Conocidos los datos del Infovi correspondientes al mes de julio, ya podemos afirmar, con total rotundidad, que las cosas no nos han ido tan mal como las circunstancias nos hacían suponer. Aumentar nuestras existencias a final de campaña 2’469 millones de hectolitros (7’0%), hasta alcanzar los 37’651 frente los 35’182 Mhl del pasado año, no está nada mal. Que de esos stocks 35’936 Mhl lo sean de vino y 1’715 de mostos versus 33’135 y 2’047 respectivamente del año pasado, tampoco es mala cosa. Y si eso lo comparamos con lo sucedido con la producción que pasó de 33’676 millones de hectolitros a 40’949 de vino y 3’628 a 5’076 de mosto de una campaña a otra respectivamente, podemos sentirnos muy satisfechos y sacar pecho por el excelente trabajo realizado durante la campaña.
Y, aunque el mérito vuelven a tenerlo nuestras exportaciones, con un volumen de 23’357 Mhl vs. 20’640; el vino destinado a la destilación (3’043 frente los 2’949 del año pasado) o los 0’414 Mhl que elaboramos de vinagre sobre los 0’311 del año anterior, tampoco han estado nada mal. Incluso lo sucedido con el consumo aparente, que baja de los 10’221 del año anterior a los 9’218 de este, podrían considerarse buenos datos teniendo en cuenta que la hostelería ha permanecido cerrada un buen número de meses y con fuertes restricciones cuando les han permitido abrir.
Hablando de futuro, las perspectivas tampoco son nada negativas, con una estimación de cosecha que rondaría, según nuestra valoración, los treinta y ocho millones y medio de hectolitros, contar con unas disponibilidades que se situarían en 76,147 millones de hectolitros cuando el año pasado fueron 81’675 Mhl, es una sustancial reducción que debiera permitirnos disfrutar de una campaña 2021/22 con no demasiados problemas y unos precios en recuperación.
Situación que, considerando las expectativas de los otros países productores europeos nos permitirían albergar la esperanza de mejorar, también, el precio medio de nuestros productos vitivinícolas, excesivamente bajos y que hacen muy complicado contar con una rentabilidad suficiente que haga interesante el relevo generacional, especialmente en la viticultura.
Y es que, si buenas son las expectativas para esta campaña para el vino, no lo están siendo tanto en lo que se refiere al precio de la uva. En muchos casos similares a los pagados el año anterior y otros, los menos, con ligeros incrementos que distan mucho de compensar la pérdida de cosecha, incidiendo sobre la nula rentabilidad de su actividad.