Tal y como era de esperar, las reacciones al anuncio del acuerdo alcanzado entre la Unión Europea y Estados Unidos, para poner fin (durante 5 años) al conflicto comercial que supuso la imposición de aranceles adicionales al vino español, entre otros, no se han hecho esperar. Todas las organizaciones se muestran satisfechas e inciden en el cambio de talante que supone la nueva Administración Biden frente la proteccionista, y casi antieuropea, de Trump. Cuyos efectos cuantificó la Federación Española del Vino en una caída del 9% en valor y 4,5% en volumen de nuestra exportación a este país, obligando a las bodegas a absorber una parte muy importante de ese arancel en su precio de venta, que cayó un 5% en ese mercado.
Buenas perspectivas se vislumbran también para otro de nuestros grandes destinos, el del Reino Unido, en el que, según Euromonitor, durante el 2022 habremos recuperado todo el valor pre-Covid en el canal doméstico, aunque no lo hagamos en el Horeca hasta el 2024. Eso sí, gracias a una mejora en el precio medio, ya que para el volumen se prevé un descenso gradual. Con una clara apuesta de los consumidores por los productos sostenibles y en el que nuestros vinos son líderes mundiales.
Dos excelentes noticias, sin duda, que no restan ni un ápice de preocupación sobre el otro gran asunto que inquieta al sector y que no es otro que la próxima vendimia. No parece que ni granizo, ni focos de enfermedades criptogámicas, por más severos que sean sus efectos en localidades muy concretas, vayan a ser capaces de frenar una cosecha 2021 que sigue presentando serias credenciales de convertirse en voluminosa.
¿Hasta cuánto? Pues, esa es la gran pregunta que todo el mundo se hace. Ya que las existencias en bodega son cuantiosas y que, por bien que vayan las cosas y poco a poco vayamos recobrando el ritmo de vida, y consumo pre-Covid, es seguro que tardaremos algo más de tres meses (que son los que nos faltan para disponer de los primeros vinos de la cosecha 2021) en hacerlo.
Consecuencia de todo ello: tendremos una vendimia complicada, con fuertes tensiones en precios y cruzadas acusaciones de falta de cumplimientos en los contratos. Y es que, si algo nos caracteriza es la falta de estabilidad, con dientes de sierra en las cotizaciones y condiciones de los contratos que apenas soportan un pequeño envite. Circunstancias sobre las que edificar un proyecto a medio y largo plazo se hace muy difícil.
Hasta ahora, los importantes daños causados en los viñedos de franceses e italianos por las heladas nos están salvando estos últimos meses de campaña, con un cierto repunte en los volúmenes expedidos y una reactivación en las cotizaciones que se han visto reflejadas, también, en el mercado interior. Lo que, sin duda, está genial y forma parte de las reglas del juego de cualquier actividad agrícola expuesta a la climatología, pero que está muy lejos de dotar de futuro a un sector que sigue queriendo crecer a costa del otro, en lugar de hacerlo de manera colegiada.