Ni hay que ser muy listo, ni estar muy al día de lo que pasa en el mundo, para saber que las relaciones Unión Europea-Rusia no pasan por los mejores momentos. Encuentros (más bien desencuentros) diplomáticos al más alto nivel en los que parecieron disfrutar poniendo en una situación incómoda al representante de la diplomacia europea, Josep Borrell, despejaban cualquier duda sobre la posición que la Administración Putin iba a tener con la Unión Europea. Y, como antes ya sucediera con China y las placas solares alemanas, o posteriormente con Estados Unidos y el enfrentamiento con las ayudas recibidas por Airbus, el sector vitivinícola (en concreto el vino espumoso en esta ocasión) vuelve a ser tomado como rehén en su política gesticular.
Los efectos que tendrá este nuevo episodio sobre el conjunto del sector vitivinícola europeo muy posiblemente no superen la barrera de lo anecdótico, como ya lo demuestra la estrategia comercial adoptada por alguna de los mayores operadores de Champagne en ese país. Pero el impacto social, el buscado por las autoridades rusas, lo superará ampliamente siendo objeto de atención en el mundo entero. Teniendo el eco mediático buscado en estos casos.
Defender este ultraje no parece, viendo la experiencia de los dos casos más recientes, fácil. Nos consta que desde la propia Unión Europea ya se han tomado cartas en el asunto, así como en la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV), pero los resultados tardarán en llegar.
Mientras tanto, el sector deberá afrontar una nueva vendimia bajo las condiciones de un mercado marcado por los confinamientos y limitaciones en el tránsito de personas, pero que podría tener unos efectos muy positivos en las exportaciones. Especialmente en Estados Unidos gracias a la derogación de la traba arancelaria impuesta por la Administración Trump a la que hacíamos referencia anteriormente. Así, el informe de verano de la Unión Europea sobre las Perspectivas de los Mercados Agrarios de la UE vaticina un crecimiento del 4,4% a las exportaciones de la campaña 20/21. Lo que permitirá iniciar la próxima campaña con unas existencias prácticamente tan solo un 2,9% superiores a la media de las últimas cinco.
Sobre una vendimia a la que le restan muchas cosas por decir hasta que sea una realidad, pero que apunta en una dirección de cierta estabilidad en cuanto al volumen global y una calidad mucho más que aceptable. Con las naturales tensiones en los precios de las uvas que se están viendo, especialmente en nuestro caso, acrecentadas por un mercado vinícola estabilizado en precios, pero en la parte inferior de su horquilla. Lo que, unido a que no se trata de una excepción y que afecta a la práctica totalidad de las producciones agrícolas y ganaderas, ha llevado a las organizaciones agrarias a anunciar que retomarán las protestas que mantenían en la calle cuando se decretó la pandemia y que abandonaron por responsabilidad.