Como si ya de por sí, el sector no se enfrentará a importantes problemas que están cuestionando la supervivencia de numerosos operadores, ante la drástica reducción de ventas y los bajos precios operados en los mercados. El pasado 3 de febrero se reavivaba un viejo problema relacionado con el contenido alcohólico del vino y los efectos nocivos que sobre la salud tiene, atribuyéndole a su consumo un grave problema sanitario.
Si bien en el Plan Europeo contra el Cáncer no es citado el vino de modo explícito, en él si se señala que Europa tiene uno de los mayores niveles de consumo del mundo como demuestra que, de las diez iniciativas emblemáticas y acciones de apoyo estén relacionadas con el alcohol.
Haciéndose previsibles consecuencias graves para las bebidas alcohólicas como es el vino, que podrían ir desde las relacionadas con los impuestos a los que se ve sujeto el alcohol o las compras on-line trasfronterizas, a aquellas otras relacionadas con el etiquetado y mensajes de sensibilización sobre los efectos negativos de su consumo, al estilo de lo ya existente con el tabaco. Afectando a la promoción y publicidad, limitándola o incluso fijando medidas que dificulten su accesibilidad.
La aplicación pendiente para antes del 2022, de la indicación obligatoria de ingredientes y la declaración nutricional o las advertencias sanitarias para antes del 2023 podrían intentar aprovecharse por parte de la Comisión para ir en esta dirección y, aliniándose con la medida 3.3 del Plan, intentar reducir el consumo de alcohol en el período 2021-25 revisando la legislación comunitaria.
Un frente del que no se puede decir que es nuevo para el sector, ya que lleva a enfrentándose a él desde hace muchos años, pero que ha cobrado especial relevancia en los últimos años y que podría tener consecuencias muy negativas para su futuro, en un momento en el que la capacidad el sector, está fuertemente mermada.
Por lo que, ante la evidencia, parece que lo más lógico sería mostrarse proactivos en el tema y, dado que tendremos que asumir la situación, al menos hacerlo llevando la iniciativa. Posición que si bien ha sido adoptada por la Federación Española del Vino, la que lleva muchos años defendiendo el tema en Bruselas, se hecha en falta un apoyo unánime del sector, pues a todos nos acabará afectando.
Tomar conciencia de sector y asumir que la formación de la cadena de valor es algo más que la fijación de precios y que solo de una forma conjunta es posible avanzar, con alguna pequeña posibilidad de éxito, en una economía globalizada y fuertemente amenazada. Sería una bonita forma de aprovechar todo lo que nos está pasando.