Los frecuentes episodios climatológicos sucedidos durante la pasada semana en la geografía española, especialmente relacionados con fuertes lluvias y algún que otro de granizo, no han hecho sino confirmar las estimaciones a la baja con la que venían trabajando las diferentes organizaciones agrarias y cooperativas. Previsiones que, millón arriba o abajo, dejarían la cosecha en el entorno de los treinta y nueve millones de hectolitros. Muy próxima a la que obtuvimos en el año prepandémico del 2019 cuando nos quedamos en los 37,728 Mhl pero muy lejos de los 42,853 que sería la media de los últimos cinco cosechas o los 46,493 de la anterior.
Sea como fuere, lo que sí marca una diferencia clara con respecto a cualquier año es la fuerte caída que deberán soportar nuestros socios italianos, cuyas primeras estimaciones sitúan la cosecha en el entorno de los cuarenta y cinco millones de hectolitros, muy lejos de los más de cuarenta y nueve en los que está la media de las últimas cinco. O lo que todavía es mucho peor, de nuestros vecinos franceses, cuya segunda estimación publicada por Agreste y referida al primero de septiembre, apenas la sitúa por encima de los treinta y tres millones de hectolitros (33,328), cuando el pasado año rozaban los cuarenta y siete (46,923) y su media está por encima de los cuarenta y cuatro (44,210).
Circunstancia que nos permite asegurar que nos enfrentamos a una de las vendimias más cortas en la Unión Europea de su historia y que debería permitirnos albergar alguna esperanza de un mercado ágil en sus operaciones, favorable para nuestras exportaciones y de precios más altos de los ruinosos con los que hemos tenido que ir transitando sobre una campaña 20/21 y que la han convertido en una verdadera pesadilla, a olvidar lo más rápidamente posible.
Aun así, de lo que conocemos hasta ahora, no podemos decir que vayan mucho mejor las cosas. Pues si bien las bodegas que han publicado sus tablillas en Castilla-La Mancha lo han hecho anunciando subidas considerables sobre las del pasado año, la realidad dista bastante. Puesto que para encontrar ese gran aumento en los precios deberíamos irnos a las primeras publicadas, sin considerar las sucesivas correcciones que a lo largo de las vendimias se fueron produciendo y que reducen, muy considerablemente, esos incrementos de los que presumen en sus notas de prensa.
Algo más interesante se presenta el mercado de vinos y mostos, donde, efectivamente, sí están cotizando a precios notablemente por encima de los del pasado año y en el que se respira un cierto aire de optimismo ante la posibilidad de sostener en el tiempo esa tendencia alcista y llevar sus precios a niveles que hagan rentable la actividad. Cosa que tendrán muy difícil los viticultores, cuyas pérdidas de producción exceden en mucho los posibles incrementos en precios y cuyos costes se han visto fuertemente incrementados por un número mucho mayor de tratamientos con los que poder hacer frente a las enfermedades criptogámicas, especialmente el mildiu. Gracias a los cuales ha sido posible llegar a este momento con un fruto sano y de calidad.