Esta anómala situación, provocada por un “bichito”, dispuesto a cambiarnos la vida a toda la humanidad; si algo ha puesto de manifiesto (además de la fragilidad del ser humano y lo rápido que la unidad y solidaridad se van por el desagüe) han sido las grandes cualidades financieras de todos nuestros administradores.
Si hace apenas unas semanas de lo que nos lamentábamos era de que nuestro Ministerio de Agricultura limitaba su apoyo al sector vitivinícola a “mover” de un sitio a otro los fondos con los que adoptar medidas extraordinarias con los que paliar los efectos del Covid-19. Ahora es la Comisión Europea la que ha decidido unirse y mover la bolita.
Sin más recursos que los ya existentes pre-pandemia, el Comisario Wojciechowski ha anunciado un aumento del 10% de la cofinanciación comunitaria de medidas como la reestructuración, inversiones, cosecha en verde y promoción en terceros países. Lo que, salvo que asistamos al milagro de la multiplicación de los panes y los peces, bien se podría traducir en que serán menos los beneficiarios de estas ayudas. Las mismas, conviene recordarlo, de las que provienen los noventa millones de euros con los que se financiará la destilación de crisis, el almacenamiento y la cosecha verde en nuestro país. Vamos que, entre una cosa y otra, los que puedan beneficiarse de estas ayudas van a resultar ser unos escogidos, porque serán menos y recibirán un mayor importe del que hubieren percibido anteriormente.
Pero como si todo esto no fuera ya, por sí mismo, bastante lamentable, por lo que genera de graves perjuicios comparativos, algunas comunidades autónomas han decidido sumarse a la fiesta y aportar recursos propios. Casualidad o no, son las comunidades con un sentimiento más nacionalista: Cataluña, País Vasco y Navarra. ¡Ojo! Que no quisiera que se me malinterpretase. Que me parce genial esto de que las administraciones regionales hagan lo que no ha hecho la central y es apoyar al sector, más allá de limitarse a mover los fondos asignados a unas medidas para financiar otras diferentes. Pero con estas políticas heterogéneas volvemos a romper la igualdad del sector y a situar en condiciones de competencia desiguales a los viticultores y bodegueros de unas regiones y otras de España.
En cuanto a la eficacia que acabarán teniendo todas estas medidas extraordinarias, vistas las solicitudes que se han presentado a las tres, pero especialmente destilación y almacenamiento, podemos confirmar taxativamente que era imperiosa su aplicación y que los fondos van a quedarse muy alejados de los que hubiesen sido necesarios para dar respuesta a todo el volumen ofertado. Hablar de que más de la mitad se quedará fuera de ser convertido en alcohol o esperar tiempos mejores en los que salir al mercado, podría acabar siendo muy optimista. Y lo más interesante es que semejante situación sabemos que se ha producido en Francia e intuimos que habrá sucedido en Italia.
Ahora cabría preguntarse, especialmente después de haber conocido que nuestras exportaciones durante abril cayeron un 12,7% en volumen y un 9,8% en valor, situando el acumulado del año en unas pérdidas muy similares 11,5% y 6,5% respectivamente; si podemos empezar a ver la luz al final del túnel. Considerando que las categorías que mejor han soportado el envite han sido la de BiB con incrementos en volumen y valor entre enero-abril del 11,2% y 3,7% y graneles con indicación varietal. O que las ventas a nuestros principales compradores: Francia, Portugal e Italia han perdido un 16,8%, 13,8% y 17,7%, llegando al 48,5% como es el caso de Rusia. No es previsible que seamos capaces de llegar al momento de la prorrata con una situación saneada en nuestras existencias, por lo que habrá que estar muy atento a los precios de los vinos, pero, especialmente, de mostos y uvas.
¿El Ministerio de Agricultura todavía no se ha dado cuenta que con un : «Marco legislativo complejo incomprensible para el consumidor» como publicó el ICEX en el 2002 la vinicultura española seguirá haciendo el ridículo?