trabajo pudieran ser los datos que se desprenden de las Cuentas Económicas del sector Agrario (CEA) elaboradas por el Ministerio de Agricultura y que sitúa el valor bruto de la producción vitivinícola durante 2021 tan solo un 4,5% por debajo del 2020.
Y digo tan solo porque teniendo en cuenta la situación y que el volumen de la cosecha se ha reducido un 16,4%, gracias a un aumento en los precios de salida en origen de bodega del 14,2%, el efecto ha sido reducido y la producción ha alcanzado un valor estimado de 1.137,4 M€, apenas cincuenta y cuatro millones de euros menos que el año anterior y ochenta y seis millones trescientos mil euros menos que el prepandémico 2019. Caída que está acorde a la sufrida por la Renta Agraria por Unidad de Trabajo a tiempo completo y año (UTA) que se situó en 34.436,8 € (-4’6%)
Situación similar a la acontecida con el canon de arrendamiento medio del viñedo de transformación de secano en 2020 que pasó de los 345 del 2019 a los 334 (-3,6%). Eso sí, con valores muy dispares entre las diferentes Comunidades de las 10 que aportan datos, ya que frente los 996 euros por hectárea que son necesarios en el País Vasco para arrendar, en Madrid bastan 97 y en Castilla-La Mancha 292.