Cuando hablamos de exportaciones vitivinícolas, estamos hablando del destino de dos veces y media lo que consumimos en nuestro mercado interior. O lo que es lo mismo, de la colocación de algo más de la mitad de todo lo que producimos. Ocuparnos de lo que sucede con este tipo de operaciones resulta fundamental para la inmensa mayoría de nuestras bodegas y, por extensión, de nuestros viticultores, los que, a través de sus cooperativas, dan trasladado de estos datos en sus liquidaciones.
Afortunadamente, hace ya muchos años en los que, con sus naturales altibajos, este tema es motivo de satisfacción. Los volúmenes crecen de una forma constante y los países en los que estamos presentes con nuestros vinos son más y en mayor proporción.
Aumentar un 23,9% hasta alcanzar los 23,68 millones de hectolitros exportados, como lo han hecho los productos vitivinícolas en los primeros nueve meses del año, con respecto al periodo anterior. Incluso el +20,6%, que es el crecimiento en tasa interanual que suponen los 31,01 Mhl expedidos en 12 meses. Es una excelente noticia, sin peros posibles que la empañen.
Lo sucedido con el valor, ya es otro tema, pues si bien los 2.416,8 millones de euros que hemos facturado en lo que llevamos de año supone un incremento del 14,8%. Baja hasta el 11,5% cuando tomamos los 3.262,4 M€ de los datos interanuales y nos devuelve a la cruda realidad de nuestro sector y el papel que juega en el ámbito mundial.
Un precio medio de 1,02 €/litro (-7,3%) en tasa anual y 1,05 (-7,6%) en interanual resulta totalmente inadmisible para un país que aspira a mantener una viticultura y unas bodegas sostenibles. Así como decepcionante en la consecuencia del famoso cambio en el mix de productos, que todos los analistas señalan como fundamental para nuestro desarrollo sectorial. Las cifras no hacen sino devolvernos a la cruda realidad de un producto commodity, con escaso valor, al menos en el percibido por el consumidor y altamente sensible a los vaivenes de la producción del resto de los grandes productores del mundo.
Pues, si bien los datos de vinos son algo mejores, con un precio medio en lo que llevamos de año de 1,20 €/l, esto representa una pérdida de ocho céntimos (-5,7%), para un volumen que crece el 20,2% hasta los 17,5 Mhl y un valor de 2.104,74 M€ (+13,3%).
Muy parecidos a los datos interanuales que sitúan el volumen en los 23,06 Mhl (+16,5%), el valor en 2.863,66 M€ (+10,1%), arrojando un precio medio de 1,24€/l, un -5,6% y ocho céntimos menos.
En envasados, todas las categorías aumentan su facturación, siendo los de licor los que más lo hacen con un 43,1% mientras que los I.G.P. son los que menos la elevan, con apenas un 0,7%. En tanto que, en volúmenes, los espumosos son los únicos que caen un 4,6% y los de aguja aumentan un 46,4%
Mientras que, en los graneles, la categoría más voluminosa, tranquilos sin D.O.P./I.G.P., aumenta el 34,9% su volumen hasta los 7,24 Mhl y un precio medio un 19,9% inferior de 0,38 céntimos litro.