Pasan las semanas y con ellas las vendimias se van generalizando, y eso que, a diferencia de otros años, las condiciones meteorológicas, pero especialmente las previsiones para los próximos días, aconsejarían su recogida inmediata. Pero, si se quiere poder elaborar vinos con la calidad demandada por el mercado, es necesario esperar a alcanzar los coeficientes de madurez óptimos, aunque en ello vaya inmerso una buena cantidad de miedo a que una granizada o lluvias torrenciales den al traste con el trabajo de todo el año.
Han sido cuantiosos los tratamientos que los viticultores han tenido que darle a la viña para luchar contra las enfermedades criptogámicas, especialmente el mildiu. Mucho el trabajo que han tenido que hacer por conducir la viña hasta estos niveles de calidad y, aunque los precios no estén respondiendo, al menos como era de esperar ante el panorama general de la cosecha a nivel europeo, la profesionalidad de nuestros viticultores ha vuelto a ponerse de manifiesto con un total y absoluto compromiso con su trabajo.
Las cantidades recogidas confirman las previsiones de una cosecha mucho más corta que la anterior, las existencias publicadas por el último Infovi con datos hasta el 31 de julio las sitúan ligeramente por encima de las del año precedente, y eso a pesar de todo lo que el mercado ha sufrido con el cierre de la hostelería. Y, pese ello, lo que no acaban de arrancar son los precios de la uva.
Incrementos que apenas suponen un pequeño porcentaje de mejora con respecto a las del año anterior, si es que se producen y no son las mismas cotizaciones, no consiguen compensar la pérdida de producción, alejándose más si cabe de ese umbral de rentabilidad mínima exigida por las organizaciones agrarias. Los precios de los mostos, más elevados que los del pasado año, tampoco resultan coherentes con esta situación. Y, aunque una buena parte de la producción (se calcula sobre dos tercios) se encuentre en manos de cooperativas, cuyo pago de la uva estará relacionado con el precio al que consigan vender sus vinos a lo largo de la campaña; aquellos viticultores que venden sus uvas en el mercado libre se muestran estupefactos por una situación que ha encontrado uno de sus máximos exponentes en la demora con la que algunos de los principales elaboradores han tardado en hacer públicas sus tablillas, especialmente las referida a la variedad Airén.
Sin duda, el retraso en la maduración del fruto y la tardanza en el inicio de las tareas de vendimia que anteriormente comentábamos han propiciado esta coyuntura, pero se barrunta que no solo en estas cuestiones pudiera estar la explicación de la situación, y sí en esa especie de guerra declarada que mantienen desde hace años entre ellos.