Tal y como tenemos el país, con una segunda oleada por el Covid-19 que lleva camino de resultar peor que la primera y la antesala de una tercera con resultados inciertos; una gestión que es cuestionada por la práctica totalidad de los colectivos, especialmente el más cualificado que es el sanitario; y una economía hecha unos zorros, en la que solo la ayuda proveniente de la Unión Europea nos puede salvar de hundirnos en una profunda recesión con el cierre de miles y miles de empresas y la pérdida de cientos de miles de puestos de trabajo; mejor haría el Ministerio de Sanidad y, su titular, Salvador Illa, en preocuparse de evitar que seamos el país del mundo con mayor número de sanitarios (su responsabilidad) afectados por Covid y controlar lo que debe, no permitiendo que en las encuestas de adicciones (EDADES y ESDAM) se califique al vino como “droga legal” por su contenido alcohólico.
Después de este pataleo, contenido y, espero que, educado. Gracias a respirar profunda y pausadamente, después de ver la noticia emitida por Televisión Española en su Telediario de las tres de la tarde del pasado día 14 de diciembre. Esa que pagamos todos con nuestros impuestos. Su imprudencia ha conseguido, en apenas un minuto, tirar por tierra todo el esfuerzo y recursos que desde el sector y, con recursos del sector, se han hecho por recuperar un consumo moderado del vino. No me queda otra que decir que ¡se veía venir! Y que la utilización en la confección de ese reportaje de un señor de avanzada edad declarándose bebedor de un vaso de vino al día en las comidas es el mejor ejemplo de la política llevada a cabo por nuestro Gobierno.
Poco importa que la Ley de la Viña y el Vino española reconozca al Vino como alimento, o los programas capitaneados por el propio sector, como el Wine in Moderation, dirigidos a promover un consumo moderado. La parte intrínseca que de nuestra cultura tiene la vitivinicultura. Por no hablar de su valor socioeconómico, precisamente puesto de relevancia hace escasos días. O la misma consideración de alimento que hace la Dieta Mediterránea, incluyéndolo dentro del patrón recomendable. Hay que reconocer que nos enfrentamos, desde hace mucho tiempo, a un ataque frontal contra el Vino por parte del Ministerio de Sanidad de los Gobiernos socialistas. ¿O ya no nos acordamos de nuestra querida y afable Ministra Elena Salgado?
La propia creación de la Fundación para la Investigación del Vino y la Nutrición (FIVIN), financiada por algunas (muchas menos de lo que sería necesario, a la vista de lo sucedido) empresas del sector tiene por objetivo demostrar científicamente y divulgar los efectos beneficiosos de un consumo moderado y responsable del vino sobre la salud.
Resulta insuficiente.
Aunque, ya que les gustan tanto las estadísticas, no estaría de más que analizaran qué, por quién, cuándo y cómo se consume el vino, antes de utilizarlo como referente de “droga legal”. Porque si hay alguien que luche más para evitar que el consumo de vino no sea nunca excesivo y la parte de alcohol que contiene acabe superando lo mucho de bueno que tiene como alimento, ese es el propio sector vitivinícola. Y, eso, el Ministerio de Agricultura, tampoco debería olvidarlo.