Cuando todavía estamos expectantes ante todas las noticias publicadas sobre la aplicación de medidas destinadas a limitar la movilidad de los ciudadanos con las que hacer frente a los rebrotes del Coivd-19 que se están produciendo en toda España, y que vienen a sumar un punto más de desasosiego en el ánimo de los operadores ante una recuperación que no acaba de producirse; la vendimia 2020 llama a la puerta con cierta insistencia, vaticinando volúmenes de cierta importancia y calidades que cubren sobradamente los parámetros mínimos exigibles.
Siendo de destacar los grandes esfuerzos, también económicos, que han tenido, y en muchos casos todavía siguen teniendo que hacer, nuestros viticultores para hacer frente al mildiu. Una enfermedad criptogámica fácilmente controlable y que en este año está resultando especialmente complicada, ante los constantes episodios de lluvia que vienen a limpiar la planta.
Lo que desde un punto de vista particular supone un grave perjuicio, ya que hará muy difícil que los precios a los que se paguen las uvas compensen los gastos ocasionados. Pero que, de cara a equilibrar la producción, no es que sea una mala noticia. Y es que, a la lentitud con la que se va retomando la actividad en el canal Horeca español, motivado de forma muy especial por el escasísimo número de turistas que nos visitan, hace que, se suman unas exportaciones a las que le pesan demasiado las circunstancias similares vividas en la mayoría de países del mundo. Esperemos que ese equilibrio en la producción haga un poco menos complicada la comercialización de una cosecha que, al menos en sus primeros compases, no apunta fácil.
La sumisión que caracteriza al viticultor y la concienciación colectiva de enfrentarnos a una situación excepcional sobre la que no pueden esperarse buenas noticias que estén relacionadas con el aspecto económico, amortiguarán los efectos que pudieran provocar los precios a los que las bodegas anuncien el precio que pagarán por sus uvas. Pero no evitará que, un año más, siga siendo el primer eslabón de la cadena el que acabe sufriendo las consecuencias de manera irremediable. Pues industria y distribución podrán tener que hacerle frente, pero siempre tendrán la posibilidad de una futura recuperación. El viticultor, no.