Próximo el Día del Pilar, las vendimias 2020 van tocando a su fin y, aunque todavía son muchas las zonas que mantienen abiertos sus lagares, recepcionando las uvas que se convertirán en la añada 2020, poco a poco, se van dando por concluidas las labores de recogida en muchos de nuestros pueblos.
Los resultados, todavía pendientes de agregar, apuntan hacia una cosecha en el entorno de los cuarenta y un millones de hectolitros. Si bien, todavía es muy pronto para poder establecer una cifra tan precisa, ya que, dado el fuerte crecimiento de la cosecha que ha experimentado Castilla-La Mancha, con respecto al año anterior y, considerando que en ella se concentra la mitad de la vendimia de todo nuestro país, cualquier pequeña desviación en algunos de sus grandes pueblos vitivinícolas podría hacerla variar, casi seguro al alza, en una cantidad importante sin muchos problemas.
Algunas noticias publicadas días atrás y que no han tenido mucho eco, ni seguimiento por parte de los diferentes colectivos que tienen algo que decir al respecto, apuntaban hacia un volumen considerablemente mayor, casi cinco millones de hectolitros más. Aunque nuestra impresión, publicada semanalmente en estas páginas, se mantenga en el entorno de lo que ya hicieron Cooperativas, Ministerio y algunas organizaciones agrarias.
En cuanto a la calidad y, a pesar de los grandes problemas a los que han tenido que enfrentarse nuestros viticultores para hacer frente a enfermedades criptogámicas como mildiu y oídio, es muy buena y no se espera que las afecciones tengan ningún reflejo en la calidad de unos vinos que presentarán unos valores de grado y acidez muy adecuados a las demandas del mercado.
Lo que nos lleva de lleno al gran problema de esta campaña que, como ya sucediera en años anteriores, no es ni la cantidad, ni la calidad y sí los precios a los que están entregando los viticultores sus cosechas. Insuficientes para hacer frente a sus costes de producción y muy por debajo de los publicados en el estudio encargado por la Interprofesional y que lejos de su cometido, que no era otro que servir de modelo de cálculo, para que cada viticultor pudiera concretar sus costes; los datos publicados de diferentes condiciones de cultivo y zonas de producción, más que para generar tranquilidad en el sector, para lo único que han servido ha sido para enrarecer más los ánimos y ser utilizados como aval en el enfrentamiento crónico que mantienen bodegueros y viticultores en un claro ejemplo de su incapacidad para ponerse de acuerdo en alcanzar acuerdos plurianuales que resulten beneficiosos para todos y doten de la estabilidad necesaria que requieren los mercados.