Si bien hay que reconocer que estas vendimias vendrán marcadas por el Covid-19, toda nuestra vida lo está siendo. Hay que admitir que, a diferencia de otras campañas, las discrepancias entre las distintas estimaciones de producción manejadas por los operadores no son, ni de lejos, a las que estábamos acostumbrados. Con diferencias que llegaban a los cinco millones de hectolitros se hacía muy complicado poder realizar cualquier planificación de campaña que fuera más allá de la propia o, a lo sumo, la referida a una comarca. Hacerlo con una margen de dos millones de hectolitros se hace muy extraño. Al menos de momento, que a tiempo estamos de que salga alguien con previsiones totalmente fuera de las cifras que hasta ahora se están manejando.
Este año, entre coronavirus, pérdidas de consumidores, acumulación de existencias en las bodegas y, sobre todo, una gran incertidumbre sobre lo que pudiera depararnos el mercado en los próximos meses… Ante unas pésimas expectativas para el sector de la hostelería y restauración… No sé si porque es lo que menos importa o porque los precios de las uvas y mostos estarán mucho más condicionados por otras cuestiones que poco tienen que ver con producciones, utilizaciones y excedentes, el caso es que las únicas discrepancias entre las primeras estimaciones publicadas por Cooperativas y las que van siendo manejadas por los operadores, son las naturales de la evolución de una campaña en la que enfermedades criptogámicas como el mildiu o el oídio están resultando mucho más importantes de lo que lo son normalmente.
Lluvias en primavera de cierta cuantía y calor posterior han sido un perfecto caldo de cultivo para el desarrollo de estos hongos a los que o no se les ha podido hacer frente adecuadamente, o no se ha querido por el coste y trabajo que ello representaba en un mercado fuertemente deprimido.
El caso es que, por una cuestión u otra, la cosecha no superará (eso parece) los cuarenta y dos millones de hectolitros y su calidad, como siempre, no se verá afectada más allá del esfuerzo necesario en la selección del producto a su llegada a la bodega y su correspondiente separación por calidades.
Sobre la otra gran cuestión: los precios, de momento tampoco es que haya sucedido algo diferente a lo que viene pasando campaña tras campaña. Los grandes operadores abren con precios, ligeramente diferentes a los del año anterior, esta vez más bajos, como corresponde a un incremento en la producción. Y las organizaciones agrarias ponen el grito en el cielo ante la incapacidad de cubrir unos teóricos costes de producción que nadie explica muy bien de donde salen o si sería posible reducir mejorando la eficiencia de las explotaciones.